Tocomochos cruzados

Quedó escrito en estas líneas hace un par de semanas: todos con todos contra todos. Basta dedicar diez minutos al marcador que nos ha dejado la constitución de los nuevos ayuntamientos para concluir que, como en el dicho, se ha investido capador al que más ha podido. Cada quien, claro, contará la feria según le ha ido, y unos proclamarán que se ha interpretado con justicia la voz del pueblo mientras otros jurarán haber sido víctimas de maniobras orquestales en la oscuridad. Lo divertido es que ambas posturas se apoyarán en los mismos chalaneos. Los que se quedan con la vara de mando lo atribuirán a la higiene democrática y los desposeídos, a la putrefacta manipulación de la voluntad popular.

Si la política no fuera cada vez más descaradamente puro forofismo donde los míos son los mejores y los demás, una panda de cabrones a los que hay que hacer morder el polvo, cada cual podría hacer un examen de conciencia y ver que las actitudes han sido manifiestamente mejorables. Pero no hay lugar para tal. Lo que vale es el corto plazo y el pájaro en mano. Gero gerokoak. ¿Quién piensa en construir un proyecto común para pasado mañana, cuando tienes la posibilidad de pillar cacho durante los inmediatos cuatro años, aunque no sepas muy bien para hacer qué? Ya nos quitarán -o no- lo bailado más tarde. Mientras tanto, vamos tirando.

Es, por lo que parece, nuestro sino y nuestro instinto. Se acepta, pero lo menos que se puede pedir es que ninguna sigla venga dando lecciones de moralidad ni vindicándose virgen y mártir en exclusiva. El nuevo mapa nos enseña que los navajeados aquí o acá se han vengado allá o acullá en un galimatías de tocomochos cruzados donde las minorías, tan dignas ellas, se han ido con el mejor postor.

En resumen, que hoy hay más cuentas pendientes que ayer, pero menos que dentro de dos semanas. Arrieritos somos, dirán algunos. Traición, clamarán otros. Y volveremos a empezar. Qué lata.

El concejal exterminador

Si nada lo remedia, un tipo que agredió brutalmente a un chaval de 16 años tomará mañana posesión de su acta de concejal en el ayuntamiento navarro de Huarte. Aunque la condena en firme de la Audiencia de Iruña se hizo pública anteayer, los hechos eran sobradamente conocidos desde el mismo instante en que ocurrieron, hace ahora once meses, pues tuvieron gran relieve en los medios de comunicación. Ello no impidió que el PSN, el mismo que pone cara de asco cuando se reúne con Bildu y va a fungir de alfombra para Yolanda Barcina, lo designara como cabeza de lista. Toda una declaración de principios del trepaorganigramas Roberto Jiménez: a Úriz se lo quitan de en medio por mentar a Otegi en un txupin, y a este Chuck Norris de vía estrecha lo postulan para ser alcalde.

Como las lupas de Pérez Rubalcaba y los peinadores de listas no se ocupaban de los imputados por corrupción ni por agresión, el individuo, de nombre Koldo García y escolta (!) de profesión, llegó sin contratiempos y encantado de haberse conocido a las elecciones del 22 de mayo. 170 convecinos -ellos y ellas sabrán por qué- hicieron que pasara de elegible a electo. Durante los próximos cuatro años tendrá voz y voto como representante de la voluntad popular. Entre pleno y pleno o en los recesos de las comisiones podrá contar cómo infló a hostias a un adolescente que tuvo la osadía de ponerse una camiseta con leyenda “Independentzia” el mismo día en que la gloriosa selección española ganó el Mundial de fútbol.

Gran hazaña, la de la roja, y no menor, la del edil exterminador, que con su tonelaje de mamut se atrevió con un seminiño. Bien es cierto que, según narra la sentencia, unos minutos antes, el chaval había sido conveniente pateado por un grupo de hooligans rojigualdos, entre los que también se contaba -oh, sorpresa- un policía nacional. Todo, por el módico precio de 900 euros y sin perder el acta de concejal. Un chollo.

La normalidad que queríamos

Los apocalípticos de la catacumba mediática llevan dos semanas vendiendo el gran resultado de Bildu el 22-M como un triunfo de ETA. Yo, y creo que no soy minoría por aquí arriba, pienso exactamente lo contrario. Para cualquiera que defienda aún la violencia, las 300.000 papeletas que llevaban adosado un compromiso exclusivo por las vías pacíficas sólo pueden saber a derrota y certificado de fin de trayecto. Esos votos, sumados a los otros centenares de miles depositados con la misma hambre de futuro, son el aval incontestable de un tiempo nuevo donde no hay lugar para las amenazas, la extorsión ni, por descontado, los asesinatos. Tampoco para los que se han aprovechado inmoralmente de todo ello.

Es imposible y, además, desaconsejable olvidar de dónde venimos. Tenemos mucho pasado por digerir aún y habrán de transcurrir generaciones hasta que lo consigamos del todo. Pero si de verdad albergamos la firme intención de no repetirlo, debemos tomar conciencia de que estamos abriendo un capítulo diferente. Para enfrentarnos a lo que nos aguarda han dejado de tener validez las herramientas, los rudimentos, las triquiñuelas y, desde luego, las excusas de ayer.

Deshagámonos del cortoplacismo y, en la misma patada, del miedo. Y aquí me dejo ya de figuras retóricas etéreas y traduzco a román paladino: allá donde Bildu ha obtenido un respaldo lo suficientemente amplio, nadie debería impedir que afronte la tarea de gobernar. Democracia representativa en estado puro. Es algo tan simple, que hasta ruboriza enunciarlo: le asiste idéntico derecho a intentarlo que a cualquiera. ¿Que puede salir mal? Tampoco están tan altos los listones; miremos a Nueva Lakua, donde dos partidos de supuesto pedigrí llevan un bienio vacío. En cualquier caso, si la cosa no resulta, dentro de cuatro años las urnas volverán a tener la palabra. Esa era la normalidad que ansiábamos. No es momento de sentir vértigo.

Los vascos somos tontos

El PSE tenía que haber ganado por quince traineras las elecciones del 22-M, convirtiendo a PNV y Bildu en excrecencias anecdóticas de interés exclusivo para folcloristas. Lo que pasa es que las vascas y los vascos del compartimento autonómico somos imbéciles. Votamos al tuntún y al día siguiente, cuando vemos el mal causado por nuestra ligereza, nos tiramos de los pelos y caemos de rodillas, arrepentidos de haber dejado tres cuartos de país en manos subversivas que lo someterán al terror y a la barbarie.

No me miren con esa cara, que la idea no es mía. El argumento de esta peli de serie Z lleva el copyright del pomposo Gabinete de Prospecciones Sociólogicas del Gobierno López, que tras la monumental bofetada que arrearon las urnas a sus huestes, perdió el orto para buscar una excusa a los calamitosos resultados. Mira que era fácil ir a un par de bares, preguntar a los paisanos y enterarse de que el personal está hasta la tonsura de unos tipos que, además de atizarles rojigualdas por doquier, les han despedazado la sanidad, la educación y, en general, la economía.

En lugar de eso, que habría sido más barato, la churrería de las encuestas se cascó una teléfonica para averiguar si, vistas las criadillas al morlaco, la plebe inculta estaba satisfecha de haber votado lo que votó o de haberse abstenido. Lo mejor es que un 94 por ciento se reafirmó. El porcentaje de teóricos arrepentidos era una menundencia que no habría cambiado nada. Ese era el titular que cualquier investigador serio habría ofrecido, pero no era útil para la causa justificatoria, así que se vendió la mercancía contando que 150.000 vascos cambiarían su sufragio o su abstención. Para votar al PSE en masa, por supuesto.

La conclusión de la trola venía a ser la que citaba al principio: que somos una panda de tontos de baba. Está claro que ellos nos toman por tales. De ahí que pensaran que nos tragaríamos esa filfa. Pues no cuela.

López arruina al PSE

Minuto a minuto, Patxi López se va pareciendo más al clásico sablista que aligera los bolsillos del personal y, con un par de palmaditas, promete que la semana que viene devolverá el préstamo actual y los veinte o treinta pasados. Si en lugar de para ingeniero, hubiera estudiado para sacamuelas o vendepeines, seguro que habría terminado la carrera y hasta un postgrado. La práctica, desde luego, la domina. Y como prueba, su actuación en el comité nacional -palabrita del niño Jesús que se llama así, “nacional”- del PSE, que fue una completísima exhibición de todas las mañas del chalaneo y la trapacería.

Comparecía ahí en calidad (es un decir) de secretario general de un partido que en apenas tres años ha pasado de la cresta de la ola a lo profundo del pozo. El último desmorre, ocurrido el 22-M, sobrepasó lo escandaloso para situarse en lo vergonzante. La debacle de su formación nodriza, que perdió todo lo que le quedaba en España, fue casi una broma al lado de la hemorragia de votos que tuvo la sucursal del norte. Lo menos que debía a los suyos era una explicación.

En lugar de eso, el chamarilero López colocó a su parroquia una teórica sobre la crueldad del neoliberalismo que nos asola y los malos tiempos que corren para la lírica socialdemócrata. Lo soltó él, que se ha hecho siamés del partido neoliberal por excelencia y que no distinguiría a un socialdemócrata de un bidé, ni aunque los viera juntos. Y algún medio afín todavía tuvo el cuajo de titular no sé qué de una autocrítica.

Allá cada cual y las trampas que se haga al solitario. Quienes escucharon in situ el racimo de excusas de gurú de Amway son personas que llevan decenios en política. No pocos de ellos y ellas recibieron en sus traseros la patada que este pueblo quiso darle a López por haberse dejado arrastrar por la codicia y el ego para montar el desgobierno que padece la CAV y, en el mismo viaje, ha hecho una ruina del PSE.

Con todos y contra todos

Tendemos a pensar, no sin motivo, que las campañas electorales son los periodos en los que los políticos mienten con más profusión y ligereza. Nueve días después de la última llamada a echar la papeleta y, a la vista del obsceno teatro al que estamos asistiendo, tenemos argumentos para empezar a sospechar que las trolas post-comicios son, si cabe, de mayor calibre y enjundia que las que se avientan como reclamo en la subasta previa. Ese voto que supuestamente habría de servir para cambiar el país se convierte en una ficha de casino con la que los tahúres del Urumea, el Arga o el Ibaizabal apuestan al bacarrá de los pactos, sean o no contra natura.

Para aumentar el grado de hastío y la sensación de engaño, los participantes se entregan a la ceremonia proclamando fariseicamente que actúan como intérpretes del mensaje de las urnas. En su labor de traducción inversa, toman sólo la parte del discurso que les interesa, es decir, la que les puede asegurar más moqueta que pisar. Lo que va a misa para Gipuzkoa no sirve para Araba, es matizable para Navarra y discutible para Bizkaia. Según el trozo de pastel a que se aspire -y dónde-, respetar la lista más votada es un principio irrenunciable o una tontería que no va a ningún sitio.

Me declaro incompetente para adivinar cómo va a terminar este baile del abejorro. Mi capacidad de análisis entró en colapso al leer en este mismo periódico que representantes del PSE y de Bildu se reunieron de extranjis para ver el modo de birlarle al PNV la presidencia de las Juntas vizcaínas y, cambalachearse en ese trasiego un par de municipios. Era lo que faltaba, después de ver a los jeltzales yendo a setas y a Rólex, de escuchar a Basagoiti llamando al partido de Urkullu a un pacto de hierro para reilegalizar en la práctica a la izquierda abertzale o de comprobar cómo los socialistas estrenan cada minuto una baraja diferente. Todos juegan con todos contra todos.

Responsabilidad

Nuevo número uno en la lista de martingalas de deglución obligatoria: responsabilidad. Después de diez años (versión más generosa) con el calendario parado, cuando parecía que por fin nos íbamos quitando las telarañas, listos para dar ese primer paso con el que se empiezan a recorrer los mil kilómetros que decía Confucio, desde el otro lado de la línea imaginaria las campanas tocan a rebato. Arriesgándonos a convertirnos en estatuas de sal, volvemos la vista y comprobamos con pasmo que las están tañendo los monaguillos del cambio. Con las rodillas temblonas y la nuez del tamaño de un melón, vociferan que hay que tener altura de miras, visión de país, compromiso con los proyectos estratégicos y, como corolario de todo eso, la puñetera palabreja, que pronuncian silabeando: res-pon-sa-bi-li-dad.

Ahora salen con esas. Talmente como si DSK pregonara la abstinencia carnal, los que sembraron los polvos de la ilegalización que devinieron en este pifostio institucional en que hemos encallado nos quieren pegar el timo de la estampita. Pretenden, los muy tunos, que los demás actúen de acuerdo con unos principios que ellos no reconocerían ni aunque se los cruzasen a dos palmos de la jeró. Ya les podía haber dado el mismo acceso de dignidad aquella noche de marzo de 2009 en que la tragaperras trucada les puso en línea las rosas empuñadas y las gaviotas.

Se fumaron entonces un puro con la sensatez que en este trance reclaman a los cuatro vientos y estrenaron una entente que tenía la revancha por única divisa. Amorrados a la mandanga identitaria, disciplinando a los disidentes, alpistando a los mansos y, sobre todo, poniéndose de perfil ante los problemas reales, durante el último bienio han perpetrado un desgobierno sistemático del que, para más inri, se ufanan. Nadie ha obrado tan irresponsablemente como los que, al ver que la cosa se pone fea, demandan a los demás que sean responsables. Anda ya.