¿Con o contra Abascal?

Y luego se preguntan qué ha pasado, mesándose los cabellos, agriando el rictus para los selfis megacabreados, como si no lo supieran. Como si no lo provocaran. Enardecidas manifestaciones para mostrar la-más-enérgica-repulsa… ¡por un resultado electoral! Un sarao por cada capital andaluza, se lo juro. Los demócratas contra lo que ellos mismos juraban que era la democracia. ¿Antifascismo con métodos que atufan a fascismo? Uy, muchos decimales para entendederas tan escasas. Como la voluntad popular no fue la suya, una de pataleo, prometiendo ser la tumba de un muerto cada vez más vivo —gracias a sus balones de oxígeno, antipático detalle— y clamando que no pasarán los que ya han pasado… por la alfombra roja que ellos mismos les han tendido, que aquí es donde viene la desvergüenza definitiva.

Sí, porque la orgía plañidera de diseño trae consigo un millón de chapas infames sobre Abascal y sus mariachis. Y qué más quiere el jeta del Valle de Ayala, un tipo que lleva desde los 23 años pillando cacho gordo del erario público sin dar un palo al agua, que engrandezcan su leyenda. De Le Pen, Bolsonaro o Salvini no les sé decir, porque me pillan lejos. De este, con bastante conocimiento de causa, sí les puedo contar que no pasa de fachuzo vividor del cuento. Una versión barbada de Rosa Díez, quizá con alguna lectura y alguna luz más, pero empatado en afán de figurar, rostro de alabastro y falta de moral. 80.000 euros anuales cobraba el rapaz en la canonjía que le procuró su madrina Esperanza Aguirre. No está mal para quien se caga en las autonomías, el nuevo héroe encumbrado, cachis la mar, por sus presuntos enemigos.

El fiasco andaluz

Mi género literario favorito es la llantina postelectoral. Lágrimas que suelen ser, por demás, de puro cocodrilo marca Lacoste, y vienen acompañadas de patéticas soflamas a lo Escarlata O’Hara poniendo a Dios por testigo —o a Marx, Lenin, Zapata o quien mole— de la encarnizada lucha contra el fascismo que empezará… en cuanto se quiten el pijama con el que tuitean. Dejo sin decir que, para colmo, los partisanos de lance son, en muchos casos, empezando por los cercanos, como mínimo, igual de totalitarios que Abascal el chico.

Y sí, poca broma con lo de Andalucía, que puede ser menú degustación de lo que venga. Pero, ante todo, mucha calma y menos lobos, que es un cachondeo ver que los que más berrean y se rasgan las vestiduras con mayor brío son buena parte de los que han hecho un hombrecito al botarate de Amurrio. Hasta un negado de los vaticinios como el que suscribe dejó escrito aquí hace unos meses que hay bichas que es mejor no alimentar, no sea que las profecías se cumplan a sí mismas. Por lo demás, nótese que la mayoría de los que se tiran de los pelos son peña que seguirá teniendo una vidorra del carajo de la vela. Ni se imaginan lo que se cobra en la vanguardia de la ortodoxia pensante y vociferante.

Llámenme raro, pero en las mil letanías explicativas de lo que ha pasado echo en falta la alusión a la corrupción del partido que se ha pegado el batacazo. O a la endeblez de su líder. O a la prematura ranciedad y los quintales de incoherencias de la autoproclamada nueva izquierda, que también se ha hostiado. Claro, es más fácil apuntar a los fachas y decir que los que votan son una manga de ignorantes.

¿Qué tal ‘modular’ el PER?

Conforme a pronóstico, mi columna anterior me ha procurado media docena de pescozones procedentes del sur de la península, bien es cierto que algunos de ellos, ejecutados con cariño por manos amigas. Menté, casi literalmente, la bicha, el gran tabú sobre el que hay mandato de guardar silencio o, mucho peor, defenderlo contra toda evidencia. Hablo del Plan de Empleo Rural, por sus siglas, PER, que me reitero en calificar como escandaloso artefacto para la compra de sufragios.

Tiene su gracia que al referirse a la vergonzosa situación creada por esta suerte de sopa boba, se emplee la expresión voto cautivo, cuando los encadenados no son quienes la reciben, sino los políticos que, sabiendo que la cosa no tiene medio pase, no se atreven a tocarla. Al contrario, alguna formación que empezó protestando ha terminado entrando en la habitual subasta electoral que consiste en prometer que se reducirá el número de peonadas necesarias para cobrar lo que en no pocos casos es un chollo.

Sí, eso he escrito, chollo. Nada tendría que decir si se tratase de un mecanismo de redistribución que persiguiera de verdad reducir las desigualdades y acabar con la miseria. No pongo ninguna objeción a que las personas que lo necesiten reciban una renta —el sistema vasco es un buen modelo— que evitara su exclusión. Eso bien poco tiene que ver con un sistema que, lejos de luchar contra la injusticia, profundiza en ella al fomentar el subsidio eterno como modo de vida. No se me ocurre filosofía más reaccionaria que esta cacicada del siglo XXI. Pero como en gran medida subsiste gracias a ella, Susana Díaz no querrá modularla.

Andalucía, vieja política

Aclaro de saque que tengo la peor de las opiniones sobre Susana Díaz. Basta escuchar su cháchara ramplona durante cuarenta segundos para estar seguro de que no tiene ni pajolera idea de prácticamente nada. Su errático y pinturero discurso da, siendo generosos, para animar una de esas excursiones en autobús que en realidad son un cebo para vender baterías de cocina o apartamentos en multipropiedad. Pero por esas cosas de la llamada democracia que es casi mejor no pararse ni a analizar, ganó las elecciones del pasado 22 de marzo con una holgura considerable. Su partido, el PSOE, le sacó 14 escaños al PP, 32 a Podemos, 38 a Ciudadanos y 42 a la desbaratada Izquierda Unida. Una sucesión de palizas inapelables. Cabe, en efecto, argumentar que las formaciones perdedoras reúnen en conjunto mayor representación, pero hay que tener pelendengues para hacerlo en serio, sabiendo que estamos hablando de aquella famosa suma de Ana Botella de peras, manzanas… y hasta algún níspero.

Esas fuerzas no van a construir, bajo ninguna circunstancia, una alternativa de gobierno. Por tanto, impedir que se nombre presidenta a la candidata de la lista sobradamente más votada, aun cuando lo permita un reglamento chapucero, es literalmente joder por joder. Vestirlo con presuntas nobles intenciones como la lucha contra la corrupción es, además de una triquiñuela burda, un sarcasmo. De propina, también es una muestra de la vieja y rancia política que dos de los partidos que mantienen el bloqueo —Podemos y Ciudadanos— dicen combatir. Y lo peor es que dentro de unos días, uno, otro o los dos darán marcha atrás. Apuesten algo.

La casta gana

Como a veces ocurre con el sexo, lo mejor de las elecciones es el cigarrillo de después. En cuanto se cierran las urnas y van llegando primero los sondeos israelitas y luego, los resultados reales, se despliega un gran espectáculo de prestidigitación donde a la vista de todo el mundo se dan la vuelta los discursos y los hechos incontrovertibles de un minuto antes. Y no me refiero solo a las encuestas, que esta vez, ni tan mal, sino a los principios grouchomarxianos e mobili qual piume al vento de los protagonistas de la berrea electoral.

Casi da igual el partido que tomen. Si vamos por el lado del ganador, que hablando de los comicios andaluces, ha sido indudablemente el PSOE, nos encontramos con que la victoria le deja en una situación objetivamente peor que la que tenía antes de la convocatoria anticipada. Si la disolución se justificó por la búsqueda de la estabilidad, Susana Díaz ha hecho un pan con unas hostias. Pero vayan ustedes, cuélense en los fastos celebratorios, y traten de explicárselo a dirigentes, militantes y simpatizantes del partido de Pedro Sánchez.

¿Y qué me dicen de los que antes de contar las papeletas proclamaban que el 22-M marcaría el principio del fin del régimen-del-78? Jodida digestión tienen ante la evidencia de que los partidos de tal régimen —incluyendo el de nuevo cuño, con sus 9 escañazos— les vapulean por cuatro a uno en la cámara. Tremenda paradoja la de Podemos, cuyos 15 parlamentarios deberían suponer un éxito del recopón y medio, si no fuera porque habían elevado las expectativas al doble y porque ahora solo sirven para hacer pinza con el PP. La casta gana.

Retrato por campanadas

El año empezó con una de esas anécdotas que, en realidad, son categoría, amén de retrato al natural de esta sociedad tan combativa y de este momento tan convulso que cantan los juglares de la nueva era. Ocurrió en Andalucía, cuya televisión pública privó a más de medio millón de espectadores del sagrado ritual de las uvas. Una cantada no se sabe (ni se sabrá) si técnica, humana, o ambas a un tiempo, provocó que se emitieran anuncios publicitarios en lugar de las nueve primeras campanadas. Cuando volvió la señal en directo, poco había que hacer… salvo cogerse un cabreo monumental o, traducido a la terminología de hoy, indignarse.

Un pelo faltó para que en la Bética y la Penibética se adelantara al uno de enero el anunciado cambio de régimen. El pueblo televidente burlado y las hordas de solidarios de guardia echaban las muelas por el penúltimo atropello de la casta —catódica, este caso— contra la eternamente vilipendiada ciudadanía. Pase lo de los EREs, los trapicheos con los cursos de formación y demás mandangas, ¿pero a qué niveles de malvado fascismo hay que llegar para negar a la gente decente el inalienable derecho a atragantarse al ritmo del tolón-tolón en el tránsito de un año a otro? Sencillamente, in-to-le-ra-ble.

Admito que exagero, pero solo lo justo. Muchos de los sulfurosos mensajes iban por ahí: pataleo, pataleo y pataleo. Me acollejarán por escribir esto, pero más que la metedura de pata de Canal Sur, me llama la atención que 517.000 personas se queden mirando como pasmarotes a la pantalla, con lo fácil que hubiera sido echar un vistazo al reloj y tirar de mando a distancia.

¡Oh, Susana!

No es solo el PSOE sino la política oficial hispanistaní al completo la que canta la Traviata cuando nombra gran esperanza blanca a una individua que con dificultad ganaría un quesito en el Trivial… y únicamente si su rival fuera Elena Valenciano. Miren que no soy fan del otro nuevo fenómeno ibérico, pero en un pelo de la coleta de Pablemos hay más fundamento que en cuatro horas de parrapla de la tal Susana Díaz, ante la que se inclinan torres altísimas de su atribulado partido. Se siente uno como el niño del cuento del traje del emperador contemplando tanta lisonja babosa hacia una inanidad intelectual cuyo meritoriaje ha consistido en dejar cabezas de caballo sobre la almohada de los conmilitones caídos en desgracia. Es cierto, sí, que en ese ministerio de correveidile aparatero ha demostrado una gran pericia y una frialdad en el laminado de rivales de ya quisieran algunos sicarios del Cártel de Medellín; entre sus víctimas, varias personas que le habían echado un capote. Pero sáquenle cualquier asunto de enjundia de la actualidad y verán cómo naufraga entre topicazos y salidas por la tangente.

Es imposible que no lo sepan la inmensa mayoría de quienes ahora le bailan el agua y le acercan el espinazo mendigándole la bendición. ¿Que eso es por sus fantásticos resultados en las elecciones del domingo? Otro embeleco. El PSOE perdió trescientos y pico mil votos en Andalucía y bajó trece puntos largos, uno más que el PSE del semidimitido Patxi López. Con tal aval y sin haberse medido jamás en unas urnas, Susana Díaz es la llamada a refundar una formación de 135 años. Pues qué triste, oigan