Incidencia de 937… y subiendo en la demarcación autonómica. Es el récord, no de esta sexta ola, sino de toda la pandemia. Las UCI de los hospitales vascos siguen la escalada y hemos pasado los 90 ingresados. Es verdad que junto a la comunidad foral, vamos en cabeza, pero los números del resto, da igual que miremos al Estado español o a Europa, no andan muy lejos. Solo las vacunas, con todas sus limitaciones, han evitado una tremenda escabechina. Pero aún así, la cifra de muertos es bastante mayor de lo que hubiéramos sido capaces de imaginar hace dos meses, cuando se decretó, ya vemos que demasiado a la ligera, la derrota del virus.
Ocurre todo esto exactamente a diez días de la nochebuena y a 17 de la nochevieja. Y este es el minuto en el que no hay decretada en nuestro entorno ni una sola medida concreta que se refiera esos días señalados. Se ha llegado a la suspensión de Santo Tomás en Donostia y Bilbao o a la del PIN en el BEC. Igualmente, han decaído esta o aquella actividad en las que se espera cierta concentración de público. Y sí, de acuerdo, también está implantado el pasaporte covid más como autoengaño que como medida efectiva. Pero sobre todo lo demás en lo que se actuó hace un año con cierto rigor no se ha determinado nada. Podremos reunirnos sin límite alrededor de una mesa en los días críticos, después de haber poteado hasta la hora que nos dé la gana y sin preocuparnos por los aforos de los tascos. Por descontado, ahora mismo todo indica que también seremos libres de echarnos a las calles atestadas para recibir el año nuevo. Lo haremos, ojo, por iniciativa propia. Si pasa algo, ya encontraremos culpables.