Grecia ardiendo, los mercados voraces que suben y bajan según les dé el aire, el FMI diciendo arre y so a la vez, la segunda recesión global y la madre que la parió, los test de estrés tan fiables como el método Ogino, una tal agencia Fitch poniendo notas a una economía que no conoce ni de oídas. No hay forma de entender nada, aparte de que todo se resuelve con una tijera y mandando unas toneladas de carne humana al paro cada rato, ¿verdad? Pues a lo mejor es más sencillo de lo que parece. Y no, no es cuestión de hincar codos sobre tochos de economía, paraciencia que ya ha demostrado que vale para hacer autopsias pero no para prevenir constipados. Se aprende mucho más en las revistas del colorín y en los programas de bilis rosa.
Bueno, ahí, y en todos esos periódicos que dicen ser tan serios y que, como han demostrado en masa estos días, tienen alma de Hola, Pronto y Diez Minutos. Qué tremenda declaración de principios, qué autorretrato más certero, el del diario de mayor difusión de este trozo del país, ese al que le filtran los informes trileros de duplicidades, al dedicar ocho décimas partes de su primera de ayer al bailoteo de una señora que si fuera nuestra abuela no sabríamos dónde meternos. “Tal vez es porque, aunque nos duela, es lo que le interesa a la gente”, me contestó alguien en Twitter, donde corrí a llorar mis penas tras el retortijón provocado por la visión de esa portada. Bingo.
Que “eso” sea lo que “le interesa” a “la gente” (y aquí excluyo a los que aún conservan medio tris de visión crítica y otro tanto de sentido del pudor) explica todo lo que enumeraba en el primer párrafo. Si tragamos como cuento de hadas el himeneo de una cacatúa podrida de pasta y títulos con un Espartaco Santoni de quinta, si reímos un descoyunte esquelético en lugar de sentir pena y asco, es que estamos preparados para lo que nos echen. ¿Otro recortito social, Don Camilo? ¡Venga!