Intocables

Es muy de agradecer la sinceridad y la claridad de Maite Pagazaurtundua al sugerir que si no se cumplen sus condiciones, habrá víctimas patanegra que decidan tomarse la justicia por su mano. Algunos siempre habíamos sospechado que la sagrada ley que tanto se invocaba desde determinadas trincheras era la del Talión. Decirlo suponía exponerse al escupitajo bienpensante y a arrastrar el sambenito de proetarra con balcón a la plaza. Es verdad que lo que nos hacía callar no era esa amenaza sino la intención de no echar más leña a un fuego suficientemente alimentado. Pero ahora sobran esas prevenciones. Ha sido ella, capitana generala de los buenos de la película, la que lo ha puesto negro sobre blanco: nadie descarte una venganza en el próximo capítulo. El que avisa no es traidor.

Han pasado 24 horas desde que se profiriera la amenaza y, como dirían los clásicos, al cierre de esta edición no se tiene noticia de que el hiperactivo y lenguaraz ministro español de Interior haya echado la mano al bolsillo para sacar una tarjeta amarilla. Tampoco lo ha hecho el de Justicia, tan hábil para encontrar motivos de ilegalización debajo de una piedra o un subepígrafe del código penal. Ni siquiera el Fiscal del Estado o el Superior del País Vasco, que le entran como Miuras a la primera muleta raída que les ponen, han calculado a ojo de buen cubero el paquetón que le puede caer a alguien que va por el mundo anticipando vendettas.

Podemos esperar sentados una reacción de las altas magistraturas, que vamos dados. Una de las grandes perversiones del maldito conflicto o como se llame es haber creado varias cuadras de caballitos blancos a los que no se puede rozar dialécticamente un pelo de la crin. Si te cocean, te aguantas y punto. Los mismos que denuncian la impunidad en cada esquina se valen de su condición de intocables para encabronar el patio. ¿Hasta cuándo? Aún les queda un rato largo, me temo.

Un espectáculo innecesario

Sólo faltó la caravana con un tosco corazón serigrafiado que acompañaba a Isabel Gemio cuando iba de remendona televisiva de relaciones y echaba una mano a maltratadores confesos para que volvieran a tener a tiro una badana que zurrar, todo fuera por el amor y el share. Que tome nota el script de la productora del Ministerio español de Interior y se ocupe de incorporar el elemento de atrezzo en el próximo episodio de “Víctimas y victimarios”, probable título del reality show que se inauguró el viernes con el encuentro entre uno de los terroristas que puso la bomba de Hipercor y una de las personas que, aun con heridas graves, logró conservar la vida en aquella carnicería atroz que hace 25 años menos dos días se llevó por delante a 21 personas.

Qué culpa tendré yo si las veo venir, ya escribí aquí mismo que los relatos compartidos los carga el diablo o, peor todavía, un siniestro equipo de asesores incapaces de ceder a la tentación de convertir en exhibición impúdica lo que debería haber sido un acto íntimo sin otros testigos que sus protagonistas. Si, pasado un tiempo prudencial para la digestión y la construcción de perspectiva, nos lo querían contar a los demás, perfecto. Lo escucharíamos, no ya por insana ansia de cotilleo, sino por la curiosidad y hasta la fascinación que nos despiertan las historias donde se ponen en juego los sentimientos más profundos.

Hay una delgada pero fundamental línea que separa el morbo del interés humano. Saber y querer distinguirla es una de las claves básicas de mi oficio, lo que marca la diferencia entre lo zafio y lo que no lo es. Sin embargo, en este caso se ve que que no había la menor gana de andarse con finuras. Esto no iba ni de justicia, ni de reparación, ni de reconciliación. Ha sido un espectáculo puro y duro al que, para más inri, se le ha añadido un melifluo mensaje moralizador y un torpe e inútil aviso a navegantes que están a otra cosa.

Pucherazo a la vista

El Gobierno español del Partido Popular está preparando un pucherazo electoral. Otro, en realidad. A diferencia del anterior, perpetrado en comandita con el PSOE y cuyas consecuencias aún padecemos, en esta ocasión el truco no va a consistir en neutralizar a una parte del censo, sino en inflarlo como el hígado de una oca a punto de foie. La intención es liarse a regalar derechos al voto en los comicios vascos como quien reparte balones de playa con propaganda. Entre 200.000 y 300.000 ciudadanos —nótese el pequeño margen de error— son susceptibles de beneficiarse por esta promoción del multi-sufragio gaviotero. El único requisito es haber dejado de residir en la pecaminosa Vasconia en los últimos treinta años y declarar, que no acreditar, que el motivo de la marcha fue la presión de ETA. Menudo chollo, ¿eh?

Lo tremendo es que esta zafia operación, que en cualquier latitud con medio gramo de sentido democrático nadie se atrevería siquiera a sugerir, se está llevando a cabo a plena luz del día y mentón en alto, en nombre de la memoria, la reparación y, ¡toma ya!, la justicia. Sin atisbo de rubor por el cutre modo de engordarse la buchaca con papeletas falsificadas, se nos cuenta que se trata de resarcir el atropello que sufrieron quienes tuvieron que abandonar su tierra por culpa de la violencia terrorista. Aparte de que es un método un tanto peculiar de compensación, lo que no cuela ni para unas tragaderas tan ensanchadas como las nuestras es la cifra.

Aunque se repita desayuno, comida y cena siguiendo el patrón goebbelsiano, la mentira de los 300.000 “exiliados” no se va a convertir en verdad. Hasta los que están montando este brutal tocomocho saben perfectamente que las estimaciones medianamente fidedignas no alcanzan ni a la décima parte. Y eso, tirando por lo alto. No parece, sin embargo, que eso los vaya a detener. Una vez más, todo apunta a que el pucherazo está servido.

Bateragune, el novelón

Han salido discípulos de Salomón los ilustres togados del Tribunal Supremo (Sala Penal, cuarto sótano a la derecha) que se han sacado de la puñeta la decisión final sobre el caso Bateragune. Ni pa’ ti ni pa’ mi. Ni hablar de absolución, pero para que no se diga, reducción de condena de diez a seis años. Leído el titular al primer bote, hasta parecía que había que soltar un irrintzi agradecido por la grandiosa magnanimidad de los despachadores de justicia a granel. Qué detallazo, marcarse una rebajita como las que hacen en los híper con los lácteos a punto de caducar. La diferencia es que este yogur lleva varios calendarios pasado de fecha. Cada minuto que han permanecido los encausados en la trena ha estado de más. Los mil y pico días de propina a contar desde hoy que les han encalomado son puro ensañamiento con premeditación, alevosía y vaya usted a saber si también nocturnidad.

¿Por qué, pudiendo haberse quitado de la vista un marronazo del quince a cambio de cuatro o cinco ladridos cavernarios, sus señorías han optado por la vieja receta? Probablemente, por el poder simbólico de los condenados —en especial, de Otegi— y por la imperiosa necesidad de demostrar que el Estado de Derecho funcionando a pleno pulmón es el copón de la baraja y no hay quien le tosa. Eso, de saque, pero rascando un milímetro en el fallo, aparece una razón más tosca si cabe: había que sostenella y no enmendalla al precio que fuera.

Desde la primera línea, este sumario es un novelón de cuarta. No hay cabeza en la que quepa que quienes le han hecho una envolvente a ETA para bajarla del monte estaban al servicio de los que querían perpetuarla en los matorrales. El comunicado del 20 de octubre y lo ocurrido hasta y desde entonces disipan cualquier asomo de duda. Salvo para la justicia española, que no puede reconocer que había metido la pata hasta el corvejón o, peor aun, que se lo había inventado todo.

Sin vuelta atrás (II)

Lo de tantas veces: se acaban los caracteres y parte de lo que se quería decir emigra al limbo. En ocasiones, lo más importante. No sin razón, varios lectores dieron con uno de los puntos flacos de mi columna de ayer y como hay confianza, me lo hicieron saber con esa amabilidad crítica que nunca agradeceré lo suficiente. Quedaba claro desde la obviedad del título que doy por hecho que el camino emprendido por ETA es irreversible. Sin otros argumentos que los pobremente expuestos, el pronóstico parecía más una corazonada que una idea basada en hechos firmemente cimentados.
Pues la primera en la frente, porque carezco de datos incontrovertibles e inequívocamente fidedignos sobre lo que pueda estar ocurriendo en el núcleo duro de la banda. Es más, ni siquiera sé por aproximación los nombres, los alias ni la adscripción de quienes componen tal entelequia. Pero en eso, me temo que no soy el único que anda pez. Otra cosa es que mole un rato ir de entendido y liarse a llenar páginas o minutos con fantasías que por su propia naturaleza nadie va a salir a desmentir. Cuando tomemos la suficiente distancia y alguien pase seriamente por el cedazo estos años, veremos que la inmensa mayoría de las cosas que nos han contado son ficciones, cuando no puras intoxicaciones.
¿Y sin saber a ciencia cierta cómo respiran los que en última instancia han de tomar la decisión se puede aventurar que no hay marcha atrás? Estoy firmemente convencido de ello porque esa decisión será, en todo caso, la suya, y se quedará en menudencia anecdótica al lado de la importante, que es la que ha tomado por aplastante mayoría la sociedad vasca. Esa es la que es irreversible e incontestable y, lo fundamental, la que ha marcado y va a seguir marcando el curso de los acontecimientos. Le pese a quien le pese y le duela a quien le duela, hemos cambiado de página y no tenemos la menor intención de regresar a la anterior.

Sin vuelta atrás

Resulta gracioso, además de altamente ilustrativo, que los términos ‘proetarra’, ‘filoterrorista’ y otros similares se hayan dado la vuelta y ahora calcen como un guante sobre quienes los acuñaron y los utilizan en una de cada dos frases. Les delata su entusiasmo. Mientras por acá arriba escribimos con lugar a pocas dudas el certificado de defunción de la banda, los que de verdad han vivido del momio de la serpiente se empeñan en difundir Ebro abajo la especie de que seguimos en los años del plomo. Es triste, pero tan o más revelador que lo anterior, que también Ebro arriba haya tres o cuatro burladores habituales de su escolta que, cuando les ponen un micrófono delante, dan a entender que estamos en el Beirut de 1976.
Para unos y para otros moldeadores de la realidad a su gusto el mantra justificador es idéntico: “ETA todavía no se ha disuelto ni ha devuelto las armas”. Apenas se les nota al recitarlo que desean con todo su ser que eso jamás ocurra porque tendrían que buscarse otra excusa para alimentar sus discursos cerriles y, de paso, seguir chupando de la piragua. Pues van a tener que ir haciéndose a la idea de que su negocio ha entrado en liquidación por cese definitivo.
Es cierto que, como han constatado los verificadores y cualquiera imaginaba sin necesidad de llegarse hasta los cuarteles de retiro, las pistolas y los explosivos siguen en sus manos. Los desarmes no se hacen de un rato para otro y menos, como ocurre en este caso, cuando enfrente hay un gobierno recién estrenado que, para colmo, tiene una economía hecha unos zorros que atender. Nadie espera que el material aparezca una buena mañana depositado en un garbigune. Pero tampoco entra en los cálculos que vaya a ser utilizado de nuevo. ¿O es que Ares y el propio ministro Fernández Díaz juegan a la ruleta rusa cuando reducen drásticamente los recursos y efectivos destinados a la protección de las personas amenazadas?

Lapa López

En el frontis de Ajuria Enea han mandado grabar el lema del infierno de Dante, que es el mismo que se lee en las tapias de algunos cementerios: abandonad cualquier esperanza. No hay fuerza mundana ni extraterrenal capaz de despegar de su poltrona de granito a la lapa López. Resuelto a no salir de sus trece ni a entrar en razón, el lehendakari incidental, cada vez más parecido al baturro del chiste que le decía al tren que por mucho que chuflara, él no se iba a apartar, ha anunciado a la Vía Láctea que piensa agotar hasta el último segundo del último minuto de la última hora del último día de la legislatura que le tocó en la bonoloto trampeada de 2009. El cuatrienio negro del que hablarán los historiadores de pasado de mañana se completará sí o sí.
A falta de mejor argumento, Patxi el empecinado ha optado por uno que suena a testicular que es un primor: “los socialistas somos resistentes”. Es decir, que se queda para que no se diga que es un blandengue que se rila a la vista de un país que ha convertido en guano o de un partido, el suyo, al que ha reducido a broma macabra. Un año largo más para seguir tirando de piqueta. Que le vayan dando a la pérfida abertzalidad que le afea la conducta —el profe me tiene manía—  y, en conjunto, a todos los que contemplan con horror y pasmo su forma de gobernar que deja en ursulinas a Atila o Gengis Kan.
Inútil tarea, tratar de hacer que lo comprenda. Ni siquiera es el ciego que no quiere ver; es el que ve lo que se le antoja. En su fantasía inanimada, va engallándose incluso de que la posteridad lo recordará como el San Jorge que acabó a espadazos con el dragón de ETA. Como si no supiéramos distinguir causalidad de casualidad. Como si el anuncio del final de las acciones armadas no hubiera quedado unido para los restos a sus palabras bamboleantes a bordo de un vagón a siete mil kilómetros, distancia mínima siempre entre él y la realidad.