Goma quemada…

Los aficionados buscaban los mejores lugares para ver la prueba. Con bastante tiempo de antelación iban llegando a sus «posiciones». El ambiente era magnífico, pero uno de los problemas que que solía haber con cierta asiduidad era que, una vez terminadas las «pasadas» siempre algún «pirao» quería emular a sus ídolos y creaba incidentes en la carretera. Cosas de la juventud……

Uuuuuuuyyyy……

Las dos cosas no…….

Foto: onomatopeyistas.blogspot.com

De niño, lo asumes con naturalidad -no te queda otro remedio-. Sabes que cuando has hecho alguna trastada, el resultado es, bronca y castigo. Cualquier pifia tenía al llegar a casa su penitencia correspondiente y su “letanía”.

Uno, que ha sido bastante patoso, tenía la mala costumbre, de caerse y mancharse cuando estábamos en casa preparados los domingos para salir a la calle. La bronca no se hacía esperar, esa bronca se dividía en dos partes, primero, te miraban si te habías hecho daño, si veían que estabas ileso del incidente entonces venía la segunda parte, “pero ya ves como te has puesto” “encima tendré que matarme a frotar para quitar esa mancha, con lo difícil que es” “si es que este niño es tonto”. Después venía el castigo, personalmente prefería la bronca, todo lo que me decían me entraba por un oído y me salía por el otro, pero el castigo había que cumplirlo, aunque también es verdad que a la madre siempre se le ablandaba el corazón y me indultaba antes de tiempo.

Lo mismo ocurría en la carretera con los agentes de la autoridad, si te habían pillado ya te podías preparar, “que si podías haber provocado un accidente”,” que si tienes que conducir con más cuidado”, la bronca era en plan paternalista, pero ¡ojo! eso no te evitaba de la sanción y eso si que fastidiaba bastante más.

De la escuela, mejor no hablamos. Con la afición que tenían aquellos maestros a dar “leña”, raro era el día que no llevábamos alguna “gavilla” para casa. Al llegar y enterarse de lo que había pasado, otra vez “leña” acompañada de la frasecita “si te ha dado el maestro, es que algo habrás hecho”, y de su correspondiente bronca. Eso era educación preventiva, como la SGAE, que te cobran un canon en los CD por si se te ocurre “piratear” alguna canción.

Vamos, que no son así las cosas, si hay bronca, que haya bronca y si hay multa, que haya multa, pero las dos cosas juntas no. Por favor, no.

Agur

La demora….

Foto: Lady Madona

La palabra demora creo que fue la primera expresión “complicada” que siendo muy pequeño aprendí su significado.

En los años 60, la telefonía en los pueblos se basaba en concesiones que daba la compañía a particulares para que estos realizasen las labores de centralita. Normalmente estaban situadas en los portales de las casas y como mucho les hacían un pequeño cuarto donde colocaban la central telefónica, como os imagináis, la intimidad no era una cosa muy habitual en los locutorios, menos mal, que entonces el teléfono se utilizaba para acortar distancias y no para alargar conversaciones.

El aparato en cuestión estaba lleno de clavijas y cables que con especial maestría manejaba el “operador”. Recuerdo la frase “Haro, me copias, Haro, me copias” yo no entendía que quería decir aquello de copiar, pero pronto aprendí lo de “la conferencia con Bilbao tiene tres horas de demora” así que, no quedaba más remedio que esperar tres horas y volver pasado ese tiempo para poder hablar con la familia.

Mi única neurona, acostumbrada a ese sistema pronto sufrió una modificación, la llegada de los teléfonos a las casas particulares fue el primer paso, peor lo pasó –la pobre- cuando me dieron el primer teléfono portátil, ahora me han regalado un último modelo, solo le falta saber menear la cazuela para que haga un buen pil-pil.

Como ya está muy afectada –será por la edad- he decidió dejar de pensar, mirándolo bien, no hace falta, el teléfono lo hace por mi, “es la hora de tomar la pastilla de las doce” “a cien metros tiene la farmacia más cercana” “su amigo está en la siguiente manzana” susurra una voz femenina desde el cacharro. Trece llamadas me ha costado aprender que no hay que tocar el botón verde de la pantalla para descolgar, que hay que deslizar suavemente el dedo por la superficie táctil. Mi sobrina de cuatro años me está enseñando a manejarlo, hay que joderse, para esto hemos llegado hasta aquí.

Agur