Y sin conexión a Internet….

foto: A.García

Con estos artilugios pasabamos el rato.  Ahora dicen que a los chavales les está creciendo el dedo de tanto escribir mensajes en el móvil, y a nosotros con este cacharro, qué?

foto: A.García

Con este artilugio haciamos buenos pulmones.

foto: A.García

Ya dieron guerra estas dichosas bolitas, además te ponían la cabeza como un bombo.

A dos velas….

foto: boiron.es

Tengo una duda, no sé si los niños de ahora nacen teniendo menos mucosidad o es que son más limpios, pero resulta difícil encontrar un niño con mocos colgando.

En mi infancia, recuerdo que era bastante normal tener amigos del colegio o del barrio que llevaban siempre pegadas una o dos hermosas “velas” – así le llamábamos a los mocos colgantes-.

La fisonomía de las “velas” cambiaba en función de la hora del día. A primera hora estaban compuestas por un liquido poco espeso y brillante que el niño, en un acompasado ritmo lo hacía subir hacia el orificio nasal y la gravedad se encargaba de volverlo a bajar. Si la abundancia de mucosidad obligaba a aumentar la velocidad en el ritmo, y no disponía de pañuelo, optaba por limpiarse en la manga del jersey, se solía ver a menudo unas mangas brillantes en la zona cercana al puño y eso no era más que una acumulación de mocos que durante la jornada el chaval había ido depositando. Pensándolo bien podía servir de impermeabilizante.

A medida que pasaba la jornada la capa exterior de las “velas” se iba endureciendo en contacto con el aire y adoptando un tono más verdoso. Había comenzado un proceso muy similar al de las estalactitas, la capa exterior adquiría dureza  y por el interior fluctuaba en constante subida y bajada el líquido mucoso. Si en esa situación el niño se limpiaba se podía ver cómo le quedaba parte de la capa exterior de la vela adherida a la piel –creo que de esa situación nació la idea del adhesivo de contacto-.

Había algunos –los más cochinos- que, para evitar el proceso de limpieza optaban por dar un fuerte impulso hacia el interior de la fosa nasal y le desaparecían por un buen rato. No quiero pensar en el lugar de destino de esa mucosidad.

La palabra “mocoso” acabará perdiéndose por falta de niños a los que poder aplicársela. Qué le vamos a hacer.

Agur

Los tebeos….

foto: A.García

los tebeos han formado parte de nuestra infancia. De tirada semanal, era una de las distracciones que teniamos para los dias en los que la lluvia y el mal tiempo no te dejaban salir de casa. Fijaros en el precio, Cuanta aventura por tan poco dinero, el resto lo ponía nuestra imaginación.

foto: A.García
foto: A.García

Las dos cosas no…….

Foto: onomatopeyistas.blogspot.com

De niño, lo asumes con naturalidad -no te queda otro remedio-. Sabes que cuando has hecho alguna trastada, el resultado es, bronca y castigo. Cualquier pifia tenía al llegar a casa su penitencia correspondiente y su “letanía”.

Uno, que ha sido bastante patoso, tenía la mala costumbre, de caerse y mancharse cuando estábamos en casa preparados los domingos para salir a la calle. La bronca no se hacía esperar, esa bronca se dividía en dos partes, primero, te miraban si te habías hecho daño, si veían que estabas ileso del incidente entonces venía la segunda parte, “pero ya ves como te has puesto” “encima tendré que matarme a frotar para quitar esa mancha, con lo difícil que es” “si es que este niño es tonto”. Después venía el castigo, personalmente prefería la bronca, todo lo que me decían me entraba por un oído y me salía por el otro, pero el castigo había que cumplirlo, aunque también es verdad que a la madre siempre se le ablandaba el corazón y me indultaba antes de tiempo.

Lo mismo ocurría en la carretera con los agentes de la autoridad, si te habían pillado ya te podías preparar, “que si podías haber provocado un accidente”,” que si tienes que conducir con más cuidado”, la bronca era en plan paternalista, pero ¡ojo! eso no te evitaba de la sanción y eso si que fastidiaba bastante más.

De la escuela, mejor no hablamos. Con la afición que tenían aquellos maestros a dar “leña”, raro era el día que no llevábamos alguna “gavilla” para casa. Al llegar y enterarse de lo que había pasado, otra vez “leña” acompañada de la frasecita “si te ha dado el maestro, es que algo habrás hecho”, y de su correspondiente bronca. Eso era educación preventiva, como la SGAE, que te cobran un canon en los CD por si se te ocurre “piratear” alguna canción.

Vamos, que no son así las cosas, si hay bronca, que haya bronca y si hay multa, que haya multa, pero las dos cosas juntas no. Por favor, no.

Agur