De la botella al frasco

Los árboles y las plantas están muy mal educados. Tienen la feísima costumbre de dar sus frutos todos al mismo tiempo,  eso está muy bien si eres un industrial del campo y vas a vender la producción, pero si el producto es para consumo de casa, el tema cambia, y mucho. Te pasas temporadas enteras comiendo un mismo producto hasta que le coges asco. Los familiares, amigos y conocidos te rehuyen cuando te ven venir con cestas:  “Es que todavía no hemos comido lo que nos diste el otro día”.  “Es que a los niños no les gusta la fruta” . Todo son escusas. Todos los años la misma promesa: arranco los árboles y se acabó el problema. Promesa que nunca se cumple y el año que viene la misma canción.

Los riojanos y navarros hace mucho que encontraron  la solución: la conserva.

Recuerdo en mi niñez que el embotado del tomate lo hacían en botellas, después de llenarlas les añadían unos polvos blancos que traían de la farmacia –que por cierto, le daban un sabor especial- y terminaban de rellenarla con aceite, colocaban el corcho y a guardar.

El siguiente paso fue la lata, pero el problema que había era que para cerrarla se necesitaba una máquina especial que no todo el mundo tenía. Lo más normal era que el herrero del pueblo la tuviese y en época de embotado se recurría  a él  para cerrar las latas.

Actualmente, el modelo más utilizado para las conservas es el del frasco. Se puede hacer en casa sin tener que depender de nadie. Lo más importante en este tipo de conserva –según los expertos- es la limpieza de los frascos y la colocación de tapas nuevas cada año.  Las tapas, al estar sometidas al vacío, sufren deformaciones en la espuma interior y, al utilizarlas más veces, no se puede garantizar una estanqueidad absoluta, con el grave riesgo que eso supone. Al final, cada uno se la juega como quiere, pero no hay que olvidar que el botulismo siempre anda rondando las conservas y eso son palabras mayores.

Agur

Jugando con cuernos…

Sokamuturra en el Arenal, 1979

Hubo unos felices años en los que se celebraron sokamuturras en el Arenal. Los bilbainos se volcaron en las fiestas y buena prueba de ello son estas imágenes de aquella época. Corría el año 1979 y como se puede ver, poco espacio quedaba para que los «valientes» hiciesen su «faena».

Sokamuturra en el Arenal, 1979

Las medidas de seguridad se improvisaron con unas simples vallas de obra. Menos mal que el novillo tenía conciencia de los «tiempos pasados» y no quería hacer un escarnio.

Sokamuturra en el Arenal, 1979

Hubo algún «valiente», eso sí, con casco –la seguridad ante todo– que se atrevió con el morlaco. Los había que, con periódico en mano, querían emular los sanfermines.

Sokamuturra en el Arenal, 1979

Al final, tanto fue el novillo a El Tilo, que acabó metiéndose en él. Me comentaron que al ver tanta gente no se atrevió a salir a la calle y que desde allí mismo pidió asilo político en las Islas Caimán. No supe más del  astado. Qué pena, con lo majo que era.

Agur

Las barracas de la Campa de los Ingleses

Mi primer recuerdo infantil de las barracas está en la Campa de los Ingleses, actualmente Abandoibarra. La visita a las barracas era el premio y consecuencia de haber sido «formal» y no haber hecho muchas trastadas, por lo menos quince días antes, pero creo que los mayores hacían la «vista gorda» a muchas, porque al final, ellos disfrutaban tanto como los niños.

Al anochecer, la visión desde Alameda Mazarredo era maravillosa, aquella noria girando con sus luces, el tren «chuchú» el olor entre dulce y empalagoso de los puestos de azúcar y manzanas caramelizadas, los churros, los caballitos, el ruido, era mágico.

Una vez dentro del recinto, estoy seguro que el tiempo corría a más velocidad que la normal, por lo menos, a mí nunca me daba tiempo de recorrer todo, y cuando menos te lo esperabas y más a gusto estabas se oía la frase terrible: «ya es la hora», hala, a recoger tus ilusiones y para casa.

Después la memoria me sitúa las barracas en la Avda. José Antonio, ahora Avda. sabino Arana. Aquí ya estaban mejor organizadas, a izquierda y derecha de la calle se situaban los puestos de dulces y por el centro de la calle estaban las atracciones grandes.

De aquella época me viene el recuerdo de estar tres amigos, «la cuadrilla» delante de una barraca de la que veíamos salir a la gente partiéndose de risa, no recuerdo el nombre de la misma, pero era algo así como «El pasaje de la risa». Preguntamos lo que costaba la entrada y juntado «recursos» decidimos entrar, era como entrar a la boca del lobo, estaba todo oscuro, enseguida comprobamos que estábamos en un pasillo que serpenteaba por el pequeño recinto de la barraca, no había ninguna luz, así que íbamos palpando las paredes a derecha e izquierda para no tropezarnos. De pronto nos empezaron a pegar con escobas desde lo alto del pasillo, a la vez que se oían gritos, vamos, de lo más sugestivo para un día de feria. No podíamos correr por el pasillo sin temor a tropezarnos contra las paredes, y los de arriba dale que te pego con las escobas. Cuando salimos de aquella «tortura» nos dio por reírnos como tontos, parece ser que ese era el fin comercial de dicha barraca, seguro que al vernos reír, algún otro paisano entraría a ver qué pasaba.

Muchas veces he pensado en esta anécdota y sigo sin entenderla: pagas una entrada, vas por un pasillo a oscuras, te dan palos «a manta» y sales riéndote pareciendo decir a la gente que te ve «entrar, entrar, que es muy divertido».

Espero entenderlo algún día.

Agur

Carnavales de Deusto en 1979

Para que luego digan que no somos solidarios..... Carnavales en Deusto, año 79

En los retomados carnavales trás la dictadura, cada uno se divertía como podía,  pero no cabe duda de de que había solidaridad. Para que luego digan.. Fotos tomada en los carnavales de Deusto, hace 30 años.  Al final, liberaron a Kunta Kinte…

Los "casheros" bajaron a carnavales...
Entonces ya exportabamos cultura. Zíngaros tocando el txistu....

Si alguien se reconoce en las fotos o conoce al fotografiado, que se ponga en contacto conmigo y le envío la imagen.

¡Hola! Yo, de Bilbao de toda la vida

Cross en Bilbao durante la campaña electoral

Hola, quiero presentarme. Nací en Bilbao a mediados del siglo pasado (parece que fue ayer) y salvo pequeñas excepciones siempre he vivido en la Villa, lo que motiva que haya conocido la mayor parte de las transformaciones que ha sufrido.

No pretendo ser narrador oficial de los hechos acaecidos pero, me gustaría dejaros en pequeñas pinceladas una humilde reseña  de los «susedidos» que me han ocurrido a mí o algún conocido. Tampoco considero que los tiempos pasados tuvieran que ser obligatoriamente mejores, pero me fastidia dejar perder en el olvido esos tiempos.

Mi infancia en el Casco Viejo y los largos veranos en La Rioja son la fuente de esos recuerdos que ahora quiero compartir con vosotros.

El funicular de madera, el Tximbito, los trolebuses, el primer «azulito», los «chivas», etc., son parte de la memoria colectiva de los bilbainos y puesto que hace tiempo, que lo primero que leo del periódico son las esquelas (mal síntoma) creo que ha llegado el momento de comentar esos recuerdos.

Mi afición a la fotografía me ha permitido disponer de imágenes de Bilbao en diversos momentos y que las iré mostrando a medida que vaya engrosando este blog.

Os pido benevolencia en la exactitud de los datos, ya que la memoria a veces juega malas pasadas, pero también os pido que tengáis como vuestro este Blog y que aportéis los comentarios que consideréis oportunos para poder seguir disfrutando de ese Bilbao de antaño.

Gracias y bienvenidos.