Estos días ando de la ceca a la meca ya que se está celebrando, el Foro para la Igualdad en Euskadi. Es un Foro para la reflexión en el que se repite constantemente los niveles de desigualdad en los que todavía estamos, la precariedad y pobreza femenina y cómo no, siempre aparecen como estrellas invitadas los datos del paro femenino fruto de la desigualdad laboral que casi nadiequiere aceptar.
Tanto es así, que no puedo dejar de pensar en ti querida amiga que estás en paro y que muy a tu pesar, sólo eres un número más entre los que conforman esa tremenda cifra que no va a dejar de crecer. Tú, amiga, que fuiste despedida con cuatro mujeres más y nadie dijo nada. Tú que con una carrera profesional brillante y una carrera académica, sacada a pulso de tus ratos libres igualmente espectacular, no te sirvieron para que alguien lo valorara. Ser mujer y estar cerca de los 50, no te ayudó, pero lo que es peor, me temo que vas ser invisible de aquí en adelante. Qué sociedad más ciega! En cualquier país europeo se valora la experiencia, el talento y la trayectoria de las personas y la importancia que ello tiene en la transmisión del conocimiento. Aquí, la mayoría de las veces sólo se les valora a los varones. Alguien que sabe mucho de esto me lo decía claramente hace unos días: si fuera un hombre sería un “fichaje”. Si eres mujer no te valoran. A nadie le importa. Eres una viejuna en el mejor de los casos, y una menopáusica en el peor de ellos
Así que te he visto en pura desesperación por no tener eso, ninguna esperanza. Vagando alrededor de ti misma sin encontrar el rumbo. Pidiendo ayuda a gritos cuando pocos tuvieron la enorme paciencia de escucharte, porque si alguien pudo hacerlo pasó de largo y los que no podíamos hacer nada, nos moríamos de pena al verte llorar. Viajaste tan dentro de ti que estuviste a punto de perderte. Hasta tus amantes te dieron de lado. Siempre creíste que te querían por cómo eras, pero estabas equivocada. Posiblemente lo hicieron por lo que significabas en su imaginario masculino. Te dolió, pero no te sorprendió. Igual es que nunca esperaste nada de ellos. Y cuando tus propias lágrimas te ahogaron, el desencanto te había dejado paralizada y la decepción recorrió como una bala tu cerebro de lado a lado, empezaste a respirar, con dificultad. Apenas se te oye, pero respiras.
A veces, cuando estoy contigo no puedo evitar un sentimiento de compasión pensando que tú te crees que lo has superado, pero yo veo que la línea para volver atrás es tan delgada que siempre me estremezco. Otras veces, te admiro por tu esfuerzo titánico, por querer vivir y sobre todo, por querer cambiar de vida en una sociedad que te ha dado la espalda. Porque nadie que conozco es tan fuerte y tan vulnerable a la vez. Porque estás aprendiendo a mirarte tú misma y no a través de la mirada de los demás. Y no me queda otra que quererte. Aunque visto lo visto, lo mejor es que te quieras tú. Y no tengo duda de que estás en ello. Larga vida, amiga, pero eso sí, siempre cerca de mí.