Tacones cercanos!

tacones

Esta semana he asistido en el marco del Encuentro Internacional de Cultura, Comunicación y Desarrollo: una mirada a la comunicación con perspectiva de género, al estreno del documental “Diez centímetros más cerca del cielo” de la realizadora gallega Raquel Rei Branco. El film  nos invitaba a reflexionar cómo es el mundo sobre el que caminamos refiriéndose a los tacones. Una crítica mordaz y llena de humor a cómo los tacones, además de torturar los pies, siempre han sido considerados por una parte del feminismo como un símbolo de atraer a los hombres como imposición de la sociedad patriarcal en  la que vivimos.

Disfruté con el documental, y en muchas cosas no le faltaba razón, pero se olvidaba también de defender la libertad que las mujeres tenemos para decidir qué nos ponemos o no. El tema está en que usarlos es para muchas, no una elección libre sino impuesta por los estereotipos machistas que dominan el mundo que vivimos. No lo niego, pero es cierto también, que algunas feministas hemos superado muchas imposiciones vengan de donde vengan. Y los tacones ahora, como en su tiempo quitarse el sostén fue un símbolo contra la opresión machista, es algo superado. Siguiendo la misma pauta, ahora ninguna mujer llevaría sostén.

Y respeto a las mujeres que se niegan a llevarlos, están en su derecho. A mí, que defiendo ser una feminista sin complejos, me gusta usarlos, igual que pintarme los labios o maquillarme, porque me produce placer en un ejercicio de autoerotismo al que no quiero renunciar. Es mi capacidad de decidir y eso lo reclamo por encima de todo. Creo que ser feminista es eso: luchar para acabar con conductas opresoras y discriminatorias y usar tacones o lo que cada una quiera, siempre que nadie ni nada te obligue y teniendo la plena conciencia de que es una decisión propia que no te convierte en objeto de ningún (y menos oscuro) deseo, es lícito.  Me reclamo sujeto que utilizo objetos para mi propio placer, no al revés.

Y cuando me los pongo, ni me siento más poderosa ni creo tener el mundo a mis pies ni que los hombres van a caer rendidos cuando ando. He luchado y sigo luchando para librarme de muchas ataduras que se nos han impuesto históricamente a las mujeres, y por supuesto no voy a caer en otras, vengan de donde vengan. Yo no tengo la culpa si un señor se pone como una “moto” por ver unos tacones. Creo firmemente que tanto hombres como mujeres en su mayoría, saben controlar sus emociones y deseos y creo que los hombres no nacen dominantes como herencia biológica, pero viven en una cultura heteropatriarcal que les inculca sentirse muchas veces superiores provocando con ello desigualdad y discriminación. Creo en un feminismo abierto, evolucionado, y no me importa si es más ambiguo, porque creo que eso lo enriquece y nos da muchas más posibilidades para actuar: un feminismo que nos haga más felices a mujeres y hombres en igualdad.

Pero con todo ello, y a pesar de mis deseos, lo tengo muy claro. En pleno siglo XXI sigo siendo todavía una ciudadana de segunda como el resto de mujeres, porque se nos siguen negando derechos fundamentales y se nos discrimina en muchos ámbitos de nuestra sociedad. Esa es por ahora, la purita realidad: con y sin tacones.

Pelendengues!

Busca, busca...

El 22 de febrero se celebra el Día Europeo por la Igualdad de Salarios entre Mujeres y Hombres. Si ya sé que la mayoría del personal piensa que lo mejor sería que estos días no existieran, ni tampoco el día de la Mujer, ni tantos otros…sobre todo aquellos que tienen que ver con la reivindicación de nuestros derechos… Nadie ve tan mal el día de la Infancia, del Cáncer, del Sida o tantos otros. En fin, argumentos banales fruto de esta cultura patriarcal que tanto nos cuesta quitarnos de encima… si a mí también: a demás de ser humana soy Mujer (¿o al revés?). En todo caso estoy convencida de todo lo contrario. Días así son necesarios porque se ayuda a la concienciación sobre estos temas de justicia social y sobre todo porque los visibiliza. Ya saben que todo aquello que no se ve y de lo que no se habla, no existe. El día que no existan desigualdades no hará falta tener días especiales, porque aquello que lo originó que no es otra cosa que la desigualdad, habrá desaparecido.

Y es así que nos vemos obligadas a recordar que todavía, aunque muchos no se lo crean, hay desigualdades en los sueldos entre mujeres y hombres: sólo en Euskadi dicha brecha está cifrada en un 22%. Pero es más, la diferencia salarial entre hombres y mujeres en puestos de alta cualificación es de un 31,8% según apuntan algunas investigaciones. Más allá de eso que es crucial, está la desigualdad en la contratación, en la promoción y la representación de las mujeres en las direcciones de las empresas. En la CAE sólo el 30% de los puestos de Dirección están ocupados por mujeres (es decir 1 de cada 4) y en puestos de Alta Dirección sólo hay un 7% de mujeres, lo que significa que el empresariado es netamente masculino. ¿Saben al respecto un dato significativo?: de tanto directivo que nos rodea sólo el 9.4% tiene estudios universitarios? Sí en Euskadi.

Pero claro, ellos están hasta los pelendengues (utilizo esta bonita palabra en extinción porque ellos utilizan otra mucho más ofensiva y testosterónica), de tanta reivindicación y tanta paridad, porque para ellos elegir mujeres siempre es sinónimo de no elegir a los que realmente valen… valen para qué ¿con qué criterios?. No será el de la formación claro, ni el de que lo están haciendo mejor. Miren sino el mundo que nos rodea en estos momentos…

Es evidente por tanto que hay una clarísima falta de suficiente masa crítica femenina necesaria para que las mujeres ejerzan una influencia significativa. Así que amigas no nos queda otra que manos a la obra, o mejor dicho manos al poder… femenino, claro!!!