¡Méteme mano que me dejo!

Una se queda sin palabras ante la supina torpeza sexista que ha cometido Loterías del Estado en su anuncio “1 de cada 3 quiere tocarte. Déjate”. Me pregunto yo todos los días viendo la televisión, oyendo la radio, viendo los medios impresos o en internet, cómo las empresas anunciantes siguen saltando a la palestra por poner en marcha campañas que hasta la mujer menos concienciada como feminista, se siente no respetada.

Y pasa tan a menudo que no me queda más que pensar que los cabestros que no sólo hacen los anuncios (las agencias, creativos, etc.), sino que algunas personas responsables de aprobar las campañas, o viven en los mundos de Yupi o son idiotas.O que se les va la olla (pongan delante la consonante que prefieran). Lo siento, pero no se me ocurre otra justificación. Bueno si, machistas en esencia. Y en el caso de una institución pública, como ha sido esta vez, yo creo que es de juzgado de guardia. Y miren que es fácil el filtro. A ti, responsable de comunicación, te presentan la campaña y sólo tienes que preguntarte si a tu hija, tu compañera o a tu madre les ofendería, o si a ti te gustaría verlas en el lugar de la mujer que protagoniza  el spot. Tendría que ser obligatorio pasarlos por una comisión de igualdad, ya que visto lo visto, “per se” no hay manera.

Y así, día tras día, hora tras hora, vemos repetirse los estereotipos patriarcales sin que a casi nadie le “chirríe”. Sólo al grito de los colectivos feministas y grupos de mujeres que velan porque no se reproduzcan en la publicidad, en el cine, en las empresas y en las casas, cualquier tipo de ataque que menoscabe los derechos de la mujer y el avance hacia la igualdad, se consigue algo, poco, pero algo. Imagínense sin dichos movimientos.

Y a mí, que como a muchas mujeres nos ofende todo este tipo de desatinos y además, como soy mal pensada, muchas veces creo que son hechos a conciencia, me siento como si me estuvieran metiendo mano hasta donde nadie se puede imaginar. Y mira que me gusta tocar y que me toquen, y mucho. Pero ni me dejo, si no me da la gana, y menos si alguien sin ningún tipo de impunidad lo da por hecho, como que el cuerpo de las mujeres es un bien común y aquí todo el mundo pilla y nosotras sumisas, nos dejamos. Pocos son los anuncios que se retiran y muchos los que ofenden, y sobre todo nadie da la cara, excepto unas disculpas efímeras y condescendientes que a nadie convencen y nadie se las cree. Bueno si, los que quieren seguir metiendo mano sin pedir permiso. Sinceramente, que les den!

Tacones cercanos!

tacones

Esta semana he asistido en el marco del Encuentro Internacional de Cultura, Comunicación y Desarrollo: una mirada a la comunicación con perspectiva de género, al estreno del documental “Diez centímetros más cerca del cielo” de la realizadora gallega Raquel Rei Branco. El film  nos invitaba a reflexionar cómo es el mundo sobre el que caminamos refiriéndose a los tacones. Una crítica mordaz y llena de humor a cómo los tacones, además de torturar los pies, siempre han sido considerados por una parte del feminismo como un símbolo de atraer a los hombres como imposición de la sociedad patriarcal en  la que vivimos.

Disfruté con el documental, y en muchas cosas no le faltaba razón, pero se olvidaba también de defender la libertad que las mujeres tenemos para decidir qué nos ponemos o no. El tema está en que usarlos es para muchas, no una elección libre sino impuesta por los estereotipos machistas que dominan el mundo que vivimos. No lo niego, pero es cierto también, que algunas feministas hemos superado muchas imposiciones vengan de donde vengan. Y los tacones ahora, como en su tiempo quitarse el sostén fue un símbolo contra la opresión machista, es algo superado. Siguiendo la misma pauta, ahora ninguna mujer llevaría sostén.

Y respeto a las mujeres que se niegan a llevarlos, están en su derecho. A mí, que defiendo ser una feminista sin complejos, me gusta usarlos, igual que pintarme los labios o maquillarme, porque me produce placer en un ejercicio de autoerotismo al que no quiero renunciar. Es mi capacidad de decidir y eso lo reclamo por encima de todo. Creo que ser feminista es eso: luchar para acabar con conductas opresoras y discriminatorias y usar tacones o lo que cada una quiera, siempre que nadie ni nada te obligue y teniendo la plena conciencia de que es una decisión propia que no te convierte en objeto de ningún (y menos oscuro) deseo, es lícito.  Me reclamo sujeto que utilizo objetos para mi propio placer, no al revés.

Y cuando me los pongo, ni me siento más poderosa ni creo tener el mundo a mis pies ni que los hombres van a caer rendidos cuando ando. He luchado y sigo luchando para librarme de muchas ataduras que se nos han impuesto históricamente a las mujeres, y por supuesto no voy a caer en otras, vengan de donde vengan. Yo no tengo la culpa si un señor se pone como una “moto” por ver unos tacones. Creo firmemente que tanto hombres como mujeres en su mayoría, saben controlar sus emociones y deseos y creo que los hombres no nacen dominantes como herencia biológica, pero viven en una cultura heteropatriarcal que les inculca sentirse muchas veces superiores provocando con ello desigualdad y discriminación. Creo en un feminismo abierto, evolucionado, y no me importa si es más ambiguo, porque creo que eso lo enriquece y nos da muchas más posibilidades para actuar: un feminismo que nos haga más felices a mujeres y hombres en igualdad.

Pero con todo ello, y a pesar de mis deseos, lo tengo muy claro. En pleno siglo XXI sigo siendo todavía una ciudadana de segunda como el resto de mujeres, porque se nos siguen negando derechos fundamentales y se nos discrimina en muchos ámbitos de nuestra sociedad. Esa es por ahora, la purita realidad: con y sin tacones.

¿Más mujeres asesinadas?

Cuántas mujeres más tienen que morir para que se frene de una vez por todas esta execrable lacra social que es la violencia machista y que esta semana, en menos de tres días ha acabado con la vida de 4 mujeres?

Y en lo que va de año ya son 22 las mujeres asesinadas en el Estado español y la primera en Euskadi, y si una ya es mucho, en cinco meses hablar de tantas muertas pone los pelos de punta. Ha sido tan grave, que el Gobierno español ha cogido el micrófono y ha lanzado a la opinión pública que en Junio se van a poner en marcha nada más y nada menos que 250 medidas para luchar contra la violencia machista.

Y yo me pregunto: dónde estaban todas esas medidas hasta ahora… en un cajón esperando que hubiera tantas muertes como las que ha habido esta semana? Porque si hacen falta 250 medidas es que es muy evidente que quedan por hacer muchas cosas y están diagnosticadas; pero ahí han estado callados a ver si mientras tanto se ahorran un poco de dinero a costa de que mueran las mujeres. Desde 2011 en el Estado español se ha reducido un 31% el presupuesto en Igualdad y prevención en la lucha contra la violencia machista. Emakunde (responsable de la atención a las víctimas de la violencia machista) había previsto una reducción del 20% (en los presupuestos que no llegaron a aprobarse). Estos recortes, tal y como llevamos denunciando hace mucho tiempo, es indudable que tienen consecuencias directas sobre las mujeres. He aquí la prueba clara de que así ha sido. Y es una vergüenza para la razón recortar en las partidas que pueden evitar que las niñas y mujeres sean maltratadas, violadas y asesinadas.

Porque la violencia machista se manifiesta de muchas formas: con gritos, humillación, golpes, secuestro, tortura y muerte. Y hay que decirlo así de claro y dejarse de medias tintas que parece que encima nos tenemos que sentir culpables por rechazar un sistema que aunque de boquilla lo denuncia (ya he visto a dos políticos hoy muy enfadados con el tema) luego hace poco por atajarlo.

Y ya por último, lo que también me molesta tremendamente es que cada vez que hay mujeres asesinadas, últimamente se añada la coletilla de “si había denunciado o no”. Y este matiz me parece muy perverso, porque parece que las mujeres somos responsables de acabar con el problema a través de las denuncias. Es decir, nosotras no hemos creado el problema pero parece que tenemos la responsabilidad de solucionarlo. Y es que las medidas que se pongan en marcha, deben abarcar no sólo a las mujeres víctimas de la violencia, sino también a los hombres como grupo objetivo. Además, las mujeres deben dejar de ser tratadas como víctimas que necesitan protección y asistencia y deben ser tratadas como sujetos activos que luchan por sus derechos y su autonomía.

La violencia machista es una consecuencia del orden patriarcal en el que nos ha tocado vivir, y sólo cambiando este orden de forma estructural se puede acabar con ella de raíz. Por eso, las medidas que se pongan en marcha deben estar enfocadas a activar ese cambio en la sociedad. Si no es así, me temo que la lista de asesinadas, violadas y maltratadas seguirá creciendo…la pregunta es ¿cuántas más?