Hace unos días nos fuimos a dar un paseo por los alrededores de los acantilados de Azkorri (Getxo). Las vistas desde aquí son increíbles pero de vez en cuando nos gusta adentrarnos en los bosques y campas que miran a la mar, repletas de flora autóctona. Y ahí estaban como cada año por estas fechas esperándonos las ricas moras. ¿Quien no ha ido alguna vez en busca de esta dulce baya de finales de verano y principios de otoño? No solo es divertido, sino que además al finalizar la excursión te puedes llevar a casa un estupendo fruto del bosque para hacer por ejemplo una mermelada natural y casera.
La planta de la mora, o zarzamora, originaria de Europa y Asia, es quizás una de las más populares. Aunque no lo parezca, pertenece a la familia de las rosáceas. Es pariente de la rosa, el endrino y de árboles como el cerezo. Quizás con las que más tiene en común es con la frambuesa y la grosella.
A este arbusto le gustan los caminos y las zonas húmedas. Si os dais un paseo por alguno de vuestros caminos rurales seguro que os encontraréis con más de una. Por nuestras latitudes es fácil encontrarlas compartiendo protagonismo con los helechos que además les aportan humedad.
Dependiendo de la zona por donde estuviésemos podíamos encontrar racimos enteros con el fruto maduro o algunos bicolor, rojo y negro, que queda de lo más fotogénico. Y es que como ya sabréis, el color varía conforme la mora va madurando.
Comienza su maduración con un tono blanco verdoso pasando al rojo para finalmente llegar a su color negro tan característico. El estado ideal para recolectar las bayas es cuando tienen un color negro brillante y están firmes al tacto.
Aunque en ocasiones se la considera invasiva ya que crece rápidamente e invade terrenos de cultivo, lo cierto es que la planta de la zarzarmora es un refugio ideal para aves e insectos. Seguro que en más de una ocasión os habéis encontrado alguna que otra araña colgando de la ropa y el pelo cuando estáis recolectándolas. Se debe a que es un fruto con mucho azúcar e infinidad de oligoelementos que los animales adoran.
Y que a nosotros también nos encanta. ¡No se nos escapa ninguna! No hay sitio suficientemente alto o escondido donde no vayamos a recogerlas.
La mora además es una aliada de nuestra salud. Tiene un montón de vitamina C y betacarotenos. Si la baya es silvestre además de que tiene más propiedades, os evitáis productos fitosanitarios perjudiciales para el cuerpo. Es un fruto que ha sido utilizado desde antiguo para la alimentación. Su sabor más dulce que otras bayas, con pequeños matices ácidos, le dan mucho juego en la cocina. Sobre todo para tartas, pasteles, dulces y mermeladas. ¿Se puede pedir más?
Nuestras campas de hierba y caminos de monte están repletos de pequeños tesoros culinarios como el de las bayas de la zarzamora. Son un ecosistema rico y variado, repleto de flores y arbustos, que merece la pena que conservemos. En cualquier campa de Euskadi es fácil encontrar moras pero también endrinas, saúco o flores como el hinojo y la achicoria. ¡Una maravilla!
