En Venezuela, la oposición trata de unirse para las elecciones presidenciales frente a Chávez. Y ayer, Carlos Blanco, un magnífico columnista publicaba un artículo en El Universal de Caracas, barajando las posibilidades de unos y del otro. Lo leí y me dije. ”Parece que está hablando de España”. E hice el juego de quitarle el nombre de Chávez, ponerle a Rajoy, Rubalcaba y Chacón y ha salido ésto:
La zafra de candidatos está en su apogeo. Buena y mala señal. Buena, porque representa la diversidad del campo, sobre todo cuando se tiene enfrente a un candidato único, inamovible, irremplazable, que estima que quien ose pensar en cambiarlo -lo cual incluye a los suyos- es enemigo de la patria. Mala, porque parte de la abundancia está regida por excelentes opiniones que varios aspirantes tienen sobre sí mismos, lo que en el mejor de los casos es un abuso de la vanidad y un exceso de autocondescendencia. Ver a Carme Chacón.
Se discute más sobre nombres que sobre las características que debería tener. Los nombres tienen la ventaja que le dan carne y hueso (a veces mucho hueso y poca carne) a una política, pero una aproximación sobre las condiciones del candidato puede permitir una deliberación más apropiada sobre el futuro. Dada la corrupción del lenguaje imperante, debe advertirse que en castellano cuando se habla de «el candidato» el hablante se refiere simultáneamente a los géneros masculino y femenino. No se incurrirá en esta columna en la barbaridad tan cara a próceres como Zapatero que no saben de estas cosas y se consideran obligados y obligadas a decir candidato y candidata, hombres y mujeres, periodistas y periodistos.
Errores. Hay precandidatos que cometen errores elementales sobre los cuales alguien, de espíritu caritativo, debería advertir. Uno de los más comunes deslices es considerarse particularmente apto para el cargo sin precisar qué elementos se requieren para ejercerlo. La ambición personal no es una buena medida para la capacidad de ejercicio de un cargo tan exigente. Suele ser frecuente el ejercicio de la sobrevaloración. Los corchos son especialmente diestros en flotar pero es la falta de densidad la que se los permite. Experticias en la nada, en cómo discursear sin decir, en frases ampulosas falsamente memorables, no conducen a puerto alguno. Caras circunspectas que se imaginan a sí mismas como El Pensador de Rodin y sólo reflejan estreñimiento terminal, tampoco.
Otro error frecuente es el que ahora, en tiempos social-demócratas, se comete. Se contrata una encuestadora cuyos dueños funcionan simultáneamente como analistas políticos. De día son analistas que ponderan las virtudes del candidato y de noche le cobran como cliente. No hay que hablar de ética en estos casos no vaya a sufrir el concepto, pero sí de maniobras que un Rubalcaba llamaría «mediáticas». Estos errores implican operaciones costosas de opinión, fabricaciones endebles, incapaces de aguantar la arremetida del líder Rajoy.
También hay el fallo de pensar que el dinero lo es todo. Ocurre cuando el candidato se dedica a la innoble tarea del martillo indiscriminado para abrevar recursos, y no hay límites en apelar a contratistas, aseguradores, y otros factores para afianzar una operación sin sustento en las condiciones políticas.
Tampoco parece funcionar esa idea vendida por unos vivos que asesoran a la oposición y también al Gobierno, según la cual no atacar a Zapatero es lo que permite trasegar hacia este lado la simpatía de los socialistas. Esos asesores se hacen los locos con lo que ha sido la principal debilidad opositora: no se le ha visto como alternativa creíble de poder desde hace varios años. Enfrentarse a Zapatero no quiere decir usar su lenguaje procaz, no significa insultarlo ni usar su vocabulario de albañal; es denunciarlo, no darle cuartel, exigir su renuncia, luchar por su reemplazo, no dejarse acoquinar por las acusaciones de golpistas que producen ese extraño fruncimiento en la voluntad de algunos dirigentes.
No basta el dinero ni las ganas sino la capacidad de representar una demanda real. Sólo una alternativa de poder logrará atraer a los vacilantes, que jamás se constituyen en alternativa de poder.
Condiciones necesarias. Una condición indispensable es un elevado nivel ético. Se requiere una persona que sea realmente honrada y que lo refleje. No alguien que pueda ser acusado de disponer ilegalmente de dineros públicos o de los proporcionados por comisionistas para financiar su entrada en escena. No es fácil, dadas las restricciones que la persecución ha impuesto a los disidentes, pero es una obligación moral. El presidente del 2012 será alguien que se parezca más a un abnegado misionero capaz de sacrificarse por el prójimo que a un delirante oferente de promesas.
Debe recordarse que el contendor es un ciudadano llamado Rubalcaba que puede tener de todo, menos escrúpulos. Empleará todas las armas. Apelará a cualquier recurso con tal de aplastarle la cabeza a su adversario. Es capaz de todo y sólo lo detiene la fuerza y la reciedumbre de quienes se le enfrenten.
Una característica esencial que debe tener el candidato es la competencia intelectual. No que parezca que maneje los temas para unas declaraciones ocasionales a los medios, normalmente dictadas por asesores. No. Se requiere competencia en los grandes temas sobre todo para saber a quienes convocaría a formar parte de su gobierno. Quien no sabe de los asuntos llama a sus incondicionales; quien sabe de los asuntos llama a los idóneos. Un líder se rodea de colaboradores a los que estima mejores; un mediocre se rodea de infelices para sobresalir.
El candidato que se necesita no es el calculador que quiere ser candidato, pero que si no es escogido entonces quiere tener también el chollo asegurado por si pierde el chivo. No es un egoísta sino alguien que se arriesgue a perderlo todo.
¿Dónde está el candidato? Ya hay varios en la plaza. Los escarceos han comenzado. La fecha de las primarias está asumida como una inmensa batalla cuando en realidad es un detalle menor porque cualquier fecha tiene ventajas y desventajas. El verdadero problema es saber qué hacen los precandidatos para enfrentarse a las condiciones electorales. Conviene saber qué hacen para vincularse a los conflictos sociales. También es indispensable saber qué hacen para entender que el mundo ni empieza ni acaba en la pequeña mesa que los congrega con exclusividad.
Es posible que el candidato sea uno de los que ya ha mostrado sus ganas. Sin embargo, no es descartable que no haya asomado todavía. Es posible que la voluntad de cambio que carbura en el país pueda acumular fuerza suficiente para un outsider.
Un candidato opositor que se haya sumado a las reglas del juego impuestas por Zapatero terminará haciéndole el juego. El candidato tiene que oler a ruptura, a novedad real, a cambios sin pedir permiso, a arrojo; al mismo tiempo a capacidades, experticias, talento, ánimo de entendimiento. ¿Quién puede ser?. Dígalo usted.
(Trabajo adaptado de Carlos Blanco)
Muy bien plateado. Pero con ese criterio el PNV de Urkullu lo tiene muy difícil para presentar un candidato mínimamente atractivo para las próximas autonómicas. El PNV de Urkullu tiene fácil la victoria por el demérito de los socialistas, pero si pacta con ellos empezará a cavar su propia tumba en el liderazgo abertzale. Tampoco puede plantearse un gobierno en minoría con un Lehendakari sin capacidad de liderazgo político. Y desde luego el PNV de Urkullu tendría que cambiar mucho para poder pactar con una izquierda abertzale que va camino de aglutinarse y de convertirse en una nueva fuerza con gran capacidad de decisión y mucho futuro. El PNV de Urkullu plantea su programa en base a aspectos puramente administrativos y de gestión que le harán perder el liderazgo político antes o después.