El camelo de las relaciones de Jauregui con el PNV

Esta semana, a raíz del cambio de gobierno en Madrid, ha habido interés, por parte de algunos comentaristas, en hacer mucho hincapié en la estrecha  relación de Ramón Jauregui con el PNV. «Tiene una excelente relación con el PNV» dice el Mundo. También y curiosamente  informaba  este periódico, al hablar de su biografía, algo terrible: «La mancha del GAL también le salpicó: Damborenea denunció una reunión en un chalé de la sierra madrileña, auspiciada por Barrionuevo, en la que estuvieron presentes  Rafael Vera, los tres Delegados del Gobierno en el País Vasco -Jauregui entre ellos-Sancristóbal y Benegas, entre otros». Lo escribió Mikel Otegi en El Mundo el jueves 21 de octubre.

A raíz de estos comentarios, que me han extrañado, le he preguntado a Urkullu sobre el particular: » relación respetuosa», sin más. Y a Erkoreka: «correcta», sin más.

¿Seguramente sí la tiene con Ardanza, ya que fue su vicelehendakari, pero nunca la tuvo con Arzalluz. Es más. Fue a su despacho en su día a quejarse de ello. Ni con Retolaza, ni con Egibar, ni con los Diputados Generales. Mucho  menos  tras su postnacionalismo con Onaindia, Markiegui y compañía. Izaskun Bilbao, me ha comentado que esta semana le fue a saludar a Ibarretxe antes de su conferencia en Bruselas. Pero la cortesía no fue más allá. No se quedó. Al Lehendakari Ibarretxe siempre le ha criticado durísimamente. Y al PNV a cuenta de la violencia. Ha dicho cosas terribles de nosotros. Un día me harté de sus críticas y le pregunté  como era posible que habiendo sido Delegado del Gobierno central en Euzkadi  jamás se  enterara de la existencia del GAL y si no sabía lo que pasaba, ¿por qué no preguntó?. Desde entonces no me saluda. Y eso que coincidimos en el Parlamento Vasco, en el Congreso, en un viaje a Moscú y en la boda de la hija de Rojo, Natalia y en actos varios. Desde entonces no duermo. Estoy desolado.

Es más. Le he criticado que habiendo sido Vice-lendakari y habiendo hecho una buena labor, jamás la haya reivindicado. Escribió el libro «EI País que yo quiero», y aprendió un euskera decente. Parecía que su apuesta por Euzkadi iba en serio. De haber sido así y vistas las cosas sucedidas, hoy sería Lehendakari. Pero esto se le quedó pequeño. Perdió las elecciones y ya su única obsesión fue irse a Madrid y querer ser ministro. De lo que fuera, pero ministro. Y lo ha conseguido. No lo hará mal, porque es hombre de gestión aseada, pero sin más.

Mi mujer, nieta del primer Consejero de Industria de la historia del Gobierno Vasco, el Consejero que propuso la ikurriña como bandera de los vascos, le regaló una fotografía, de José Antonio Aguirre regalada por el Lehendakari a Santiago Aznar. Se la llevó a su despacho de Lakua. La recibió con mucho entusiasmo pero cuando abandonó  dicho  despacho, la dejó allí. No le interesó lo más mínimo. Y eso que había sido un regalo personal. Eso me dio la talla del personaje. Pura apariencia ciclotímica.

Y con sus compañeros, salvo con Rojo, sus relaciones no son buenas. En una entrevista  hecha por  EI Correo se explicaba así: «No debo nada a mis compañeros del PSE, que en ningún momento han reivindicado a su viejo secretario general». Ahí queda. Los arrumakos de estos días de Patxi López y compañeros varios, pura hipocresía. Nada con sifón.

Pero hay que reconocer que por carambola y por apoyo del PNV, ha logrado lo que quería. Ser ministro de España. Pues muy bien, pero  destacar esa falsedad de sus excelentes relaciones con el PNV, menos lobos. Superficiales. Sin más.

Un vasco que triunfa en Madrid. La fascinación del pesebre es arrolladora.