Cualquiera que me conozca, sabe que hubiese dado un brazo por ser deportista profesional. Un brazo y un pie, si además iba a unos juegos olímpicos. Pero la realidad es la que es, fue la que fue y será la que será. También digo (lo oí en un reportaje, no es mía la frase), que el que critique mi camino, le dejo mis botas. Que coja mi mochila y a ver hasta dónde llega.
Siempre he intentado ser competitivo, con resultados diversos. De media, vergonzantes. La constante desde aquellos juegos universitarios del 2000 ha sido de diente de sierra. Buscando algo que nunca llegaba. Esos juegos cambiaron mi forma de ver la vida. Siempre ponía excusas. Todas las noches propósitos, que no iban a ninguna parte. Mañana me pongo, mañana es el día…ese día nunca llegaba. Hasta esos juegos. Esos juegos me regalaron la posibilidad, digo regalaron, porque no me lo merecía, de vivir una vida ajena. Una vida que no me pertenecía. De momento. Siempre supe que aquel abril, estaba de invitado. Era el que pasa de fondo en una película del oeste, que no tiene diálogo.
Ese verano llegaron los juegos de Sidney y tuve la tremenda suerte de ver una preparación olímpica e directo. ¿Qué aprendí? Que solo vale el sacrificio. Trabajo y sacrificio. Trabajo y sacrificio. Desde ahí, todo cambio, hasta llegar a la obsesión. Un punto de inflexión.
Posterior a eso, coqueteo con mil deportes, pero ya mirando a todos a los ojos, no era ese actor de que no tenía diálogo. Era un actor secundario, que moría en la primera escena, pero salía en los créditos. El resto, más o menos está plasmado en este humilde blog…
Todo esto hasta este año. Segundo punto de inflexión. Desde que nacieron los chicos, he intentado buscarme a mí mismo, he leído muchos guiones y he salido en muchas películas. En algunas me han dado diálogo, pero nunca he optado a nada. Eran súper producciones que no necesitaban de un actor tan malo. Tras dos operaciones, y mucho tiempo libre, muchas frustraciones y muchos golpes, creo que he vuelto a encontrar mi sitio… el cine independiente.
El ultra fondo siempre ha estado ahí, desde los ultratrails, hasta los ironmans, carreras de ultra fondo en asfalto, 24h… y me he dado cuenta que ahí es donde he encontrado la paz. La paz que te da el equilibro y el saber que nunca vas a estar en un sitio que no te perteneces, pero que por el contrario vas a estar ahí donde quieras y debas estar.
Estar a punto de los cuarenta, me da el conocimiento para saber que, a diferencia de otros años, no puedo poner los huevos en muchas cestas. Dos huevos, dos cestas: correr y ciclismo. De larga distancia. La modalidad de la gente sin talento, pero con mucha tolerancia al dolor. Me gusta, estoy muy motivado y no voy (o no creo) a desfallecer en el camino. Me gusta, estoy contento, puedo rendir a un cierto nivel y no voy a ser otra vez el árbol en la actuación de fin de curso.
También creo que hila muy bien con mi forma de ver la vida. Austeridad, cabeza gacha, kms y pocos aspavientos. En estas semanas que nos ha tocado vivir sin salir a la calle, una vida simple es la vida que más me gusta. Y poca simpleza hay más en correr o montar en bici, por el mero hecho de hacerlo…conociendo gente y viendo lugares que no podrías ver de otra manera. Es por tanto lo que mejor se alinea con mi forma de pensar, con las botas que tengo ahoraPD: si has llegado hasta aquí es que te interesa un poco la historia del propietario del blog. Lo habíamos dejado en que estaba con el cross… bueno, tres carreras, una mal, otra de vergüenza ajena y la última ya bien. Después puse todas mis fuerzas en dos ultra trails, UTBS (130km de Vitoria a Iruña) y volver al país que me tiene enamorado: Ultra trail The monkey en Koh Samui, Tailandia o The Moon en Koh Pangan en Tailandia también… todo cancelado. Qué me queda, entrenar y entrenar como un cabrón en casa (rodillo y pesas), para que cuando el mundo vuelva a girar, poder entrenar para: ultra trail de Chiang Rai o Thailand ultratrail by UTMB…pero entre media el ultra de mi pueblo y a final de año las 24h de Can Dragó…