Sánchez y la coherencia del PSN

Como si no hubiera tres congos de precedentes perfectamente documentados e imposibles de borrar de la memoria colectiva y las hemerotecas, en su paso por territorio foral para investir a la nueva delegada de Ferraz, Pedro Sánchez se adornó con el tirabuzón verbal que sigue: “Estoy orgulloso del PSN, un partido que una y otra vez ha sabido anteponer el interés general de los navarros a cualquier otra consideración”. ¿Rostro de hormigón armado o torpeza supina, en la línea (de)mostrada desde que Susana Díaz —parece que hoy bastante arrepentida— le regaló la secretaría general en detrimento del desaparecido en combate Eduardo Madina? Como me dijeron bastantes personas cuando planteé esta misma pregunta en Twitter, lo uno y lo otro no han de ser excluyentes. Es más, en el caso que mentamos, ignorancia y osadía se ofrecen, junto a la caídita de ojos y la sonrisa Profidén, como únicas señas de identidad y/o currículum del tipo que está llamado a conducir al PSOE hasta el borde mismo de la tumba.

Bien es cierto que sería injusto culpar del desastre anunciado al de las camisas inmaculadas. Cuentan las crónicas de este mismo acto que los presentes —y no eran cuatro ni cinco; eso sí que es un misterio para mi— prorrumpieron en una sonora ovación ante las palabras citadas. Y obraron con similar gasto de entusiasmo y decibelios cuando el galán de medianoche elogió “el gran trabajo de Jiménez” para rematar asegurando que su sucesora “recoge el patrimonio de la coherencia política, la fiabilidad y la responsabilidad, tanto en el Gobierno como en la oposición, trabajando lealmente por Navarra”. Tracatrá.

Inútil rectificación

Antecedente que tiende a olvidarse: el 23 de agosto de 2011, en los estertores del gobierno de Rodríguez Zapatero, PSOE y PP, que sumaban el 90 por ciento de la representación en las Cortes, modificaron el artículo 135 de la Constitución española para introducir el concepto de estabilidad presupuestaria. En trazo grueso, la traducción del eufemismo es que en lo sucesivo todas las administraciones estarían sujetas a un tope (ínfimo) de gasto que no se podría superar aunque la población fuera desfalleciendo de inanición. Se trataba de la enésima exigencia de la malvada madrastra Europa, y como ocurrió con todas las anteriores, a cada cual más bruta, el gabinete equinoccial de ZP echó rodilla a tierra para lamer los mocasines de Merkel.

Dado que esta vez el recado era morrocotudo y requería nada menos que meter mano a la (para otras cosas más necesarias) intocable Carta Magna, los socialistas —es un decir— hubieron de humillarse también ante el entonces aspirante Mariano Rajoy para que sumara sus imprescindibles votos al apaño constitucional. Aparte de algún pescozón condescendiente, no hubo el menor problema, pues el PP se sabía inminente ocupante de Moncloa y tenía claro que el cambalache del 135 sería fundamental para aplicar su política de tijera, serrucho y hacha.

Resumiendo, la reforma se hizo con agosticidad, alevosía y el impulso inicial del PSOE, el mismo partido que ahora aboga por dar marcha atrás. De sabios es rectificar, ¿no? Pues en este caso, no está claro. El axioma colaría si los números actuales dieran para revertir la reforma. Dado que no es así, estamos ante otra impostura.

Por qué Pedro es Ken

Me reprochan que cargue las tintas contra el secretario general del PSOE “solo por ser guapo”. Con argumentación variada, desde que lo mío es pura envidia hasta que no se le puede pedir a Pedro Sánchez que se ponga una capucha para ocultar su atractivo, aunque casi siempre desembocando en la eterna cuestión del diferente trato según el sexo: “Si fuera mujer, no lo harías”.

¿Touché? Pues miren, no. Es decir, no lo sé. Me falta un término para la comparación. Por más que repaso mi archivo mental, no recuerdo una sola política que haya hecho una utilización de su físico ni la cuarta parte de excesiva que el sustituto de Pérez Rubalcaba. No, ni siquiera reuniendo sobrados requisitos para haberlo hecho, o en algunos casos, quizá por eso mismo. Y en la categoría masculina, tampoco encuentro precedentes. Incluso Adolfo Suárez, al que Pedro Ruiz parodiaba diciendo “No me toco porque me excito”, y que era un narcisista del carajo de la vela, jugaba más bazas que su mirada arrebatadora y su porte de (entonces) yerno perfecto.

Es innegable que las caídas de ojos, los hoyuelos o las boquitas de piñón rentan su porción de votos en esta sociedad de la imagen y el culto a la apariencia. Pero aún no somos tan imbéciles como para tirarnos de cabeza a la urna solo porque el candidato o candidata esté de toma pan y moja. Necesitamos algo parecido a unas ideas. Y no digo que Sánchez no las tenga, sino que el brutal empeño (un tuit, una foto) de su gabinete de comunicación en vendérnoslo como un sexsymbol nos impide verlas. Mientras el acento esté en la sonrisa Profidén y no en el mensaje, Pedro seguirá siendo Ken.

Sánchez propone

Caramba con Pedro Sánchez. Lo mismo se planta en un programa de marujeo para retener el voto de su encocorado presentador que firma en El País una tribuna de veintipico párrafos con la solución a todos los problemas, o sea, al problema por antonomasia, que es el catalán. ¿Firmar es sinónimo de escribir? Permítanme que lo dude. Ese arranque con cita de Azaña traída por los pelos se me antoja muy lejos del alcance de alguien cuya única virtud probada hasta la fecha es la fotogenia. Por mucho que estemos en la sociedad de la imagen y se haya rebajado el nivel de exigencia del personal que vota, la política todavía va de algo más que salir mono en los selfies.

Tanto da, en cualquier caso, que la autoría sea propia o de la camarilla que le provee de discursos precocinados. Quedémonos, siguiendo el símil culinario, con la miga, que es más bien ninguna. Todo lo que se viene a decir en el texto es que, puesto que esa panda de soberanistas irresponsables y egoístas la han liado parda, en evitación de males mayores, el Estado debe cotraatacar sacándose de la chistera un conejo que los despiste y/o les engañe el hambre. Cambien conejo por pacto constitucional y tendrán la cuestión planteada en su literalidad.

Ciertamente, es una opción menos bruta que la de entrullar políticos o enviar los tanques, pero no deja de ser una añagaza como la copa de un pino. Ni por un instante se contempla que haya unas razones para el clamoroso hartazgo de cada vez más catalanes. Al contrario, se da por hecho que se quejan de vicio y la solución que se propone es cerrarles la boca con cuatro migajas. Me da que no va a colar.

Sánchez en Telecolorín

Ken Sánchez en Sálvame, jodó petaca con el aspirante a Mateo Renzi cañí. La perplejidad da paso a la vergüenza ajena, que abre camino al choteo, para volver al punto de partida, o sea, al estupor, que aumenta al enterarse de que el mismo día que piticlineó a Jorge Javier iba a salir en El hormiguero, ese programa en el que los invitados se dejan mear encima de su dignidad sin perder la sonrisa. Pobres gurús de la comunicación política. Hasta no hace mucho, les bastaba con saber si una corbata verde rentaba más votos que una azul. Ahora tienen que escrutar la parrilla televisiva al milímetro en busca de nuevas lonjas donde subastar la mercancía. Y ahí no caben remilgos, pues vale igual la papeleta de alguien que se sabe todo Marcuse en alemán que la de quien se nutre intelectualmente del Hola o el Diez Minutos. Poniéndonos prácticos, estos últimos son más en número y en permeabilidad a los mensajes. Si tragan con Belén Esteban o Amador Nosequé, cómo no van a hacerlo con ese chico guapísimo de las camisas blancas tan bien planchadas.

¿Está usted menospreciando al pueblo llano desde su superioridad moral, don columnista sabiondo? Ni de lejos. Tengo escrito varias veces, y sin ánimo de ironizar aunque lo parezca, que los programas del hígado y el famoseo son infinitamente más honestos que cualquiera de esos espacios de supuesto debate político con profundidad de pozo séptico. En uno de estos vi el otro día al tal Monedero en condescendiente y ruborizante plática a pantalla dividida con la exnovia de Pujol Junior. Parecía aquello Hable con ella, pero en Twitter, oigan, ni media chanza al respecto.

Sánchez gusta… al PP

Como el training para liderés de Pedro Sánchez ha sido a uña de caballo, se ve que ninguno de sus adiestradores ha tenido tiempo de explicarle una de las reglas básicas de la política, que lo es también de la vida en general: si en lugar de acordarse de toda tu parentela, tu oponente se pone tierno contigo, la has jodido. Y que él, que al fin al cabo es un neófito con un ego de aquí a Lima, no se de cuenta, pase, pero que tampoco se percaten sus muñidores, con la escuela parda que se les supone, es de récord Guiness de la panfilez. O eso, o es que lo del oro venezolano es verdad y los tipos son submarinos a sueldo de Podemos, formación que debe de estar improvisando a todo trapo refugios de mecanotubo para acoger a los penúltimos votantes —todavía unos centenares de miles— del partido que fundó el Pablo Iglesias original.

¿Es que a alguien con dos guardias hechas en el aparato le parece medio normal la cálida, por no decir tórrida, acogida en la acera de enfrente? Ya hubiera querido Mariano, cuando fue investido capitán de las huestes gaviotiles, haber recibido de los suyos la mitad de los parabienes natillosos que se le están dispensando al heredero de Pérez Rubalcaba. Sin el menor disimulo, lo elogian por ser garantía de estabilidad, freno del aventurerismo y la radicalidad, y, entre otras muchas cualidades de orden, aliado de confianza para las grandes cuestiones de estado, o sea, de Estado, con la mayúscula inicial bien marcada. Ante tanto y tan prieto abrazo de oso de los que deberían estar soltando espumarajos, cabría deducir que el proceso interno del PSOE lo ha ganado de calle el PP.

Lo que piensa Madina

Pagaría real y medio por los pensamientos de Eduardo Madina. No por las palabras que le toca pronunciar como buen perdedor y mejor sabedor de que la vida da muchas vueltas y no conviene ponerse a mal con los nuevos amos. Esas declaraciones, previsibles y necesariamente medidas, me interesan lo justo. Yo lo que quiero conocer es lo que de verdad le bulle por dentro tras la inmensa humillación pública a que ha sido sometido por tantos y tantos de los que le pasaban la mano por el lomo. ¿Quién necesita enemigos con esos amigos que le meten a uno en canción para, acto seguido, desviar sus afectos a un parvenú con caídita de ojos del que hace mes y medio nadie tenía noticia? De gran esperanza blanca a derrotado sin paliativos por un clon madrileño del muñeco Ken. Y sin aparato al que culpar, porque la hostia monumental ha sido construida voto a voto por la militancia soberana.

Soberana, y según en qué agrupaciones, casi sádica. Si el vapuleo en Andalucía ha sido para nota, la morrocotuda paliza en Gipuzkoa da para una tesina, no se sabe si de Ciencias Políticas o de Psicología Básica. Quizá de ambas disciplinas; no es fácil precisar si esos números atienden a alguna rebuscada clave interna, a la pura y simple antipatía personal que solo se manifestaba sotto voce, o a la tormenta perfecta provocada por la mezcla de lo uno y lo otro.

Anoto, con todo, que la cura de humildad no ha sido solo para el directamente implicado. También los pronosticadores acelerados tenemos algo que aprender de esta reedición de la fábula de la liebre y la tortuga. En política no siempre ocurre lo que parece más probable.