Fracking, no y punto

Para desmemoriados: la primera noticia sobre algo llamado fracking que tuvimos la mayoría de los mortales de la Comunidad Autónoma llegó de la mano del entonces lehendakari, Patxi López. No es difícil datar el momento, pues fue durante aquel fastuoso viaje a Estados Unidos que coincidió, mecachis la porra, con el comunicado del fin de las acciones armadas de ETA. Dos días antes de la patética foto del tren, los servicios de prensa difundieron otras instantáneas que provocaron risas a este lado del Atlántico. En ellas aparecía el ingeniero López con un casco azul de currela y gafas de sol de espejo durante la visita a un secarral de Dallas donde no sé qué multinacional obraba el milagro de la conversión de piedras en gas. En la nota que acompañaba el reportaje gráfico, el amanuense de turno nos anunciaba, con toque de pífanos, la inminente autosuficiencia energética de la Vasconia autonómica, pues a ojo de buen cubero se calculaba que en la llanada alavesa había gas natural para aburrir. Solo era cuestión de ordeñar las rocas con un método prodigioso denominado fractura hidráulica o en el inglés obligatorio, fracking.

Fue cosa de días que descubriéramos el trozo que nos habían ocultado: el procedimiento en cuestión acarreaba brutales consecuencias para el entorno. No de esas jeremiadas apocalípticas de ecologista de pitiminí, no; desastres perfectamente documentados. Pareció zanjado el asunto. Salvo los proponentes —PSE y PP—, nadie daba la impresión de estar dispuesto a jugar a la ruleta rusa energética. Me causa asombro que hoy, aún con más datos, el fracking no esté totalmente descartado.

La toalla de Patxi

Los titulares hacen bis con cambio de nombre. En menos de 24 horas, donde ponía Alfredo puso Roberto, y un periquete después, Patxi. Pero cuidado con los tiempos verbales. El no muy original “López tira la tolla” debería ser “López tirará la toalla”. Lo anoto porque de aquí a septiembre queda un rato largo y pueden pasar muchas cosas —entre otras, el congreso de la nave nodriza—, pero también porque guardo en la memoria ciertas promesas del protagonista que no se cumplieron. ¿O ustedes no se acuerdan de aquel compromiso solemne de no pactar con el PP que fue roto unas semanas después de haberse formulado? [El coro de voces replica: “¡Como para olvidarse…!”]

Y si van más allá en el calendario, se encontrarán al mismo personaje, nombrado entonces como “el hijo de Lalo”, ebrio de felicidad (por ahí debe de andar el audio), proclamando en un mitin de las autonómicas de 2001 su adhesión inquebrantable a su líder, Redondo Terreros, todavía con el traje arrugado del abrazo de tornillo con Mayor Oreja en el Kursaal. Fue cosa de meses que lo apuñalara como Bruto a Julio César y se quedara con su puesto, tras birlar también un puñado de ideas vasquistas a Odón y Gemma. En efecto, la mano que mecía la cuna era la de un tal Rodolfo, mientras el de las cosas de Jesús observaba entre las sombras.

Si será curiosa la política, que de aquella turbia maniobra surgió el mejor PSE que se haya visto. Se arrancó la caspa terrerista, subió a Loiola, pisó el banquillo por jugársela por la paz y dio la sensación de alternativa firme y creíble. Fue apenas ayer. Quizá la cacareada renovación esté en una moviola.

Alborotar el cementerio

Era previsible que sería así y hasta comprendo los motivos, pero me resulta un tanto infantil que PNV y EH Bildu anden declarándose vencedores de las elecciones europeas según veamos la estampa a siete, a cuatro o a tres territorios. Aparte de que en cualquiera de los casos, la distancia es de un puñado de votos, espero que tengamos la suficiente madurez política para entender que estos comicios no son los más adecuados para meterse a la medición de hegemonías. Basta comparar los resultados de una y otra formación con los que cosecharon en las últimas autonómicas, municipales o forales para ver que no salen las cuentas. A ambas se les han quedado unas miles de papeletas en casa, muchísimas menos —eso también es cierto— que a PSE y PP, cuyo batacazo no admite ni medio matiz.

Por ahí justamente empezaría mi lectura en positivo de lo que ocurrió el domingo. Además del mordisco en la ingle al bipartidismo en el conjunto del Estado, en nuestro trocito del mapa, siempre con mayor biodiversidad, las urnas les han sido favorables a las fuerzas que apuestan por el derecho a decidir. Pero como eso puede sonar un tanto abstracto, personalizaré: en ese mastodonte amodorrado que es el Parlamento europeo habrá de saque dos escaños cuyos ocupantes no van con espíritu de balneario. Izaskun Bilbao lo ha demostrado en los cinco años precedentes y no tengo la menor duda de que Josu Juaristi actuará con similar brío y entrega. Me alegra intuir que no serán los únicos. Entre un puñado de los recién electos de otras siglas se perciben unas sanísimas ganas de alborotar el cementerio de elefantes. Buena falta hace.

¿Frentes? ¿Qué frentes?

Para prolongar el gustirrinín provocado por las fotos del Carlton y de las calles de Bilbao a reventar, nada mejor que la quejumbre ramplona de los que andan con tembleque de piernas. No me refiero a la talibanada ultradiestra —Marhuendas, Federicos, Abascales—, cuyos regüeldos están amortizados, amén de resultar divertidos por lo patético, sino a los de un poco más acá en la gradación ideológica. Hablo de congregantes de una derecha que se pretende templada, del centro sedicente (e inexistente) y hasta de esa izquierda que tal vez lo fue pero hace tiempo que no lo es. En un alarde de brillantez intelectual, es decir, de toda la que son capaces de reunir tipos y tipas que no pasan de destripaterrones de la política, andan anunciando el nuevo apocalipsis del frentismo.

¿Frentismo? Las pelotas, treinta y tres. Los últimos episodios de esa peste que nos tocó padecer, les recuerdo, fueron el interminable trienio sociopopular en la demarcación autonómica y el aun más extenso periodo del binomio UPN-PSN en la foral. Está bastante demostrado que los que verdaderamente se pirran por las santas alianzas hasta el punto de no tener más programa que promoverlas son los que enarbolan la rojigualda en una mano y la Constitución en la otra. De hecho, la inmensísima suerte que tienen es que, especialmente en la CAV, al otro lado no hay un frente sino dos fuerzas (un partido y una coalición) que pugnan por la hegemonía. El día que cambie eso, que me temo que va para bastante largo, las plañideras tendrán motivo para llorar en serio… mientras otros sonrían.

Así que menos lobos, y menos agitar espantajos. Todo lo que ha ocurrido en las últimas horas es que la estupidez supina al tiempo que perversa —tanto monta— del aparataje del Estado español consiguió el prodigio de unir a ambas formaciones para exigir en la calle algo que ni siquiera tiene que ver con ser o dejar de ser abertzale: el respeto.

Otra de tantas (2)

Vaya, al final aparecieron las dichosas palabras del presidente de Sortu tal y como habían salido de su boca. Día y tres cuartos después del primer ciclo informativo, anótese eso también, porque aquí no hay nada inocente. Es muy viejo lo de darle hilo a la cometa, que en este caso es dejar que crezca el ruido cuando tienes con qué detenerlo. Pero bueno, al grano: ¿Da para ilegalización al amanecer lo que dijo Hasier Arraiz? Hombre, fíate y no corras de cómo las gastan las fiscalías por estos pagos, pero por mucho que les pese a urquijos, covites, auvetés, maneiros (Sémper, tu quoque?) y demás postulantes de la tarjeta roja directa, no parece que los cuatro minutos de rajada contengan la excusa buscada. Desde luego, ni por el forro llegó a decir algo remotamente parecido a la barbaridad que entrecomilló el diario de Pedrojota. Se podría hacer una tesis de Periodismo o de Psiquiatría sobre cómo alguien que escuchó lo que escuchó acabó titulando lo que tituló.

Así que no fue para tanto lo de Arraiz. Ahora que me lo he repasado dos veces, puedo decir que fue simplemente un discurso político endeble y, de acuerdo con mi (hiper) sensibilidad, decepcionante. Comprendo a quién estaba dirigido y sé que si en los cartelones de atrás en lugar del logotipo de Sortu, hubieran estado la galleta del PNV, la rosa del PSE y no digamos la gaviota del PP, el portavoz de turno habría arrimado igualmente el ascua a su sardina. No espero que ninguna formación vaya a hacer la famosa revisión crítica del pasado en abstracto, y menos ante la militancia. Sin embargo, a cualquiera de las siglas mencionadas y a las ausentes sí les pido que, por lo menos, los equilibrismos sean de fuste.

Un ejemplo, que no tengo espacio para más. Dijo Arraiz que los demás están emperrados en la política de retrovisor. O sea, la misma tesis de Alfonso Alonso para darle carpetazo al franquismo. ¿Queremos memoria o no? (Continuará)

Non gratas

Ojito, que como nos vengamos arriba declarando personas non gratas, a lo peor agotamos medio censo. Y si lo hacemos con carácter retroactivo, vaciamos las enciclopedias, los libros de texto y los callejeros. Será por cabrones con pintas… Es decir, por lo que a cada bandería le puede parecer que es un cabrón con pintas, pues es bien sabido que los héroes de acá son los villanos de acullá, y viceversa. Tiene toneladas de bemoles que, ¡en nombre de la convivencia!, PP y UPN —vaya par— hayan vuelto a reabrir en el mismo viaje el tarro de las esencias (rancias) y la caja de los truenos. ¿Por qué le llaman valores democráticos y justicia cuando quieren decir echarle gasolina a un fuego que se iba apagando? Que tengan la gallardía, por lo menos, de reconocer que esas mociones barnizadas de ética pardusca están alimentadas por el ansia de revancha ante el revolcón de Estrasburgo. Ansia de revancha, añádase, que ni siquiera es de generación propia, sino impuesta al peso por las asociaciones que han convertido la condición de víctima en profesión y pasarela para exhibir el ego; tan triste y deleznable como suena.

Quede como consuelo que estas sobreactuaciones ya no le dan el pego a casi nadie. Por mucho gesto adusto que se ponga al anunciar las iniciativas, hasta el que reparte las cocacolas sabe que se trata únicamente de enardecer a la talibanada, que ya viene calentita de serie. Mi aplauso sincero para el PSE y el PSN, que esta vez no se han dejado pastorear al enmerdadero, y que por ello están recibiendo la vomitona cavernaria de rigor y hasta la negación de los compañeros asesinados por ETA que se les han quedado por el camino. La desvergüenza llega hasta ahí.

Para cualquiera que tenga medio gramo de corazón y otro medio de cerebro, los presos que vuelven a sus pueblos con la condena cumplida por un porrón de crímenes nunca serán ciudadanos ejemplares. Debería bastar y sobrar con eso.

Ponencia maldita

No hay modo de hacer carrera con la Ponencia de Paz y Convivencia del Parlamento Vasco. Cuando no se atasca por babor, le entra una vía de agua por estribor… o todo al mismo tiempo. Seguramente, en la historia de la cámara de Gasteiz habrá habido pocas iniciativas que hayan conllevado tanto esfuerzo para tan pobre rendimiento. Resulta sarcástico que, teniendo el nombre que tiene, sus logros públicos hasta la fecha hayan sido acelerar la ruptura de Aralar y provocar un cúmulo de reyertas cruzadas entre los partidos, da igual presentes o ausentes. Se diría que más que como fin, está funcionando —es decir, siendo utilizada— como medio para ajustarse las cuentas, marcar paquete ideológico, salir en los papeles o intercambiarse recados en clave interna. Es inevitable preguntarse si para este viaje merece la pena sacrificar las alforjas de los domingos. O más directa y crudamente, si no ha llegado el momento de echar la persiana.

Sería, claro, el doloroso reconocimiento del fracaso. Suena demasiado rotundo, pero es lo que hay: los hechos acreditados hasta ahora han demostrado que la nobleza de lo que se dice perseguir es una excusa para politiquear en el peor sentido de la palabra. Es mejor ser sinceros y admitir que hay quien se pasa la paz y la convivencia por debajo del sobaco. ¿A qué viene el PSE a estas alturas de la liga a amenazar con el portazo pretextando una ofensa que se ha fabricado a medida? No cuela ese ataque de dignidad sobrevenida. Si alguno de los rasputines de la sucursal vasca de Ferraz ha llegado a la conclusión de que en el momento actual —primarias a la vista— no es conveniente salir en según qué fotos, óbrese en consecuencia. Está de más, porque todos nos conocemos, vender que hay poderosas razones éticas y morales para el abandono. Llegados a ese punto, sería inútil que los que aún no se han ido pretendieran seguir adelante con una ponencia definitivamente maldita.