Réquiem por Rompesuelas

El pronóstico anuncia lluvias para hoy en Tordesillas. Por desgracia, parece que no en la cantidad suficiente que obligue a suspender esa siniestra atrocidad llamada el Toro de la Vega. Así que, siguiendo la letanía clásica de los espectáculos, el tiempo no va a impedir la matanza, y un año más, la autoridad la va a permitir. ¿Autoridad? Debemos hablar en plural, pues son varias las implicadas en esta carnicería inhumana que se viene repitiendo, como poco, desde 1534. Si la que directamente la consiente e incluso promueve es la municipal, las otras —provincial, autonómica, estatal y europea— no se libran, en el mejor de los casos, de la complicidad por omisión. Y tampoco hay que dejar de señalar a los conmilitones políticos de la piara de desalmados que regenta la localidad vallisoletana. Importa una higa que Pedro Sánchez prometa difusamente una futura ley para prohibir la villanía, si no empieza por algo tan básico como ordenar la expulsión del PSOE del alcalde, un tipejo que atiende por José Antonio González Poncela, y de los demás zurullos con nariz y ojos que mangonean en el equipo de gobierno.

No, no rebajo ni un cuarto de diapasón los calificativos. De hecho, los extiendo a todos los individuos, con o sin mando en plaza, locales o foráneos, que en nombre de la tradición defienden el acoso y tortura hasta la muerte de un animal. Rompesuelas es el nombre de la víctima de este año. Pena que, en medio del martirio, los 640 kilos del morlaco no se revuelvan y alguno de los sádicos matarifes que lo estarán alanceando se lleve a casa un buen costurón. Un gramo de justicia, siquiera poética.

(Otra) reforma exprés

De esos titulares que explican en poco más de una docena de palabras el nivel séptico que ha alcanzado el estado de derecho —no proceden las mayúsculas— en España: “El PP anuncia una reforma exprés para que el Tribunal Constitucional pueda sancionar a Mas”. En la letra menuda, Xavier Garcia Albiol, el ultraderechista sin matices recién promocionado y modelo de conducta de un tal Maroto, traduce a román paladino el enésimo atropello jurídico que se perpetrará a mayoría absoluta armada: “La broma se ha terminado”. Le faltó masajearse la entrepierna y soltar un gargajo sobre el suelo del Congreso de los Diputados donde el tipo, que no tiene acta ni cosa parecida, presentó la iniciativa.

Enternece la reacción airada del resto de los partidos, incluyendo la de la formación que no hace tantas lunas se sumó sin el menor reparo a un cambiazo de la Constitución con agosticidad y alevosía. Cualquiera diría que se enteran ahora de que el supuesto altísimo tribunal no es más que una versión con toga y puñetas del poder ejecutivo de turno y que trabaja por encargo y a medida de Moncloa. Ya ven con qué naturalidad ocupa actualmente su presidencia un individuo que tuvo  carné del PP y —se supone— pagó sus cuotas a Génova. Que en lo sucesivo vaya a tener la facultad de castigar a los señalados como enemigos oficiales de la patria no es más que la evolución lógica de sus funciones. Y como les decía el otro día sobre la carta del autotitulado sencillo ciudadano Felipe González, si lo contemplan desde la acera soberanista, es una de esas torpezas supinas del adversario que, lejos de dañar la causa, la favorecen.

Sencillo ciudadano Felipe

Epístola de San Pablo a los corintios, o sea, de Felipe González Márquez —llámenle equis— a los catalanes. Difundida a todo trapo, y no por casualidad, en el diario global en español, que ni quita ni pone rey, pero ya ustedes saben, ¿verdad? Resulta graciosa esta circunstancia porque como primera providencia, el gachó representa el numerito de quien ha recuperado “la sencilla condición de ciudadano” y dice opinar en calidad de tal. Vamos, que lo normal es que a un mindundi de a pie se le concedan honores de portada en uno de los periódicos (todavía) de mayor difusión en Hispanistán. No cuela.

Y también es para descuajeringarse un rato largo que el principal recado que lanza a la ciudadanía de Catalunya sea que “no se deje arrastrar a una aventura ilegal”. Viniendo de quien viene, nunca juzgado master y commander en ilegalidades, ilicitudes y hasta tropelías del quince, manda bastantes pelotas. En cuanto al resto, casi nada entre dos platos: la consabida retahíla de lo maravilloso que es estar juntos y lo fantástica que es la diversidad… siempre y cuando quede claro quién es Tarzán y quién es Chita. Como corolario, el igualmente sobado inventario de las mil y una calamidades que sobrevendrían a la ruptura con la madrastrona patria para convertirse —tal cual lo suelta el muy tunante, hay que joderse— en “la Albania del siglo XXI”.

He asistido al cabreo de más de media docena de soberanistas por la filípica del en otro tiempo conocido como Isidoro. Sinceramente, creo que procede lo contrario, alegrarse y animarle a que se descuelgue con una parida diaria similar hasta el 27 de septiembre.

Talegón en almoneda

De pocas columnas me avergüenzo tanto como de una en la que le cantaba las mañanitas a un ser humano que atiende por Beatriz Talegón. Esta no es, de hecho, la primera vez que me fustigo en público por la patética colección de blandenguerías que le dediqué a la que por aquel entonces me pareció una joven política con arrestos para soltar cuatro frescas bien dichas a un rebaño de dinosaurios de su propia organización, la Internacional Socialista. Toda la autenticidad que pudiera haber en el rapapolvo a sus mayores se fue diluyendo —fenómeno digno de estudio— con la difusión viral del video que mostraba el episodio. Al cabo, esas imágenes no fueron más que el casting de la susodicha para convertirse en secundaria con frase en tertulias de aluvión.

Ha sido en esas salsas rosas politiqueras donde hemos completado su retrato como nada entre dos platos. Mohínes, lagunas de culturilla general del tamaño de las de Ruidera y frases de diez céntimos al margen, en cada una de sus intervenciones, Talegón ha explotado tozudamente el personaje con que se dio a conocer, el de la alevín díscola del PSOE. Se preguntaba uno qué diablos hacía en una cofradía que tan mala vida le daba.

Pero ese frotar se va a acabar. Espoleada, según dice, por la actuación de Ferraz ante el referéndum griego, ha decidido darse de baja de entre los puños y las rosas. La parte más divertida es que un segundo después de propagar urbi et orbi que devolvía el carné, la mengana se puso en almoneda, o, utilizando sus propias palabras, “a disposición de cualquier plataforma que tenga equipo y ofrezca un cambio de izquierdas de verdad”. En fin.

Sánchez en rojo y gualda

Está dando mucho que hablar el banderón rojigualdo ante el que compareció Pedro Sánchez el otro día. Y ahí tienen la clave para entender la vaina. Se trataba, en primer lugar, de ganarse unos minutos de blablablá en tertulias de aluvión, Twitter y otros espacios de opinión al por mayor o al detalle, como estas mismas líneas.

Una vez comprobado que, a diferencia de las fuerzas nuevas (uy, perdón), el PSOE no coloca una puñetera escoba marcándose el rollete chachiguay y que tampoco sale de pobre vendiendo a su líder como un excitante sexual, alguien decidió que había que probar otra cosa. O en realidad, dos cosas, porque lo de la enseña nacional ciclópea fue conjunta e inseparablemente con la presentación en sociedad de la esposa del secretario general. Al estilo House of cards, dicen algunos con memoria tirando a frágil: el dos en uno de buena física y aparente mejor química lo viene utilizando últimamente Artur Mas y antes lo hizo, sin salir de Ferraz, Rodríguez Zapatero, cuya señora, Sonsoles Espinosa, tiene, por cierto, algo más que un aire a Robin Wright, la protagonista femenina de la serie antes mentada.

¿Hay alguien en la sala que sea capaz de citar alguno de los mensajes espolvoreados por el ya investido candidato socialista a la presidencia del Gobierno español en el acto de marras? Apuesto a que no. Y ni falta que hace, porque lo que se pretendía que captaran las cámaras eran los colores. En primer término, los de la bandera, y en segundo, el del vestido de la compañera de Sánchez. Luego venía el debate (o así) en el que hemos entrado de cabeza. Una estrategia verdaderamente acertada.

Política de reservados

No hace ni un año, el entonces sputnik recién lanzado Pablo Iglesias Turrión proclamó en dos entrevistas diferentes que había que terminar con las reuniones políticas en los reservados de los restaurantes. En una (nueva) muestra de su fidelidad grouchomarxiana a los principios aventados, el miércoles pasado, el líder de Podemos se reunió con el secretario general del PSOE y miembro de la casta en proceso de revisión, Pedro Sánchez, en el reservado del restaurante de un hotel madrileño. Como buen ególatra reivindicador, la mañana siguiente lo largo él mismo en el programa de Ana Rosa con palabras que recordaban a cancioneta etílica de Ortega Cano: “Era un reservado, muy a gusto, un sitio en el que podíamos estar cómodos”.

La cosa es que salvo la contradicción —o la incoherencia— de talla XXL entre lo pontificado y lo practicado, no hay mucho más que reprocharle a Iglesias. Los encuentros discretos, e incluso los secretos, qué caray, son, además de muy frecuentes, absolutamente necesarios en la práctica política. Igual para menudencias de rutina que para desatascar cuestiones cruciales, los contactos lejos de la luz y los taquígrafos resultan de enorme utilidad.

Ocurre, me temo, que en el vaciado ritual de los conceptos, lo que se estila ahora es apelar a una transparencia de pitiminí, de esa que llena mucho en la boca pero no cunde nada en el plato. Y como ejemplo rayano en lo ridículo, las delegaciones extremeñas y zaragozanas del PSOE y Podemos, por mandato de los morados, transmitiendo en vivo sus negociaciones a través de internet. Como ejercicio de exhibicionismo light, pase, pero no más.

El espantajo de ETA

Una decisión con freno y marcha atrás. La Mesa del Congreso de los Diputados había acordado conceder permiso para que una sala del supuesto domicilio social de la voluntad popular acogiera un encuentro de víctimas de ETA y de los GAL. Tremendo que en su día fuera noticia algo que debería ser de carril a estas alturas de la liga, pero mucho peor que vuelva a serlo porque se revoca la autorización. Queda fuera de concurso que en la bochornosa rectificación, motivada por la bronca del ultramonte mediático y las asociaciones monopolistas del dolor, el PP haya tenido la compañía del PSOE. En lo demás, vaya usted a saber; en esto, la gran coalición es de hierro forjado.

Si no revelara algo tan trágico como que lo de menos son los principios, resultaría cómica la patética tozudez con que se sigue agitando el espantajo de una banda a la que apenas le quedan el nombre y cuatro chatarras inútiles en otros tantos agujeros. Cuánto rendimiento le siguen sacando a la raspa de la serpiente. Aparte del digo-diego de los de la rosa y la gaviota para impedir el encuentro de víctimas, ayer mismo coincidieron en tiempo y prácticamente espacio una folclórica redada contra supuestos enaltecedores de la cosa a través de las redes sociales y un chafardeo según el cual los presos de ETA —en realidad, uno— apuestan por Podemos para Moncloa. Ante tal despliegue de cutrerío e inmoralidad, es inevitable preguntarse si allende Pancorbo quedan panchitos en número suficiente como para justificar la inversión en pirotecnia. Quizá esté equivocado, pero estaría por jurar que hace tiempo estos excesos no venden ni media escoba.