Descubriendo el punto “H”

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Los alumnos de la escuela a la que asistí de pequeño tardamos bastante tiempo en saber que los castigos no formaban parte del temario de estudios, hubo momentos que pensábamos que a la Enciclopedia de Alvarez le faltaba el apartado de “castigos”, dada la asiduidad con la que nos aplicaban la “lección”.

En otra ocasión os he contado el “invento” de «el milagro del ajo» y de su fracaso, pero al poco tiempo apareció un sistema de tecnología mucho más depurada que había que aplicarlo con delicadeza, y la verdad, es que nuestra clase no se destacaba por ser el paradigma de esa virtud.

El castigo físico que más temíamos por doloroso era el poner los dedos juntos hacia arriba y sobre ellos descargaba el maestro su “lección”. El novedoso sistema consistía en tener paciencia y cuando apreciabas que la regla estaba a pocos centímetros de tus dedos, bajar estos un poco, de forma que variabas el punto de impacto y el dolor era bastante menor. El “invento” era efectivo, pero había que tener la sangre fría de un samurái para no adelantarse al momento y que resultase visible el “apaño” porque entonces era muy posible que el maestro te “explicase” varias lecciones del tirón. Todavía me duele al recordarlo, es que yo tardé tiempo en cogerle el truco. Torpe que es uno, que le vamos a hacer.

Hubo un compañero que tenía una habilidad tremenda en aplicar el sistema, creo que el maestro nunca se dio cuenta, era nuestro héroe particular. Nunca se nos ocurrió juntar los dos “inventos”, el ajo y el punto H, no sé si hubiera dado resultado pero creo que esa tecnología era muy avanzada para nuestro tiempo.

Agur