La Iglesia no se atreve

Parecía algo. Menos daba una piedra. Después de décadas de silencio ominoso y culpable, la Iglesia daba un paso adelante y ponía bajo el foco su pecado capital, los abusos sexuales a menores. Y, como han escrito bastantes personas antes que yo, quizá ahí está el error, en reducirlo a esa categoría etérea y extraterrenal del pecado, que no deja de ser el gran chollo del catolicismo. Por inmenso que sea tu crimen, basta unas jaculatorias y cuatro gimnasias a modo de contrición, y ya has conseguido el perdón divino, vayan días y vengan ollas. Gracias a esa filfa, miles de tipos con sotana, hábito o indumentaria civil se han ido de rositas después de haber destrozado no ya la infancia sino la vida entera de incontables criaturas. En el mejor de los casos, todo el castigo consistía en un retiro discreto o un traslado a un lugar donde, generalmente los depredadores tenían a su alcance nuevas presas. Lo habitual, sin embargo, era una mirada hacia otro lado porque la carne es débil y Satanás no deja de tentar a los siervos del Señor.

Tremendo, que ese haya sido uno de los resúmenes de la reciente cumbre del Vaticano sobre la pederastia, el descargo de la culpa en el Demonio junto a un difuso propósito de enmienda. Conste que no soy partidario de causas generales ni de linchamientos a favor de corriente, tampoco contra la Iglesia. Sin embargo, escuchando a las víctimas, me queda muy clara su infinita decepción y su sensación de haber sido utilizadas como detergente. Con todo, no puedo dejar de añadir que la cuestión que nos ocupa no debe dilucidarse intramuros. Es la justicia temporal, la humana, la que debe actuar.

‘Provincias traidoras’

Casi no merece la pena ni indignarse. Más bien, procede ahorrarse el berrinche y tomarse a beneficio de inventario la penúltima —vendrán mil más— pasada de frenada del PP con las transferencias eternamente pendientes. Es verdad que al Gobierno vasco le tocaba, como ha hecho ayer mismo, poner el grito en el cielo por la ruindad sin límites que supuso haber promovido una moción en el Senado exigiendo al gobierno de Sánchez que incumpla la legalidad, es decir, que bloquee el calendario previsto para el traspaso de lo muchísimo que todavía queda por llegar. Sin embargo, el pronunciamiento, que ha resultado firme y tiene el valor de venir avalado por los dos socios del Ejecutivo, llega cuando ese capitulo de iniquidad ya ha sido desbordado.

Ahora estamos donde no hubiéramos imaginado ni en lo más crudo de los años del plomo. De hecho, hemos vuelto al lenguaje del epílogo del último parte de la guerra civil, cuando los vencedores eliminaron el sistema foral de las “provincias traidoras”, Bizkaia y Gipuzkoa. El pizpireto líder de las falanges genovesas, Pablo Casado, ha actualizado la terminología, pero los resabios son los mismos. “Comunidades desleales” es la nueva acuñación del individuo, que no tiene empacho en proclamar que cuando gobierne retirará las competencias que sea menester a los terruños que no observen la debida adhesión inquebrantable al régimen que pretende (re)instaurar con la ayuda del figurín figurón naranja y del cid campeador de Amurrio. Y el PP vasco, silbando a la vía. El 25 de octubre tendrán los santos bemoles de soltar que el Estatuto sobre el que se ciscan es el que une a los vascos.

Un chotis para Arrimadas

Creo que con mucho tino, algunos guasones le llaman Pichi a Albert Rivera, en alusión al chulo que castiga del Portillo a la Arganzuela, y hace otras cosas peores, según la letra de la cancioneta de la caspurienta revista musical Las Leandras. Cosas de las imágenes mentales, el otro día se me metió en la cabeza con la gorra reglamentaria, camisa merengona. chaleco de cuadritos y floripondio en la solapa, cantando a voz en cuello el célebre chotis de Agustín Lara: “Cuando vengas a Madrid, chulona mía, voy a hacerte emperatriz de Lavapiés, y alfombrarte de claveles la Gran Vía y bañarte en vinillo de Jerez”. Lógicamente, la destinataria de la tonada no podía ser otra que Inés Arrimadas, que ha decidido plantar sus reales en la villa y corte, previo paso por Waterloo, donde le montó un numerito menor a Puigdemont.

Es verdad que le queda un simulacro de primarias, pero a estas alturas, hasta el que reparte las cocacolas sabe que veremos a la doña en un escaño de la Carrera de San Jerónimo después de las elecciones de abril. Tanta gloria lleves como paz dejas, dirán sus rivales políticos en el Parlament, aliviados porque se librarán de sus performances con bandera y sus bocachancladas ayunas de documentación. Cuánta razón tuvo no sé quién del PP, que ante la confirmación del “Me las piro, vampiro” de la individua, concluyó que tal decisión demostraba la inutilidad de su victoria en las elecciones de 2017. Añadiría servidor que lo que queda probado es que Catalunya, por más tabarra que den y más dignos que se pongan, solo es un trampolín para lo que Aitor Esteban definió certeramente como “Hacerse un Maroto”.

‘Feik Nius’

Jijí-jajá, he visto una víbora de Gabón en las marismas de Amute. Jijí-jajá, te mando la foto. Jijí-jajaá, la compartimos con el grupo. Jijí-jajá, cada uno de los del grupo la comparte en el resto de los grupos en que están. Jojó-juajuá, lo están contando en la tele, en la radio y en las versiones digitales de los periódicos. Jejé-jujú, la Ertzaintza ha perimetrado el lugar, ha colocado un cartelón de peligro y ha puesto en marcha un dispositivo para localizar al bicho.

Y así, hasta que casi 24 horas después de que se echara a rodar la trola inicial, las bromistas cantaran la gallina y se hiciera el desmentido oficial. Ahí quedaron con los pantalones en los tobillos quienes, siguiendo el ritual de costumbre, se convirtieron en herpetólogos del recopón en un abrir y cerrar de ojos, y se dedicaron a ilustrarnos a los que, simplemente, mirábamos con asombro algo que ni nos atrevíamos a dar por cierto ni falso del todo. Un saludo con cuchufleta adosada a los que tragaron como panchitos y en cuanto salió el mentís, porfiaron que ya decían ellos que eso era una feikniu de libro.

¿Aprendizaje del sucedido? Me temo que ninguno, salvo la certidumbre de que volverá a ocurrir. A quienes pontifiquen que es signo de estos tiempos de postverdad y blablablá, un recordatorio: la fábula del pastor mentiroso la escribió Esopo hace 2.500 años. Desde entonces, la Humanidad se ha comido patrañas de todo pelo, desde que los judíos en tiempos de los reyes católicos bebían sangre de niños cristianos hasta que los españoles hundieron el Maine o, como anotábamos aquí el otro día, que España lleva unida desde hace más de cinco siglos.

La (i)legalidad según el PP

Que tu mano derecha no sepa lo que hace tu otra mano derecha. O bueno, sí, que lo sepa, y que se la refanfinfle que sea exactamente lo contrario de lo que se anda propalando a voz en grito. Como habrán adivinado por el título, me refiero al PP. Menudos aplausos con las orejas al Borbón reinante por haberse pasado por entre las ingles su obligada neutralidad —jua, jua, jua— para atizar la enésima colleja a los soberanistas catalanes. “Sin legalidad no hay democracia”, tuvo el cuajo de moralizar el vástago del Campechano, como si no supiéramos que él está donde está gracias a la legalidad franquista.

Pero otro día exploro ese jardín. Hoy me centro, como apuntaba arriba, en el desparpajo de la banda de Casado, que horas después de hacer la ola a esa filípica —o felípica, en este caso— se hicieron mangas y capirotes con ella en el Senado al aprovechar su mayoría absoluta para aprobar una moción que insta al gobierno de Sánchez a no completar las transferencias pendientes a la Comunidad Autónoma Vasca. Ojo, todas y cada y una de ellas, desde las que más sarpullidos les arrancan —Prisiones y Seguridad Social— hasta la más triste devolución de medio kilómetro de línea ferroviaria. ¿Acaso no es eso instar al incumplimiento vergonzante de la legalidad emanada, no se pierda de vista, del festejado Estatuto de Gernika y de la sacrosanta Constitución española? Tampoco es cuestión de sacar a paseo los grandes exabruptos, pero sí procede recordar que cuando la vaina es al revés, las bocas se llenan con la demasía del golpe de estado. En esta ocasión, sin embargo, la democracia es fumarse un puro con la ley. Así es el PP.

Los bravos insumisos

Hace treinta años y un día, 57 jóvenes se presentaron voluntariamente ante los gobiernos militares de todo el estado español para declararse insumisos al servicio militar obligatorio. Poca broma con el todavía por entonces desbravadero de mozos patrios que seguía atendiendo al castizo nombre de la mili. Incluso con un gobierno autotitulado de izquierdas, el encabezado por Mister Equis González, el de “OTAN, de entrada no y de salida, menos”, tal osadía se pagaba muy cara. No era solo el puñado de años en una cárcel infecta, sino la muerte civil. Aquellos chavales, muchos de ellos con brillantísimos expedientes académicos y prometedoras expectativas de futuro, se enfrentaban a la inhabilitación para aspirar a una plaza en la administración pública. Y tampoco se lo iban a poner nada fácil en la empresa privada.

Desde luego, les habría salido más a cuenta perder 13 o 18 meses desfilando en Ferrol, Cartagena o Melilla. O haber regalado esa cantidad de tiempo a la versión descafeinada del secuestro, la llamada Prestación Social Sustitutoria, de la que fueron cómplices tantas y tantas organizaciones que hoy seguimos teniendo por justas y benéficas. Sin embargo, esos 57 y muchos cientos que llegaron detrás —hasta 12.000— optaron por el camino más difícil, el que después de un rosario de juicios les llevaba casi con total seguridad a la trena y a la condición indefinida de apestados laborales. Ya quisiera el más gallo de los legionarios descamisados tener la mitad de valentía de estos tipos que, utilizándose a sí mismos como munición, acabaron ganando la batalla de la dignidad. Un millón de gracias por haberlo hecho.

Las mentiras de Casado

La eterna disyuntiva que en realidad no lo es: ¿Es más dañino un tontolnabo o un malvado? Efectivamente, llevamos acumulados los suficientes trienios en la cosa esta de vivir como para tener meridianamente claro que no hablamos de condiciones incompatibles. Al contrario, la estadística y de nuevo la experiencia prueban que lo más habitual es que lo uno vaya conjunta e inseparablemente con lo otro. Ya expliqué hace años y sigo confirmando cada día —hace nada, me ha ocurrido con un tipo más o menos cercano— que la mediocridad acaba degenerando, previo paso por el resentimiento, en la vileza más absoluta. Y como con las patatas del anuncio, cuando haces pop, ya no hay stop.

En esas anda desde la cuna la nulidad encumbrada a la presidencia hispana del PP que responde por Pablo Casado. No es ya que haya motivos para tomarse a guasa sus másteres de la señorita Pepis. Empieza a ser dudoso hasta su título de bachiller. De otra forma no se entiende que vaya de plaza en plaza diciendo que en las próximas elecciones “está en juego que España siga siendo lo que es desde hace cinco siglos: una nación unida”. Aparte de lo discutible de saque que es hablar de España como tal hace quinientos años, al tarugo palentino se le olvidan un huevo de revueltas, una guerra sucesoria, alguna que otra invasión, tres carlistadas más un puñado de alzamientos del mismo jaez y, por no hacer interminable el inventario de lo que Goya representó en su Duelo a garrotazos, la contienda incivil de 1936 de la que él es cada vez más indisimulado heredero. ¿Cuestión de ignorancia? Ustedes y yo sabemos que no solo eso: también apego a la mentira.