PP, comienza el mambo

Hagamos acopio de palomitas. La carrera sucesoria en el PP promete un divertimento con el que apenas hace un mes ni contábamos. La que ha liado el pollito Sánchez en el antiguo nido del charrán. Vistos los primeros escarceos, empieza a cuadrar incluso la prisa que se ha dado Mariano Rajoy para hacerse a un lado. Se diría que pone pies en polvorosa al estilo de Estanislao Figueras, aquel fugaz presidente de la primera república española que abandonó las cortes gritando “¡Me voy porque estoy hasta los cojones de todos nosotros!”.

Y qué rápido ha sido el zafarrancho de combate. Se ve que en cuanto el frío de la oposición entra por la puerta, la cohesión salta por la ventana. Todas las inquinas malamente contenidas por la vara de mando han reventado impúdicamente para goce de los malvados que disfrutamos asistiendo a la reyerta desde el palco.

Ni pestañear se puede, tal es el frenesí de los acontecimientos hasta ahora, con el primer cadáver político ya en la cuneta. Pobre Núñez-Feijoó, la gran esperanza blanca como la fariña que se ha tenido que borrar del mambo. Eso deja el centro del ring a las dos enemigas íntimas, Sáenz de Santamaría y Cospedal, que se van a atizar hasta en el cielo de la boca. Será divertido comprobar, desde este trocito del mapa, a qué bando se van apuntando las y los ilustres locales. Y para que nada falte, el tocapelotas de vuelta de todo García Margallo y el trepador Casado se apuntan a la refriega en calidad de supuestas comparsas. Pero ni eso está claro. Si repasan la bibliografía desde Suárez a Sánchez pasando por el mismo Rajoy, verán que más de una vez gana quien menos se espera.

La solidaridad hecha circo

¡Pasen y vean! ¡No se pierdan el mayor espectáculo del mundo… de la solidaridad de pitiminí! ¡Solo para sus ojos y para sus egos chipendilerendis! ¡630 vidas convertidas en material para el selfi, el tuit molón, la proclama justicialista que lo flipas y/o el lagrimón de cocodrilo primermundista! Nunca antes los blanquitos requetebuenos habían tenido a su entera disposición un cargamento así de negritos necesitados de su conmiseración, de su paternalismo nauseabundo, de su —vamos a decirlo claro de una puñetera vez— asqueroso supremacismo disfrazado exactamente de lo contrario.

Miren que desde los primeros compases, la milonga del Aquarius olía a festival sideral de la hipocresía, pero lo visto en las últimas horas desborda las previsiones más pesimistas. El puerto de Valencia ha vuelto a ser, como Níjar o Boiro recientemente, capital provisional de carroñerismo. Un plumilla acreditado por cada inmigrante, o sea, persona migrante, que es como los incansables pero muy cansinos comisarios del lenguaje nos conminan a decir so pena de parecer fachas insensibles.

Preciosas las fotos, emocionantes las historias reales o inventadas, nadie lo niega. Lástima que los ganadores de esta primera fase de la obscena lotería humanitaria todavía deben pasar varias eliminatorias. Cuando los focos dejen de apuntar, el destino de más de una de las personas que sonreían al desembarcar puede ser igual de incierto que el de cualquiera de las decenas de miles de seres humanos que han llegado a la presunta tierra prometida sin tanto bombo. Y aun deberán dar gracias de no haber acabado en el fondo del Mediterráneo como ni se sabe cuántos.

Rajoy, registrador

A tres horas del debut de España en el Mundial de Rusia, se conoce que Mariano Rajoy ha comunicado su renuncia también al escaño en el Congreso de los Diputados, genio y figura hasta su sepultura política. En la noticia se añade que ya ha pedido el reingreso como registrador de la propiedad, lo que provoca una mezcla de estupor, ternura y aroma de cutrez institucional. Estará muy bien lo de evitar las puertas giratorias, pero chirría un tanto la imagen de un señor que ha ocupado una de las más altas magistraturas del Estado escriturando un dúplez con plaza de garaje y trastero en Santa Pola, que es donde tiene la plaza. Y tampoco es que esté mal pagada la cosa, pero quizá cabría encontrar algo intermedio entre esto y los consejos de administración remunerados a millón.

Eso aparte, en este mutis hay una cuestión que, como dijo él mismo sobre la cerámica de Talavera en uno de sus célebres ditirambos, “no es menor, o dicho de otro modo, es mayor”: habrá que reconocerle al expresidente del PP y de España sus redaños para marcharse a cuerpo gentil en lo jurídico. Sin el aforamiento de su acta, se las puede ver en los juzgados ordinarios mañana o pasado mañana. Y ojo, que parece que hay una fila de causas de color marrón acechándole. No suena descabellado, por ejemplo, que lo citen para pedirle explicaciones por el famoso Eme Punto Rajoy. Estemos preparados para que le toque protagonizar algún que otro telediario. Y suerte tendrá si la cosa se queda ahí, porque teniendo en cuenta algún que otro precedente y la gravedad de los sumarios, tampoco se puede descartar otro desenlace. Por si acaso, Mariano, sé fuerte.

Aquarius, no tan bonito

¡Mecachis! ¡Tenía que venir Grande-Marlaska con el alfiler a pinchar el globo! Y miren que había empezado bien el ministro de estreno, contando que su gran proyecto es quitar las cuchillas a las vallas de Ceuta y Melilla. Pero luego añadió que no todos los pasajeros del Aquarius podrían ser considerados refugiados. De hecho, explicó que recibirían el mismo trato que los inmigrantes que llegan en patera, saltando las mentadas vallas, escondidos en los bajos de un camión o por cualquier otro medio. Tal circunstancia implica la posibilidad de internamiento en esos CIE que se pintan como tremendas mazmorras. Y no piensen que fue una ocurrencia del hasta anteayer superjuez con miopía hacia las torturas. La flamante vicepresidenta, Carmen Calvo, lo confirmó palabra por palabra. Cuando arriben a puerto los tres barcos, se cursará una solicitud por cada ocupante y ocurrirá lo que tenga que ocurrir. Como en una macabra lotería, a unos les tocará el ansiado estatuto y a otros, la orden de expulsión.

La puñetera realidad —o sea, la legalidad vigente— se impone a la música de violines. Con esa querencia tan extendida por los telefilmes de sobremesa, muchos se habían tragado a pies juntillas la bonita historia de solidaridad infinita que se había contado. Parecía casi como si con la acogida de 629 personas quedara solucionada la endiablada cuestión de la inmigración. Están muy bien la ingenuidad y las ganas de tranquilizar la conciencia, pero en este caso no era difícil ver que el gurú que le aconsejó a Sánchez pasar por el gran Quijote del Mediterráneo es el mismo que le montó a Albiol la campaña “Limpiemos Badalona”.

El final del cabo Huerta

El último en llegar y el primero en marcharse. Ni una semana le ha durado la cartera. Nombramiento, arqueología tuitera, pomposa promesa del cargo, consejo de ministros a modo de degustación, descubrimiento de marrón indefendible, amago de resistencia, y rendición. Cuerpo triste, vuelve a donde saliste, que en el caso que nos ocupa es el faranduleo con ínfulas, oficio muy bien remunerado, según hemos comprobado. Notable carrerón, el de Màxim Huerta.

Últimamente repito mucho que hay que quitarle a tal o cual lo bailado, y me da que de nuevo cuadra. Quién le iba a decir al celérico dimisionario que un día formaría parte de un gobierno. Pues ya lo puede poner en la solapa de las novelas que publica y, por lo visto, vende como rosquillas. Con el añadido de que nadie antes había durado menos en el puesto.

Poco hay que llorar, por lo demás. El ministerio que pierde es el de propina. Como en aquel genial gag de Les Luthiers sobre un golpe de estado en una república bananera, el que le dan a un cabo furriel después de que los importantes se los hayan repartido generales, almirantes y comandantes. Tras su caída, han colocado al siguiente de la lista, el tal Guirao, y santas pascuas.

Con todo, el efímero cabo Huerta nos deja, a su modo, un legado. Gracias a su peripecia, hemos vuelto a tener la instantánea precisa del rostro marmóreo y la brutal hipocresía que son seña de identidad de la política española. Para miccionar y no echar gota, el cabreo posturil de la grey pepera, rezumando guano hasta las cartolas o las farfullas de Pablo Iglesias cuando el tipo que se va ha hecho exactamente lo que su defendido Monedero.

La venganza del PP

Se retrataba el otro día el presidente del PP vasco, Alfonso Alonso, al proclamar desde el cartel oficioso de avisos a navegantes que no es rencoroso pero que al PNV no le saldrán baratos los apoyos de su partido. Y no es solo la tarjeta de visita personal como espolvoreador de excusas no pedidas y amenazas por elevación. Peor es dejar ver su estrecha concepción de la política como un juego de represalias despechadas y chantajes donde se toma por rehén a la ciudadanía y se la convierte en pagana de la frustración.

No hablamos en hipótesis. Ahí están los hechos contantes y sonantes en forma de varias enmiendas en el Senado contra los propios presupuestos. 35 millones de euros de inversión en los tres territorios de la CAV que se esfuman sin otra razón que cobrarse una revancha que, para colmo, no tenía lugar, pues en ningún sitio estaba firmado que el apoyo a las cuentas era una declaración de fidelidad eterna. Con un par de hechos vergonzantes añadidos, además. El primero, haber mentido vilmente en las horas previas jurando con soniquete de perdonavidas que las inversiones no estaban en peligro. El segundo, la patética justificación del hachazo diciendo que las cantidades que vuelan son aquellas que benefician al PNV. “A los chiringuitos”, se adornó en el exabrupto el senador Iñaki Oyarzábal, sin caer en la cuenta de que por pasiva estaba reconociendo que el espíritu negociador de su partido se fundamenta en el unte puro y duro. Eso, sin contar lo desahogado que hay que ser para defender en público sin ruborizarse que Lanbide, la I+D o las energías renovables son chiringuitos. Será que piensa el ladrón…

Simplemente, decidamos

Los resultados de las últimas consultas en los municipios no invitaban al optimismo. Al contrario, se había instalado algo que, no siendo exactamente una moral de derrota, sí tenía un punto de resignación. De ahí que 100.000 participantes, esa medida casi universal de tantos acontecimientos del terruño, se antojaba una cifra excelente. Y al final, miren por dónde, poco faltó para que fuera el doble. 175.000 ciudadanos y ciudadanas se dieron la mano el pasado domingo de Donostia a Gasteiz pasando por Bilbao para reclamar el derecho a decidir. Como decían ayer los editoriales de los diarios del Grupo Noticias, hablamos de una de las mayores movilizaciones sociales que se recuerdan.

Es obvio que ahí hay varios mensajes. El primero, que es el que se quieren saltar algunos por incómodo, nos dice que el respaldo activo del partido mayoritario en los tres territorios de la CAV, con la presencia a pie de asfalto de su plana mayor, ha sido un factor fundamental en el éxito de la convocatoria. La prueba es el encabritamiento sulfuroso del PP que se siente cada vez más cornudo y apaleado y que ha vuelto a tirar de repertorio cavernario. Anótenlo —o mejor, grábenselo a fuego— los que pretenden sumar restando, creo que ya me entienden.

El otro recado es más simple. De hecho, ni hacía falta una demostración de fuerza como la que acabamos de ver, porque es una circunstancia ya evidenciada en decenas de encuestas, sí, pero también en cada cita real con las urnas. En este país hay una amplísima mayoría social que quiere ejercer el derecho a elegir su futuro y que está dispuesta a aceptar el resultado de un referéndum.