Mendia copia a Gila

Gila contaba que detuvo a Jack el Destripador con indirectas. Se cruzaba con él por el pasillo y, sin mirarle, decía: “aquí alguien ha matado a alguien, y no me gusta señalar”. Con la moral minada, el asesino se entregó y confesó. Se ve que Idoia Mendia hizo el mismo cursillo de criminología parda. Cuando hace dos semanas echó a rodar la bola de mierda sobre las presuntas irregularidades detectadas en el Departamento de Justicia (del que se cuenta que ella misma es titular), utilizó prácticamente la misma fórmula: “No estamos señalando a nadie”.

No, claro que no. Por eso, cinco minutos después de la piada, en todas las portadas digitales estaba en letras gordas el nombre de Joseba Azkarraga, si bien es cierto que en las de los medios más afines el tiro por elevación alcanzaba a Juan José Ibarretxe o se demarcaba el alcance del marrón al consabido genérico “en la etapa del PNV”. Algo más que curiosa, la coincidencia entre la puesta en circulación del chauchau con la bronca con los jeltzales sobre el supuesto agujero en la caja. Adelántate, madre, para que no te lo llamen, que se suele decir.

Como estas cosas se sabe cómo empiezan pero no cómo terminan, junto al del anterior consejero, empezaron a aparecer en los papeles otros nombres. Una de las personas teóricamente “no señaladas” por la portavoz resultó ser una alta funcionaria nombrada por el socialista Ramón Jáuregui y a la que la propia Mendia había entregado el premio Manuel de Irujo —lo más de lo más en materia jurídica— por su labor. También se han desvelado las empresas que habrían participado en la trapisonda, entre ellas, dos reputadísimas firmas… ¡con las que la actual consejería sigue trabajando!

Ahora el asunto está en manos del superfiscal Calparsoro. Ojalá descubra a los responsables de la evaporación de los 23 millones. Y en el mismo viaje, a quienes guardaron el pufo en el cajón, que eso también es delito.

Hombro de militante

Si el codo de tenista —o epiconditis*, en la nomenclatura científica— es una de las peores jodiendas físicas que te pueden caer encima, no le debe de ir a la zaga otra dolencia que aún no está descrita en la literatura médica: el hombro de militante compromisario. ¿Se han parado a pensar cómo se les ha tenido que quedar el omóplato, el cuello y el costillar a los abnegados levantadores de cartulinas amarillas con un “sí” estampado en negro que hemos visto estos días en el congreso a la búlgara del PP? En cada sesión les ha tocado subir y bajar el brazo derecho (cuál si no) no menos de cuatrocientas veces para mostrar su adhesión inquebrantable a lo que sea que les propusieran los guardianes de la ortodoxia gaviotil. Normal, que a la hora del recreo, además de a fino y manzanilla, oliera a Reflex y linimento. Es el precio de la obediencia debida y de no perder el favor de quienes hacen las listas o reparten las poltronas, ahora que las tienen casi todas.

¿Qué ha ocurrido para que los que apenas anteayer estaban a navajazo limpio y zancadilla sucia acaben bailando al mismo son? La explicación más obvia es que han conquistado el poder o, mejor dicho, los diferentes poderes de casi toda la piel de toro, y no hay argamasa que una más que la aspiración a pillar cacho o, aunque sea, cachito. Pero para que eso haya sido posible, se tuvo que dar en el PP un fenómeno que es el que de verdad ha provocado la milagrosa transformación de jaula de grillos en rebaño de dóciles corderos: la laminación sistemática de casi toda la vieja guardia.

Ha sido una jugada tan hábil la de Rajoy, que se ha permitido dejar a Fraga (ahora ya espíritu) como tótem inofensivo y a Aznar como animador folclórico para que suelte esas cosas que entran por un oído y salen por el otro. El resto de los dinosaurios han pasado a la reserva y los díscolos han aprendido que, como dijo Guerra, el que se mueve no sale en la foto.

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* Una amable lectora con conocimientos de biomecánica e ingeniería de rehabilitación me ha enviado una correción técnica que comparto aquí:

«En tu último artículo aparece «epiconditis», en lugar de «epicondilitis» (o más técnicamente epicondilitis lateral o humeral). Esta patología afecta preferentemente a individuos que someten a sobrecarga funcional los músculos del antebrazo y realizan una repetición continua de movimientos, con lo que la etiología corresponde a traumatismos de tracción repetitiva o contracción muscular reiterada. Con esto quiero decir que por la analogía que expones, en realidad te querías referir a la «tendinopatía del manguito rotador» que es una lesión degenerativa localizada a nivel del tendón supraespinoso, cuyo estado agudo es característico de esfuerzos físicos repetidos de elevación anterior o hiperutilización del miembro superior por encima de la horizontal».

Ya veis cómo se puede patinar cuando se pretendía hacer una simple comparación. Mi agradecimiento a la lectora y a todas las personas que me ayudan a mejorar con sus aportaciones.

Por un puñado de céntimos

Como las arcas de la Autónoma Comunidad están a reventar y el que diga lo contrario es un antipatriota, al consejero Bengoa no le llegaba el estetoscopio al cuello y andaba viendo de dónde se podía rascar para que la ex-joya sanitaria no acabara definitivamente en bisutería chungalí. Descartada la opción de sacar a la venta camisetas, pins y llaveros con el lema “Yo (corazoncito) Osakidetza”, busca que te busca una solución, el Galeno Mayor de Patxinia fue a toparse con ella un día que estaba dando de beber a su (seguramente modesto) utilitario. Qué cosa, oye, las gasolineras, que encuentras de todo, desde una baguette escuchimizada a musicassettes de Los Chichos y Camela, pasando por la salvación del sistema público vasco de Salud.

Desde luego, la idea, que ya ha funcionado por ahí con desigual fortuna, es de Nobel de Economía o, como poco, de Veterinaria. Se trata de poner en práctica el legendario “tacita a tacita” de los anuncios de café de Carmen Maura o si lo prefieren, la sabiduría de mi abuela Onésima cuando se agachaba a recoger dos reales: un grano no hace granero, pero ayuda al compañero. Pues lo mismo, pero traducido a céntimos multiplicados por litros de carburante. ¿Al precio que va el caldo, qué más le da a usted, hombre o mujer de Dios, que le claven un euro y cincuenta que un euro y cincuenta y uno? Ni lo va a notar, y menos, si paga con tarjeta o si siempre echa, supongamos, diez o veinte euros. Está todo pensado.

¿Qué, ya le van a encontrar pegas? ¿Que al cabo del año es un pico y para transportistas, un sablazo del quince? ¿Que no acaban de ver por qué los que no conducen van a aportar menos a la hucha para boticas? No den ideas, que esto del céntimo adosado es muy flexible, y lo mismo se puede aplicar a las rondas de potes, las raciones de rabas, las llamadas de móvil o las entradas de fútbol, que de eso no se quejan tanto, so insolidarios. Aflojen el bolsillo.

Una final sin principios

Por mi, Florentino se puede meter el Bernabéu por donde le quepa. Y como sobrará, que se lleven también su ración Mourinho, sus legionarios rompetobillos, los ultrasur y, en general, la piara de caballeros del honor —así se autodefinen en el himno— que se pasaron todo el partido del domingo berreando desde la grada “¡La final de Copa no se juega aquí!”. Que les ondulen con la permanén, que diría el Pichi del madrileñísimo chotis.

Pero debo de ser de los pocos que piensa así. Para mi pasmo, asisto a una especie de rogativa vergonzante ante el señor de los ladrillos y de Chamartín para que nos conceda la gracia de dejarnos pacer en su césped. El otro, que no y que requeteno, y la comisión petitoria, humillándose hasta el corvejón insistiendo en la súplica y nombrando —tócate las narices— a Basagoiti como embajador de buena voluntad para que el conseguidor Rajoy achuche al anfitrión que no quiere serlo. Y si no traga, que dicte otro de sus decretazos, ¿no?

Es curioso ver cómo los orgullos indomables pueden plegarse hasta adquirir el tamaño de un kleenex. A ver con qué cara reclamamos a partir de ahora la otra cuestioncilla que tenemos pendiente. Y a ver también cómo explican los sociólogos que ese ardor identitario que suele buscar coartada en un balón sea capaz de evaporarse ante la perspectiva de encontrar un local bien comunicado donde quepan más bufandas con sus respectivas gargantas. Luego, para ahuyentar las contradicciones y que no se diga, una buena pitada al rey, una foto para el Facebook con la ikurriña y la senyera como si hubiéramos conquistado Cibeles, y tan anchos. Gora Euskadi y Visca Catalunya, rediez.

Una pena, que fuera un bulo lo del ofrecimiento de la federación francesa para jugar en Saint-Denis. Habría sido una salida perfecta para este espectáculo que ha pasado de chusco para situarse en lo patético. Yo, que soy un romántico incurable, apuesto por Anduva.

Lágrimas por unos derechos

Desde Boabdil para acá han corrido ríos de lágrimas por lo que no se ha sabido defender. Suele ser lo único que queda, llorar y patalear hasta que se encuentra una distracción o un motivo nuevo y siempre mayor para el berrinche. Ahora toca hacerlo por los derechos que se esfuman en el birli-birloque de una reforma laboral que, para colmo, sabemos de sobra que tendrá corrección y ampliación en cuanto se encuentre una excusa. Vayamos preparando los pulmones para otra llantina porque esto no ha hecho más que empezar.

Lo que no procede es llamarse a engaño ni trampearse en el solitario. Si el Gobierno del PP se ha tirado a esta piscina es porque sabía que no se iba a dejar la crisma. Por algo ganó unas elecciones hace dos meses y medio con una mayoría aplastante. Se ve que los que se quedan en casa viendo Sálvame o los culebrones de la primera son más que los que bajan al asfalto o, como sucedáneo, al Twitter a protestar. Esa lucha final en la que habríamos de agruparnos todos y alzarnos con valor fue hace mucho tiempo y se perdió. La prueba es que La Internacional se ha convertido en un karaoke de fin de fiesta para partidos con militantes que entre rojez y rojez te aleccionan en una conversación sobre las diez mejores ginebras o lo que va de un jamón de Joselito a un Cinco Jotas.

Anteayer mismo, uno de los susodichos, diputado con varios millones de euros en diferentes cuentas que apoyó dos reformas laborales y ni se sabe cuántos recortazos cuando sus siglas gobernaban, clamaba contra el vil saqueo de Grecia. Él, que sólo la pisa al bajarse del coche oficial para ir de jarana, pedía que el pueblo tomara la calle. ¿Es con ese con el que debo compartir la pancarta? No sabe ya uno ni quién es el enemigo de clase, y se tiene que acoger al comodín del público, a saber, “el empresario”, perverso genérico que engloba a Amancio Ortega y a la sufrida propietaria del bar de la esquina.

Doctor López y Mister Patxi

En el maravilloso clásico Luz de gas (o Luz que agoniza, según otras traducciones), Charles Boyer volvía tarumba a Ingrid Bergman a base de decirle primero una cosa y luego la contraria. Tan pronto la cubría de bellas y protectoras palabras como le echaba una bronca monumental por haber perdido un broche que él mismo había escondido. Será por esa fijación que se me atribuye, pero me resulta asombroso el parecido entre esa forma proceder y la que manifiesta, especialmente de un tiempo a esta parte, el inquilino incidental de Ajuria Enea.

El viernes pasado, además de reconocer en sede parlamentaria que el déficit se le había ido de las manos, confesaba que sería necesaria una nueva ronda de lo que él eufemísticamente denominó “ajustes”. Efectivamente, lo que vienen siendo los recortes de toda la vida. Lo macabramente chistoso es que el domingo, ataviado con el jersey camisero reglamentario de arengar a las masas, clamaba ante las Juventudes de su partido contra la política neoliberal basada en los recortes sin ton ni son. ¿Imaginan a Mourinho despotricando contra los malos modos en el deporte? Pues tal cual.

En realidad, casi peor, porque en su prédica incendiada, Robin de Coscojales atribuyó en exclusiva la receta del tijeretazo y el pisoteo de derechos sociales al PNV y al PP. Pase lo del mamporro a los jeltzales como devolución de los malos ratos que le procuran poniéndole ante el espejo, pero, ¿qué le ha hecho el partido de Basagoiti, aparte de sostenerle la makila y permitirle que salga en la colección de cromos de lehendakaris? Sin entrar al barrizal identitario, ¿quién le aprobó el último presupuesto, cuajadito de hachazos a cualquier materia que oliera un poco a estado del bienestar?

Era el penúltimo récord que le quedaba por batir: ser Gobierno y oposición a un tiempo, algo así como el Doctor López y Mister Patxi. Si acaba colando, es que definitivamente nos lo merecemos todo.

Cambio de papeles

Escribí hace unos meses aquí mismo que el actual Gobierno vasco se apoyaba en un pacto a bofetadas. Tres años menos un mes después de su firma, lo sigue siendo. Sin embargo, en las últimas semanas estamos asistiendo a un significativo y —por lo menos, para mi— sorprendente cambio de papeles. López, que hasta la fecha recibía todas las yoyas de Basagoiti con un estoicismo que hacía sospechar que tenía sangre de horchata, parece haberse rebelado. Ya no se calla, tragando quina, ante el escarnio público al que le somete su socio y sostén. Ha empezado a devolver las guantadas y le ha cogido gusto a ejercitarse sin disimulo en todas las cosas que sabe que le hacen echar las muelas a su costilla política.

Aunque quedó eclipsado por la bronca con el PNV a cuenta del agujero en la caja, hace seis días pudimos asistir a un sabroso episodio de esta recién estrenada indisciplina. Siguiendo el ritual de costumbre, Antonio Rottenmeyer abroncó a través de la prensa a Heidi López por sus últimos descarríos, mayormente en la cuestión del acercamiento de presos: “Les seguimos apoyando pero que no nos toquen las narices”. En lugar de bajar las orejas y aguantar la granizada, el lehendakari salió respondón: “Si eso es tocar las narices, lo seguiremos haciendo”. ¡Zasca!

Eso se merecía que el sublevado acabara en el cuarto de pensar copiando cien veces “No replicaré a quien se lo debo todo”, pero no hubo castigo. Lejos de ello, el pasado viernes, Basagoiti se presentó en el Parlamento vasco suave como un guante para pedirle por favor a su ojito derecho que no se dejara enredar por la propuesta de constitución para Euskal Herria del niño malo Eguiguren. La respuesta del aludido fue que verdes las han segado y que a él no le decía nadie lo que tenía que hacer.

¿Habrá cisma? Esa esperanza está abandonada, pero se agradece que nos hayan cambiado el guión. Ahora Patxi es Lussón y Antonio, Codeso. Y mola.