Ministro Alonso

Hay primeras rebanadas del pan de molde con mejor currículum que Alfonso Alonso para hacerse cargo de la cartera ministerial de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Cierto que, en ese sentido, en poco se diferencia de la mayoría de los integrantes del estrafalario gabinete de Rajoy, a cada cual más incompetente. A estas alturas de la legislatura, ya nos ha quedado claro que el presidente plasmático no escoge a su guardia de corps por sus capacidades, sino atendiendo a razones más retorcidas. Le sirven especialmente los de piel y mollera duras, con ego de talla triple XL, sentido legionario de la disciplina y disposición ciega a parar con su cuerpo las balas dirigidas a su amo y señor.

Todas esas son facultades que adornan, hasta por exceso, a Alonso, un tipo que desde su más tierna infancia soñaba con ser lo que le acaban de nombrar: ministro, lo de menos era de qué. Es gracioso que sin distinguir una aspirina de una onza de chocolate y fumando —también en público— como un carretero o un personaje de Mad Men, el señorito le haya encajado justamente en Sanidad. Simplemente, las cosas se han dado así. Era la vacante que había. Si en lugar de Mato, hubiera caído otro pichón gubernamental, el vitoriano también habría sido el repuesto.

Por ese lado, la elección contiene algo así como la declaración de últimas voluntades del PP. Intuyendo que no queda casi nada para ser desalojado de Moncloa, Mariano —se dice que con la intercesión de Soraya— ha querido premiar a título casi póstumo a su más abnegado, entregado y sumiso servidor. La lección es que en política la forma más efectiva de trepar es reptando.

Nicolás y otros farsantes

De todas las historias recientes, ninguna me ha subyugado tanto como la de ese truhán semialevín que han dado en llamar el pequeño Nicolás. Al fondo a la izquierda, los ortodoxos me reprochan que me tome a chunga lo que debería indignarme como otra muestra más de la podredumbre hispana. Pero por más que lo intento, soy incapaz de cabrearme con este imberbe con cara de llevahostias que se la ha dado con queso a la crema y la nata de la peperidad y territorios aledaños. Y lo mejor es que lo ha hecho colándose en la cúpula del trueno, practicando un modo de entrismo que deja en aficionados a los teóricos trostkistas que predicaban la infiltración. Lo gracioso del caso es que él mismo profesa la fe política de los pardillos —julas o julais, se dice en la jerga— a los que ha hecho morder el polvo.

Como a la juez que le tomó declaración, no me acaba de cuadrar que un niñato, por muy de Nuevas Generaciones que sea, se la pegue con tan aparente facilidad a consumados maestros de la estafa como la mayoría de sus víctimas. Algo más debe de haber que todavía no se nos ha contado y que probablemente no lleguemos a descubrir, porque como sabemos por timos más pedestres, como la estampita o el tocomocho, los que pican suelen obrar con peor fe que los que los endosan.

Añado el nombre del pollo pera a mi lista de farsantes favoritos. Ahí están Tania Head (o sea, Alicia Esteve), presidenta glorificada de las asociación de víctimas del 11-S sin haber pisado Nueva York el día de autos, o Enric Marco, que durante años provocó llantos con sus historias de Mauthausen, donde jamás había estado. ¿Culpa de los engañadores o de los engañados?

¿Escenificación o escándalo?

Prodigio de los prodigios. En menos de una semana, los 1.500 kilazos del IVA de Volkswagen se convierten en cien. Cómodamente abonables en cuatro anualidades de 25. El apocalipsis anunciado para las arcas navarras se queda en un mal sueño. Montoro aprieta pero no ahoga. Solo es cuestión de pedirle las cosas con la debida delicadeza. Ayuda, y mucho, que los solicitantes tengan en el bolsillo el mismo carné. A Pablo Zalba y Ana Beltrán, que no son exactamente Winston Churchill e Indira Gandhi, les ha bastado una sonrisa y una gaviota estampada en una cartulina para triunfar allá donde mordió el polvo la corajuda presidenta. Se imagina uno los cagüentales de la doña al ver la foto de los conseguidores en animada cháchara con el perdonavidas de la voz atiplada. Su trabajo, hecho por un par de secundarios de la política foral a los que, para colmo, últimamente no deja de hacerles rabiar. Dice mi periódico que Barcina ha sido ninguneada. Supongo que no se han querido cargar las tintas. En realidad, ha sido humillada. Por sus prójimos ideológicos, además, lo que debe de resultarle aun más doloroso. Con esos amigos, ¿quién necesita enemigos?

Los espectadores de estos volatines también hemos sido muy benevolentes. Hablamos de escenificación, y sin duda, lo ha sido, con interpretaciones bastante pobres, por cierto. Pero lo gordo ha ocurrido en la tramoya. Resulta que por interés político, un señor Estado puede sacarse de la sobaquera una deuda que arruine a una Comunidad… o dejarla en algo más que una multa de aparcamiento. Eso ya no es teatro, sino un escándalo indecente perpetrado a la vista pública.

Si molestamos, nos vamos

A iniciativa de los tocanarices profesionales de UPyD, pero con los votos imprescindibles del PP, la Asamblea de Madrid ha aprobado una resolución que exige la supresión del Concierto y del Convenio. Sostiene esta panda de tiñosos indisimulados que los regímenes especiales de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa suponen un intolerable agravio comparativo y quiebran el principio de solidaridad entre “las distintas comunidades de España”. Al primer bote y de calentón, la respuesta es bien sencilla: pues si tanto jodemos la marrana, échennos de una puñetera vez, que ya nos las apañaremos (o no) fuera de su manto dizque protector. ¿Se dan cuenta de que lo suyo es de manual de psicopatología? Concretamente, de los capítulos que hablan sobre los mecanismos mentales de los maltratadores. Háganselo mirar.

Luego está la matraca de los privilegios. Hay que tener rostro de granito para venir a dar esa barrila desde el punto del mapa tocado por las regalías sin fín de la capitalidad. ¿Echamos cuentas del repastón que les llueve solo por ser vos quien sois? Otra cosa es que, por ese carácter entre corruptuelo y manirroto (o las dos cosas) de sus mandamases, o sea, ustedes, acaben puliéndoselo todo en faraonadas y sus comisiones correspondientes.

Añadan, dones y doñas culiparlantes, que la cámara que acoge sus rasgados de vestiduras es de la Señorita Pepis, inventada anteayer junto a la pomposa Comunidad que se sacaron de la manga en una de las mil carambolas chuscas del café para todos. El poblachón manchego y su comarca devinieron en Autonomía por la jeró. Si ahora no les llega para vicios, es su problema.

Frente Nacional (Reloaded)

Como perdí hace rato la costumbre de chuparme el dedo, tengo bastante claro que la propuesta de Mariano De Cospedal (o María Dolores Rajoy, me lío) para formar una santa alianza contra el pérfido soberanismo catalán es una de esas invitaciones que se hace sabiendo que va a ser rechazada. Aparte de los titulares de aluvión que se cosechan, tras recibir las calabazas de los interpelados, puede uno hacerse el digno y echar en cara a los refractarios su falta de coraje o, en el caso que nos ocupa, su españolidad de chicha y nabo. Si se da la remota circunstancia de que el guante sea aceptado, se queda como padre de la idea, con los derechos de pernada que eso implica.

La cuestión es que no va a ser. Solo la excrecencia magenta, que cotiza en mínimos históricos en el mercadillo de populismo cañí, ve con buenos ojos la traslación electoral (o, por qué no, la literal) de los ejércitos borbónicos de hace tres siglos. Los demás conminados se llaman andanas, con argumentaciones tan pero tan creíbles como las de Patxi López, que dice que a su partido nunca le han molado las trincheras… después de haber sido lehendakari gracias a un pacto de sangre contra el pecaminoso nacionalismo, previa ilegalización de la formación que hacía que no salieran las cuentas. La desmemoria se confunde con el rostro pétreo, vaya huevos.

Más allá del desahogo mostrado por el que no se iba a ir a Madrid pero se ha ido, quizá les sorprenda si les confieso mi pena ante el fracaso antes de nacer del Frente Nacional cospedaliano. Sería, al fin y al cabo, otra forma, tal vez esquinada, de ejercer el derecho a decidir, ¿no creen?

Por lo menos, disimulen

Como hemos vuelto al pasado mitológico y todo quisque anda citando a los padres fundadores de la transacción, digo de la transición, me sumo con una anécdota cuya moraleja o lectura actualizada vendrá más adelante.

Cuando Adolfo Suárez, después de mil culebreos y birlibirloques, encontró la fórmula para legalizar el PCE y ya tenía día y hora para anunciarlo —aquel sábado santo de 1977—, puso sobre aviso a Santiago Carrillo a través de su mensajero habitual, José Mario Armero. Se trataba de transmitirle al viejo zorro que le tocaba cumplir su parte del acuerdo, es decir, aceptar pública y solemnemente la bandera rojigualda y la monarquía. También se le pedía que tuviera quietecitos a sus camaradas y que no salieran a la calle a celebrarlo. Pero había un añadido muy importante en el recado: “Dile que no se le ocurra agradecérmelo y, mucho menos, elogiarme; si es posible, que me ponga a caldo”. Hay varias versiones del mensaje, pero todas van por el mismo lado: había que evitar como fuera que se viera la componenda, y la mejor forma de hacerlo era seguir intercambiando exabruptos.

Ya que estos días se están remedando apaños como aquellos, sería bueno (para ellos, claro) que los protagonistas tuvieran, siquiera, la malicia de disimular como hicieron Suárez y Carrillo. Sin embargo, nos encontramos con que el PP oficial y el oficioso se deshacen en jabón hacia el PSOE y, particularmente, hacia su líder crepuscular, al que se glosa como el recopón de la generosidad y el sentido de Estado. Cada una de esas loas es un clavo en el ataúd del partido otrora socialista, un abrazo del oso mortal de necesidad.

Borbón y cuenta vieja

No me apresuraría yo a buscarle mote al futuro Felipe VI. A su padre, hoy abdicante por sorpresa o similar, le bautizaron Juan Carlos el breve, y se ha pegado casi cuarenta años literalmente a cuerpo de rey. Para más recochineo, digan lo que digan los cándidos festejadores de no se sabe muy bien qué, se pira porque la biología no le da más de sí, y que le quiten lo bailado, lo bebido y lo matado en las llanuras de Doñana y Bostsuana. Este triunfo es, perdonen que la coja llorona, otra derrota, no muy diferente de la que supuso ver al bajito de Ferrol diñarla en la cama. Así se escribe la historieta de este reino al que a unos cuantos no nos apetece nada pertenecer.

Y así se seguirá escribiendo, me temo después de comprobar cómo la gran coalición que tanto negó la fracasada Valenciano se conformó ayer a efectos laudatorios del monarca en cese por derribo. Fue cosa de ver y escuchar al interino Pérez Rubalcaba hacerse jabones olorosos del Borbón. Por suerte, no les pilló en campaña, porque el peloteo bochornoso habría acabado por disuadir a los cuatro o cinco votantes que le quedan al PSOE. Con todo, el elogio excesivo es solo el síntoma. La enfermedad reside en la voluntad de ir a piñón con el PP en el toqueteo legal que la nueva situación requiera. Como con el techo de deuda, los partidos turnistas van otra vez de la manita a darle un zurcido a la Constitución para que la corona ajuste conforme a derecho (a su derecho) en la testa del heredero de quien, a su vez, la recibió del caudillo y generalísimo de las Españas. Con cuánta razón proclamó el jodido que lo dejaba todo atado y bien atado.