Con seis meses de retraso, nos enteramos de una agresión sexista ocurrida —siempre hay que poner “presuntamente”— en Zarautz. Según denuncian colectivos nada sospechosos, el porqué de tanto tiempo de ocultamiento tiene que ver con el lugar donde se produjeron los hechos y, sobre todo, con la filiación política del señalado como autor del ataque. El episodio ocurrió en la Herriko Taberna de la localidad costera y el tipo en cuestión es un antiguo concejal de EH Bildu y personaje referencial de la izquierda soberanista en el municipio. La víctima, una joven de 19 años que trabajaba —en pasado— en el bar.
No hace falta tener demasiada imaginación para saber que habría ardido Troya si la agresión hubiera tenido como marco un Batzoki, una Casa del Pueblo o una sede del PP. Incluso sin siglas de por medio, los acontecimientos hubieran tenido un curso bien distinto. Esta vez lo que se hizo fue seguir lo que nos presentan como un protocolo interno vanguardista del copón que ha desembocado —¡tras medio año y solo después de que el asunto saliera a la luz pública!— con la retirada del carné al supuesto agresor. Nada que ver en absoluto con lo que se proclama a voz en grito para el mismo tipo de situaciones. Debo decir también, bien es cierto, que esta conducta no me ha sorprendido lo más mínimo.