Dos días en Varsovia

He estado en Varsovia en tres ocasiones. La primera a final de los años ochenta formando parte de una delegación de la comisión de exteriores del Congreso presidida por el socialista canario Luis Fajardo. Eran los tiempos de Jaruzelski y Varsovia era una ciudad triste, con poca luz, edificios descascarillados y un régimen que lo controlaba todo. De hecho nos recibió el ministro de asuntos exteriores y al hablarle de derechos humanos y democracia tuvimos una bronca de campeonato. Menos mal que nos había invitado el Mariscal de la Dieta, Roman Malinowski quien nos había alojado en unas dependencias contiguas al Parlamento o Sejm porque si no, nos expulsan del país.

El embajador de España se apellidaba Olivié y era un tipo movido. Creo está ahora en la CEOE. Estando en su residencia quiso visitarnos el corresponsal de la agencia EFE a cuenta de la bronca y, el segundo de la embajada, Aguirre de Cárcer, sibilinamente se lo llevó a otro sitio.

Recuerdo aquel viaje por lo sórdido que era todo. En la plaza central de Varsovia, Jozef Pilsudski, reconstruida, compré un mantelito de lino. La señora que los vendía no tenía el menor interés en vender nada. Era una funcionarla sin estímulo alguno. Recuerdo con nitidez la escena.

La segunda vez que estuve en Varsovia fue a una reunión de la democracia cristiana. Fuimos un grupo del PNV presidida la delegación por Xabier Arzalluz, quien tras aquel viaje nos llevó a Berlín, ya unificado, a conocer por los lugares que él pateó tan bien. Fue un lujo contar con aquel guía en momentos en los que estaba dejando de fumar.

En Varsovia tuvo varios encontronazos con Javier Rupérez, con declaraciones fuertes en momentos en los que nos oponíamos a la entrada del PP a aquel club. «Si Aznar es liberal y así lo dice ¿para qué carajo quiere estar en la Internacional Democristiana?”.. Una noche fuimos a la plaza del mantelito y en un bajo acabamos todos cantado habaneras ya que por Unió Democrática de Catalunya iban Duran y Jordi Casas. Recuerdo además una cena en un club con intelectuales polacos, la visita un rascacielos regalo de Stalin y la compra de caviar en un mercado público por dos perras.

Y la tercera este domingo 2 de octubre para asistir a la reunión de la Cosac (asamblea de los 27 parlamentos estatales europeos) aprovechando la presidencia polaca de la Unión. Y he visto otra Varsovia a la que le acompañaba un tiempo espléndido. Calles con vida, iluminación, grandes hoteles, calles comerciales con las mejores marcas, mucho turista y una organización exquisita. Los polacos habían soñado con esta presidencia desde hace años, pero ahora las presidencias semestrales están muy condicionadas por los poderes del presidente del Consejo, Van Rompuy y de la Alta Comisionada, de la Unidad para la política exterior como Margaret Ashton. De hecho en todas estas cumbres semestrales de los últimos tiempos acude siempre el primer ministro Donald Tusk. En esta ocasión mando a su segundo. No acertó.

El SEJ o Parlamento está muy bien. Nos regalaron dos peonzas con colores muy vivos, símbolos de la presidencia semestral y un tabletón de chocolate estupendo. Y hablaron Comisarios, secretarios de estado, ministros y hubo durante dos días un debate muy vivo donde casi todo giraba alrededor de la crisis griega, la entrada de Turquía, el europesimismo, la necesidad de más Europa, la emigración, el euro, la gobernanza económica europea y temas concretos. Yo intervine y le pregunté al vicepresidente polaco por  qué siguen admitiendo que la víspera de una Cumbre se reúnan Merkel y Sarkozy y a ver si eso no lo pueden hacer en la misma reunión o de otra forma pues deja a las instituciones europeas colgadas de la brocha. Les pregunté por la suspensión del tratado de Schengen por parte de Dinamarca a cuenta de la emigración. También por el mercado común electrónico, una de las banderas de la presidencia polaca y por el tratado comercial con Mercosur. El vicepresidente contestó por bloques. Estuvo bien.

La cena oficial tuvo lugar en el castillo real. Previamente nos lo enseñaron. Los nazis lo habían dejado como la palma de la mano y los polacos lo habían reconstruido y en la cena que tuvimos en los sótanos en unas cavernas modernizadas estuvo el presidente del Parlamento Europeo que es polaco, Jerzy Buzek.

Polonia es un país en cuya sangre los glóbulos rojos son el nacionalismo y los blancos, el catolicismo. Un noventa por ciento se declara así y en la visita del Papa Juan Pablo II, un nacionalista polaco poco universal, fue objeto de una veneración increíble.

Nos hablaron de lo que pasó tras el accidente aéreo que le costó la vida al presidente Kaczsinski, de la mala imagen que dejaron los llamados “ladrilleros” españoles que fueron a Polonia a especular como si estuvieran en Marbella, del poco éxito del Instituto Cervantes en un local de dos mil metros cuadrados en el centro de Varsovia, de la historia de un país que ha desaparecido en tres ocasiones de las elecciones que van a tener lugar ahora y de las perspectivas que hay en las relaciones políticas y económicas.

Finalmente decir que los representantes de 27 parlamentos más el europeo tuvimos nada menos que 22 cabinas de traducción simultánea con estos idiomas: Inglés, búlgaro, checo, danés, alemán, estonio, finés, francés, holandés, griego, húngaro, irlandés (gaélico), italiano, lituano, letón, estonio, maltés, polaco, portugués, rumano, eslovaco, esloveno, castellano y sueco.

¿Nadie de los presentes sabía inglés, francés o alemán?. Casi todos, pero todos reivindican que su idioma oficial tenga su traducción simultánea. Esto cuesta un pastón, pero así se hace. Para que luego nos digan que en el Senado no pueden ni deben hablarse los tres idiomas cooficiales porque todos saben castellano. Pues sí. Como en Europa, pero por si acaso España quiere que el castellano tenga su caseta.

Ah!. Finalmente un apunte. Nos dijeron: no llevar aquí una corbata roja. El comunismo les vacunó y no quieren el color rojo ni en el tomate.

Un comentario en «Dos días en Varsovia»

  1. Es la 2ª vez que le leo que Juan Pablo II era nacionalista. Y es la 2ª vez que le contesto que se equivoca. He leído mucho acerca de Juan Pablo y el único nacionalismo polaco que tenía fue en su juventud, y porque lo contrario significaba posicionarse del lado de la atea URRS, que poco menos que quería cargarse no sólo el catolicismo, sino cualquier concepto religioso o espiritual.
    Su nacionalismo no era patriótico (este hombre pensaba en los seres humanos sin concederle la menor importancia a su lengua, cultura o lugar de nacimiento… todos son iguales para él), simplemente se oponía a la URRS como cualquier eclesiatico porque era atea y los acababan de invadir militarmente (cosa que no pasa con los vascos, a menos que aceptemos que euskadi fue invadida… por los propios vascos, que eran el 90% de las tropas pro-españolas).

    Vuestro problema (y atienda bien), es que cuando habéis ido los del PNV al Vaticano a explicarles vuestra ideología rústica y aldeana, os han mandado a freir esparragos.

    Por eso os cae mal Juan Pablo, porque como buen cristiano pensaba en los seres humanos como algo principal y esencial, y no creía elevado crear fronteras o establecer diferencias entre ellos salvo situaciones de guerra o fuerza mayor, que es lo mismo que viene a decir la ONU… es decir, como persona intelectual de amplias miras y horizontes, cada vez que os veía os mandaba al cuerno por catetos y pueblerinos… pero eso no sólo os pasa en el Vaticano… os pasa también en la UE o la ONU por los mismos motivos.

    Por cierto, menudo favor le ha hecho Ibarretxe a los del Sahara equiparando su situación a la de Euskadi (que es claramente España con la legislación internacional en la mano)… con amigos como ese para que quieren enemigos.

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