La última imbecilidad: De Kate a Catalina

Leía hoy el reportaje que en la contraportada del País le hacían a Lorella Zanardo que es una comentarista italiana que se ha movilizado contra el machismo del indeseable de Berlusconi.  Un movimiento inexorablemente solo.  Nadie lo interpreta en la política. “No es Berlusconi nuestro problema.  La izquierda está berlusconizada.  Tenía que encauzar la indignación, pero reproduce sus mismos esquemas”.  Hay que mirar hacia fuera, a lo pequeño: “Mi objetivo es sencillo: testificar que otra Italia existe y resiste.  Y hace milagros”.

Esta reflexión me ha trasladado a los babosos e imbéciles comentarios de unos falsos profesionales de TVE a los que he escuchado a las once de la mañana opinar sobre como iba trascurriendo los prolegómenos de la boda.  Daban por hecho que el “protocolo” como decían de forma reverencial lo puede permitir todo.  Estos ignorantes eran los comentaristas perfectos para radiar la boda en una dictadura, no en una democracia, donde la voluntad popular está por encima de ese abyecto protocolo que se ha permitido el tupé de no invitar al acontecimiento a los dos ex premiers laboristas Blair y Gordon.  Este dato, y el que el actual premier Cameron lo haya permitido habla muy mal de la democracia inglesa.  No son tan listos como se creen.

Entiendo que a la gente le guste ver en directo una boda de una pareja guapa rodeada de lujo, glamour y gente bastante fea, aunque muy bien vestida, salvo algunos horribles sombreros.  Los uniformes, la puntualidad, las casacas, la marcialidad, las reverencias al no ser tan usuales reunidas en unas horas hacen que todo ese derroche, haga que guste al marujeo y al no marujeo. La estética es bonita, pero habría hecho falta que gente con mayor formación democrática destacaran lo bello e hicieran hincapié en lo no tan bello: lo absurdo dela monarquía, el hecho de que el padre del novio ya tuvo una boda similar y prometió lo que jamás cumplió, una jefa de estado de 85 años que deja a su hijo en la irritante espera, el derroche en una Gran Bretaña con cinco millones de parados, la estupidez de la familia real española comparando Kate con Leticia, el escándalo de que la parejita española haya viajado gratis total cuando ya la reina Sofia había decidido acudir al festejo, el catetismo que supone decir reverencialmente que ahora a Kate hay que llamarle Catalina e imbecilidades parecidas.

Estoy con la documentalista italiana. Hay mucha gente que está en contra de todo esto pero que no puede expresarse porque estos comentaristas, estos socialistas de opereta, estos periodistas de Prisa (los de la derecha es lógico sean unos babosos) no les dejan. Me encantaría que algún día abran los micrófonos a la calle y dejen opinar estas cosas en medios mayoritarios.  Verían como todo este glamour se quedaba constreñido al espectáculo, pero no a la política.

Y un apunte final. Sabía que los británicos eran unos magníficos organizadores, lo que no sabía era que fueran tan papanatas y tan simples.  Una pena.