Rusofobia

Aunque ahora anda recogiendo cable y acogiéndose al comodín de la tergiversación de sus palabras, la rectora de la Universitat de València, Mavi Mestre, ha instado a volver a su casa a los diez alumnos rusos que cursan sus estudios en el centro académico. Según ella, se trataba de una amable invitación “por su propia seguridad”. Lo que no ha explicado es qué tipo de peligro puede acechar a los estudiantes en la capital del Turia. Como le reprochan los miembros de la plataforma de profesores asociados de la propia institución, “la universidad tiene que ser un espacio de paz y encuentro”. Pero la rectora ha preferido ser más papista que el papa y descargar sobre los jóvenes una decisión para la galería y que, en todo caso, debería dirigirse a las instituciones rusas y no a sus ciudadanos. Estos diez alumnos no deben ser los paganos de las acciones del tirano sin escrúpulos que los gobierna.

Y creo que es bueno que se nos meta a todos en la cabeza, porque más allá de exageraciones mononeuronales como tratar de prohibir un seminario sobre Dostoievski en una universidad de Milán, empezamos a ver cancelaciones de actividades culturales con presencia de personalidades rusas. O, como poco, llamamientos al boicot. En ningún sitio se debería sucumbir a esa grosera atribución de los crímenes de unos pocos a todo un pueblo, pero menos, en el nuestro. Los vascos sabemos lo que es cargar injustamente con el baldón de los crímenes de ETA cuando éramos nosotros los que los sufríamos en carne propia. Basta media gota de empatía para comprender que también los rusos son las primeras víctimas de Putin.

¿La venganza de Alfonso Alonso?

Leo en un medio que bebe a morro de fuentes de Génova que una de las primeras cosas que hará el mesías Alberto Núñez Feijóo cuando tome el mando efectivo será quitarse de en medio al actual presidente del PP vasco, Carlos Iturgaiz. Se añade, incluso, que Alfonso Alonso está por la labor de dar el paso y asumir de nuevo el puesto del que fue sacado a patadas por el hoy cadáver político andante Pablo Casado. Por un lado, me cuesta creer que el taimado y calculador Alonso se preste a dejar su comodísima vida de lobbista para volver a tomar las riendas de una formación cada vez más residual y sin grandes perspectivas de remontar el vuelo. Claro que, conociendo su gusto por los focos y los micrófonos, ante los que se maneja con una maestría envidiable, tampoco sería tan descabellado que se dejara tentar.

Mucho más, cuando al hacerlo podría cobrarse la revancha que lleva rumiando desde el mismo instante de su cruel descabalgamiento del machito. No hay más que leer el artículo de página entera que publicó en El Mundo o que escuchar lo que le dijo a Arantza Ruiz en ETB para comprobar que el exalcalde de Gasteiz sigue respirando por la vieja herida. De saque y sin cortarse, reclama un congreso propio del PP vasco después de recordar que los actuales dirigentes no son más que fieles mayordomos que han venido cumpliendo la voluntad de Casado hasta un minuto antes de su defenestración. No es mía sino suya esta frase: “Casado quería una sucursal del PP en el País Vasco, no un PP vasco”. Vayamos haciendo acopio de palomitas porque los próximos episodios del jueguecillo de tronos local se prevén de lo más jugosos.

Carestía y desabastecimiento

No voy a poner en duda que la salvaje invasión de Ucrania por parte de Rusia conlleva, en su tercera derivada, efectos devastadores sobre la economía de los que estamos a cuatro mil kilómetros de la línea de fuego. Sin necesidad de tener un máster de los que le regalaban a Pablo Casado, se comprende perfectamente que suba el gas, el petróleo, la electricidad y, en efecto dominó, cualquier otro producto cuya elaboración y distribución se ven afectadas por tales subidas. Igualmente, me da la sesera para entender que, puesto que el territorio castigado es el origen de una parte importante de varios de los productos agrícolas que consumimos en este trocito del mapa europeo, vayamos a tener problemas de suministro y, en consecuencia, su precio se encarezca. En palabras del inefable Rodrigo Rato, “es el mercado, amigo”.

Pero lo que ya no cuela es que apenas un segundo después de la caída de la primera bomba, los productos que ya estaban en los almacenes de los supermercados duplicaran su precio, como ha ocurrido con el desaparecido de los lineales aceite de girasol, incluso el de producción española. Claro que también es verdad que hay que citar como factor fundamental de la carestía y el desabastecimiento la inmensa estupidez y el aún mayor borreguismo de muchos de nuestros congéneres que se han lanzado a acaparar botellas que, para cuando vayan a consumirlas, estarán echadas a perder. Al final, es un ejemplo de libro de la profecía que se cumple a sí misma. El miedo a que no haya provoca, justamente, que no haya. Y los especuladores, pescadores de río revuelto, se frotan las manos.

Una pintada injusta y miserable

De un tiempo a esta parte, ha adquirido cierto relieve en Iruña un grafitero que firma con las siglas LKN. Según leo, sus primeras pintadas tenían que ver con Osasuna y su entrenador, Jagoba Arrasate y luego saltó a las cuestiones políticas. Seguramente porque soy un sieso, hasta ahora no he sido capaz de encontrarle la gracia. Pero algo debe de tener el agua cuando la bendicen, porque el artista urbano —así se autodefine— ha conseguido que se refieran a él como “el Banksy navarro” o, con ecos que rozan lo castizo, “el Banksy del pueblo”. Y entre las personas de confianza a las que he consultado, la opinión positiva es casi unánime. Tanto, que incluso hay quien le ha quitado hierro a la obra que ha provocado primero mi indignación y luego estas mismas líneas.

Hablo de una ilustración que apareció el pasado viernes en la antigua estación de autobuses de la capital de la comunidad foral. Se titula “Que se maten ellos” y representa a los presidentes de Rusia y Ucrania frente a frente apuntándose con una pistola y con sendas esvásticas en el brazo. Quizá pretenda pasar por provocación, pero la equiparación del asesino Putin con Zelenski, el líder del pueblo que está siendo objeto del devastador ataque no es solo una injusticia sino que incurre en lo miserable sin matices. Y lo que ya no tiene nombre es pintarlo como nazi comprando la vomitiva propaganda putinesca cuando Zelenski pertence a una familia judía que perdió a media docena de sus miembros en las cámaras de gas de Hitler. Supongo, con todo, que en la raíz de la barbaridad está la ignorancia y las ganas de dar la nota. Los que le bailan el agua deberían hacérselo mirar.

Te echaremos en falta, Valentín

Cuando conocí a Valentín Popescu a principios de este siglo, el inmenso periodista ya tenía todos los años del mundo. Podría haberse jubilado y dedicarse vaya usted a saber a qué hobby. Creo que no le faltaban aficiones, aunque ninguna le tiraba más que desentrañar las intrincadas madejas de la información internacional. No a partir de elucubraciones, bulos interesados o lugares comunes tamizados por esta o aquella ideología. Lo suyo eran los datos y, desde luego, el conocimiento enciclopédico de la Historia lejana y reciente, de la que él mismo había sido no ya testigo directo sino protagonista. Apenas con 14 años, llegó a Barcelona junto a su familia desde Rumanía, huyendo de los estragos de la segunda Guerra Mundial. Fue, por lo tanto, un refugiado como los centenares de miles que ahora huyen de Ucrania y sobre los que, por desgracia, no podrá escribir.

Su último texto para los diarios del Grupo Noticias lo escribió, ya muy enfermo, un par de días después del comienzo de la invasión rusa. Nos hablaba ahí del nudo gordiano que se dilucida en esta contienda. Putin, decía Valentín, tiene soldados dispuestos a morir por sus interesares, aunque le falta dinero para pagarlos. La OTAN, al otro lado, tiene dinero de sobra, pero no soldados y menos, dispuestos a morir por Ucrania. No mencionaba a los heroicos civiles ucranianos que sí están aportando su sangre a una causa seguramente perdida. Pero sí a China, agazapada a la espera de beneficiarse de la destrucción mutua y sin tomar otro partido que el suyo. Ha sido la última lección del maestro del adusto traje gris y la eterna pajarita. Cuánto le echaré de menos.

Vox toca pelo gubernamental

La misma noche electoral, Santiago Abascal le dijo entre risotadas al cabeza de lista de Vox, Juan García-Gallardo, que se le estaba poniendo cara de vicepresidente. El tiempo (el poquito tiempo; ni un mes, en realidad) le ha acabado dando la razón al caudillín de Amurrio. Su sucursal castellano-leonesa pilla de una tacada esa vicepresidencia, tres consejerías y, de propina, la presidencia de la Asamblea. Da entre pena y risa recordar al políticamente difunto Pablo Casado jurando que no les iba a caer esa breva a los ultramontanos. El plan inicial era que Vox entregara sus votos gratis et amore o repetir las elecciones. Lo despiporrante es que el líder del PP en el terruño y aspirante a la reelección como presidente se mostró todavía más tajante. Por encima de su cadáver iba a compartir Mañueco gobierno con los abascálidos. Ya ven lo poco que dura un “no es no” en la política española.

Y ya ven de paso cuál ha sido la primera decisión importante del virtual (pero ya en ejercicio) presidente del PP, el muy moderado Alberto Núñez Feijóo. Si a alguien le sorprende, que se empolle un poco más al personaje. Si algo es el gallego (además de gallego), es un fuera de serie en materia de cabalgar contradicciones. Esta no le va a pasar factura. Primero, porque se va a olvidar echando leches. Segundo y más importante, porque a los votantes de a pie del PP no les incomoda en absoluto compartir gabinete con Vox. Al contrario, lo ven como el reencuentro de miembros de la misma familia que se habían distanciado un tanto. Si lo piensan, lo cierto es que Vox ya había gobernado en Castilla y León: cuando todavía formaba parte del PP.

Sánchez no se atreve con Zabalza

El ímpetu memorialista de Pedro Sánchez tiene un non plus ultra. Porque mola una hueva hacerse selfis junto al mural de las trece rosas. O sacar a la momia de Franco del Valle de los Caídos para trasladarla en helicóptero a un cementerio vulgar y corriente metida un féretro con forma de pastelito Bony de Bimbo. Todo eso está chupado. Es casi de parvulitos de propaganda, sobre todo, cuando tienes una legión de postureros antifranquistas retrospectivos dispuestos a bailarte el agua en las redes sociales, en el programa de Ferreras o en las pálidas copias diurnas y nocturnas de la televisión pública española. No deja de ser maíz a granel para gallos, pollos y gallinas de paladar nada exquisito.

Ahí torea de salón cualquiera y siempre sale a hombros por la puerta grande progresí. Es mucho más jodido agarrar por los cuernos el pasado reciente. Qué vergonzante tembleque ayer en la voz del presidente español al recitar lo que vaya usted a saber quién le había escrito para negar la reapertura del caso de Mikel Zabalza, una vez que se han reunido pruebas clamorosas sobre su asesinato a manos de uniformados. Añádase, por cierto, la servil forma de contar la noticia de todos esos medios amiguetes que también gustan de ir de la releche de la memoria histórica. Según ellos, el presidente se abre a tal apertura… siempre que se lo pida un juez. Y ahí está la trampa o, en realidad, la mentira. Porque, como recordó el portavoz del PNV, Aitor Esteban, no hace falta el comodín judicial. Si quisiera, escribió el jeltzale en Twitter, Sánchez podría “levantar el velo sin que nadie se lo solicitara”. Lo que pasa es que no quiere.