Luego somos los demás los del raca-raca, claro, pero a ver quién es el guapo que empata en pesadez con los cincuenta intelectuales [risas enlatadas] que cada tres por cuatro nos endilgan el mismo manifiesto como si fuera nuevo. Dicen los titulares que esta vez es para oponerse a que Rajoy negocie con Mas, lo que viene a ser como si expresaran su rechazo a que llovieran ositos de gominola. ¿A santo de qué se niegan a lo que saben que no va a ocurrir? Apuesten sin miedo a perder que son ganas de dar la nota mezcladas con una querencia inveterada por malmeter y presumir en sus francachelas de ser los más tocapelotas a este lado del Volga.
Presentan su panfleto bajo el encabezado “Libres e iguales”, que es su forma de proclamar que la libertad y la igualdad de cualquiera que piense algo distinto se la pasan por la zona inguinal. Los derechos se los atribuyen en régimen de monopolio y solo los consideran tales si sirven para construir un chiringuito a la medida de sus obsesiones, que alcanzan desde hace rato el grado de perversiones. Lo más divertido es que en el fondo (aunque esté bien a la vista para cualquiera) no son más que una panda de reprimidos tocados por la peor versión del presunto vicio que denuncian. Sin más y sin menos, son nacionalistas vergonzantes, tan acomplejados, que ni se atreven a reconocer que derrotan por la parte más rancia y casposa del españolismo. No, lo suyo no es una cuestión política ni ideológica. Es directamente psiquiátrica. Y si fueran tan listos como se creen, se darían cuenta de que el único efecto de sus bravatas es alimentar la causa que dicen combatir.