Mantengo lo que dije anteayer sobre el desgraciado caso de Miren Larrion. Es una auténtica pena que se haya visto en la necesidad de suplantar la identidad de una compañera de partido para abrir una cuenta bancaria. Seguro que fue un problema personal. No lo vamos a discutir. Pero después de lo que revelan las webs, y los diarios del Grupo Noticias, ha pasado a ser, sin el menor género de dudas, una cuestión para el debate público que concierne a la formación de cuya Ejecutiva en Araba han sido integrantes la suplantadora (no digo presunta porque lo ha confesado) y la suplantada.
Desde el momento en que sabemos que la dirigente local de EH Bildu intentó paralizar la denuncia al tener conocimiento de que la que se había hecho pasar por ella era la líder de su propio partido en el ayuntamiento de Gasteiz, el foco apunta a la coalición soberanista. Si se tratara de un marrón que afectara a PNV, PSE o PP, lo tendríamos meridianamente claro, ¿verdad? Así que, aunque obviamente no se trata del Watergate ni cosa parecida, damos por caducadas las palabras de Maddalen Iriarte asegurando que EH Bildu había dicho “todo lo que tenía que decir” sobre el asunto. De eso, nada. Es la hora de las explicaciones que estarían exigiendo con vehemencia si el pufo, por muy personal que fuera, hubiera caído en otra casa.