Miente, que queda todo

Si no fuera tremendamente trágico, sería gracioso que en un país donde excusitas de a duro farfulladas como letanías pasan por revisiones críticas del pasado se esté negando que el lehendakari pidiera ayer disculpas explícitas por los errores en la gestión del derrumbe del vertedero de Zaldibar. “Siento mucho los errores que hemos podido cometer en este operativo”, dijo Iñigo Urkullu. Añadiría que el documento audiovisual está al alcance de cualquiera que esté por la labor de comprobarlo, pero sé que pincho en hueso. Una vez más, la realidad es una minucia al lado de los juicios prefabricados y lanzados al enmerdadero en la certeza de que casi cualquier especie hará fortuna. Los dispuestos a creer creerán. Cualquier intento por confrontar con hechos contantes y sonantes las trolas caerá en saco roto.

¿Ejemplos? Mil. El penúltimo lo comentaba, creo que ni siquiera sorprendido, un querido compañero de fatigas informativas y opinativas. Ayer corrió la especie de que en el Teleberri se habían obviado las declaraciones de Maddalen Iriarte. Es solo la enésima vuelta de tuerca a la mandanga que sostiene que EITB pasa de puntillas sobre la cuestión, cuando va a todo trapo con información no precisamente cómoda. Y qué decirles de mi propio trabajo. A pocas cosas les habré dedicado tanto tiempo de radio —amén de un par de columnas que hubo quien tomó por fuego amigo— como al derrumbe. Si rescatan las tertulias de Euskadi Hoy en Onda Vasca, escucharán durísimas diatribas de contertulios de varias siglas. Da igual: a cada rato se me reprocha callar yo y silenciar las versiones poco amables. Pues lo lamento. No me rendiré.

Un debate político

Qué desastre de comunicador estoy hecho. Resulta que en el debate que humildemente moderé ayer en Euskadi Hoy de Onda Vasca no hubo cachivaches en la mesa, ni tipos sobreexcitados instando a los demás a que no se pusieran nerviosos, ni gráficos de chicha y nabo, ni intercambio de libros estrambóticos. Esperaba, qué sé yo, que alguien pidiera que se escuchara el silencio, se descuajeringase de la risa ante las alusiones, me birlase el papel de árbitro o me propiciase un momento para demostrar que soy el tipo más incisivo del orbe y que reparto comentarios cortantes de perdonavidas a los contendientes.

Ni modo. Todo fue de comunión diaria, con un guión de bloques mondos y lirondos que se respetó por encima de mis expectativas. Temas menores, por demás, como las propuestas sociales y económicas, las visiones sobre el encaje territorial y el autogobierno vasco o las preferencias de pactos electorales. ¿Se podrán creer que los cinco portavoces de las principales fuerzas vascas intercambiaron sus opiniones con la debida contundencia pero sin caer ni una sola vez en la tentación del golpe bajo, pese a que hubo ocasiones propicias?

Pues fue así. De hecho, lo más reseñable pasó fuera de antena. Los gestos cordiales, incluso cariñosos, entre los invitados. Oskar Matute diciéndome que estaba muy elegante con mi camisa a rayas. Las bromas a Roberto Uriarte, que vino el día anterior por equivocación. El lapsus de Aitor Esteban rebautizándome como Lapitz. La espontaneidad de Bea Fanjul y Julia Liberal hablando de su diferencia de edad. Lo demás fue, no sé cómo decirles… un debate político. Soy la vergüenza de mi gremio.

Aquí Europa

Me perdonará mi querido Jesús González Mateos que para titular estas líneas le haya birlado el nombre del completísimo diario digital que dirige; si no lo conocen, no saben lo que se pierden. Ocurre que no he encontrado un encabezado más idóneo para hablarles de mi libro, o sea, del nuestro, porque la edición de Euskadi Hoy en Onda Vasca que vamos a emitir esta mañana desde la sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo es fruto de un trabajo coral que emociona. Más, si como ha sido el caso, mis compañeras y compañeros han tenido que remar en aguas turbulentas por un torpedazo de índole interno que les prometo que algún día contaré con pelos, señales y ya veré si hasta nombre y apellido. El primero de mayo puede ser buena fecha.

Pero no me disperso, que venía a contarles que si nada se tuerce, a las siete de esta mañana, el gran Txema Gutiérrez y este servidor les saludaremos desde un lugar que para muchos de nuestros conciudadanos es absolutamente desconocido. Lo hemos comprobado preguntado a jóvenes universitarios que, con suerte, citaban Bruselas como sede del Legislativo de la UE. Y eso es extremadamente grave cuando, solo en la sesión que vamos a cubrir nosotros, se va a debatir y votar sobre cuestiones que afectan a nuestro día a día como el cambio de hora, la invasión del plástico, el mercado eléctrico, los derechos de autor en la era digital, el reparto de las pesquerías, o los delitos financieros y la elusión fiscal. Trataremos de aportar nuestro granito de arena para hacer ver que las elecciones del 26 de mayo —quedan exactamente dos meses— no son una maría entre el resto de los comicios de ese día.

Otro aplazamiento

Dos oyentes de Euskadi Hoy de Onda Vasca me sugieren sendas comparaciones de lo más inspirado con el juego de amagar sin terminar de dar que se traen Mariano Rajoy y Carlos Puigdemont. El primero recuerda a Clint Eastwood y Lee Van Cleef disparándose al suelo y al sombrero en Por un puñado de dólares. El otro evoca la crisis de los misiles de 1962, cuando por un quítame allá esos artefactos, Estados Unidos y la Unión Soviética se pasaron dos semanas amenazándose con destruirse mutuamente y, ya de paso, el planeta. Del desenlace de la película de Sergio Leone no me acuerdo, pero sí sé que en el episodio histórico —del que estos mismos días se cumplen 55 años— la sangre no acabó de llegar al río porque las superpotencias negociaron por debajo de la mesa y se aceptaron de forma recíproca pulpo como animal de compañía. Resumido, tú me quitas los misiles de Turquía y yo desmantelo los de Cuba (o viceversa), cambalachearon Kruschev y Kennedy. La Humanidad se salvó, el cine de serie Z vivió una época dorada y, de propina, se creó el celebrado teléfono rojo entre el Kremlin y la Casa Blanca.

¿Cabe esperar algo similar entre Moncloa y el Palau? Confieso mi incapacidad para imaginarme los términos en que podría encontrarse algo parecido (esto lo decía también el oyente) a los misiles turcos. Lo único que puedo constatar es que, a fecha de hoy, cada ultimátum inaplazable ha sido seguido por otro exactamente igual de apremiante. Ni cenamos ni muere padre. O sea, ni está declarada la independencia, como quedó claro en la carta de ayer, ni está intervenida la autonomía catalana. ¿Y mañana? Vaya usted a saber.

Dime por qué

Ardo en deseos de que Unidos Podemos y sus mil y pico afluentes, meandros e hijuelas terminen los ejercicios espirituales impuestos por el sumo pontífice de la orden para ver si son iluminados con las causas de su inopinado desastre electoral. No es coña. Aunque conforme nos alejamos del día de autos, va creciendo la legión de listos retrospectivos que ya sabían que los morados se iban a hostiar, aquí el arribafirmante sigue inmerso en la perplejidad más absoluta. Así como hay testigos de que predije que el PP pasaría de 130 y Ciudadanos recibiría un coscorrón de pantalón largo, para mi bochorno inenarrable, también quedó escrito lo que sigue: “El sorpasso [al PSOE] será de escándalo”.

Mientras trato de olvidar ese vaticinio patéticamente fallido —pero, por lo menos, reconocido; no como otros—, aguardo, ya digo que con ansiedad, el veredicto de quienes lo padecieron en sus expectativas. No puedo dejar de subrayar, en todo caso, lo que anotó en Euskadi Hoy de Onda Vasca el siempre puntilloso contertulio del PSE, Ekain Rico: ¿A nadie le parece raro que entre los motivos del fiasco inventariados en el cuestionario que debe contestar la militancia no figure la posibilidad de que el líder haya metido el cuezo? Sí están en la lista, además de la coalición con los nuevamente apestados de IU, el Brexit, Venezuela, los ayuntamientos del cambio, el derecho a decidir, los spots electorales, los audios de Fernández-Díaz, el discurso socialdemócrata, o algo enunciado como (ejem, ejem) “la mano tendida al PSOE”. Se echan en falta los comodines que citábamos en estas mismas líneas: los viejos y el pucherazo.

Odiada amada Europa

Resultan enternecedoras las conmemoraciones y/o celebraciones [táchese lo que no proceda] del Día de Europa. Igual las abiertamente encomiásticas que las biliosas sin matices. Incluso las pretendidamente escépticas, como esta que están ustedes leyendo. Les confieso, de hecho, que mi idea era sacar el zurriago y unirme a las fuerzas del apocalipsis de boquilla que se pegaron toda la jornada echando pestes de la cosa. Cambié de idea escuchando al sabio Juanjo Álvarez en Euskadi Hoy de Onda Vasca. Tras glosar las mil y una fallas de la actual Unión, sin pasar por alto las decididamente sangrantes, nos pidió a los presentes que reflexionáramos en los costes de la no Europa. Y concluyó: “Estaríamos mucho peor. Me quedo con nuestro modelo, que está hecho jirones por muchas cosas, pero que merece la pena defenderlo desde un pesimismo constructivo”.

Quizá esa sea la actitud. Me sumo a ella desde una visión diferente a la de Juanjo. Mientras él sostiene —y argumentos no le faltan, lo reconozco— que el proyecto nació del idealismo y de las convicciones éticas, yo más bien tengo la impresión de que el impulso inicial de la alianza de estados fue principalmente económica. Añado que ese espíritu se ha mantenido a lo largo de estas casi siete décadas y que durante la mayor parte de ellas ha sido compatible con el desarrollo y la promoción de unos mínimos valores morales. Sin embargo, tras la carrera de ampliaciones sucesivas sin ton ni son y la creación de un entramado burocrático diabólico y, para colmo, ineficaz, el dinero se ha quedado al mando en solitario. Que eso cambie será cuestión de la ciudadanía.

Euskadi hoy

Hoy me van a permitir que les hable de mi libro, o sea, de mi programa de radio, que en realidad no es mío, sino de tantas y tantas personas que lo han venido forjando durante seis años. Empezando, faltaría más, por Xabier Lapitz, que es quien le ha puesto voz, cara, alma, corazón y vida a Euskadi Hoy de Onda Vasca desde su heroico nacimiento. Ahora que no nos lee nadie, les confesaré que, egoístamente, habría preferido que las cosas siguieran como estaban.

Yo era feliz en Gabon, pequeña y manejable locura nocturna compartida con militantes de la comunicación. Ni éramos ni aspirábamos a ser la releche. Siempre me ha provocado un pudor indecible venderme como lo que Cortázar llamaba la última chupada del mate. Más, sabiendo que a diestra y siniestra del dial hay productos —públicos y privados— que se pulen en una hora de emisión lo que a nosotros nos llegaría para un mes. Con encontrarnos cada noche a los cómplices a uno y otro lado de las ondas, teníamos de sobra. Y —les decía antes de dispersarme— habría seguido así lo que dieran de sí su paciencia o mi garganta.

Pero, como en la canción de Silvio, las causas y los azares nos fueron cercando, hasta que un día me  vi aceptando la mudanza, no niego que con la esperanza recóndita de que Xabier cambiara de idea en el último minuto. Como no lo hizo, desde el lunes pasado me tienen levantándome a la hora a la que antes me acostaba. Me acompaña un cóctel de vértigo y miedo, pero también las impagables sensaciones de trabajar con personas que humana y profesionalmente superan el diez, y de poder saludarles a ustedes con un Egunon, Euskal Herria!