Lo peor, como tantas otras veces, es que se veía venir. No era la primera, ni la segunda, ni la octava ocasión en que el concejal de Cambiando Huarte, Francisco Espinosa, montaba un cirio en el ayuntamiento de la localidad de la cuenca de Pamplona. Sus modos matoniles habían trascendido del ámbito municipal y hasta a ciento y muchos kilómetros, que es donde tecleo estas líneas, se tenía conocimiento de cómo las gastaba el electo —manda pelotas— de la marca local de Podemos. Podía tratarse solo de excentricidades, como la ególatra costumbre de transmitir sus intervenciones en el consistorio en modo selfi, pero también de otros comportamientos verdaderamente preocupantes.
Parece ser que ni uno solo de los ediles se ha librado de sus gritos, desprecios, o amenazas, aunque últimamente la tenía tomada especialmente con uno, el representante de Geroa Bai, Josean Beloqui. Y aquí merece la pena detenerse, porque cualquiera que conozca a Beloqui sabe que es un tipo cabal y contenido hasta la máxima expresión. Ni ante los embistes más fieros de la troleada tuitera pierde los papeles el que en esa red social conocemos como @General_RE_Lee. Esa templanza y esa paciencia que dejan a Job en aprendiz son la peor provocación para los marrulleros que siempre van al choque, como el energúmeno con derecho a asiento en el pleno. No le cabía otra al tal Espinosa, que encima va de progre pacifista, que pasar de los berridos a las manos. Por supuesto, como corresponde a los cobardes bravucones, por la espalda. Este es el minuto en que el agresor de un compañero de corporación no ha devuelto el acta. Y da mucho asco y mucha rabia.