Cagarse en…

Qué harían los escandalizables de pitiminí sin los escandalizadores de organdí. Y viceversa, claro, que los unos sin los otros y los otros sin los unos tendrían existencias tristes e inanes de pelotas. Pero qué fiesta, cuando estos y aquellos salen a buscarse y se encuentran. Ahí tienen, por ejemplo, a esa corrala llamada Twitter (y territorios aledaños) practicando el rasgado ritual de vestiduras porque se dice, se cuenta y se rumorea que se ha dictado una orden de detención contra Willy Toledo por haberse cagado en Dios, oh, uh, ah. Luego resulta que no es exactamente así. Simplemente, se le ha aplicado el procedimiento estipulado cuando alguien llamado a declarar (y nada más que a declarar) ante un juzgado por una causa admitida a trámite decide no acudir. Por dos veces, además, en el caso que nos ocupa.

Y sí, por supuesto que me parece un dislate que a estas alturas del calendario, una denuncia por blasfemia de unos meapilas pueda acarrear la apertura de un sumario, pero tampoco me caigo de un guindo. De sobra sé que si el alivio metafórico de esfínteres afectara a Alá o a alguna de las cuestiones intocables (ni me atrevo a escribirlas), la bienpensancia en pleno estaría pidiendo la hoguera para el infeliz que hubiera osado a obrar así.

Va siendo milenio de que la ofensa deje de ir por barrios. O, mejor, de asumir que ante las creencias de los demás, incluso aunque nos resulten incomprensibles y hondamente criticables, debemos observar el mismo respeto que exigimos para las nuestras o para la falta de ellas. Claro que eso nos dejaría sin estas bronquillas de diseño para marcar paquete y pasar el rato.

Camisetas negras

Asisto con perplejidad creciente al lanzamiento e inmediata difusión masiva —viralización se dice ahora— de una lisérgica campaña para que las mujeres vistan camiseta negra en el txupinazo de los sanfermines de este año. La primera en la frente, el mensaje espolvoreado por toneladas sitúa el lanzamiento del cohete inaugural de la fiesta el 7 de julio, lo que da una idea del gran conocimiento de causa de quien quiera que alumbrara la propuesta… y de las miles de personas que se lanzaron en plancha a rebotarla. Es verdad que alguien debió de caer en la cuenta de la cantada, y se puso circular una segunda versión corregida, aunque todavía anda por ahí la anterior, avalada por lo más granado de la inteligentsia progresí.

No dudo de la buena intención que ha movido a muchísimas mujeres y no pocos hombres a secundar lo que pretende ser una protesta por las agresiones machistas y, supongo que más en concreto, por las últimas decisiones judiciales al respecto. Desde luego, como iniciativa es bastante más presentable que otra que también ha rulado por ahí y que consiste directamente en llamar a no acudir a Iruña. Ambas propuestas comparten, en cualquier caso, el tufillo de la superioridad moral entreverada de osada ignorancia y unos toques de falta de respeto hacia una ciudad que ha demostrado que lleva la delantera en concienciación y denuncia de las agresiones sexistas. Por eso mismo, y aunque la coartada sea que la repercusión de las fiestas de la capital navarra multiplicaría la potencia de la acción, sería radicalmente injusto hacer que queden asociadas en todo el mundo con la tolerancia hacia los agresores.

La solidaridad hecha circo

¡Pasen y vean! ¡No se pierdan el mayor espectáculo del mundo… de la solidaridad de pitiminí! ¡Solo para sus ojos y para sus egos chipendilerendis! ¡630 vidas convertidas en material para el selfi, el tuit molón, la proclama justicialista que lo flipas y/o el lagrimón de cocodrilo primermundista! Nunca antes los blanquitos requetebuenos habían tenido a su entera disposición un cargamento así de negritos necesitados de su conmiseración, de su paternalismo nauseabundo, de su —vamos a decirlo claro de una puñetera vez— asqueroso supremacismo disfrazado exactamente de lo contrario.

Miren que desde los primeros compases, la milonga del Aquarius olía a festival sideral de la hipocresía, pero lo visto en las últimas horas desborda las previsiones más pesimistas. El puerto de Valencia ha vuelto a ser, como Níjar o Boiro recientemente, capital provisional de carroñerismo. Un plumilla acreditado por cada inmigrante, o sea, persona migrante, que es como los incansables pero muy cansinos comisarios del lenguaje nos conminan a decir so pena de parecer fachas insensibles.

Preciosas las fotos, emocionantes las historias reales o inventadas, nadie lo niega. Lástima que los ganadores de esta primera fase de la obscena lotería humanitaria todavía deben pasar varias eliminatorias. Cuando los focos dejen de apuntar, el destino de más de una de las personas que sonreían al desembarcar puede ser igual de incierto que el de cualquiera de las decenas de miles de seres humanos que han llegado a la presunta tierra prometida sin tanto bombo. Y aun deberán dar gracias de no haber acabado en el fondo del Mediterráneo como ni se sabe cuántos.

Otra moción de fogueo

No lo puedo remediar. Mi lado oscuro me está haciendo desear unas elecciones generales a la voz de ya. Si rompe, que rompa, y a tomar vientos con la más que posible entronización moncloviana del figurín figurón Rivera. Y ojo, que quizá más acongojante que eso es pensar que el fulano podría tener mayoría absoluta con los restos de serie del PP. ¿Es lo que queremos? Que se confiese cada cual. Yo ya les acabo de decir que en ocasiones, y no en pocas, el cuerpo me pide tirar por la calle de en medio.

Como entretenedera hasta que pase lo que tenga que pasar, que sospecho que es lo recién mentado, bien está la moción de censura del PSOE. Déjenme anotar un par de menudencias al respecto. Primero, que es la iniciativa que estaba prometida para el pasado mes de octubre y que se ha ido retrasando con la excusa del enredo en Catalunya. Segundo, que no deja de resultar sorprendente la salida del letargo de Pedro Sánchez, a quien en las fotos de las últimas semanas hemos visto de la mano de Rajoy. Más que eso: le pasaba diez traineras a Don Eme Punto en cuanto a la intensidad y la duración del 155. Y no digamos ya en los calificativos dirigidos al president Quim Torra. ¿Cómo pedir ahora al PDeCat que le regale sus votos?

Ahí me temo que llegamos a otro punto interesante y revelador. Lo que pedirá Sánchez es que no le apoyen los disolventes nacionalistas. No solo porque no sabe sumar, como ya demostró en su fallida investidura, sino porque no quiere hacerlo. Resumiendo, esta moción de censura es tan posturera y de fogueo como la que presentó Unidos Podemos hace menos de un año. Lo dicho, casi mejor elecciones.

No solo retórica

Vaya, veo que (una vez más) me equivoqué de columna el otro día. Solo a un aguachirlado como el autor de estas líneas sin sustancia se le ocurre venir en plan Pepito Grillo en medio del gran concurso para ser nombrado el o la que más apoya el Procés del mundo. O por lo menos, de esta pecaminosa tierra entre el Ebro y el Adour. Si lo llego a saber, me curro una diatriba del quince contra el lisérgico auto de Llarena, la definitivamente desvergonzada utilización de porras y togas para entrullar al adversario que te baila en cada cita con las urnas o la paupérrima catadura de la democracia española. ¡Será por adjetivos! Y hasta me puedo envolver en todas y cada una de las consignas —ahora llamadas hashtags—, poner un lazo amarillo, una estelada o lo que toque en la imagen de mi perfil en las redes sociales, firmar las peticiones que me pongan por delante o dejarme fotografiar con rostro de circunstancias históricas en esta o en aquella movilización. Como si no nos conociéramos casi todos y no supiéramos que diez minutos después del tuit, caen unas galimbas.

Insisto en la necesidad de una denuncia vehemente y sostenida porque no podemos dar carta de naturaleza a un atropello como el que están perpetrando los poderes del Estado español sobre los soberanistas catalanes. Pero con el mismo ardor reitero que con la retórica y la prosodia no es suficiente. Tampoco únicamente con el simbolismo ni, desde luego, por si se me ha entendido mal, con el uso de la violencia, y menos, cuando enfrente tienes a quien te decuplica en fuerza y falta de escrúpulos. ¿Qué habría de malo en unas gotas de pragmatismo?

Ya es 9 de marzo

Pues ya es ese mañana al que aludía —y me consta que no era el único— en mi columna de hace 24 horas. Tras lo visto, no cambio una coma. En todo caso, corrijo y aumento: la movilización en las calles ha sido incluso mayor de lo esperado. Hay motivos para la alegría de quienes han convocado los diversos actos. También para no racanear la condición de histórico de lo logrado. Es verdad que no se ha inventando el mundo y que en el pasado hubo mareas reivindicativas de gran calado, desarrolladas en contextos sociales y temporales bastantes más jodidos que el actual. Pero después de haber convertido el 8 de marzo en rutina casi machacona que pasaba sin fu ni fa, esta vez se ha conseguido marcar la agenda. Como dije ayer, no solo la pública; también la íntima.

Reconocido y aplaudido, si hace falta, todo lo anterior, déjenme que sea el tiquismiquis que ustedes conocen. Primero, para reiterar que han vuelto a sobrarme los hombrecitos condescendientes venga y dale con las palmadas en la espalda a quienes no las necesitan. Cansinos ególatras paternalistas, joder. En el lado contrario, mi respeto entregado a las mujeres que tomaron la firme, meditada y argumentada determinación de no seguir los paros y, según los casos, no participar en los actos. Seré muy corto, pero para mi es una muestra de empoderamiento del recopón. Y, desde luego, me parece una actitud infinitamente más honesta que la de las no pocas adalides de la cosa que estuvieron en la procesión y repicando. Vaya rostro de mármol las del #YoParo que, sin necesidad económica por medio, buscaron una excusa para saltarse el descuento en la nómina.

¿Y mañana?

Si se mide por repercusión mediática y capacidad para ocupar la agenda informativa, es indudable que la huelga feminista de hoy se va a saldar con un éxito morrocotudo. En las últimas semanas se ha instalado como generador de quintales de noticias y materia para el debate. Ojo, y no solo en los medios o en las redes sociales, sino a pie de calle, en los centros de trabajo y me atrevo a decir que hasta en los domicilios y lo que en el lenguaje apolillado de curillas trabucaires como Munilla se denominaba el tálamo conyugal.

De igual modo, seguramente por lo novedoso del planteamiento, nos ha servido para asistir a una curiosa coreografía palmípeda de la confusión. Todo quisque pisando huevos. Partidos, instituciones y personalidades públicas han sudado tinta china para no pasar por retrógrados difusores del machirulismo sin que pareciera tampoco que se habían convertido al barbijoputismo. Francamente, me han resultado divertidísimas ciertas contorsiones postureras “para que no se diga”, igual que la mema competición a ver quién la tiene más larga (uy, perdón) en materia de reivindicación de igualdades. Fuera de concurso, muchos de mis compañeros de colgajo inguinal, sumándose a la fiesta sin darse cuenta de que caen en el más patético de los machismos, que es el paternalismo. Comparto mogollón tu lucha y tal, nena. ¡Cómo le cabreaban estos soplagaitas a la prematuramente fallecida pionera de estas peleas, María José Urruzola!

Por lo demás, la incógnita está en lo que ocurrirá en cuanto nos hayamos hecho los selfis y aventado los chachimensajes de rigor, o sea, mañana mismo. Siento no ser optimista.