ETA enfurruñada

Ea, ea, ea, ETA se cabrea. La cosa es que no se enteró casi nadie porque aquellos comunicados que paraban los pulsos y las rotativas han dado paso a unas excrecencias informativas que, salvo en los medios que hacen de altavoz de oficio, no encuentran sitio ni en las portadas digitales ni en las de papel. Una competencia muy dura con las noticias de perritos y gatitos, la última de Mariló Montero o el viral que toque. A ver a quién le va a interesar que una banda en estado ectoplasmático se ha cogido un rebote del quince porque la pestañí franco-española, en misión casi de Traperos de Emaús, se ha llevado de uno de sus agujeros un puñado de material de matarile. “Un ataque al proceso de sellado de armas”, se subió a la parra el amanuense de turno en medio, ya digo, de la indiferencia —o más bien inopia— general.

Solo dijeron algo, porque les va en el sueldo y porque les tocaba retén en la tertulia de la radio pública —¡Qué recuerdos!—, los políticos de guardia. La mayoría, para bostezar la respuesta de repertorio (“El único comunicado bla, bla, bla…”) y el resto, para echarle ese entusiasmo digno de encomio pero que apenas tiene eco en la parroquia más cafetera. Sí, justo entre quienes ahora mismo están mascullando que por escribir esto soy un fascista, un enemigo de la paz, y me llevo una.

Es sintomático que, vaciada de su carga mortífera, ETA haya quedado para hacer la prueba del algodón sobre el cacareado suelo ético. O, en un uso más extendido, como espantajo y asustaviejas que agita la fachundia histérica para tratar de evitar la victoria de las fuerzas del cambio. Y ni para eso cuela ya.

Tras la petición de perdón

El poder balsámico de las palabras. O quizá del tono en que son pronunciadas. También, claro, el momento y el lugar; se ve que, pese a todo, los calendarios no pasan en balde. Pero basta ya de buscar explicaciones. Sobra entrar en los cómos y en los por qués. Lo sustantivo es que en esta ocasión ha calado prácticamente el mismo mensaje de perdón a la víctimas del terrorismo que hace siete años cayó en saco roto. La asociación oficialista que entonces despreció con rictus airado un valiente —y yo diría que excesivo— acto de contrición aplaude ahora la descarnada autocrítca expresada por el lehendakari Iñigo Urkullu. Bien está lo que bien acaba, ¿no?

Ojalá tuviéramos la garantía de que esto ha acabado. Lo vivido nos invita a ser escépticos. Por la comodidad de los discursos, por la inercia, seguramente también, en más de un caso, por la miseria de la condición humana, llevamos demasiado tiempo estirando el fango, arrojándonos mutuamente el sufrimiento a los ojos. Ya que estamos en el momento de las verdades a calzón quitado, mencionemos los réditos de diverso tipo que algunos le han sacado al dolor. Tan duro como suena, pero igualmente real y sencillo de documentar.

Nada es obligatorio, pero tal vez, en aras de una cierta simetría, sería recomendable un reconocimiento de errores en la otra parte. No hablo de flagelos, sino de esas dos o tres cosas que pudieron estar de más. El resto es cuestión de voluntad, de sentido común y de ponerse a la tarea huyendo tanto del revanchismo como de la tentación de relativizar, de olvidar, o peor aun, de encontrar justificación al incontable daño causado.

Desnudos sin ETA

Sin la amenaza de ETA, en el PP vasco se han quedado, de alguna manera, desnudos. Brutal frase que se me podría afear, si no fuera porque no me corresponde su autoría. Tan tremenda confesión de parte salió de labios de la mismísima presidenta local de los populares, Arantza Quiroga, en una entrevista en la radio pública. En la misma largada reconoció también que no pensaba dimitir por los ruinosos resultados del 24 mayo porque ya los esperaba. Un once sobre diez en sinceridad y un quince en cinismo.

Empezando por la segunda afirmación, que es la más suave, Quiroga nos está contando —a los que no votamos al PP pero también a los cuatro o cinco que sí lo hicieron— que su campaña fue una inmensa trola. Los indecentes meneos del avispero xenófobo, las exaltaciones provincianistas, los tantarantanes al euskera rescatados del túnel del tiempo y hasta la grotesca competición con EH Bildu por soltar la mayor demasía sobre Markel Olano o Eneko Goia eran pura filfa. No tenían más sentido que el de los penúltimos cartuchos disparados a la desesperada en la estrategia de la huida hacia delante. Y la cosa es que actuando con tal impudicia, algún mueble se salvó. Ahí tienen, por lo menos de momento, a Maroto con el mentón enhiesto.

Sumen los sobres, la caja B y demás salsa marrón y tendrán el retrato aproximado de un partido que daba lecciones de dignidad al por mayor apoyándose en la sangre desgraciadamente cierta de muchos de sus miembros. Ahora, como ya no se derrama, el discurso ha caído hecho añicos. Insisto, no soy yo sino su presidenta la que dice que sin ETA se han quedado “de alguna manera, desnudos”.

El espantajo de ETA

Una decisión con freno y marcha atrás. La Mesa del Congreso de los Diputados había acordado conceder permiso para que una sala del supuesto domicilio social de la voluntad popular acogiera un encuentro de víctimas de ETA y de los GAL. Tremendo que en su día fuera noticia algo que debería ser de carril a estas alturas de la liga, pero mucho peor que vuelva a serlo porque se revoca la autorización. Queda fuera de concurso que en la bochornosa rectificación, motivada por la bronca del ultramonte mediático y las asociaciones monopolistas del dolor, el PP haya tenido la compañía del PSOE. En lo demás, vaya usted a saber; en esto, la gran coalición es de hierro forjado.

Si no revelara algo tan trágico como que lo de menos son los principios, resultaría cómica la patética tozudez con que se sigue agitando el espantajo de una banda a la que apenas le quedan el nombre y cuatro chatarras inútiles en otros tantos agujeros. Cuánto rendimiento le siguen sacando a la raspa de la serpiente. Aparte del digo-diego de los de la rosa y la gaviota para impedir el encuentro de víctimas, ayer mismo coincidieron en tiempo y prácticamente espacio una folclórica redada contra supuestos enaltecedores de la cosa a través de las redes sociales y un chafardeo según el cual los presos de ETA —en realidad, uno— apuestan por Podemos para Moncloa. Ante tal despliegue de cutrerío e inmoralidad, es inevitable preguntarse si allende Pancorbo quedan panchitos en número suficiente como para justificar la inversión en pirotecnia. Quizá esté equivocado, pero estaría por jurar que hace tiempo estos excesos no venden ni media escoba.

Rekarte… y los demás

Están Lourdes, Fátima, Covadonga, y en versión progresí, el programa de Jordi Évole. Como en todos los lugares de peregrinación mercantil citados, cada domingo, decenas de miles de creyentes se sienten tocados por el rayo divino y salen dando albricias porque han recuperado la vista de golpe. Por supuesto, la primera luz que notan los ojos va en consuno con la misa del día. Si se trataba de las andanzas de un entrañable ácrata con pico de oro, los alcanzados por el prodigio quedan convencidos de haber recibido todos los conocimientos posibles sobre el anarquismo. Si, como ocurrió en la última edición y objeto de estas líneas, la cosa iba de un miembro de ETA arrepentido, los televidentes más entregados adquieren la certeza de no necesitar saber absolutamente nada más sobre el conflicto (o lo que sea) vasco porque en apenas sesenta minutos han accedido a la sabiduría plena. Lamento venir a pinchar el globo, pero me temo que no es así.

Personalmente, [Enlace roto.] me parece interesantísimo y, desde luego, enriquecedor. Aporta gran cantidad de claves, deja entrever otras, provoca algunas dudas y hace girar la manivela de pensar, lo cual siempre es muy aconsejable. Sin embargo, no es, ni de lejos, el único. Hay, tirando por lo bajo, otros centenares de hombres y mujeres que estuvieron en el medio del medio y que tienen bastante que contar. Es más, algunos ya lo han hecho en documentales como [Enlace roto.] o El perdón, emitidos por ETB no hace demasiado. Ambos están accesibles en la web del ente público. No pretenden ser la verdad revelada y, por eso mismo, se los recomiendo.

¿Memorial o parque temático?

Estaba claro que el pomposo Memorial de Víctimas del Terrorismo que se inauguró (o así) el otro día en Gasteiz con [Enlace roto.] es un mamotreto de parte en el que, de saque, se expiden certificados de sufrimiento fetén y no fetén. Ahora podemos sospechar, además, que su diseño y elaboración se ha puesto en manos de un grupo de sádicos morbosos. Soy consciente de la dureza de este doble calificativo, máxime cuando entre los asesores figuran personas con trayectorias absolutamente respetables y fuera de toda duda. Es para mi un misterio, aparte de una notable decepción, que hayan prestado su nombre al delirante informe que describe con prosa de hacérselo mirar la cacharrería que se propone instalar en el centro de marras. [Enlace roto.], así que me limito a apuntar alguna de las singulares ideas.

La recreación de un zulo en el que se escuchan eslóganes a favor de la amnistía, el Eusko gudariak o la consigna ‘¡ETA, mátalos!’. Un bosque donde un máquina va talando árboles con rostros humanos que al caer alimentan un río de sangre. Otro zulo —se ve que los agujeros son el hilo conductor— en el que gritos y llantos acompañarían, entre otros elementos, a una confrontación de imágenes de funerales de víctimas y de terroristas. Todo eso, en nombre de la memoria, la verdad, la dignidad, la reparación, la justicia y la retahíla habitual de términos bienintencionados. Pues lo siento mucho, pero más parece un parque temático para amantes de la casquería que un lugar para honrar y recordar a las víctimas del terrorismo.

Miribilla, no olvidar

Los aficionados al baloncesto se quejan porque su deporte tiende a ser noticia casi exclusivamente por acontecimientos negativos como la (estúpida) trifulca del domingo en Miribilla entre jugadores de Bilbao Basket y Baskonia. Seguramente, no les falta razón, pero con media pensada que le echen, comprenderán que no pueden pedir —como hicieron en Twitter o ante los micrófonos algunos de los implicados en la pelea— que quienes vieron el lamentable espectáculo corran un tupido velo y olviden las deplorables imágenes como si todo hubiera sido un mal sueño. Ocurre, por desgracia, que no lo fue. La tangana fue muy real. Lo pueden atestiguar los centenares de seguidores de uno y otro equipo presentes en el pabellón, incluido el chaval al que consolaron varios de los que se habían intercambiado trompazos, y, desde luego, las miles de personas que asistimos a la reyerta a través de la televisión o del vídeo convertido en viral.

Anoto en positivo la inmediatez del arrepentimiento y la sinceridad que se aprecia en las disculpas de jugadores, técnicos y ambas entidades. Les honra ese reconocimiento de los hechos que, con alta probabilidad, en el fútbol habría sido negación, excusas de mal pagador o un rastrero cruce de acusaciones sobre quién empezó primero. Pero insisto en que no les compro la invitación a la amnesia. Muy al contrario, creo que una de las mejores maneras de evitar la repetición de incidentes tan bochornosos es que sus tristes protagonistas los tengan siempre presentes. El recuerdo debe servir como freno cuando la adrenalina y las pulsaciones disparadas muevan a hacer otra tontería.