Tanto fiscal boca de chancla que anda por ahí con el ilegalizómetro en ristre, y no hay uno que saque un rato para echar un vistazo a las melonadas de un tal Rafael Hernando, zascandil que difícilmente dibuja la o con el auxilio de un canuto y portavoz adjunto del PP en el Congreso español. Bien es cierto que tal como está el patio, si algún subordinado de Torres Dulce pusiera la lupa sobre las demasías de este apologeta desvergonzado del franquismo, no sería para darle el alto o meterle un puro, sino para postularlo al Príncipe de Asturias —o de Beckelar— de la Concordia. Ya se lo decía el otro día: el bajito de Ferrol dejó todo atado y bien atado.
¿Que por qué vuelvo al tono medio perezrevertiano que me pega como a Cristo dos pistolas? ¡Joder, o sea, leñe, porque con este tipo de elementos caspurientos no cabe venir con el pincel de tres pelos! Hay que dirigirse a ellos en su idioma, que es el del regüeldo con aroma a chorizo. Y cuando escribo chorizo, ustedes ya saben a qué clase de chorizos me refiero, que este, además de ser un facha del quince, tiene sus parrafitos en el sumario de la Gurtel. Ser un cretino no está reñido con… bueno, ya saben con qué, no me obliguen a ponerlo negro sobre blanco, a ver si al final me la cargo yo.
Si aún piensan que se me ha ido la pinza y la pluma, anoten la penúltima del botarate con flequillo, ladrada en el programa referencial de la caverna: “Algunos se han acordado de su padre cuando había subvenciones”. Por supuesto, no estaba mirando a la guarida de la señá Pedraza o del chisgarabís Alcaraz. Eso lo escupió sobre los familiares de los arrojados a las cunetas por el franquismo. Con modos de chulo de lupanar, idénticos a los que exhibió cuando hace unas semanas soltó por duplicado que la República fue culpable de un millón de muertos. Y luego tiene los santos dídimos de cantarnos las mañanas con el respeto al dolor de las víctimas. Será…