Desbandada en rosa palo

El capitán Schettino crea escuela. Rosa Díez, Carlos Martínez Gorriarán y (el pobre) Andrés Herzog se han dado de baja de UPyD y piden “un final digno para el partido”. Desvergonzada desbandada póstuma que es, en realidad, el retrato perfecto de lo que ha sido, desde que los dos primeros mentados lo parieron para su propio provecho, ese cachivache ideológico que aún grita una mentira por cada sigla. Pero que les vayan quitando lo bailado a la de Sodupe y al brioso alevín de la VI asamblea. Lo que habrán medrado —partiendo de un bolsillo ya notable— en pasta gansa y en ego faisán la una y el otro. Ahora, a seguir viviendo de una colección de pingües jubilaciones, bolos varios y, por supuesto, tertulias de las de a doblón y pico. ¿Y el ardoroso delegado local de la cofradía magenta? No se aflijan. Les apuesto, y creo que gano, que para cuando se le acabe el momio actual, no le faltarán ofertas acordes a los servicios prestados, puede que en otro punto de la escala cromática. Capacidades no le faltan; menudas paellas con salchichas de Franckfurt que le salen al muchacho. También es diestro, aunque por fortuna, no del todo, mandando gente al paro.

Y poco más. Les confieso que escribo esta columna simplemente porque me consta que docena y media de lectores sabían que lo haría. Algo me dice que he defraudado las expectativas. Tengo que alegar en mi descargo que ya hace mucho solté la última gota de vitriolo real que me provocaba esta recua de sablistas churrulleros. Remedando el clásico, el único comunicado de ellos que esperaba es aquel en el que anunciaran su disolución. Se diría que está al caer.

Casta eres… tú

“¿Eres hijo de puta de nacimiento o te has hecho al horno? Pedazo de cabrón”, me requiebra un amable y fino tuitero de la piara extremocentrista. Unas horas más tarde, el mismo cráneo privilegiado se autoplagia, mostrando su amplitud de verbo y pensamiento: “Eres un hijo de puta sin escrúpulos y un cabrón de nacimiento”. Y como ese par de lisonjas, otra docena y media cosechada tras la publicación, en estas mismas páginas, de una columna menor, de puñetero carril, titulada Carroñeros magenta. Graznan, luego cabalgamos.

Debo agradecer especialmente la difusión de mis garrapateos por el inframundo fachuno a la luminaria de Occidente que en absolutamente todas las encuestas sale distinguido como el político vasco peor valorado. El ahijado putativo de Rosa de Sodupe tuvo la deferencia de reproducir mi texto apostillándolo como obra de “la casta”. Y miren, eso sí me llegó al alma. Porque una vez más se demuestra la mediocridad del individuo, que hasta para insultar tiene que copiar, pero sobre todo, porque la andanada viene de alguien que es casta desde la uña del dedo meñique del pie a la coronilla. La nulidad que califica así a un simple cotizante a la seguridad social por cuenta ajena es un tipo que, sin mérito alguno acreditado más allá de la capacidad para montar broncas, lleva una pila de años amorrado al pilo público. Gracias a un cantidad de votos que proporcionalmente no darían ni para una visita guiada al Parlamento, el gachó se tumba una pasta que difícilmente sacaría en la vida civil… a la que hay que sumar el suculento pellizco para su partido monoplaza. Y llama casta a los demás.

Carroñeros magenta

Qué pena, penita, pena, asistir en vivo y en directo a la conversión en detritus de lo que ya de suyo era un cagarro cósmico. De UPyD les hablo. Miren que, ahora que están en liquidación por cese de negocio, podían tratar de redimirse de su historial parásito, jeta y pernicioso aceptando su destino y dejándose morir discretamente. Pero ni por esas. La intención de la pandilla basura magenta, o sea, de la media docena de garrapatas que no han encontrado otro lomo perruno en que instalarse y siguen chupando de lo que queda de bote, es seguir tocando el napiamen en su camino al desagüe.

La penúltima gañanada de los semihuérfanos de Rosa de Sodupe, de la que probablemente no se habrían enterado de no ser por culpa —sí, culpa— del que suscribe, ha sido presentarse en los juzgados con una querella criminal contra la presidenta del Parlament de Catalunya, tres representantes de Junts pel Sí y otro de la CUP. Se les pide prisión provisional incondicional, cáiganse de nalgas, por un delito de “conspiración para cometer sedición” por haber suscrito y difundido la declaración en la que se comunica, de acuerdo con lo prometido a sus votantes y conforme al resultado de las elecciones, que se inicia el camino hacia la constitución de la futura república catalana.

Desconoce uno los usos y costumbres jurídicos, pero tiene bemoles que cuando se presenta alguien ante la ventanilla con semejante soplagaitez no se le mande a esparragar o, con más razón aun, se le atice un multazo por tratar de usar la Justicia como vergonzoso balón de oxígeno. Carroñeros hasta el último segundo de su agonía, qué cansina pesadilla.

¿El final de UPyD?

Como en el cuento de Monterroso que tanto nos gusta remedar a los plumíferos, en el momento de redactar estas líneas, Rosa Díez todavía sigue ahí. Es decir, en el machito, en el momio, en la poltrona, amorrada al pilo, soldada a la vara de mando de su partido. Y noten que esta vez su es su en toda la extensión del posesivo. Ella se hizo a medida el chiringo y lo fue rellenando de ególatras, chisgarabises, tocapelotas, rebotados sempiternos, visionarios, vividores, desequilibrados peligrosos e inofensivos y no pocos golfos que por pillar en bruto son capaces de disfrazarse de niño Jesús de Praga. Toda una parada de los monstruos a la sombra nutritiva de la pamela de la doña. Material de desecho humano y político que el dedazo de la creadora fue colocando en este o aquel escaño con el único recado de montar bulla y, básicamente, joder la marrana.

Ahora una parte de esa panda de frikis consentidos se revuelven contra quien los sacó del arroyo y, a día de hoy, les procura los pastones públicos que cobran, cría cuervos. El espectáculo tiene una cutrez y un patetismo a la altura (o sea, la bajura) exacta de sus protagonistas, empezando por la suma hacedora, que en su soberbia estratosférica, debe de estar a punto de sacar la charrasca y montar una escabechina entre sus rebeldes cachorros. O quizá sean ellos quienes acaben cometiendo el parricidio metafórico.

Tanto me da. Sostuve, sostengo y sostendré que no hay una formación más intrínsecamente corrupta que UPyD, creada ex profeso para chupar a modo de la misma piragua institucional que dicen denunciar. Su final, sea cual sea, merecerá celebración.

Trompazo magenta

Qué tarde la de aquel lunes en Sol, sancta sanctorum de las protestas en la villa y corte. No llegaban a trescientas almas las convocadas por la charanga de Rosa de Sodupe (no iniciados, lean UPyD) para exigir a Mariano Rajoy que fuera desalojando Moncloa y entregando los trastos de mandar a la reina de la regeneración. #SoloTeQuedaDimitir era el belicoso lema de la procesión que se quedó en patético ridículo de asistencia. Para empeorar lo que ya pintaba fatal, el miembro de la cosa que atiende por Carlos Martínez Gorriarán, sobresaliente bocazas de trayectoria probada, se dedicó a aventar por Twitter que en el remedo magenta de toma de la Bastilla estaban participando “miles de personas”. Por escupir al cielo en estos tiempos en que hay cámaras a la vuelta de cada esquina, la respuesta llegó en forma de imágenes en tiempo real que mostraban la escuálida reunión, provocando una mezcla de pena, vergüenza ajena y risa. Una brillante y malvada tuitera sentenció: “Hay más hijos de Juan Carlos de Borbón que gente en la manifestación UPyD”. Con un par, el tal Gorriarán todavía tuvo el cuajo de porfiar que las fotos eran falsas, pero se cuidó mucho de publicar las de las masas desbordantes. Quedó como lo que es, un m…ilitante de UPyD.

Quizá sea mejor no celebrar por anticipado, pero este estrepitoso fiasco parece apuntar a la cuesta abajo en la rodada, ya irreversible, de este grupúsculo de chupones de la piragua, nulidades (re)venidas a más, tocados del ala y/o exudadores de odio y venganza. Sí, también un puñado de personas muy decentes, pero esas fueron las primeras que salieron por pies.

Rosa no vive en Vilna

Ya es mala leche que el mismo día que me ponía Rottenmeyer a cuenta de los bulos virales, estas manitas que teclean fueran las involuntarias lanzadoras de uno. Ocurrió que me encontré con la lista de los europarlamentarios amorrados al pilo del ya célebre fondo de pensiones gestionado por una panda de buitres, por sus siglas, SICAV. Corrí a la D de dedo para certificar la presencia de cierta regeneradora de la política que lleva más de treinta años viviendo —y muy bien, por cierto— de la ubre pública. Y allí estaba, como siempre que hay un momio: Díez González, Rosa. Al lado, una dirección, presuntamente la suya, ¡de Vilna, la capital de Lituania!

Escarmentado en carne propia y ajena de los juicios precipitados, como tantas veces que tengo una duda, me fui a Twitter a preguntar —se lo juro, solo a preguntar— si alguien sabía por qué esas señas tan lejanas a Sodupe figuraban como las de la fáctotum del chiringuito magenta. Las interrogantes se perdieron en el colosal aluvión de retuits de mis palabras. En cinco minutos nueve de cada diez replicantes proclamaban sin pararse en barras que la denunciadora de corrupciones se había buscado un apaño en la república báltica para defraudar al fisco de su amada nación española. Conociendo el percal, verosímil… pero falso de toda falsedad, como me demostró un buen samaritano que tras bucear en los procelosos archivos del europarlamento, localizó la fuente del error. En el orden alfabético, Rosa Díez sigue a un escañista lituano al que pertenece la dirección de marras. Una cantada en la transcripción. Definitivamente, Twitter lo carga el diablo.

Sucesión, primer acto

Cuatro horazas de vellón atendiendo a pie firme al primer acto de la pamema para atornillar la sucesión borbónica, y aquí me tienen, incapaz de sobreponerme aún a la sensación de irrealidad. O quizá a lo contrario, al brutal baño de realidad. Esos y esas son los que nos representan, joder qué tropa.

De acuerdo, no caeré en el vicio generalizador. Ha estado muy bien Uxue Barkos, diciendo y votando lo mismo. Me ha gustado el discurso —¡por fin!— decididamente republicano y sin medias tintas de Aitor Esteban, aunque lo hubiera apreciado mucho más con la guinda de un no rotundo en lugar de la abstención justificada (barco, animal acuático) en el tecnicismo. Lo de Sabino Cuadra, logradísimo en forma y fondo, salvo por un pequeño detalle: ha proclamado “¡No vamos a participar en esta farsa!” en el mismo instante, vaya por Marx, en que lo estaba haciendo. Lara, Bosch, Baldoví y Olaia Fernández han puesto proa a los Capetos con digna convicción y, según los casos, parraplas mejorables. Fuera de concurso, el zigzagueo palafrenero de Durán para no enfadar demasiado ni a la dinastía ni a Artur Mas, que ya empieza a estar hasta el mentón del huésped del Palace.

Entre los del sí requetesí, Carlos Salvador oliendo a cuneta, Rosa Díez besuqueando el sistema que tanto critica y que le paga sus caros caprichos, Alfonso Alonso imitando a un Pemán de cuarta regional y a punto de enseñar los gayumbos bordados de coronas. Y luego, Pérez Rubalcaba, el Groucho de Solares, bufando que se puede querer dos sistemas a la vez y no estar loco, lo que Madina Muñoz, Eduardo ha certificado sonoramente: “¡Sí!”. Es lo que hay.