Asier Madarieta Juaristi
Eliodoro de la Torre Larrinaga nació en Barakaldo pero era un deustoarra de los pies a la cabeza. Así lo pensaba él y así lo demostraba en cuanto tenía ocasión. Seudónimos como Ibarrekolanda o la calificación de Papa de Deusto que le dedica Agustín Alberro, uno de sus principales colaboradores, así nos lo demuestran. Los párrafos siguientes pretenden ser una aproximación a la persona y a la actividad de Eliodoro de la Torre, consejero de Hacienda del primer Gobierno vasco y hombre clave en la historia de este país durante la guerra y el exilio. De ello se hacía eco el padre Iñaki Azpiazu, quien en carta enviada a Eliodoro de la Torre le ponía sobre aviso de un informe de la Gendarmería francesa en el que se destacaba que en la Francia del exilio vasco «si bien Jesús [Leizaola] es el titular, Ud. es el activo y el orientador». Eliodoro, así sin h, como a él le gustaba.
La persona: Eliodoro Eliodoro de la Torre nació un 6 de mayo de 1889 en la todavía no tan industriosa pero sí muy pujante Barakaldo. Tras pasar sus primeros años en Barakaldo, finalizó estudios de comercio y orientó su vida laboral hacia la banca, en concreto, el banco Smith & Horn y Compañía y el London County Bank. En 1922 le nombraron gerente de la Sociedad Minera de Villaodrid, cargo que al parecer ostentó hasta el año 1936.
Era irónico y socarrón pero dotado de una gran humanidad. Ya en el exilio, en sus numerosas cartas, una y otra vez se hacía eco de las desventuras de la población emigrada y las dificultades que encontraba para socorrerles como desearía. Él mismo vivió desde el momento de acceder al exilio en la más pura de las modestias, e incluso en algún caso intento empeñar bienes propios para hacer frente a la factura que suponía una intervención quirúrgica a la que se vio sometido en la clínica Longchamp-Esperandieu de Marsella.
El humanismo: La Cooperativa Profundamente católico, imbuido en toda su labor de los preceptos de la Doctrina Social Cristiana, Eliodoro de la Torre puso todo su empeño en intentar propulsar la labor asistencial y de reparto de beneficios entre los trabajadores. La respuesta fueron las cooperativas de consumo.
Desarrolló su labor principal en la Cooperativa de Deusto de la que fue presidente durante cerca de cuatro años. Allí, se centró sobre todo, en el apartado de la asistencia médica. Así el 23 de julio de 1933 se inauguraban los locales de la clínica para los socios de la cooperativa. Todo un lujo para la época y una eficaz forma de resolver uno de los mayores problemas de los obreros que dedicaban gran parte de su exiguo sueldo a la atención médica de la familia. El éxito de la cooperativa fue tal que al iniciarse la guerra estaba ya en proyecto la creación de una red de asistencia médica para todos los territorios del sur de Euskadi.
El sindicalismo: SEV y ELA Durante la década de los años 20, se fundó el Sindicato de Empleados Vascos (SEV) uno de cuyos fundadores, junto a Jesús María Leizaola y Manu Robles Arangiz, fue el propio Eliodoro, elegido además presidente del mismo.
SEV tuvo desde su nacimiento unas estrechas relaciones con el sindicato ELA y en 1933, en el congreso que la sindical organizó en Vitoria, se decidió la integración de SEV en el sindicato nacionalista, y Eliodoro fue elegido vicepresidente. Fue realmente importante la aportación cualitativa y cuantitativa que el sindicato SEV hizo a ELA.
Su compromiso con la clase trabajadora le llevó también a participar en la elaboración de un Estatuto de los Trabajadores donde se garantizaran los deberes pero sobre todo los derechos de los trabajadores.
El nacionalismo vasco: PNV Eliodoro de la Torre era un nacionalista convencido. Su labor política comenzó en la organización del PNV en Deusto de la que llego a ser uno de sus principales líderes, si bien su nombre presentaba igualmente filias y fobias, algo constante por cierto en toda su experiencia vital. Finalmente, fue elegido diputado en las elecciones generales celebradas el 19 de noviembre de 1933, cargo que revalidó el 16 de febrero de 1936.
El sueño: Consejero de Hacienda Tras la consecución el 1 de octubre del Estatuto de Autonomía, el 7 del mismo mes se constituyó el Gobierno vasco presidido por José Antonio Aguirre. En este Gobierno, Eliodoro de la Torre asumió el cargo de consejero de Hacienda continuando con la labor emprendida en la Junta de Defensa, organismo anterior creado por el gobernador civil con el fin de dar una respuesta unitaria a los golpistas.
Para realizar su labor, Eliodoro se rodeó de técnicos de la Diputación de Bizkaia y de personal que trabajaba en la banca con anterioridad a la guerra. Especialmente importantes serían a lo largo de su vida Lucio Aretxabaleta, secretario personal del departamento y Ángel Pérez Anuzita, secretario general de Hacienda así como Juan Olazabal, Andrés Perea o Agustín Alberro.
Siguiendo con la actuación ya emprendida en la Junta de Defensa, la labor de Eliodoro de la Torre en el departamento de Hacienda tuvo tres ejes principales: En primer lugar, trató de hacer frente a los gastos originados por la guerra. Para ello ya como secretario de Hacienda de la Junta de Defensa había logrado un crédito de 800.000 pesetas de las principales entidades de crédito y que el Gobierno central pusiera a disposición de la Junta los 50 millones de pesetas que tenía a su nombre en la sede del Banco de España en Bilbao.
En segundo lugar quería mantener la normalidad económica en la medida en que ello fuera posible en una situación de guerra. Para ello impulsó la acuñación de los pagarés que se conocieron como «dinero de Euzkadi» y que facilitaron la circulación de moneda. Por último, su misión consistía en mantener la independencia económica del Gobierno vasco, disminuyendo al menor grado posible la dependencia respecto al Gobierno español. Su actuación provocó que por ejemplo los miembros de la Federación Regional de Trabajadores del Crédito y las Finanzas afirmaran en uno de sus informes que «toda la economía del País Vasco ha funcionado conforme al ritmo francamente separatista que convenía al Partido Nacionalista Vasco, sin control alguno que fiscalizara su actuación».
A medida que la guerra se fue perdiendo Eliodoro de la Torre se preocupó de enviar al extranjero los fondos suficientes para sostener tanto al propio Gobierno y su actuación como a los miles de refugiados y exiliados que en oleadas sucesivas partieron de sus hogares por temor a la represión franquista. Estos fondos se unieron a los que desde el inicio de la guerra habían sido enviados para la compra de armas e importación de materias primas y alimentos. Como consecuencia de ello, algunos dirigentes republicanos como Francisco Méndez Aspe o Juan Negrín, ambos responsables de la hacienda republicana española en diferentes momentos y en el caso del segundo incluso presidente del Gobierno de la República, vetaron a Eliodoro de la Torre, negándose a tratar con él de asuntos económicos.
La realidad: El exilio El 19 de junio de 1937 tomaron Bilbao los nacionales. El sueño se había roto. Miles de vascos muertos, otros miles en las cárceles, y unos miles más desperdigados por Cataluña, Iparralde, Francia, Inglaterra. Eliodoro de la Torre por sus ocupaciones, se estableció en Baiona si bien su vida transcurriría durante los siguientes meses en continuos viajes entre París y Barcelona.
Apresado por los franquistas el consejero de Sanidad Alfredo Espinosa el 22 de junio de 1937, el Lehendakari Agirre confió a Eliodoro de la Torre esta consejería. Este se puso de inmediato a materializar la tarea que ya el anterior consejero había comenzado. En agosto abrió sus puertas el hospital de la Roseraie situado en la costa de Ilbarritz, en Biarritz. El imponente edificio que hasta entonces había acogido un hotel de lujo fue alquilado, rehabilitado y acondicionado para su nueva función. Para su dirección designó a Gonzalo Aranguren, doctor de reconocido prestigio. Bajo su mando se dispusieron 60 camas atendidas por un equipo de médicos y 20 enfermeras. Los hospitales Euzkadi, Gernika y Otxandiano son otros ejemplos de la labor realizada desde la Consejería de Sanidad.
Al caer Cataluña, la labor de Eliodoro volvió a ser fundamental primero desde Figueres y luego desde el hotel sala en Perpigñan. Junto a hombres de total confianza como Andrés Irujo, Juan Manuel Epalza, José Amuriza o Lucio Aretxabaleta se encargaron de organizar todo aquel «desastre». Uno más en la historia del Pueblo Vasco.
Entre las labores realizadas estuvo la de la distribución del famoso igarobide o pasaporte vasco, que garantizaba a los vascos un documento de identidad en la esperanza de que fuera admitido por las autoridades galas y posibilitara el paso a ese territorio de esos miles de vascos.
Tras la ofensiva alemana, a mediados de 1940, la actividad asistencial vasca se hallaba paralizada. «Nunca pude suponer que llegaríamos a esta situación tan difícil que nos impidiera toda actividad», escribía Eliodoro de su puño y letra en el margen de una carta. Perseguido por las policías francesa, alemana y española, intentó en varias ocasiones marchar hacia América pero todo fue inútil. Ni siquiera la mediación del propio presidente de Argentina pudo facilitarle la salida. En la orden de extradición firmada el 3 de marzo de 1941 por el Gobierno español se le acusaba de robo y asesinato y esta acusación dificultaba, si no totalmente, si en gran medida su salida de Francia al prohibir proporcionarle la documentación necesaria para su marcha. Un hombre que había gestionado millones en su labor gubernamental, que había logrado resguardar, llevándolos al exilio, miles de joyas y documentos valorados en varios millones de pesetas, tuvo que vivir durante estos meses gracias a las ayudas económicas de sus amigos. A comienzos de 1944, nada más abandonar Baiona los alemanes, llegó a la capital labortana Eliodoro de la Torre. El primer objetivo era poner nuevamente en marcha la delegación vasca. Por estas fechas, Eliodoro ejerció también las labores de coordinación entre el Gobierno vasco y el Consejo Consultivo Vasco, entidad nacida a consecuencia del pacto de Baiona de 1945 y cuyo objetivo era ayudar al Gobierno vasco en la labor de lucha contra la Dictadura hasta que Franco fuera expulsado del poder.
Por estas fechas Eliodoro jugó un papel clave en el reforzamiento de las relaciones entre vascos y catalanes. También el expresidente del Gobierno de la República Juan Negrín se reunió con él en la Delegación Vasca de Baiona para pedirle que los vascos mediaran entre los republicanos españoles para avanzar en la unidad de estos.
Con la Segunda Guerra Mundial a punto de acabar, los miembros del Gobierno Vasco veían como algo imprescindible que los vascos tomaran parte de una u otra forma en la lucha que los aliados mantenían contra las fuerzas alemanas, algo que en reiteradas ocasiones habían intentado, negándoseles. Organizada por Eliodoro de la Torre, nació la unidad que más adelante se bautizaría como Batallón Gernika y que se enfrentó a las bolsas nazis en la Pointe de Grave, venciendo en la única acción armada en la que tendrían oportunidad de intervenir.
En el mes de enero la salud de Eliodoro sufrió un fuerte bajón. En un último detalle de su carácter socarrón e irónico Eliodoro comunicaba a sus allegados allí presentes que «había sacado ya los billetes para el viaje». Falleció en Baiona el 28 de enero de 1946 hoy hace 66 años.
Fue enterrado en el cementerio de Baiona, en una sepultura cedida por unos amigos, por carecer él de fondos para sufragarse una, y con la intención, como era su deseo, de llevarlo a Bilbao cuando la Euskadi peninsular se encontrara libre de la dictadura franquista. Su deseo se vería cumplido el 16 de diciembre de 1994.