Euskaltzaindia, cien años de euskera, un siglo de país

La Academia de la Lengua Vasca cierra los actos de celebración de su centenario mirando a los retos que el euskara debe afrontar en el futuro, siempre bajo su lema: ‘Ekin eta jarrai’

Un reportaje de Andres Mª Urrutia Badiola

Cuando el 7 de octubre de 1919, ahora cien años, se reunieron en la Diputación Foral de Gipuzkoa los doce primeros académicos de Euskaltzaindia, bajo la presidencia y con la secretaría de quienes ocupaban estos cargos en la Sociedad de Estudios Vascos, se constituyó formal y jurídicamente la Academia de la Lengua Vasca, en respuesta a un anhelo largamente sentido en la sociedad vasca.

Una de las primeras reuniones de la Academia de la Lengua Vasca-Euskaltzaindia. Foto: Euskaltzaindia

El fruto de los desvelos y propuestas de aquellos años cristalizó en la creación de la primera institución que reunía a representantes de todos los territorios de lengua vasca y lo hacía, además, en torno al cultivo de la lengua vasca, tanto en el orden filológico como en el social, dando su razón de ser a cada una de sus dos secciones, Iker (investigación) y Jagon (tutelar).

Un primer rasgo distintivo de la recién nacida Academia era su doble objetivo y una manifestación de lo anterior eran las palabras que poco antes había escrito Koldo Elizalde, uno de sus fundadores, sobre el sentido de la nueva Academia: “Y supongo que en este instante asomará a los labios de todos y vosotros la palabra Academia, como designativa de la institución destinada a realizar esa necesaria congregación, esa precisa coordinación de labores. Acepto la palabra con tal de que no evoque la idea de un dormitorio de siestas de la alta burguesía intelectual que entretiene sus ocios en poner y quitar acentitos sobre las vocales, proposiciones y en otras cosillas de la misma trascendencia. La Corporación que nosotros necesitamos es cosa muy distinta de eso, es algo cuya acción eficaz y vivificante se deje sentir desde el primer momento”.

No todos aceptaron la idea de la Academia, pero lo que quedó claro es que la Academia era el instrumento más poderoso del que los vascos se dotaban para hacer del euskera una lengua culta, lo que exigía aunar esfuerzos en torno a la formalización de un estándar lingüístico válido para la realización de todas las funciones de comunicación que despliega una lengua en la vida social.

El despegue (1919-1936) Creada la institución y fijados sus objetivos, la vida de la Academia comenzó poco a poco. Sus problemas económicos fueron una constante por la insuficiencia de las dotaciones públicas para sus trabajos. Se fijó la sede en Bilbao, en la calle Ribera 6, donde permaneció hasta los años ochenta del siglo pasado y comenzaron las reuniones mensuales de los académicos, amén de numerosas actividades de proyección social de la Academia, a lo largo y ancho de toda Euskal Herria.

Se crearon asociaciones de apoyo, se asesoró a las diputaciones y ayuntamientos en materia de euskera y se llevó a cabo una labor de socialización importante y significativa del euskera, en relación a los medios materiales y humanos de los que la joven Academia disponía.

De forma simultánea, la Academia comenzó el trabajo de recopilación sistemática de los datos necesarios para la formulación de un euskera estándar y fue reuniendo en su entorno las figuras principales del mundo del euskera.

Aquellos fueron los años del Erizkizundi irukoitza, la encuesta dialectal que se realizó por primera vez en todos los territorios de lengua vasca, los años de la revista Euskera, Boletín de la Academia y lugar de encuentro de los vascólogos más prestigiosos del mundo, los años que culminaron con un trabajo de actualización de la lengua vasca en campos muy diversos y con la formulación por Azkue, su presidente, de una primera propuesta de unificación lingüística, el Gipuzkera osotua, que la guerra civil frustró y cortó de raíz.

Silencio impuesto (1937-1956) La guerra civil supuso la interrupción de todos estos esfuerzos de la Academia. Es cierto que Euskaltzaindia no cerró sus puertas, pero lo es también que su actividad y su presencia sufrieron restricciones importantes y significativas a la hora de proyectar la lengua vasca en el espacio público.

Azkue, ayudado de forma incansable por Nazario Oleaga, logró con muchas dificultades convencer a las autoridades del nuevo régimen de la necesidad de mantener abierta la Academia y se afanó en realizar las labores necesarias para un diccionario castellano-euskera que retomase su diccionario euskera-castellano-francés de preguerra.

Con la revista Euskera prohibida, los académicos diseminados y/o en el exilio, y una exigua capacidad económica, el futuro de la Academia no parecía nada halagüeño. Fue la llegada del joven Federico Krutwig lo que supuso un revulsivo para aquella Academia viva aunque silenciada, un revulsivo que pasaba por una renovación profunda de sus estatutos y de sus miembros. La labor no fue fácil. El régimen de Franco vigilaba de cerca a la Academia e incluso había logrado nombrar académicos de su agrado en un proceso que fue habitual en el devenir de otras instituciones académicas.

El exilio, por otra parte, era activo a la hora de promover un trabajo decidido en favor del euskera que evitase su desaparición, que en aquellos años y circunstancias se veía como algo casi inevitable. Azkue falleció en 1951, después de haber conseguido, por encima de todas las dificultades, la persistencia de la Academia, habida cuenta de las circunstancias políticas imperantes.

De nuevo en marcha (1956-1970) Tras la muerte de Azkue, la Academia sufrió un cierto parón derivado de su ausencia. El forzado exilio de Krutwig en 1952 complicó aún más las cosas para Etxaide y Lojendio, que fueron los sucesores de Azkue. En 1956 logró la Academia celebrar su primer Congreso académico público en Arantzazu y la revista Euskera pudo reanudar su publicación. Nuevas generaciones acudieron a Euskaltzaindia y los nombres de Mitxelena, Aresti, Villasante, Satrustegi, Irigoien, Erkiaga, Lafitte, San Martin…, empezaron a sonar en los pasillos de la Academia al lado de los de Lekuona, Oleaga, Arrue, Irigarai y otros.

La Academia se puso de nuevo en marcha y logró que vieran la luz publicaciones en euskera, además de promover todo un conjunto de manifestaciones culturales, tales como los concursos de bertsolaris, las ikastolas, los cursos de alfabetización y euskaldunización para adultos y otros que reforzaron la labor de difusión de la lengua en una sociedad que se abría cada vez más al euskera, sociedad que luego fue capaz de tomar el testigo de Euskaltzaindia y hacer de ellos una realidad hoy viva.

En ese contexto y a los cincuenta años de su creación, llegó la propuesta de Gabriel Aresti de retomar el tema de la unificación del euskera y de ahí vino la celebración del Congreso de Arantzazu de 1968 y la formulación del euskera batua. Luego, las disputas que siguieron supusieron un punto de inflexión en la vida del euskera y la apertura de una nueva época que ha marcado la realidad del euskera durante los últimos cincuenta años.

La reorganización (1970-2005) El año 1970 es nombrado presidente de Euskaltzaindia el franciscano guerniqués Luis Villasante en sustitución de Manuel Lekuona. A pesar de la fuerte discusión interna en torno al batua, Villasante trabaja en varios frentes: el primero, el de la legalización de la Academia, que en 1976 realiza el Estado español por el Decreto 573/1976, de 26 de febrero, por el que se reconoce a la Academia de la Lengua Vasca bajo la denominación de Real Academia de la Lengua Vasca, y su posterior configuración por el Estatuto de Autonomía del País Vasco (1979) y por la Ley foral del euskara en Navarra (1986) como institución consultiva oficial en materia de euskera; el segundo, el de la reorganización interna, creando comisiones por materias y dando impulso a una adecuada organización de la Academia que permitiera trabajar de forma más eficaz en los campos que le son propios.

Su decidido impulso a la unificación le valió múltiples desaires que fue superando con su constancia y tesón, amén de la colaboración de los académicos y de las nuevas generaciones de euskaltzales que vieron en el euskera batua la tabla de salvación del euskera después de largos años de ostracismo.

A Villasante le sigue Jean Haritschelhar, el primer presidente originario de Ipar Euskal Herria, que continuó el trabajo iniciado con las premisas de acercar la Academia a las nuevas realidades universitarias y del mundo del euskera, encarrilando el proyecto del Diccionario General Vasco bajo la dirección de Mitxelena y el Atlas Lingüístico del Euskera bajo su propia dirección.

Son los años del Convenio de Oñate para garantizar la financiación de Euskaltzaindia y su relación con los poderes autonómicos de Euskadi y Navarra, que entonces comenzaban su andadura como administraciones públicas responsables de desarrollar la oficialidad del euskera, una realidad desde la Constitución de 1978.

Nueva época y futuro (2005-2019) En 2005, el académico Andres Urrutia es nombrado nuevo presidente de Euskaltzaindia. Comienza así una nueva época que busca una aproximación de la Academia a la sociedad, un trabajo académico en torno a la lengua, articulado en función de proyectos de gran alcance dirigidos a toda la comunidad lingüística vasca, tales como la Historia social del euskera, el Diccionario Histórico Etimológico del euskera, el Corpus Onomástico del euskera y otros.

Son los tiempos de las nuevas tecnologías, de la irrupción generalizada de la mujer en las labores de la Academia, de la apertura del diccionario a las cuestiones de género, del desarrollo de la Onomástica, y en suma, de renovar el compromiso con la sociedad, y de una organización y funcionamiento basados en la moderna concepción de la gestión de una institución cultural enraizada en el país y a su servicio. Cien años después, Euskaltzaindia-Real Academia de la Lengua Vasca es una institución de referencia imprescindible en el panorama del euskera. Ello se debe al trabajo conjunto de todos, académicos de honor, de número, eméritos, correspondientes, trabajadores de la institución y de cuantos se han acercado a ella o han colaborado en sus trabajos e inquietudes a lo largo de estos cien años.

Euskaltzaindia tiene hoy ante sí un futuro importante. Un futuro que pasa por continuar la labor de estos últimos años y por profundizar en sus ejes centrales, la digitalización, la internacionalización, la profesionalización y la socialización, junto con la búsqueda de nuevos cauces para transmitir su realidad y sus aportaciones a las nuevas generaciones, que van incorporándose a la Academia desde todos los territorios de Euskal Herria.

Se cierra ahora un primer centenario y se abre un nuevo periodo para la máxima institución en el mundo del euskera. El lema que preside desde hace cien años su labor, Ekin eta jarrai, sigue ahí y se le añade una nueva consideración, 100 urte euskara ehuntzen. Esa es su labor, esos sus objetivos. El futuro nos espera. Geroak erranen!

Euskaltzaindia y los nombres de persona válidos para ambos sexos

Euskaltzaindia acaba de presentar el renovado nomenclátor tras una intensa labor académica en torno a los nombres de personas en lengua vasca. En él se amplía el número de nombres utilizables para ambos sexos. La ley española que sustituirá a la que los prohibía aún no ha entrado en vigor .

Un reportaje de Roberto González de Viñaspre

la fecunda labor de Euskaltzaindia en el ámbito de la recopilación y estandarización en euskera de los nombres de persona cuenta desde la semana pasada con una aportación de significada importancia. Se trata del renovado nomenclátor que ha sido presentado dentro de las Jornadas Internacionales de Onomástica que la Real Academia de la Lengua Vasca celebró en Vitoria-Gasteiz los pasados días 13 y 14, y es el fruto de una intensa y extensa actividad académica por parte de la Comisión de Onomástica.

Algunas de las personas que participaron en las Jornadas Internacionales de Onomástica celebradas en Vitoria-Gasteiz los pasados días 13 y 14. Euskaltzaindia

El anterior nomenclátor impreso data del año 2001, y fue publicado conjuntamente por la Real Academia de la Lengua Vasca y el Departamento de Justicia, Empleo y Asuntos Sociales del Gobierno vasco. El renovado que acaba de presentarse viene a completar notablemente aquel, incluyendo nuevos nombres que la Academia ha ido certificando estos últimos años, ampliando en gran número los nombres diminutivo y otorgando una categoría específica a aquellos nombres que, como Amets, Amaiur y otros muchos, desde el punto de vista lingüístico son igualmente utilizables para ambos sexos.

La realidad lingüística del euskera es que los nombres de persona pueden clasificarse en dos grandes grupos: los que tienen implícitamente marca de género y los que carecen de ella. A su vez, los portadores de dicha marca pueden ser exclusivamente femeninos o masculinos. La distinción entre ambos está ligada a una larga tradición social y cultural. Tales nombres cuentan con una trayectoria histórica concreta en el desarrollo de la sociedad vasca que puede remontarse incluso a la Edad Media (Anderezu, Usoa, Eneko, Hobeko etc). Además, están los nombres de tradición judeo-cristiana, principalmente del santoral, cuyo uso se hizo hegemónico a partir del Concilio de Trento, en el siglo XVI, para la inscripción de los recién nacidos en los libros de bautismo. La obligada distinción de sexo era también en aquel tiempo reflejo del pensamiento y de la visión de la sociedad.

Más cerca en el tiempo está la propuesta para un santoral vasco que formularon Sabino Arana y Koldo Eleizalde hace poco más de un siglo. Su nomenclátor se fundamentaba en criterios lingüísticos muy discutibles, pero es indudable el arraigo y uso popular que han conseguido nombres como Iñaki, Joseba, Edurne y Miren, entre otros. Y otros creados más tarde, pero siguiendo esa misma vía, como Oihane, por ejemplo.

Después de la creación de Euskaltzaindia en 1918-1919, será cuando esta institución académica, mediado el siglo XX, propicie y ampare el desarrollo de los nombres de persona en euskera. El primer paso fue la obra del académico Aingeru Irigarai en 1966 donde se alumbraron nombres femeninos como Ainhoa, Aitziber e Idoia. Posteriormente, es crucial el nomenclátor del académico José María Satrustegi, publicado en 1972 y reeditado en 1977 y 1983. Muchos nombres de persona, tanto masculinos como femeninos, aparecieron entonces. Es el caso de Hegoi y Amalur, ligados a la mitología vasca; o también nombres con origen en nombres de lugar, tales como Irati o Nagore. Igualmente se valió Satrustegi de nombres extraídos del léxico común, como Ibai. En consecuencia, esos nombres de persona y otros de esa misma época han ido asentándose en el uso de la sociedad vasca, y forman parte de la identidad de miles de ciudadanos y ciudadanas vascas, de modo que en estas décadas se ha consolidado una tradición de uso de cierta solidez.

Prohibición Una característica común a todos estos nombres de persona es que se dividen claramente por el género, y son de uso exclusivo para hombre o para mujer. De igual modo sucede con los de nuevo cuño de la segunda mitad del siglo XX. Hay que tener en cuenta que la ley del Registro Civil de 1957 prohibía expresamente todos los nombres que pudieran inducir a error en cuanto al sexo. Por tanto, era obligatoria la adscripción exclusiva a uno u otro género. El último nomenclátor que había publicado Euskaltzaindia hasta hoy, el de 2001, junto al Departamento de Justicia, también debía respetar el principio de la distinción de sexo.

Sin embargo, es una realidad lingüística -y hoy también social- que en euskera existen los nombres de persona válidos indistintamente para ambos sexos. Y estos conforman el otro gran grupo de nombres, que son, precisamente, los que la Real Academia de la Lengua Vasca incluye en el nomenclátor que acaba de presentar y publicar on line. Muchos de esos nombres provienen del léxico común del euskera. Por ejemplo, Amets o Bihotz. Y, como es sabido, una característica propia de la lengua vasca es que carece de género gramatical. Por esa razón, no son propiamente nombres masculinos ni femeninos, y, si se hace uso de ellos como nombres de persona, son igualmente válidos para hombre y para mujer. Otra importante fuente para este tipo de nombres neutros es la toponimia. Los nombres de lugar tampoco son por sí mismos masculinos o femeninos, y, aplicados a los nombres de persona, también son utilizables para los dos sexos. Ejemplos conocidos, entre otros muchos, son Amaiur y Joar. El primero una localidad navarra y el segundo una montaña alavesa.

Es cierto que la mencionada ley del Registro Civil de 1957 ha sido sustituida por la que fue aprobada el año 2011. En este nuevo texto legal se suprime el apartado que se refiere a la prohibición de nombres que induzcan a error en cuanto al sexo, pero dicha ley todavía no ha entrado en vigor en su totalidad. En concreto, se viene retrasando la derogación de dicha prohibición. Esta es la situación actual. En principio, el gobierno ha postergado su entrada en vigor hasta junio del 2020. Por otro lado, es sabido, que el ámbito competencial y de actividad académica de Euskaltzaindia abarca el conjunto del País Vasco, también la vertiente septentrional de los Pirineos. Cabe decir que la legislación del Estado francés no recoge tal prohibición en la elección de nombre desde la última década del siglo XX.

Mientras tanto, se constata mediante los datos del Instituto Nacional de Estadística, el Eustat o el Instituto de Estadística de Navarra que hay un uso real de los nombres neutros, e incluso se percibe una demanda creciente. Sabemos que no son pocos los padres y madres que dirigen sus consultas al Servicio de Onomástica de Euskaltzaindia preguntando sobre este tipo de nombres, ya que unos desean ponérselo al hijo y otros a la hija. Asimismo, se reciben desde los Registros Civiles consultas sobre nombres concretos, como paso previo a la admisión del nombre solicitado. La Real Academia de la Lengua Vasca es receptora de esas consultas puesto que es institución consultiva oficial de las Administraciones también en esa materia.

Sin embargo, Euskaltzaindia no puede extender esos certificados que a veces se les exigen a los padres y madres en los Registros Civiles sin alterar la lógica propia de la lengua vasca. Por ello, en enero de 2018 la Academia envió un escrito al entonces ministro de Justicia en el que le trasladaba esa procupación y se solicitaba que el Ministerio emitiera las instrucciones pertinentes, a fin de procurar una aplicación más flexible de la normativa vigente. La Real Academia de la Lengua Vasca aprovechó la ocasión para ofrecerle su colaboración en el estudio conjunto de ese problema y en la búsqueda de las vías más adecuadas para conseguir una solución satisfactoria. Por el momento, dicho escrito no ha tenido contestación por parte del ministerio.

Entre tanto, a Euskaltzaindia le compete continuar con su labor académica en la estandarización de los nombres de persona. Tal es su tarea y obligación, en cuanto es una institución académica al servicio de la sociedad. Debe velar por la corrección lingüística de todos los nombres de persona, bien sean femeninos, masculinos o neutros.

Ofrecer opciones Por su parte, compete al ámbito jurídico adecuar la legislación a la realidad social. Euskaltzaindia no prohíbe el uso de ningún nombre, y nunca lo ha hecho. Evidentemente no es ese su ámbito de competencia. Al contrario, desde el principio de su actividad en este tema, la Real Academia de la Lengua Vasca siempre ha tenido como objetivo ofrecer el mayor número posible de opciones en euskera para los nombres de persona. Es decir, con un criterio claramente acrecentador del número de posibilidades de elección de nombres, y de ninguna manera restrictivo. Por ello, en la nueva categoría de nombres neutros o mixtos tienen cabida inicialmente cerca de quinientos, pero en absoluto es una lista cerrada, sino permanentemente abierta y dinámica. Los sistemas de denominación no son ni pueden ser estáticos y cerrados. Al contrario, han sido históricamente, son y serán sistemas creativos y variables, al compás de los gustos estéticos y sensibilidades de cada época. Esa es una razón fundamental para que el nuevo nomenclátor no se haya publicado como libro sino on-line, en la web de Euskaltzaindia, como herramienta en continua actualización. Como consecuencia, veremos crecer paulatinamente y de forma notable la categoría de los nombres neutros, y se irá equiparando en número a las otras dos categorías del nomenclátor.

Al tiempo que la Academia ha incluido la categoría de los nombres neutros, ha comenzado asimismo a extender certificados, dirigidos tanto a los Registros Civiles que lo solicitan como a particulares que así lo demandan, en los que dictamina el carácter neutro de determinados nombres. Utiliza como fundamento probatorio el Corpus Onomástico Vasco y el Diccionario General Vasco, según provengan los nombres de topónimos o de vocablos de la lengua vasca. Y se dice expresamente en el certificado que, como nombre de persona, es utilizable igualmente para ambos sexos.

Sin duda, el uso de los nombres de lugar y de los vocablos del léxico común como nombres de persona puede contribuir a enriquecer de forma casi inagotable el número de nombres de persona, y, además, desde el punto de vista de la igualdad de género. En esto será determinante el uso o desuso que haga la propiedad sociedad vasca porque, como hemos dicho, los sistemas de denominación están siempre abiertos y sujetos a cambio, y la libertad de elección de nombre reside en las personas. La Real Academia de la Lengua Vasca, mientras tanto, continuará con su labor lingüística, asesorando y aconsejando acerca de las formas correctas de los nombres en lengua vasca, y ampliando el catálogo de nombres, a modo de propuesta para padres y madres y la sociedad en su conjunto.

El franquismo y la refundación de Euskaltzaindia

Tras la Guerra Civil y durante las primeras décadas de la dictadura franquista, Euskaltzaindia tuvo que hacer frente a un periodo de refundación que se extendió de 1936 a 1954

Antón Ugarte Muñoz

Cómo pudo la Academia de la Lengua Vasca (ALV) mantenerse en pie en el seno de un Estado dictatorial ultranacionalista español? Creo que las razones principales fueron dos. Por un lado, Euskaltzaindia como corporación no se posicionó a favor del Gobierno de Euzkadi durante la guerra civil española. Parece que hubo intención de tratar ese tema en una reunión en Bilbao a finales de 1936, una vez ocupada Gipuzkoa por las tropas de Emilio Mola, reunión a la que estaban convocados los académicos residentes en Bizkaia. Según testimonio de Bonifacio Echegaray, a la sazón miembro de la Comisión Jurídica Asesora de Euzkadi, el director de Euskaltzaindia -el sacerdote Resurrección Mª Azkue- fue conducido desde su residencia en Lekeitio hasta Bilbao para entrevistarse con el lehendakari José Antonio Aguirre, pero ningún vínculo orgánico y oficial se estableció entre la ALV y el Gobierno de Euzkadi. Este hecho probablemente fue valorado de forma muy positiva por las nuevas autoridades franquistas una vez que todo el territorio autónomo cayó en sus manos en 1937.

La segunda razón, estrechamente unida a la primera, es que los monárquicos maurrasianos que ostentaron el poder en Bizkaia tras la guerra civil consideraron que una Euskaltzaindia depurada de sus académicos abertzales -pues izquierdistas no los había habido nunca- bien podría servir como elemento simbólico para maquillar la política lingüística del falangismo dominante y tratar de arrebatar de esa manera la bandera del euskera al nacionalismo vasco, el cual acusaba al Nuevo Estado de estar llevando a cabo un genocidio cultural.

La ALV había quedado diezmada por la violenta contienda que asoló España entre 1936 y 1939, tras el fallido golpe de Estado contra la República. El erudito navarro Arturo Campión y el sacerdote vizcaino Juan Bautista Egusquiza habían fallecido de forma natural, pero sin ahorrarse el miedo a ser ejecutados por alguno de los bandos enfrentados. A consecuencia de su colaboración personal con el Gobierno de Euzkadi o con el PNV, se habían visto obligados a exiliarse en Francia los siguientes académicos: Bonifacio Echegaray, Severo Altube y el jesuita Raimundo Olabide. El fraile capuchino navarro Dámaso de Inza fue destinado por sus superiores a Chile, junto a otros compañeros de orden sospechosos de ser afines al PNV. Los académicos vasco-franceses se encontraron con una frontera férreamente controlada, primero, por motivo de la guerra civil española; en seguida, por la contienda mundial, y, a continuación, por el bloqueo diplomático antifranquista.

En suma, cuando R. M. Azkue aceptó las condiciones políticas exigidas por el franquismo para reanudar las actividades de su amada Euskaltzaindia, en el País Vasco-Navarro tan solo quedaban otros dos académicos para poder llevar a cabo dicha refundación: el exdiputado carlista Julio Urquijo y el sacerdote donostiarra Ramón Inzagaray. Las exigencias más importantes que el director de la ALV aceptó fueron las siguientes: sustituir a los miembros en el exilio por nuevos académicos de ideología derechista-españolista y dejar de convocar a los vasco-franceses.

Críticas a Azkue ¿Hasta qué punto se identificó el director de Euskaltzaindia con la ideología franquista? Resurrección María de Azkue, desde antes de la fundación de la ALV en 1919, había mantenido una relación conflictiva con el PNV, cuyo sector ortodoxo lo sometía a constantes críticas y desautorizaciones, tanto políticas como académicas. Al igual que muchos otros vasquistas de tradición conservadora e incluso antiliberal, pese a su indudable autonomismo, durante la guerra civil repudió la unión del PNV con el Frente Popular, y se abstuvo de mostrar su adhesión al Gobierno de Euzkadi. ¿Qué decir de Julio Urquijo, cuyo hermano, José María Urquijo, rival ultramontano de las izquierdas y del PNV, había sido ejecutado por sentencia de un Tribunal Popular en Donostia?

Una vez que el Frente del Norte cayó en manos de los sublevados, Azkue y Julio Urquijo acudieron a Salamanca en enero de 1938 como miembros de número de la Real Academia Española (RAE) -lo eran desde 1927, a consecuencia de un decreto de la dictadura primorriverista- a la constitución del nuevo Instituto de España (IdeE), donde juraron, junto al resto de académicos allí reunidos, lealtad al caudillo de España. Está sujeta a interpretación la sinceridad de dicho juramento, pero, así como otro miembro vasco de la RAE presente en Salamanca, el escritor Pío Baroja, se apresuró a refugiarse en París poco después, Azkue y Julio Urquijo participaron activamente -el segundo como secretario provisional- en las sesiones que la RAE realizó durante la guerra civil en Donostia, retaguardia cultural golpista y sede provisional de la RAE y del IdeE.

De esta manera, a pesar de las inevitables sospechas de criptonacionalismo vasco por parte del falangismo militante, Azkue y Julio Urquijo quedaron políticamente habilitados para refundar la ALV. Con el permiso de la Junta de Cultura de Bizkaia -presidida entonces por José María de Areilza-, un nuevo órgano que dependía de la Diputación Provincial, Euskaltzaindia fue autorizada a celebrar su primera sesión de posguerra en abril de 1941 en su sede oficial de Bilbao. Los nuevos académicos nombrados para sustituir a los miembros fallecidos o en el exilio, más allá de su vasquismo cultural, cumplían con las condiciones políticas franquistas: el abogado carlista Nazario Oleaga, quien ejercería de secretario;el sacerdote Pablo Zamarripa, el heraldista Juan Carlos Guerra y el archivero Juan Irigoyen. A propuesta de Resurrección María de Azkue, también fue nombrado académico el furibundo antiabertzale Eladio Esparza, representante oficioso de la Diputación Foral de Navarra.

Precaria vida académica El exiguo apoyo económico que las autoridades franquistas vasco-navarras otorgaron a Euskaltzaindia, la censura constante en lo que al uso público del vascuence se refiere y, por último, el temor a ser tachados de colaboracionistas por el nacionalismo vasco, obligaron a la corporación a llevar una precaria vida académica durante los años 40. Reducida a reunirse alternativamente en Bilbao y en San Sebastián, sin poder publicar su boletín oficial Euskera; su principal cometido fue continuar la elaboración del Diccionario español-vasco, proyecto que quedaría inacabado tras fallecer su principal responsable, Resurrección María de Azkue, en noviembre de 1951.

El enorme vacío dejado por el alma mater de la ALV, y, un año antes, por Julio Urquijo, fundador de la Revista Internacional de Estudios Vascos, se antojaba difícil, si no imposible, de llenar, debido al prestigio que ambos habían conferido a este campo de estudios durante la primera mitad del siglo XX. Uno de los postulantes fue el académico de padre alemán Federico Krutwig, quien entonces apenas contaba 30 años. En el acto público de ingreso del también joven académico Luis Villasante, fraile franciscano y futuro director de Euskaltzaindia, celebrado en Bilbao en mayo de 1952, Krutwig quiso borrar de un plumazo las acusaciones de contemporización franquista. En lugar de atacar directamente a la dictadura, se empleó a fondo en desautorizar públicamente a los Obispados de Bilbao y Donostia, recientemente desgajados del de Gasteiz, por marginar el euskera en sus diócesis. A pesar de que el discurso fue leído en el vascuence arcaizante que Krutwig había aprendido en obras de la Edad Moderna, fue denunciado inmediatamente por las autoridades provinciales presentes en el acto. Exigir públicamente que la Iglesia vasca se separase del Estado en su política lingüística, cuando la España nacional-católica surgida de la guerra civil se basaba en un pacto entre ambos poderes, fue una temeridad y una desastrosa táctica política. El vizcaino Krutwig fue el siguiente académico vasco obligado a marchar al exilio desde la guerra civil. Volvería a hacer gala de su extremismo dialéctico en el ensayo Vasconia (1963), el cual incluye el discurso de 1952 en su apéndice documental.

Con una corporación al borde del colapso y amenazada por el gobernador civil de Bizkaia, Genaro Riestra, el eje principal de la actividad académica se desplazó de Bilbao a San Sebastián hacia 1954 y buscó el apoyo de la Diputación Provincial de Gipuzkoa, presidida entonces por el tradicionalista José María Caballero. La dirección de Euskaltzaindia fue a parar a manos de Ignacio María Echaide, ingeniero provincial donostiarra e integrista católico a macha martillo; se nombraron académicos dos abogados derechistas guipuzcoanos -Antonio Arrúe y José María Lojendio- y se fundó en Donostia el Seminario de Filología Vasca Julio de Urquijo, cuyo origen se encuentra en el valioso fondo bibliográfico adquirido por la corporación provincial a la viuda de Urquijo. Tras superar los obstáculos políticos motivados por su condición de exgudari y expreso antifranquista, la dirección oficiosa del Seminario de Filología Vasca fue confiada a Luis Michelena, un hombre de cualidades extraordinarias, quien desde una posición externa u objetiva respecto del euskera -la de su labor lingüística y académica- como desde una posición interna o creativa -la de ensayista y animador de la revista Egan- supo encarnar la promoción del vascuence a nuevos niveles de relevancia y dignidad cultural.

Euskaltzaindia pudo así recuperar poco a poco su autonomía académica, convocar de nuevo a los miembros regresados del exilio y a los vasco-franceses, renovar sus estatutos, reanudar la publicación de su boletín, iniciar la descripción científica de un patrimonio secular, así como dar los primeros pasos en el proceso de estandarización literaria. Si bien continuaría siendo una entidad sin personalidad jurídica, tan solo tolerada por una dictadura firmemente establecida en el concierto anticomunista internacional, hasta que pocos meses después de la muerte del dictador, Francisco Franco, Euskaltzaindia fue reconocida como Real Academia de la Lengua Vasca por un decreto -preautonómico y preconstitucional- del Ministerio de Educación y Ciencia (1976).

El Gobierno foral de Sota y la fundación de Euskaltzaindia

La llegada al gobierno de la Diputación de Bizkaia de los nacionalistas vascos en 1917 propició el embrión de Euskaltzaindia y un impulso a la supervivencia del euskera

Un reportaje de Andres Mª Urrutia Badiola

Actual sede de la Academia de la Lengua Vasca-Euskaltzaindia en la Plaza Nueva de Bilbao. Foto: Borja Guerrero
Actual sede de la Academia de la Lengua Vasca-Euskaltzaindia en la Plaza Nueva de Bilbao. Foto: Borja Guerrero

Uno de los momentos más álgidos en la configuración del euskera como lengua oficial a utilizar en las relaciones de las administraciones vascas con los ciudadanos fue, sin duda alguna, la corta en el tiempo, pero fructífera en hechos, época de gobierno de la Diputación Foral de Bizkaia de los nacionalistas vascos, encabezados por Ramón de la Sota Aburto, época que se extendió entre los años 1917 y 1919.

Se han cumplido, por tanto, cien años de aquella labor de gobierno que en lo que se refiere al euskera tuvo una primera manifestación en el programa de gobierno que Sota desgranó ante el pleno de la Diputación de Bizkaia, el día 4 de mayo de 1917, en el que pronunció las siguientes palabras: “Hay en el País Vasco un movimiento que cuenta con las simpatías de todos los vascos. Me refiero á la labor que ciertos eruditos realizan para conservar y propagar el euskera. Nosotros, desde esta Corporación, debemos ayudar y ayudaremos dicho movimiento con todos los medios morales y materiales que estén á nuestro alcance”.

Uno de los pilares fundamentales de aquella acción de gobierno fue sumarse al movimiento de restauración y recuperación de la lengua vasca que ya desde finales del siglo XIX existía en el País y que reclamaba para el euskera lo que hoy llamaríamos una normalización lingüística y la adecuada planificación por parte de los poderes públicos para poder llevar a cabo ese objetivo.

En este contexto, los dos aspectos más acuciantes de esa normalización lingüística eran, por una parte, el trabajo de formulación de un estándar lingüístico en euskera que sirviera de elemento de comunicación entre todos los vascos y, por otra parte, una labor de fomento de la utilización social de la lengua vasca en todos los ámbitos de la vida del País.

Sin desdeñar lo segundo, el Gobierno de Sota se dedicó con ahínco a atender el primer objetivo desde la Diputación de Bizkaia, recogiendo las anteriores iniciativas que desde hacía casi un siglo existían en torno a la creación de una Academia de la Lengua Vasca, que fuera el sujeto activo de la estandarización de la lengua vasca y formulando de forma oficial una propuesta escrita para su creación.

Ahí está el germen de los que luego sería, a través del Congreso de Estudios Vascos de Oñati de 1918, la Academia de la Lengua Vasca- Euskaltzaindia, que hoy, casi cien años después, continúa aún con su labor como institución consultiva oficial en materia de lengua vasca y con sus dos secciones, Iker, de atención a lo que son las estructuras lingüísticas en torno al euskera, y Jagon, que se preocupa de la utilización social de la lengua vasca.

Aquella primera propuesta del gobierno de Sota es la que ahora centra nuestro interés, ya que en la misma se encuentran insertos, con una absoluta modernidad, muchos de los elementos que en torno al euskera siguen concitando nuestra atención.

Elgezabal y Landaburu (1918) El 25 de enero de 1918 se discutió en el pleno de la Diputación de Bizkaia la propuesta que dos diputados nacionalistas del grupo de Sota, Cosme Elgezabal y Félix Landaburu, habían presentado con fecha 12 de enero de 1918 para la creación de una Academia de la Lengua Vasca.

Hay que subrayar el hecho, bastante inusual, de que el texto fuera presentado al pleno en euskera, lo que exterioriza, una vez más, la voluntad de normalizar el uso de la lengua vasca en las tareas de gobierno, ratificando así una línea de trabajo que fue una constante del Gobierno de Sota.

Frente a esa actitud hubo quien en el citado pleno protestó de forma vehemente e incluso abandonó la discusión por entender que la moción que se presentaba en euskera era contraria a la unidad nacional. Son palabras del diputado foral Fatrás: “Viene ahora en el orden del día una Moción redactada en vascuence para someterla á deliberación de esta Excma. Corporación, y el hecho de que el Sr. Presidente la haya admitido y la haya incluido en el orden del día, es un acto patente de separatismo, pues en esta Diputación no es habitual el uso del vascuence, ni los Diputados firmantes hablan habitualmente ese idioma. Esa Moción tiene un carácter verdaderamente antiespañol y separatista, que no se puede tolerar pase sin mi protesta más enérgica. Se habla en ella de regiones de Euzkadi y de hermanos transpirenaicos. Eso viene á ser un alarde de separatismo que no os atrevéis á hacerlo público, presentando en castellano como debierais haber presentado esta Moción. Yo protesto de tal proceder y pido sea retirada esa Moción atentatoria á la unidad nacional”.

Elgezabal y Landaburu tenían, sin embargo, las ideas muy claras sobre los objetivos y la estructura del organismo lingüístico regulador cuya creación se proponía: “Lenen-lenen ba, bidia atondu beaŕ, beragandik ondo ibilteko ta bera zuzen erabilteko. Biaŕ-añeko notiñen Bazkun bat, aldiak batak bestiakin azteŕtu ta aldan ondoen erabagiteko; utsunak bete; itzen ikuŕpena eta esanguria tinkotu-idazkera bat jaŕi; izkelgiak bata be ezetsi barik eta alkaŕe geitu ta aberastuta baino, orobatu; idaztiyak bildu, eta azkenez, izkera gaŕbi, makezbako jakintz-lanetarako egoki ta erabilkoŕa, eusko-eŕien gaigaŕia, emon dagizkun”». “Ante todo, pues, hemos de preparar el instrumento para valernos y servirnos de él. Una Corporación de personas competentes que dirima las diferencias después de examinadas y contrastadas, llene las lagunas, fije el sentido y significación de las palabras, establezca una ortografía, uniforme los dialectos, sin prescindir de ninguno de ellos, sino completándolos y enriqueciéndolos entre sí, forme Bibliotecas, y, en resumen, nos dé un lenguaje puro sin imperfección, apto y fácil para los trabajos científicos, digno del Pueblo vasco”.

La organización de esa nueva institución también está clara para ellos, con una posición inclusiva de todos los vascohablantes, lo que garantiza la representatividad de su composición y la extensión social y territorial de sus decisiones, si bien su denominación y sede quedaban para una posterior fijación: “1.n Bizkaya, Gipuzkoa, Araba eta Napaŕaren Diputazino eta Parantzeko euskeldunen oŕdezkariyen keriz ta babespian, irasten da Bazkunde bat… … ixenaz, euzkeria ta bere izkelgi oro adiratu, gaŕbitu, obetu, orobatu ta zabaltzeko. Bere erabakiyak, agintzalen sorospen eta almena eltzen danaña, beaŕ-etsiko dira; eta agintzale oyek ukutzen daben euzkel-gaiz oroetan beragana zuzenduko dira”. “1º Al amparo de las Diputaciones de Bizkaya, Gipuzkoa, Nabarra y Alaba y la representación de los vascos ultrapirenaicos, se funda una Institución que se denominará… cuyo fin será estudiar, purificar, robustecer, unificar y difundir el euzkera y sus variedades dialécticas. Sus resoluciones y acuerdos en tanto lo permitan el apoyo y la Autoridad de las entidades amparadoras de la Institución deberán cumplirse estrictamente. De igual modo las citadas entidades amparadoras de la Institución recurrirán á ésta en cuantos asuntos afecten á materia euzkerica”.

Grupo de vascófilos A la hora de llevar a cabo esta institucionalización, proponen la designación con carácter provisional de un nutrido y variado grupo de vascófilos, que tiene por misión fundamental formular el reglamento de la institución: “4.n Jaŕten dira oraindi … lagun, Lhande, Campion, Azkue, Agiŕe, Aŕiandiaga, Bustintza, Etxalaŕ, Eleizalde, Olabide, Belaustegigoitia, Basabe, Euzkelzale-Bazkunako bat, Eguzki-tza, López Mendizabal, Uŕkixo (Julio), Ageŕe (Iruñakua), eta Bayona’ko Eskualdunaren oŕdezkari bat. Jaun oŕek geŕtuko dabe Bazkundien Araudiya”. “4º Desde luego se nombran… designándose por de pronto miembros á los Señores Lhande, Campión, Azkue, Agiŕe, Aŕiandiaga, Bustintza, Etxalar, Eleizalde, Olabide, Belaustegigoitia, Basabe, un representante de Euzkelzale-Bazkuna, Eguzkitza, López Mendizabal, Uŕkixo (Don Julio), Ageŕe, de Pamplona, y un representante del periódico Eskualduna, de Bayona. Estos señores redactarán el Reglamento de la Institución”.

Tras establecer un presupuesto de 10.000 pesetas anuales, se extiende la propuesta a los demás territorios vascos, para que muestren su apoyo moral y material: “7.n Asmo au ta beratzaz ezaŕiko dan erabakiya egiztuteko jakin erazoko jakoe, euren gogozko ta txindiz laguntza eskatzen yakoela, Euzkadi’ko beste Diputaziñoeri eta Parantze aldeko euzkeldunari”. “7º Este proyecto y la resolución que sobre él recaiga deberá comunicarse á las distintas Diputaciones de Euzkadi y á los representantes de los vascos ultrapirenaicos, recabando al propio tiempo su apoyo moral y material”.

En suma, territorialidad vasca, representatividad lingüística y social e institucionalización, todo ello al servicio de una lengua y cultura vascas que carecían en aquel momento de cualquier soporte público que permitiera vislumbrar un futuro de supervivencia para ellas.

La historia posterior nos dice que aquel fue el inicio de una institución, Euskaltzaindia-Academia de la Lengua Vasca, que ha supuesto un hito en el cultivo y la transmisión de la lengua vasca a través de sus realizaciones. De hecho, como consecuencia de aquella moción, una de las conclusiones de la Sección de lengua del Congreso de Estudios Vascos en el otoño de 1918 fue su creación: “6. La Sección acuerda crear un organismo de investigación y tutela del euskera, dividido en las dos siguientes secciones, separadas y distintas. a) Sección de investigaciones… b) Labor practica…”.

El mensaje de entonces sigue hoy en vigor y de nuevo nos hace ver el mérito de aquel Gobierno de la Diputación de Bizkaia, que bajo el mandato de Sota, supo conectar con una realidad social que veía en el euskera un elemento importante de la convivencia y del ser de este País y es, además, un acicate para comprometernos en nuevas propuestas que actualicen el mensaje de aquel momento.

Honor y recuerdo, por tanto, a quienes como Elgezabal, Landaburu y el Gobierno de Sota, hace cien años, hicieron posible con su esfuerzo la ineludible tarea de crear Euskaltzaindia.