El coro vasco en el exilio

Eresoinka, que formó parte del servicio de propaganda del lehendakari José Antonio Aguirre, acababa las funciones al grito de “Gora Euskadi Askatuta!”

Un reportaje de Iban Gorriti

ILos integrantes de Eresoinka, durante una actuación en el Teatro de Chaillot de París que puso el broche a una gira por Europa.
Los integrantes de Eresoinka, durante una actuación en el Teatro de Chaillot de París que puso el broche a una gira por Europa. Fotos: Sabino Arana Fundazioa

la cultura también es arma para la guerra. Lo demostró entre 1937 y 1939 el coro del exilio vasco Eresoinka del Gobierno Provisional de Euzkadi con el grito “gora Euskadi askatuta!” que lanzaba al final de sus funciones. Así lo ha recordado siempre a los medios de comunicación Inazita Olaizola, una de las últimas integrantes con vida de la agrupación. El pasado 6 de mayo, sábado, falleció otra compañera de la agrupación, Margarite Trueba Enbil. Sumaba 101 eneros y era hermana de otras dos mujeres que pertenecieron a la coral. Asimismo, las tres contrajeron matrimonio con otros tantos varones de la formación.

Queda por saber si mantienen viva la llama otras personas como la zornotzarra afincada en Bilbao Miren Derteano. Sí perduran aún sus palabras. “La guerra con el Arte, es la mejor forma de hacerla, cantando y bailando”, amplificaba Inazita Olaizola, solista principal de Eresoinka en el documental Voces de papel. Un ensayo sobre el movimiento, de Estibaliz Urrosola. “¡Eresoinka era la belleza absoluta!”, ensalzaba con la magia de sus manos Miren Derteano a DEIA junto al piano de su hogar en Bilbao tras la grabación del cortometraje Oroitzapenak: Acordes para la memoria, de Ibai Elortza y Gregorio Arrien.

Precisamente, Arrien detalla en su libro Salvad a los niños! Historia del exilio vasco en Gran Bretaña el despertar de Eresoinka como uno de los “servicios de propaganda y cultura” del Gobierno de Aguirre. Al habla con él, el escritor lamenta que “se conozca tan poco nuestro pasado de hace 80 años. Historias como la de Eresoinka debieran salir al conocimiento de la ciudadanía. No solo los huesos deben ser memoria, el instituto Gogora también tiene que ahondar en el exilio. Siempre digo que tres cuartas partes del exilio están sin estudiar”, sostiene.

Urrosola resume que el calendario se detuvo el 19 de agosto de 1937. El totalitarismo de los generales golpistas y aliados avanzaba inexorablemente. Desterrado en Santander, José Antonio Aguirre llamó al músico Gabriel Olaizola para encomendarle una misión: “Habremos perdido la guerra, pero es nuestro deber seguir combatiendo desde el Arte”, dijo. En ese contexto nació Eresoinka, “la mayor agrupación interdisciplinar de arte vasco que conquistó París y los mejores escenarios europeos vehiculizando un mensaje de paz”, valora Urrosola.

Gregorio Arrien proclama que el coro fue “un formidable grupo de cantores, dantzaris y músicos dirigidos por Gabriel Olaizola y Jesus Luisa Esnaola”. Entre sus integrantes había personalidades como Luis Mariano, Pepita Enbil (madre del tenor Plácido Domingo y familiar a la fallecida Margarite Trueba) y el director de orquesta Enrique Jordá. Lograron el éxito con el apoyo del público en Francia, Holanda, Bélgica y Gran Bretaña. Era lo que se denominaba “un Coro Nacional Vasco”. El lehendakari Aguirre escribió en una carta a Rafael de Picavea y Felipe de Urkola las siguientes palabras: “Tengo la ilusión de que nuestro coro sea lo mejor que hayan escuchado los públicos selectos de Europa y América”.

Una de aquellas voces era la de Margarite Trueba, fallecida hace una semana. “Anduvo por el mundo cantando a la paz, tras perder una guerra y prepararse para otra que le llevaría al exilio de Venezuela”, subraya el exsenador Iñaki Anasagasti, que encuentra paralelismos entre la vida de la de Zumaia y la de su madre. “Para nuestra familia era una persona muy cercana ya que nació el mismo mes y año que mi ama, fueron juntas a la escuela en Zarautz, se casaron el mismo día, enviudaron el mismo año y cada enero se felicitaban por sus cumpleaños y se contaban sus cuitas y cómo había sido su vida en Zarautz y en el exilio”, describe.

El exalcalde de Beasain José Luis Arriola es sobrino de la finada e hijo de madre y padre integrantes de Eresoinka, Maitane y José Luis. “Cuando la tía cumplió 101 años aún tenía muy bien la mente, aún entonaba canciones como Bili bili bonbolo. Son personas que las han pasado canutas. Un ejemplo es que cuando salieron de Cantabria hacia el exilio tuvieron que dejar a la abuela en puerto y les dijeron en Iparralde que había embarcado en el Galdames que apresó el franquista Canarias. Le dieron por muerta y al poco apareció en Francia”, expone.

Homenaje La televisión pública francesa homenajea hoy a Eresoinka. Así lo ha dado a conocer el portal About Basque Country. Será en el programa Txirrita de France 3, sobre “el nacimiento y el trabajo que Eresoinka realizó a lo largo de Europa en defensa de la causa del pueblo vasco y la democracia. Una defensa realizada usando como única arma la cultura popular de nuestra nación, sus canciones y danzas”.

Anasagasti apostilla una última valoración. “Por ley de vida se van estas personas tan queridas, y aunque no sean conocidas hoy por la sociedad, jugaron en su día un gran papel e hicieron algo tan hermoso por la causa vasca como cantar a la paz y a la vida de un pueblo al que se quería destruir”, zanja.

Martin de Ugalde, el gran escritor del exilio y la transición

Hoy hace diez años murió el escritor de Andoain Martin de Ugalde, un abertzale que dedicó toda su vida a la causa y la cultura vascas

Un reportaje de Iñaki Anasagasti

eL franquismo en 1974 iniciaba su recta final. El decrépito dictador estaba enfermo y lo que decía no era entendible. Se vislumbraba un cambio histórico y la oposición se movilizaba mientras ETA actuaba y los estados de excepción se sucedían. En ese clima el Aberri Eguna, como fecha simbólica, tenía mucha importancia.

En Caracas, el Aberri Eguna era, asimismo, el gran día del Centro Vasco. Esa jornada, tras la misa, el izamiento de la ikurriña, el acto político y la comida popular, era el día de encuentro de todos los vascos. Y ese 14 de abril, nos dijeron que desde el Gobierno vasco, nos iban a llamar.

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Y la llamada se produjo, desde Donibane Lohitzune. Era el vicepresidente del Gobierno vasco en el exilio, Martin de Ugalde. “Iñaki, te transmito una gran noticia para que la deis en Radio Euzkadi y la divulguéis. El lehendakari Leizaola acaba de volver de Gernika donde ha pronunciado un mensaje dirigido a los jóvenes y a todo el pueblo vasco, diciendo que está presto en dar cuenta de lo hecho en estos cuarenta años por la Institución que preside y que la antorcha pase a una nueva generación”.

Fue aquella una acción arriesgada, pero había que romper el muro de silencio y enviar un mensaje claro que el nacionalismo no era solo ETA, que existía un Gobierno vasco en el exilio y un lehendakari que representaba una institución que había sido aherrojada. Y detrás de esa operación de presencia estaba Martin de Ugalde, que había sustituido a Joseba de Rezola como vicepresidente tras su fallecimiento. A él le sustituyó Mikel Isasi.

Yo tuve la suerte de conocerle en Caracas y viajar con él a Cumaná a la inauguración de su Centro Vasco. Había sido el primer presidente de Euzko Gaztedi del Centro Vasco y casualmente yo fui el último. Y en aquellos años había creado una influyente publicación, Euzko Gaztedi, así como dirigido la revista Euzkadi. Más tarde colaboró con revistas venezolanas como Momento y fue el jefe de redacción de la revista Elite donde siguió muy de cerca los viajes del lehendakari Aguirre y el secuestro de Galíndez, con gran incomodidad y protestas de la embajada franquista. Había llegado, asimismo, a ser presidente del Centro Vasco de Caracas y presidente de la Junta Extraterritorial del PNV en Venezuela. Escribió en la revista Nacional de Cultura así como cientos de artículos, cuentos, reportajes, tanto en euskera como en castellano. Sus colaboraciones en Euzko Deya, Tierra Vasca, Alderdi y Zeruko Argia eran habituales.

El trabajo y la dedicación del joven Ugalde se vio refrendado por el reconocimiento, ya que ganó el primer premio de El Nacional (1964) y obtuvo el premio Sésamo de Madrid con el cuento Las manos grandes de la niebla (1961).

El exiliado Martin de Ugalde había nacido en Andoain en 1921. Estudiaba en La Salle, pero la guerra le estalló con 15 años. Abandonó con su familia Andoain para dirigirse a Mundaka y Bilbao y más tarde saltó a Francia a través del puerto de Santander y llegó a Chateau Chinon (Nievre) para recalar en Donibane Garazi (Colonia de la Citadelle) y en Donibane Lohi-tzune. Durante este período estudió en las Escuelas organizadas por el Gobierno vasco. Allí termina el Bachillerato. Contó con excelentes profesores: Barandiaran, Adrián de Ugarte, Dorronsoro…

En 1940 con la ocupación de Francia por parte de los alemanes volvió a Andoain donde vivía su ama. Su aita estaba exiliado en Venezuela y el hermano menor, Joseba, después del bombardeo de Gernika, había sido evacuado a Rusia. La guerra había deshecho una familia. Tuvo que hacer tres años en Tetuán de servicio militar obligatorio.

En 1947, viajó en compañía de su ama y lograron reunirse en Caracas con su padre y hermano. En 1948 fue elegido primer presidente de Euzko Gaztedi de Caracas. En Venezuela empezó a publicar sus primeros libros muy pegados a la realidad venezolana.

Pero Martin Ugalde no solo irrumpió en la literatura venezolana con un estilo propio, sino que también mantuvo militantemente el euskera. En 1961 su libro Iltzalleak ganó el primer premio otorgado por el Gobierno vasco en el exilio. Iltzalleak fue el primer libro de cuentos de la historia de la literatura en euskera. En 1997 el jurado del Premio Ricardo Arregui de Periodismo de Andoain decidió darle una mención honorífica por su labor en favor del desarrollo del periodismo en euskera. Publica igualmente la obra teatral Ama gaxo dago, en 1964, y en 1966 da a conocer un nuevo libro de cuentos para niños Umeentzako kontuak y con afán polemista publica en la editorial Ekin de Buenos Aires su Unamuno y el vascuence (1966).

En lo que se refiere a sus novelas en euskera, Itzulera baten istorioa tiene un trasfondo autobiográfico claro, pues narra el exilio y el desarraigo cultural de una familia vasca tras la guerra civil. La siguiente novela, Pedrotxo, está situada en los años 1948-1950 y narra la vida de un joven nacido en 1933 que vive en la Casa de la Misericordia donde se muestra lo que fue la represión contra lo vasco del régimen franquista. Su última novela Mohamed eta parroko gorria, tiene como protagonista un chaval todavía más desfavorecido, un marroquí que trabaja en una granja de cerdos que abastece a un cuartel y que cuando estalla la guerra en 1936 se ve obligado a tomar posición en el conflicto. Martin de Ugalde escribió ésta novela aquejado ya de la enfermedad de Parkinson.

En Estados Unidos En la década de los 50, Martin de Ugalde completó su formación en Estados Unidos. Tras regresar a Caracas, dos años después, volvió a Nueva York para seguir sus estudios de literatura. No hay que olvidar que trabajó en la petrolera Creole donde dirigió la revista El Faro y que la Creole le becó en 1960 para cursar una especialidad de Periodismo. Se especializó en Opinión Pública y Comunicación de Masas en Northwester University y, posteriormente, impartió clases en la Universidad Católica de Caracas.

El regreso en 1969 Con todo este bagaje cultural y de experto en comunicación regresó definitivamente a Hondarribia en 1969. El PNV le encargó la dirección de la revista mensual Alderdi que se hacía en el viejo caserón de Beyris y tenía un formato de revista. Él transformó Alderdi en una publicación de bolsillo tipo Reader’s Digest e incorporó una serie de firmas y temas muy interesantes y firmas rompedoras como la de Xabier Arzalluz que escribió bajo el seudónimo de Peru Egurbide.

Esos años tuvo que refugiarse nuevamente en Baiona donde vivió entre 1971 y 1973. Sus libros fueron censurados por la represión franquista por lo que se vio obligado a escribir entre líneas. Recuerdo aquellos años de gran actividad de Martin su magnífico libro Hablando con los Vascos donde entrevistaba a personalidades vascas de todo tipo como Ramón de la Sota, José Miguel de Barandiaran, Koldo Mitxelena, Agustín Ibarrola, el padre Pedro Arrupe (le censuraron varias respuestas) e Isidoro Fagoaga. Con sus entrevistas intentó demostrar diferentes dimensiones de lo vasco y del ser vasco recuperando personalidades silenciadas durante cuarenta años. Participa asimismo en la controversia en torno a la unificación del euskera y a la polémica cuestión de la h, solicitando opinión al respecto a diversos especialistas para, mediante el diálogo, dar una respuesta lo más adecuada y consensuada posible. Le recuerdo pidiéndome documentos sobre los lehendakaris Aguirre y Leizaola para las obras completas de los dos primeros lehendakaris que él coordinó. Preocupado, asimismo, por la historia vasca y tratando de que se respete la misma escribió Síntesis de la Historia del País Vasco, en 1974, y Hablando con Chillida, escultor vasco (1975). Escribió, asimismo, Las Brujas de Sorjin, donde analiza la problemática de Euzkadi en cuarenta años, sus luchas, la resistencia vasca, la creación y el porqué de ETA. “Se trata de un libro fundamental para entender mi vida y poder comprender la problemática, la cultura y las raíces del pueblo vasco”, decía de esta novela el propio Martin de Ugalde.

En los años inmediatos posteriores a la muerte de Franco trabajó en El Libro Blanco del Euskera y a la salida del periódico DEIA, en junio de 1977, fue nombrado subdirector y responsable de euskera en este diario. En 1978 publicó su Herri baten deiahadarra/El grito de un pueblo y en 1980 El Problema Vasco y sus profundas raíces culturales y políticas, etc. Todos estos títulos y algunos más ilustran sobre la dedicación de Martin de Ugalde a la literatura, al estudio de la historia vasca y de su cultura. En 1986, tras la división del PNV, optó por afiliarse a Eusko Alkartasuna, del que fue uno de sus militantes más significados y respetados.

Los últimos años, como le ocurrió en Venezuela, los reconocimientos se suceden: Vasco Universal, doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco… y él, sin alardes, ni vanaglorias termina sus días rodeado del respeto unánime, salvo de la justicia española, ya que siendo presidente honorario de Egunkaria y ya con mucha edad fue irrespetado por el juez Baltasar Garzón. El juez bloqueó sus cuentas bancarias dentro de la actuación contra el periódico Euskaldunon Egunkaria, del que fue fundador. Falleció el 4 de octubre de 2004 a los 83 años. Se cumple, pues, una década de su fallecimiento.

A recuperar Martin de Ugalde es una personalidad puntera a recuperar. “Este momento es para mí muy emotivo”, dijo en la presentación el escritor Anjel Lertxundi, impulsor de la reedición de los cuentos que Martin de Ugalde escribió en castellano en su exilio en Venezuela. “Cuando cerraron Egunkaria, la mayor parte de los euskaldunes nos sentimos heridos y particularmente sentimos dolor al ver cómo injuriaron a una persona de la talla de Martin. Pensé que había que reaccionar ante ese insulto y que una de las mejores maneras era mostrar una faceta bastante desconocida de este gran escritor”. Y es que la democracia vasca sigue en deuda con este gran escritor del exilio y de la vida vasca que encendió varias llamas de dignidad y ética cuando tan difícil era hacerlo.

Emakumes y andereños, exilio en Gran Bretaña


Todo comenzó cuando el 21 de mayo de 1937 salió de Santurtzi, en el Habana, rumbo a Southampton, una nutrida expedición vasca, en la que los niños era el grupo más numeroso, cerca de 4.000 en total, con edades comprendidas entre los 7 y 15 años. Les acompañaban más de 200 emakumes, entre jóvenes maestras y auxiliares, amén de quince sacerdotes y varias enfermeras y médicos vascos. Este personal adulto salió con la promesa de un pequeño sueldo mensual por parte del Gobierno vasco, promesa que después no se cumplió con la debida regularidad.

Ya en el destino, y después de pasar un tiempo en un campamento establecido en Stoneham, Eastleigh, sur de Inglaterra, todos fueron trasladados gradualmente y en grupos a las diferentes colonias y casas de acogida que las organizaciones británicas les habían preparado por toda la geografía del país, en más de cien colonias. Todo se hizo bajo la supervisión del Comité central inglés, en el que destacaban dos grandes figuras, Leah Manning (socialista) y la duquesa de Atholl (conservadora).

Los alojamientos que les prepararon se pueden calificar de excelentes, en ocasiones en buenos colegios, grandes edificios y mansiones. Eran también buenas las condiciones sanitarias y alimentarias, en términos generales.

Pero no sucedió lo mismo en el aspecto educativo, que dependía en gran manera del Departamento de Cultura del Gobierno vasco y, en su caso, de los adultos destacados en el extranjero. Los niños estaban en edad escolar, pero el tema educativo no funcionó en la medida de lo esperado, por diferentes motivos. Para empezar, a algunos grupos de niños les costó acostumbrarse a la nueva vida, les costó acostumbrarse a la rutina diaria y a la exigente disciplina de los internados (las colonias eran unos internados), seguramente por haber vivido en la etapa anterior sin apenas una escolaridad regular durante los meses que duró la guerra en Euskadi. Las andereños, por su parte, ocupadas en mil quehaceres docentes y no docentes todo el santo día de Dios, hacían lo que podían en materia de enseñanza. Estaban señaladas cinco horas de clase diarias (tres por la mañana y dos por la tarde), pero al decir de las propias protagonistas, unas veces por falta de medios didácticos y libros de texto, y otras por otros motivos, era bastante poco lo que podían hacer sobre todo con los chicos de más edad (de 15 y 16 años para arriba); a lo sumo, repasar lo ya aprendido antes de la salida de Bilbao. Aisladas en sus colonias, las maestras estaban desconectadas del Departamento de Cultura del Gobierno vasco, cuyas máximas figuras educativas residían mayormente entre París y Barcelona. Tampoco se había previsto el establecimiento de algún tipo de coordinación o inspección educativa en Inglaterra, a pesar de existir allí una población infantil tan numerosa. Al final, muy al final, algo se enmendó la situación, con el nombramiento de un representante de Cultura.

Vicente de Amezaga, director general de Primera Enseñanza, reconoce en sus informes el mal funcionamiento de la educación y subraya el desigual rendimiento de las maestras, por diversas causas: la mala distribución del personal adulto al servicio de los niños; la extrema juventud de las maestras y su falta de experiencia para tratar a los chicos y chicas mayores, con los que no sabían qué hacer; su casi total desconocimiento del inglés les impedía comunicarse directamente con las direcciones y comités respectivos, y por último -a juicio de Amezaga-, había que tener en cuenta el excesivo trabajo del personal femenino y la natural depresión causada por el destierro, que hacían que, a pesar de su capacidad y buena voluntad, no rindieran «lo que en un estado normal habría derecho a esperar de ellas». Ya nos imaginamos lo que puede suponer el exilio en la vida de las personas. La realidad del exilio ha sido definida a menudo como un espacio dominado por el dolor, la impotencia y el desvalimiento; en ocasiones, equivalía a tener que comenzar de nuevo, sobre todo en tierras de lengua ajena y desconocida.

Pero en el balance final de su estancia en el extranjero no todo fue negativo, ni mucho menos. Había también aspectos muy positivos, sobre todo en actividades como el desarrollo del folklore vasco, a través de cantos y danzas; e incluso se atrevieron con algunas pequeñas piezas teatrales. Sus actuaciones en público eran muy del agrado de la gente inglesa; y de paso servían para recaudar unos fondos extra para el mantenimiento de los residentes. Lo mismo ocurrió en otros países de acogida.

En esta mención de aspectos más gratificantes, no se puede olvidar que, excepcionalmente, algunos grupos de niños tuvieron la oportunidad de estudiar en las escuelas públicas de la correspondiente localidad (al lado de alumnos ingleses), progresando mucho en el conocimiento del inglés. También son dignos de mención el ejemplar comportamiento y las atenciones de las familias inglesas del entorno, que, deseosas de hacer más felices a los niños, no dudaban en sacarlos fuera de los internados, llevarlos a menudo a sus casas a tomar el té o lo que fuera, haciéndoles igualmente regalos de todo tipo. Bien que lo recuerdan los que estuvieron en Inglaterra.

Entre los años 1937 y 1940 regresó la mayor parte de los menores, quedando en Inglaterra solo unos 500 chicos y chicas (unos años después bajarían a la mitad aproximadamente); estos últimos tenían muy fundadas razones para quedarse: porque eran huérfanos y porque sus padres y familiares estaban en prisión o en paradero desconocido.

Con la vuelta de los niños, se cerraron la mayor parte de las colonias y casas de acogida, por lo que las andereños quedaron sin colocación, prácticamente en la calle. Lo mismo sucedió con algunos sacerdotes. Muchas maestras y auxiliares regresaron entonces a su tierra, otras reemigraron a los países americanos, y un cierto número de ellas (cerca de 50) quedaron en Inglaterra por el momento, empleadas en ocupaciones diferentes, en oficios bastante humildes, como empleadas de hogar, en hospitales y algunas fábricas. A pesar de su formación pedagógica, esto era lo que les ofrecieron, no había más. Fue el momento también de algunos enlaces matrimoniales, con jóvenes vascos o ingleses.

La Asociación ‘Euzko Emakumiak’

Pasando ahora al otro punto (que hemos dicho puede ser algo distinto), nos preguntamos cómo y por qué surgió entre las que quedaron (maestras y auxiliares en su mayoría) la idea de unirse con otras mujeres y trabajar conjuntamente en tareas de asistencia y solidaridad. La respuesta es que, con la llegada de la Guerra Mundial, cambiaron mucho las circunstancias, cambiaron mucho las exigencias y necesidades de los refugiados.

En la primera mitad de los años 40 (en plena Guerra Mundial), se constituyeron en Inglaterra varias organizaciones de tipo social, cultural y político, creadas por los propios exiliados; eran unas entidades de muy diferente tendencia ideológica -incluso dentro de una misma organización-, pero todas ellas tenían en principio el mismo objetivo: servir a los emigrados (jóvenes y adultos) en todos los aspectos de la vida: en lo humano, social y cultural, e incluso en materia de alojamiento. Juan Negrín y los refugiados españoles que se hallaban en Londres -y disponían de medios económicos-, crearon muy pronto el llamado Hogar Español primero y después el Instituto Español Republicano y la Fundación Juan Luis Vives, ésta para otorgar becas para hacer los estudios. Los catalanes crearon el Casal Catalá de Londres. Y los vascos se lanzaron a constituir las dos entidades de Euzko Etxea y la asociación Euzko Emakumiak, inauguradas ambas en la capital inglesa en torno al año 1942.

Por estos años de que hablamos (principios de los 40), muchos de los niños vascos se convirtieron en unos verdaderos jóvenes, y las anteriores organizaciones españolas y vascas trabajaban para lograr su adhesión, a toda costa. Se consideraba necesaria la presencia de gente joven en las organizaciones, porque tras la dispersión los adultos vascos propiamente dichos eran relativamente pocos en Inglaterra, andarían en torno a unas 200 personas en total, la mayoría de ellos en Londres.

Euzko Etxea, creada sin distinción de matices políticos, sociales o religiosos, era una casa que debía servir de lugar de reunión y solaz para la emigración vasca, además de impulsar el conocimiento de la cultura, costumbres y características fundamentales del País, ante la opinión inglesa.

La asociación Euzko Emakumiak, por su parte, algunas de cuyas componentes figuraban también como socias de Euzko Etxea, retomó de alguna manera el espíritu y la tradición de la primera Emakume-Abertzale-Batza, a pesar de que ahora había dentro de la organización mujeres vascas de todas las tendencias ideológicas, especialmente emakumes de filiación nacionalista, republicana y socialista. Después de pasar un tiempo en la Delegación de Euzkadi, establecieron su domicilio en uno de los pisos de Euzko Etxea.

No eran muchas las mujeres asociadas, unas 50 en total (la mayoría, antiguas maestras y auxiliares), pero se esperaba mucho de ellas, especialmente en lo que respecta a la situación educativa de los niños y jóvenes, la situación de los soldados, los enfermos y los refugiados en general.

Las ayudas a los refugiados

No es fácil contar en unas palabras todo lo que fueron capaces de hacer estas emakumes en el tiempo en que estuvo activa la asociación, es decir, entre 1942 y 1947.

Una de sus primeras actuaciones fue ponerse en contacto con la Delegación vasca y el Comité central inglés para mejorar la asistencia a los niños vascos, que en ese momento se encontraban distribuidos en familias, el hogar y la escuela. Las emakumes se preocuparon de visitarlos y establecer relaciones con sus padres o parientes. Existe, al respecto, una amplia correspondencia entre estos niños y las mujeres vascas. Se preocuparon igualmente de buscar alojamiento y colocación a las chicas en edad de trabajar, y fueron al hospital donde había vascos que sufrían. Las emakumes organizaron las celebraciones de las fiestas de Navidad y de Reyes, porque era una de las formas más satisfactorias y efectivas para relacionarse con los chicos, sobre todo con los menores de 16 años.

La asociación femenina creó en 1944 la llamada Institución de asistencia a los vascos, con miras no solo a los vascos de Inglaterra, sino también a los refugiados que vivían en Francia en muy difíciles circunstancias. En los años siguientes se hizo un gran esfuerzo, y se enviaron a Francia muchas cajas de ropa y comida, todo según sus posibilidades económicas existentes que no eran muy grandes. En el destino, las emakumes de San Juan de Luz y Biarritz, presididas por Concha Azaola, se encargaron de la recogida y distribución del cargamento recibido.

Fue en este proyecto común de asistencia a los refugiados vascos de Francia, donde se unieron las emakumes de Inglaterra y de América. Como se amplía más y mejor en el mencionado libro sobre los vascos en Inglaterra, desde Venezuela, Argentina y otros países americanos se enviaron grandes cantidades de dinero, ropas y medicinas, con destino a los refugiados y enfermos de Francia. En los informes de las emakumes de América se habla de cantidades valoradas en muchos miles de francos. Aparte estaban, naturalmente, las ayudas enviadas directamente al Gobierno vasco.

Artículo escrito por Gregorio Arrien