El miliciano decano del lehendakari Aguirre

Eduardo Larrouy López, bilbaino que mañana cumple 107 años, sobrevivió a dos tiroteos durante la guerra Civil

Un reportaje de Iban Gorriti

Fue herido de bala en dos ocasiones siendo miliciano, enlace del batallón número 24 del Euzkadiko Gudarostea UGT2 Indalecio Prieto. Hoy es el combatiente decano del Ejército vasco del lehendakari Aguirre, a quien conoció y estimaba desde su prisma socialista. Mañana, este esperantista cumplirá utópicos 107 años.

Descendiente por vía paterna de familia francesa, Larrouy tenía madre española, López. Eduardo José, por su parte, nació en Haro (La Rioja) en 1913, un año antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial. Su mente prodigiosa aporta que “era el alumno perfecto”. Al llegar a Bilbao, trabajó en una tienda de calzado. Acabada la Guerra Civil, fue comercial de muñecas y de caballos de cartón hasta que acabó de presidente de la Asociación de propietarios de gasolineras de Bizkaia. No en vano, tenía a su cargo cinco gasolineras: dos en Extremadura, una en Madrid, otra en Irun y dos en Bilbao, en Mazarredo y Olabeaga.

A día de hoy es incombustible. Quizás el haber hecho frente a tantas dificultades con mente de superación le ha llevado al siglo con tanta agilidad. Él, que una vez apresado por caer tiroteado en Santander y llevado a Valdecilla, se escapó de los franquistas, se fugó del internamiento en el Sardinero. “Pero me apresaron de nuevo, era difícil que no te pillaran”, declara a DEIA, y va más lejos: “Yo en la guerra estuve siempre en el lío más gordo, me iba quedando de los últimos”, dice frisando los 107 años.

Quien vivió en la calle Goya de Rekaldeberri, de joven escuchaba las tertulias de los mayores y un día oyó por aquella única radio de un bar alrededor de la que se congregaban los vecinos que había habido un golpe de Estado y que comenzaba la guerra. Aquellos señores eran de UGT y a él le llamó la atención aquel socialismo. En aquellos días, Larrouy abogaba por un idioma con el que se comunicaran los humanos de todo el mundo. “Me dijeron que ya existía, que era el esperanto y fui a clases a Iturribide, que eran gratis. Fui esperantista antes que de UGT”, rememora.

Antes de la guerra, Eduardo conocía ya la figura de José Antonio Aguirre. “Claro, éramos del mismo tiempo”, aporta, y eleva el volumen de la conversación: “¡Yo desfilé ante él! Y le conocimos en persona porque nos recibió en el Carlton, donde estaba la plana mayor de nuestro Ejército”.

En palabras de Larrouy, Aguirre fue positivo para aquel nuevo gobierno que plantaba cara al goliat de militares golpistas. “Como hombre de Estado me parecía serio, sensato y buena persona. Si yo entré en política fue únicamente porque consideraba que los trabajadores debíamos estar agrupados. Fui socialista a la fuerza y lo sigo siendo, pero el nacionalismo vasco de Aguirre me parece natural”.

Ofensiva de Asturias Hijo y nieto de una familia “muy riquísima”, se vieron en la tesitura de empezar de cero por el episodio bélico que de alguna manera Eduardo iba a acabar superando. Primero se alistó para ser voluntario, pero “me dejaron en lista de espera”. Mientras hacía instrucción en Bilbao fue testigo de los bombardeos de la villa. “Subíamos hasta Artxanda a hacer tiro. Yo no había cogido un fusil en mi vida”, aporta en una entrevista de Kepa Ganuza y Mauro Saravia, miembros de Euskal Prospekzio Taldea y Aranzadi.

Al final, partió con el UGT2 tras hacerle entrega de una chapa redonda con un clavo sobre una correa en la que se lee el número 10.835, “nuestra seña de identidad. Creo que ni me la puse. Encargué otra artística a un joyero en plata. La estrené al ir a Asturias”, tierras en las que luchó como parte del cuerpo expedicionario vasco. “No conocí a Saseta”, agrega en referencia al malogrado comandante de gudaris que murió en aquellos prados.

Larrouy también estuvo presente en las líneas de Berriatua, Lekeitio, donde “dirigí un batallón de gimnasia a modo de instrucción militar”. Su periplo continuó por Villarreal y de allí partió a la ofensiva de Asturias con Toralpi como comandante del UGT2. “Asturias fue muy duro”.

Bala junto al corazón El 31 de marzo comenzó la anunciada ofensiva total de Mola. La unidad debe presentarse en Otxandio. En abril, “el enemigo (Larrouy evita siempre llamarles franquistas, fascistas o como se decía entonces fachis) me hiere por primera vez. De frente, me pegó un tiro en el pie. Durante un tiempo vivía cojo”. Estima que le curaron en un hospital en Areatza.

El bilbaino-riojano continuó su lucha con el fin de defender y reconquistar el Bizkargi. En ese momento, el centenario se emociona. Pide agua. “Los recuerdos…”, esgrime su hija Begoña, única nacida del matrimonio compuesto por Eduardo y la vallisoletana Carmen Norabuena. “Cada minuto había un tiro de cañón dirigido hacia Artxanda”.

El 11 junio, con la ruptura del Cinturón de Hierro, se repliegan. El UGT2 se divide. Eduardo no fue testigo de cómo su mando Toralpi fue herido y fusilado en Derio. “Nosotros fuimos por otro lado”, justifica.

Combatió en Enkarterri, Muskiz, Castro Urdiales, Puenteviesgo. “Fueron días de no dormir y estando más arriba de Reinosa, me entregan una orden del Estado Mayor para llevar una misiva a batallones colindantes. Me acompañó otro. ¡Tonto de mí! Yo, más decidido, me subí a un mojón de tierra y el primer tiro me lo llevé yo. Quedé herido por segunda vez. En el muslo y otro me rozó la camisa junto al corazón. Era el 24 de agosto”.

Le conducen al hospital de Valdecilla, pero un imprevisto más. “Iba todo ensangrentado en una ambulancia y de pronto un río. Para pasarlo tuvieron que hacer un puente”, evoca. Una mujer le vistió de gala y anduvo por Santander “como despistado”. Buscando acomodo. “Me apresaron” y fue una de las “cuatro mil personas hacinadas en un campo con tiendas de campaña. Conocí a gente de Bilbao”.

Antes de acabar sus más de tres años fuera de casa, acabó con sus huesos en un campo de concentración del Monasterio de Monte Corván. “Me mandaron a Extremadura y de allí a Bilbao. Se dijo algo de una amnistía, pero acabé en Mérida, en el batallón de trabajadores (es decir, de esclavos de Franco) número 104”. En Andalucía le declararon libre, en Jimena de la Frontera, Cádiz. “A mí nunca me hicieron un juicio o un consejo de guerra”, denuncia y continúa: “Me dieron cinco duros para ir a Madrid y de allí a Bilbao, donde cada semana tenía que presentarme”.

Llegó al hogar familiar sin avisar. “Mi madre al verme me gritaba, hijo, hijo mío…”.

Radiografía neoyorquina del lehendakari Aguirre

El periódico ‘New York Herald Tribune’ se interesó en plena Guerra Civil por la proyección internacional del presidente vasco y le reconoció como hombre de Estado

Un reportaje de Iban Gorriti

EL 7 de octubre se cumplirán 83 años de la constitución del Gobierno Provisional de Euzkadi que presidió el lehendakari José Antonio Aguirre. En aquel marco de Guerra Civil, la prensa internacional se interesó por la figura de este hombre de Estado. Un ejemplo fue el histórico corresponsal estadounidense James Minifie. Este enviado especial que fallecería en 1974, solicitó al secretario particular del presidente vasco que respondiera a una batería de preguntas para el New York Herald Tribune, prestigioso tabloide neoyorquino.

La entrevista quedó escrita a máquina en tres folios y custodiada por el PNV. Data del 14 de mayo de 1937, es decir, casi un mes antes de la entrada de los golpistas en Bilbao. El documento no cuenta con firma, por lo que pudo estar respondida por Ramón Basaldua o Antonio Irala, secretarios de Aguirre.

En ella destaca el hondo sentido democrático del lehendakari y su concepto de libertad patrio claro y amplio. Preguntado al respecto, el historiador Iñaki Goiogana asiente. Confirma, además, el retrato que le hacen de buen orador de masas, fogoso, emocional. “Desde luego. Aguirre era un orador carismático. Ya en su tiempo en los Jesuitas de Orduña, durante el bachiller, llevaba la voz cantante. Sabía comunicar. Siendo presidente de Juventud Católica ya daba mítines antes de la República”, aporta.

Las preguntas de la entrevista son básicas, en ocasiones, hasta pueriles, por lo que se vislumbra que Minifie pretendería construir una biografía cercana del lehendakari. Las respuestas son más concisas y una de ellas mantiene que Aguirre tenía una “incapacidad”: hacer enemigos. “Hombre, en tiempos de guerra sus enemigos tendría… Lo tomo como una licencia poética”, sonríe Goiogana, pero valoriza que “caía bien a todo el mundo. Era un conquistador de personas. De hecho, había quienes eran Aguirristas, como el socialista Aznar, al que su propio partido le acusó de ello”.

El delegado del New York Herald Tribune,como otros colegas de la época -léase el sudafricano George L. Steer, el australiano Noel Monks, el ruso Mikhail Koltsov, el polaco Ksawery Pruszynski, el estadounidense Edgard Knoblaugh, el birmano Christopher Colmes, el francés Paul Vaillant Coutourier, el británico Christopher Holme o el belga Mathieu Corman-, puso en valor la proyección internacional de Aguirre y reconoció al hombre de Estado que fue. “El lehendakari no era militar ni sabría de estrategias militares. Era el presidente del Gobierno vasco. Y fraguó un ejército con disciplina para que cada cual no hiciera lo que le diera la gana. Él quería ganar la guerra y la dirigió como político”, defiende Goiogana.

En ese apartado, el periodista americano pregunta “cuál es el ideal de Aguirre para el País Vasco Autónomo”. Basaldua o Irala resumen: “Dios y libertad nacional”. Le detallan que es el lema del PNV: “Jaungoikoa eta Lagi-zarra” y entran en harina: “El genio de la raza hecha realidad en los momentos presentes. Un hondo sentido democrático: un avance social profundo y un concepto de libertad patrio claro y amplio también, es decir, el espíritu que ha vibrado a través de la historia en esta vieja nación, animando a una civilización que base sus fundamentos en el derecho y en la justicia”.

La entrevista planea, sin embargo, en mayor profundidad en los 33 años que había vivido Aguirre hasta la redacción de este documento en el “Hotel Arana de Bilbao”, sito en el número 2 de la calle Bidebarrieta. El secretario particular de Aguirre le bosqueja como alcalde de Getxo con 27 años, Diputado de Cortes por “Nabarra y Bizkaya”, aceptando únicamente el primero. Citaba a su madre Bernardina y a su padre Teodoro, así como a sus ocho hermanos: dos de ellos gudaris en la guerra y dos enfermeras en hospitales de sangre de la Cruz Roja vasca. “Cierto”, apunta Goiogana. “Hay fotos de unas enfermeras en Markina que se ha confirmado que eran sus hermanas”.

En materia educativa, resumen su paso por Orduña y la Universidad de Deusto, donde acabó siendo abogado. “Destacó -según la entrevista- en Derecho político-internacional y en sus aficiones por la sociología”. Goiogana matiza la cuestión: “Cuando dice sociología hay que entender algo diferente a lo que hoy en día entendemos por ese término. Se refiere al estudio de la situación económica de los más desfavorecidos y las medidas a adoptar para mejorar su situación”. Se le califica, asimismo, de propagandista de carácter religioso y social.

facultades deportivasEl secretario del presidente incide en sus facultades físicas, deportivas. “Magnífico” jugador de pelota vasca, “buen” remero de traineras. “Entusiasta y hábil” nadador. No obstante, “en el juego que más ha destacado ha sido en el football formando parte del famoso equipo de la Universidad de Deusto y, más tarde, del equipo más famoso de España: el Athletic Club de Bilbao, con el que fue campeón de España”, tecleaban no sin antes afirmar que “terminados sus estudios, abandonó sus inquietudes deportivas, practicando el sport como simple afición”.

Ya como tribuno, Aguirre era, según el texto, fogoso, de expresión clara y rotunda, de elevado concepto. “De tipo emocional. Hablando en público tiene el don del convencimiento y posee las cualidades todas que requiere un orador de masas”. El corresponsal insiste en ello: “¿Adopta decisiones rápida o lentamente?”. Concluyen: “No sin antes reflexionarlas. Pero una vez reflexionadas son terminantes y rotundas, como corresponde a su carácter decidido y entero”.

El hombre de Aguirre en Venezuela

Se cumplen 80 años de la llegada del primer navío del exilio vasco a Venezuela coordinado por el Delegado del Gobierno vasco en el país americano, Ricardo de Maguregui

Un reportaje de Iban Gorriti

Fue delegado del Gobierno vasco, el hombre del lehendakari Aguirre en Venezuela, país al que llegó en el primer navío que buscó el exilio desde Euskadi. De hecho, fue también el delegado de los hacinados en aquel buque que viajaban con la ikurriña por bandera. El PNV confió en él, en Ricardo de Maguregui, según se conserva escrito en una carta de Luis de Arredondo datada el 23 de junio de 1939 en Anglet (Lapurdi).

“El PNV desea que esta primera expedición de vascos a Venezuela lleve un buen orden, y necesita tener conocimiento de todas las incidencias de lo misma, tanto durante el viaje como a la llegada a Venezuela y mientras van colocándose en los diferentes puestos nuestros compatriotas expedicionarios. Para este fin delega el PNV en usted la representación provisionalmente en tanto se establezca alguna delegación definitiva para este grupo expedicionario”, aporta en su literalidad el periodista Koldo San Sebastián.

Imagen de la tripulación del primer viaje de vascos al exilio venezolano desde Francia, portando la ikurriña. Fotos: Familia Maguregui

Gracias a su tesón se pudo garantizar la permanencia del Gobierno vasco en el exilio. De todo ello atesora recuerdos uno de sus hijos, Iker Maguregui Munitxa. “Nuestro padre nació por partida doble el 9 de julio”, destaca, y detalla que en aquella fecha de 1915 llegó al mundo en Algorta -se cumplen 104 años de ello- y que el 9 de julio de 1939 arribó “sin visa a Venezuela que le extendió sus brazos”. Son 80 años redondos desde entonces.

Amigo del lehendakari Aguirre, colaboró durante la Guerra Civil en el desalojo de heridos y refugiados. Para entonces tenía estudios de marino mercante, comenzó su singladura como oficial a temprana edad y se certificó como capitán de Altura,navegando luego por Europa y América.

Maguregui se vio, como otros, en la tesitura de buscar nuevos horizontes ante el avance de las tropas golpistas que cercaban Euskadi. Logró para su exilio un Igarobide, como detalla el pasaporte euskaldun que poseía “expedido en París el 2 de octubre de 1938 por el Gobierno vasco en el exilio”, subraya Iker.

Fue a principios del verano de 1939 cuando concluyeron las negociaciones entre el Gobierno vasco en el exilio y el Ejecutivo venezolano, que permitiría la migración de los primeros tres contingentes de vascos que arribaron al país caribeño. Una vez acordada la partida por el general Eleazar López Contreras, presidente de Venezuela de la época, tuvo lugar el éxodo del primer grupo.

“A este se sumó mi padre, joven oficial de la Marina Mercante, exiliado entonces en Francia tras la caída del Norte. Durante algún tiempo, había esperado un contrato para navegar en una compañía naviera filipina. Decide ir a Venezuela. Era el único del grupo vasco que aún no había recibido visado”, apostilla su heredero. Sin embargo, en el tren que le lleva a Le Havre para embarcar, Jesús Iraragorri, médico contratado por Venezuela, le entrega una carta del Euzkadi Buru Batzar del PNV nombrándole responsable de la expedición.

Tras atracar en Venezuela, Maguregui envió un telegrama a Villa Endara, sede del PNV, informando de la llegada a puerto. “Como curiosidad, se lee en el pasaporte que el Gobierno venezolano le da el visto bueno de entrada, sin embargo en Francia no ocurrió lo mismo: Nuestra autoridad consular en Le Havre no otorga el visto bueno correspondiente”. Aún así, partió.

Fueron 66 los pasajeros y sus respectivos familiares que conformaron aquel primer grupo de expedicionarios vascos que llegó a Venezuela. “Nuestro padre amó por igual a Euskal Herria y a Venezuela, pues si bien nació en Euskadi, Venezuela lo acogió en esa difícil contingencia, en su condición de exilado al igual que los demás miembros de la diáspora vasca, brindándoles la posibilidad de surgir empezando de cero y formar una familia junto a nuestra madre Iñese Municha”, asevera Iker Maguregui.

Clases en la Armada Vivió 65 años en ese país y falleció en Caracas en 2005. En aquellas décadas, vio la necesidad de crear una sociedad de beneficencia para atender a los heridos, enfermos y demás vicisitudes de los primeros inmigrantes, lo que constituyó el germen de Socorros Mutuos, primera entidad vasca que se creó en el país. Con el Gobierno de Eleazar López Contreras impartió clases en la Armada venezolana y después fundó la Escuela de Marina Mercante, contando con el título número 1 de capitán de Altura.

Como delegado en Venezuela del Gobierno vasco, sucedió a José María Garate. Fundó y dirigió en 1940 la Escuela Náutica de Maiquetía y le fue otorgada la Orden Francisco de Miranda, aportada por el presidente Rafael Caldera en 1997. “El sentimiento de amor por Euskadi y por Venezuela lo heredamos sus hijos y nieto, quienes no estamos dispuestos a olvidar nuestros orígenes. La historia de los Maguregui, al igual que la que no han difundido muchos protagonistas de la diáspora vasca, alimenta el placer por conocer la historia verdadera”, enfatiza Iker.

Air Pyrénées, la aerolínea de Euzkadi

La necesidad del Gobierno del lehendakari Aguirre de romper el aislamiento por tierra durante la guerra propició el nacimiento de Air Pyrénées, la primera línea aérea vasca

Un reportaje de Iñaki Etxaniz Tesouro

Tras el estallido de la guerra de 1936 y a los pocos días de formalizarse el Gobierno de Euzkadi, el gabinete del lehendakari Aguirre vio la necesidad de establecer un servicio regular de transportes aéreos. El servicio se prestaría entre Bilbao, Baiona y Toulouse, desde donde se podrían dirigir a cualquier lugar de Europa o a la parte de España en manos del Gobierno de la República. De esta manera se intentaba limitar las consecuencias del aislamiento que vivía el territorio.

Para llevar a buen término esta misión, se decidió encargar el trabajo a Justo Somonte Iturrioz e Idelfonso de Irala. Tras varios reveses, crearon una primera sociedad de carácter colectivo y capital social de 100.000 francos. Lo hicieron el 18 de noviembre de 1936, bajo el nombre de Air Cote d’Argent, con domicilio social en Baiona. Figuraban como propietarios Idelfonso de Irala y su empleado de origen francés Noel Lecumberri. Pierre Cot, ministro del Aire y Comercio durante la Tercera República Francesa y uno de los miembros del gobierno de Léon Blum que se manifestó en contra de cumplir el Pacto de No Intervención, dio desde el principio su autorización para la puesta en marcha de la línea aérea. Esta fue precisamente la razón por la que la compañía tuvo que cambiar de denominación. Al presentar la documentación en el Ministerio del Aire con el nombre de Air Cote D’Argent, se les exigió cambiar el nombre de la sociedad, ya que el nombre propuesto coincidía con el apellido del ministro. El ministerio quería evitar a toda costa que fuesen identificados con la línea aérea, algo que les producía verdadero pavor. Ante esta situación, se optó por rebautizar la sociedad como Air Pyrénées. El 30 de diciembre el ministro francés del Aire accedió a aprobar Air Pyrénées, pese a que su aprobación definitiva llevaría aún algún tiempo.

La sociedad, que había sido creada por Irala y Lecumberri, tuvo que adecuarse a las recomendaciones del Gobierno francés para poder ser aceptada en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Debido a ello, Ildefonso tuvo que salir de la sociedad dejando su lugar a su hermano político y súbdito francés, Augusto Amestoy. Finalmente, tras varios contratiempos, el 4 de febrero de 1937 Air Pyrénées obtuvo el permiso oficial de parte del ministro del Aire para iniciar las operaciones.

La prensa favorable a los franquistas amenazó a la sociedad, así como a sus usuarios desde el mismo momento de su creación. El periódico Imperio, perteneciente a Falange Española y de las JONS, advertía a los usuarios de la línea Baiona-Bilbao de que los aviones de la misma serían derribados.

También era necesario burlar las sanciones del Comité de No Intervención. Para ello, era imprescindible mantener la independencia exterior de la sociedad, por lo que oficialmente el Gobierno de Euzkadi no podía figurar de ninguna manera en ella, evitando de esta manera reclamaciones que pudieran entorpecer su funcionamiento.

El inicio de las operaciones se fue retrasando, ya que no era posible contar con aparatos que pudieran realizar el servicio con seguridad. Tras varios intentos para adquirir aparatos de fabricación francesa, se optó por hacerse con aviones de la firma británica Airspeed. Tras cerrar un acuerdo con la casa constructora, parecía que el vuelo inaugural se podría realizar el primero de marzo. Este vuelo debía ser abierto con el primer Airspeed Envoy III de los seis con los que contaría Air Pyrénées.

Para ello, días antes del vuelo inaugural, Leopold Galy, el primer piloto de la compañía, se dirigió a la fábrica de Airspeed Ltd. en Portsmouth con intención de regresar con el nuevo aparato. Cuando ya se encontraba sentado en la carlinga del avión, se le entregó un telegrama del Ministerio de Comercio Inglés negándole el permiso de exportación. Al parecer, una denuncia había puesto en alerta al gabinete inglés. Por lo tanto, fue necesario presentar toda la documentación de la compañía ante la embajada inglesa, para demostrar que se trataba de una sociedad francesa.

Posteriormente, a su entrega en Francia, el primer Airspeed de la sociedad tuvo que someterse a un sinfín de vuelos de prueba antes de conseguir la homologación por parte de las autoridades galas, debido a que se trataba del primer aparato de este tipo registrado en el país. Finalmente, la compañía empezó el servicio regular entre Baiona y Bilbao el 17 de abril de 1937.

SONDIKA Y lAMIAKO Air Pyrénées siguió operando en los aeródromos de Sondika y Lamiako hasta el domingo 16 de mayo de 1937, cuando, después de aterrizar en Sondika, una bomba de la aviación facciosa cayó a escasos cinco metros del hangar cuando el avión se encontraba ya en él. Tras el incidente, se decidió empezar a utilizar la playa de Laredo como pista principal.

El vuelo del 26 de mayo se encontró sobre las 10.30 horas con una escuadrilla de aviones italianos que estaban realizando una incursión sobre la región de Bilbao. Pese a que Galy intentó huir, los aviones de guerra, más rápidos, consiguieron alcanzar al Envoy en las inmediaciones de Sopelana. Ante la agresión, el piloto decidió descender en picado hasta casi tocar el agua para eludir el blanco de las ametralladoras. El ataque y los daños sufridos por el aparato obligaron a Galy a realizar un aterrizaje forzoso de carácter violento a escasos metros del caserío Zalduendo Goikoa.

No fue un encuentro fortuito. Los rebeldes habían sido informados de los horarios de la línea aérea. Puede que el espionaje franquista se hubiera enterado, mediante sus aliados, de la llegada de Koltsov a Baiona, con la intención de volar hacia Bilbao. Koltsov era el corresponsal del diario soviético Pradva y estaba considerado por muchos como el hombre de Stalin en España. El azar quiso que llegase demasiado tarde a la oficina de Air Pyrénées, una vez que el avión ya había partido.

Tras el incidente, el piloto Galy decidió no volver a volar en esas condiciones, por lo que fue necesario encontrar otro piloto que estuviese dispuesto a ello. Abel Guídez se convirtió de esta manera en el nuevo piloto de la sociedad. En uno de sus primeros vuelos, el 11 de junio, tras despegar desde la playa de Laredo, uno de los motores del avión perdió potencia y terminó cayendo al mar. Pese a todo, no hubo que lamentar ninguna baja, ya que todos los ocupantes fueron rescatados ilesos.

Junto con los aviones que volaban para Air Pirénées, los dos aparatos empleados por el Gobierno de Euzkadi -el Beech B17, conocido como Negus y pilotado por George Lebeau, y el Goeland pilotado por Yanguas- fueron registrados como aviones correos de la sociedad para evitar las sanciones del Comité de No Intervención. El asturiano José Yanguas Yáñez era un piloto al servicio del Gobierno de Euzkadi y, desde casi el inicio de la guerra, había realizado vuelos para el Gobierno vasco transportando distintos materiales de contrabando que la Sociedad Air Pyrénées, por su carácter civil y público no podía transportar. Posteriormente, fue él quien traicionó al consejero de Sanidad, Alfredo Espinosa, y al capitán José Agirre. Estos fueron fusilados por los nacionales tras tomar tierra en la playa de Zarautz el avión pilotado por Yanguas en el que viajaban. Todo hace pensar que Yanguas, que seguramente había sido comprado por el espionaje fascista para que se pasase a su bando cuando volase con algún alto cargo del Gobierno vasco, ya tenía en mente cuál iba a ser la jugada. Parece que con él los fascistas tuvieron más suerte que con Galy, quien se mantuvo en una posición firme, no cediendo a los continuos intentos de soborno.

Duelo desigual Tras la traición de Yanguas y a pesar de que Bizkaia ya estaba en manos del enemigo, la sociedad siguió realizando vuelos a Laredo, Barcelona y Valencia. El 6 de septiembre, durante la ofensiva de Asturias por parte de los fascistas, el gobierno de Valencia alquiló dos aviones Airspeed de Air Pyrénées para el transporte de personal, correo y material. Uno de ellos estaba pilotado por Guídez y el otro, por Cornet, un piloto contratado para realizar estos servicios. El 7 de septiembre, Abel Guídez despegó desde el aeródromo de Parma, en Biarritz, rumbo al aeródromo de Carreño, en las cercanías de Gijón. Tras el despegue, el avión se adentró en el mar hasta estar en paralelo con el territorio en manos de la República, donde giró hacia el mismo. De esta manera intentaba evitar las patrullas de aviones fascistas que operaban desde Santander. Una vez en zona republicana, a la altura de Nueva, Guídez se topó con tres Messerschmitt BF-109 de la Legión Cóndor que regresaban al aeródromo de Cue, en Llanes, tras realizar una escolta. El avión de pasajeros no tenía nada que hacer frente a uno de los cazas más poderosos del momento y menos en un duelo desigual en el que se enfrentaba a tres de estos aparatos. Durante 25 minutos consiguió mantenerse en vuelo mediante arriesgadas maniobras evasivas, hasta que al final fue derribado. El avión cayó en llamas cerca de Ribadesella. Abel Guídez murió entre los restos del aparato.

Tras la caída del norte peninsular, la compañía se dedicó a realizar servicios para el Gobierno vasco, junto con diversos vuelos a la zona bajo control de la República. Estos vuelos a Valencia y otros destinos, sin contar con el permiso de explotación necesario por parte de Air Pyrénées, trajeron consigo el enfado del Ministerio del Aire Francés. A finales de noviembre de 1937, este prohibió a Air Pyrénées operar con sus aparatos con destino a España. Ante esta situación y para evitar las cuantiosas costas, en mayo de 1938 se decidió suprimir todos los gastos de la sociedad.

Air Pyrénées jamás reanudó sus operaciones.

El lehendakari que ‘nunca’ estuvo en Suecia

En la estancia del lehendakari Aguirre en Suecia, previa a su traslado a América, no faltó ningún ingrediente digno de una novela de espionaje y guerra, pero descarnadamente real

Un reportaje de Óscar Álvarez Gila

SI esto lo supieran en Hollywood, hace tiempo que habrían hecho una película”, me decía un colega del Latinamerikainstitutet de la Universidad de Estocolmo, cuando le explicaba las vicisitudes por las que pasó el primer lehendakari del Gobierno vasco, José Antonio Aguirre, para escapar de la Europa ocupada por los nazis. Las conocemos gracias al libro que publicó en 1943 la Editorial Ekin de Buenos Aires (De Gernika a Nueva York pasando por Berlín), y más recientemente por la edición comentada por Iñaki Goiogana de su diario personal, publicada por Sabino Arana Fundazioa en 2010. El periplo que llevó al lehendakari desde Bélgica, donde fue copado tras la capitulación de Francia en mayo de 1940, hasta su reaparición pública en Uruguay en octubre de 1941, tiene todos los ingredientes de un buen guion cinematográfico: persecución y clandestinidad, con todo un sistema de ayuda gestionado desde Nueva York por Manuel de Ynchausti, en el que se involucraron miembros de diversos cuerpos diplomáticos, así como personas de buena voluntad que permitieron al lehendakari evitar ser capturado y remitido a la España franquista. Bien cabe imaginarse que le habría esperado allí un destino muy similar al de Lluís Companys, presidente de la Generalitat, entregado en agosto y fusilado en octubre de 1940.

Aguirre y Persson con sus familias, en Göteborg, en junio de 1941. Foto: Sabino Arana Fundazioa
Aguirre y Persson con sus familias, en Göteborg, en junio de 1941. Foto: Sabino Arana Fundazioa

 

La elección de Suecia como punto de partida para su traslado a América era la más lógica, dado que no podía usar ningún puerto de las oficialmente neutrales España y Portugal; y más aún cuando el estallido de la guerra entre Alemania y la Unión Soviética el 22 de junio de 1941 hizo imposible la primera opción que había barajado: cruzar toda Siberia hasta el Pacífico y, desde allí, embarcarse hacia Estados Unidos. Así, tras obtener un visado de tránsito en la embajada sueca en Berlín, el 22 de mayo de aquel mismo año pudo viajar a Göteborg, en la costa atlántica, a fin de tomar el primer barco con destino a América. No obstante, lo que se estimaba que pudiera llevarles apenas unos días acabó por alargarse hasta fines de julio. Aguirre documenta en su libro y diario la vida familiar y sus impresiones sobre la sociedad sueca, al tiempo que desgrana las gestiones que debió hacer para conseguir tanto un pasaje en un barco, como los oportunos visados para su destino. Finalmente, el 31 de julio abandonarían Europa a bordo del Vaxholm, con destino a Río de Janeiro.

IDENTIDAD FALSA Seguir los pasos del lehendakari durante su estancia en Suecia es casi tan difícil como les fue a sus perseguidores dar con su paradero durante aquellos duros meses. En primer lugar, porque oficialmente Aguirre nunca estuvo en Suecia: entró y salió del país usando la identidad falsa del panameño José Andrés Álvarez Lastra (y su esposa bajo otra identidad igualmente supuesta: la venezolana María Arrigorriaga, viuda de Guerra, y sus dos hijos). Y son estas dos identidades las que dejarían un rastro en la burocracia estatal sueca. En el Archivo Nacional (Riksarkivet) pudimos localizar, gracias a la ayuda del personal de documentación, diversos testimonios de su paso por Suecia en los fondos de la States Utlänningskommission (Comisión Estatal de Inmigración): en concreto, tres expedientes marcados específicamente con los nombres con los que viajaba el matrimonio Aguirre-Zabala.

Los dos primeros expedientes datan entre junio y julio de 1941 y vienen a confirmar el relato aportado por el propio lehendakari que hasta ahora constituía la única fuente con la que contábamos para conocer estos dos meses de su biografía. Son dos solicitudes cursadas por la agencia de viajes Nordiska Resebyrå de Göteborg, de 4 de junio y 10 de julio respectivamente, dirigidas a la Socialstyrelsen (Agencia de inmigración), pidiendo la prórroga del visado temporal expedido en Alemania al matrimonio.

Ambas las firma Ingve Persson, el empleado de la agencia encargado de gestionar el viaje del lehendakari y, si nos remitimos a lo que el propio Aguirre recoge en su diario, una persona muy próxima, y de las pocas que tuvo conocimiento de su verdadera identidad. A las cartas se añaden los formularios de solicitud firmados por los propios interesados. El formalismo de la burocracia nos deja entrever algunas cosas interesantes. En ambas solicitudes, por ejemplo, se indica como domicilio el hotel Kung Karl en Göteborg, y se registra como persona de referencia en Suecia, nada menos que al cónsul de la República Dominicana, Erik Hultgren. El motivo que aduce Persson es en los dos casos muy similar: los pasajeros tomarán un transatlántico a Nueva York, dice en la primera carta; saldrán del puerto de Göteborg en cosa de 10 a 14 días, dice en la segunda. La incertidumbre era la norma desde el inicio de la guerra.

Suecia, como país neutral, había tenido que firmar un acuerdo con británicos y alemanes regulando las condiciones de su tráfico naval con América, limitando el tonelaje y características de los productos que Suecia podía importar, únicamente para su abastecimiento. Además, incluso con bandera neutral, algunos barcos suecos habían sido hundidos en el Atlántico. Recién llegado al país, el 30 de mayo Aguirre recogía en su diario cómo hemos leído en sueco que un vapor de Göteborg ha sido torpedead”, y se preguntaba sobre su viaje: ¿habrá dificultades? Ciertamente las hubo: los planes urdidos por Persson y financiados por Ynchausti caían presa de las cancelaciones y los retrasos.

Un día antes de su partida, el periódico local Göteborgs Handels- och Sjöftarts- tidning confirmaba a toda plana el hundimiento en abril en el Atlántico norte de otro barco sueco que viajaba hacia Brasil, el Venezuela, dejando al menos 49 muertos. Aguirre no menciona en su diario esta noticia, no sabemos si por desconocimiento o, simplemente, por la feliz perspectiva de su próxima salida. Y el contexto internacional tampoco ayudaba: Suecia se hallaba en aquellos meses de 1941 en plena Midsommarkrisen (la demanda por parte de Alemania de dejar pasar tropas por su territorio para luchar contra la URSS, bajo la velada amenaza de la conquista del país).

ESPÍAS ALEMANES Los expedientes incluyen informes de la policía criminal de Göteborg, que tras confirmar la veracidad de las solicitudes (Nordisk Resebyrå ha recibido 2.000 dólares de un banco americano para abonar los pasajes tan pronto como se retornen aquí los pasaportes), añaden algunas pinceladas sobre la estancia de los Aguirre-Zabala. Por ejemplo, se menciona su religión, ya que con los dos hijos de ella acuden regularmente a la única iglesia católica de la ciudad, la S:t Joseph Katolska Kyrka de la calle Spannmålsgatan. Además, la prensa local que Aguirre mismo decía consultar a pesar de las dificultades idiomáticas explica en parte la decisión que tomaron, en dos ocasiones, de trasladarse a poblaciones turísticas del sur de Suecia: primero a Båstad, del 9 al 16 de junio, y después a Västra Bodarna, del 16 al 26 de julio. Era temporada alta en el calendario turístico sueco, pero con las problemas económicos y la guerra europea los hoteles estaban casi vacíos, razón por la cual Aguirre, siguiendo el consejo de Persson, optó por desplazarse en busca de un alojamiento más barato. Además Göteborg no era el lugar más seguro para un fugitivo: al poco de llegar a Suecia, la prensa informaba, precisamente, del desmantelamiento de una red de espionaje alemán en la ciudad.

El documento final de esta primera serie, sin embargo, nos deparaba una sorpresa. El 10 de febrero de 1944 la Socialstyrelsen informaba al ministro de Asuntos Exteriores sueco S. Hellstedt del envío de los dos expedientes de visado, a solicitud de su ministerio. ¿Cuál era el motivo de este requerimiento? El tercer expediente nos ofrece algunas explicaciones y plantea nuevas preguntas.

Efectivamente un día antes, el 9 de febrero, el ministro había demandado información de un ciudadano venezolano, de Guerra, que habría llegado a Suecia el 23 de mayo de 1941 procedente de Alemania o Dinamarca, acompañado de su esposa y dos hijos menores de edad. Se aclaraba, además, que la familia posiblemente había arribado a Suecia bajo el nombre de Álvarez Lastra -la esposa de Arrigorriaga. Se incluían datos precisos, como el año de nacimiento y, sobre todo, el nombre del barco y fecha de partida desde Göteborg. Como puede deducirse, aunque en parte erróneas –la carta asume que Guerra era el apellido real del lehendakari–, las informaciones de que disponía el ministro eran muy exhaustivas.

Dos días más tarde, una vez aclarado el verdadero nombre del lehendakari, el ministro en persona escribía al embajador sueco en Alemania, Arvid Richet: Hermano. Sobre tu carta del 3 de febrero relativa al expresidente Aguirre te pido que me remitas la información de la concesión del visado. El embajador se tomó su tiempo para replicar. El 22 de febrero responde que nunca fui consciente de que tras Álvarez Lastra se escondiera, de hecho, el expresidente Aguirre, y añade:“sí que recuerdo una visita que me hicieron algunos embajadores sudamericanos, quizá fueran dos, respecto a lo que en su opinión era un asunto muy importante sobre un visado; y que ellos, como suele ser común entre los sudamericanos, eran muy habladores.

Uno de los alumnos de doctorado del Latinamerikainstitutet, especialista en historia diplomática, confirmó mis sospechas sobre el tono de la carta: el embajador estaba intentando echar balones fuera. ¿Por qué y hacia dónde? Lo intrincado del sistema archivístico del ministerio sueco de Asuntos Exteriores, unido a la falta de accesibilidad de su correspondiente español, nos impiden por ahora pasar del terreno de las hipótesis, aunque éstas sean muy sugerentes.

Recordemos la cadena de acontecimientos: en 1943 Aguirre relata en su libro las diversas etapas de su huida, con nombres, fechas y lugares; entre ellos la mención al embajador Richet quien por su orden personal le con cediera el visado que les permitió abandonar Alemania. Y al poco tiempo de su publicación, el gobierno sueco se ve en la obligación de iniciar una indagación interna a fin de saber si éste había actuado de forma deliberada o, como adujo en su defensa, si había sido mal informado. Sin duda, debió llegar de algún modo una protesta, o una exigencia de explicaciones, bien de parte de España o, quizá, de la propia Alemania; una requisitoria que, todavía en 1944, cuando la guerra aún no estaba decidida, no podía dejarse a un lado.

Esperamos que futuras investigaciones puedan aclarar éste y otros aspectos, aún oscuros, sobre la aventura sueca de Aguirre en su escape hacia la libertad. Más de cien años después de su nacimiento, la figura del primer lehendakari sigue todavía ofreciendo interesantes vías para seguir indagando en el conocimiento de una biografía que, en gran medida, es el reflejo de toda una importante etapa en la historia del País Vasco.