“Con toda la masa encefálica fuera”

El jesuita Alfonso Moreno, confesor de ejecutados, relata en su diario de 1937 cómo fusilaron los franquistas al poeta ‘Lauxeta’ y, al día siguiente, al Consejero Espinosa y Aguirre, capitán de Artillería .

Iban Gorriti

En días en los que Durango vive la capitalidad de la cultura euskaldun con su Azoka, cada año alguien cita a Lauaxeta, poeta y periodista vizcaino que murió asesinado por las tropas franquistas el 25 de junio de 1937. Fue fusilado tras visitar el 29 de abril la bombardeada Gernika junto a corresponsales de guerra galos de La Petite Gironde. Capturado, fue sometido a consejo de guerra, condenado a muerte y finalmente ejecutado en el cementerio gasteiztarra de Santa Isabel. A modo de cuenta atrás, el Gobierno Provisional de Euzkadi hizo todo lo posible por canjear al nacido en Laukiz en 1905 por otro prisionero sin éxito.

Esteban Urkiaga Basaraz, ‘Lauaxeta’ (segundo por la izquierda), fue fusilado por los franquistas el 25 de junio de 1937.Foto: Fundación Sabino Arana

El PNV conserva once páginas de diario “de un padre de la Compañía de Jesús, confesor de condenados a muerte y testigo presencial de ejecuciones”. En ellas, narra en primera persona los últimos segundos con vida de Esteban Urkiaga Basaraz, Lauaxeta, la brutalidad del impacto de la bala franquista. “Con toda la masa encefálica fuera”, llega a dejar impreso el sacerdote el mismo 25 de junio de hace 82 años.

Pero ¿quién fue el autor de este breviario no firmado? Consultados al respecto historiadores, valoran que puede ser “José María Lacoume o el Padre Moreno”, ambos ignacianos. “Puede que este texto corresponda a uno de ellos”, valoran desde Sabino Arana Fundazioa. El histórico jeltzale Iñaki Anasagasti, se decanta por “el Padre Moreno”, confesor de condenados a muerte en Gasteiz. Tras comparar los textos, queda claro que es el de Alfonso Moreno, cura con quien Urkiaga coincidió en días de seminario burgalés. “A los 21 años pasó a Oña, a completar sus estudios, que abandonaría al de dos años, en 1928, sin que los motivos que le llevaron a tomar la decisión resulten claros. Lo que sí sabemos es que en Oña conoció a uno de los hombres más importantes de su vida, el Padre Moreno, que reaparecería en su vida en las circunstancias más dramáticas”, según queda impreso en el proyecto Ehungarrenean hamaika, disco de homenaje a Lauaxeta (Gaztelupeko Hotsak, 2005).

El testimonio del confesor, sin duda, es espeluznante. El autor da comienzo a la página de aquel 25 de junio “con el mal sabor de boca de la ejecución de Esteban Urquiaga”. A continuación, enumera cómo se sentía el poeta, aún sabiendo que iba a ser asesinado. “Sereno y cristianísimo, plenamente sumergido en la apacible dulcedumbre de nuestra fe bien sentida y gustada a través del Nuevo Testamento, rumiado cotidianamente en la lentitud de las horas de cárcel, Jesús, vida, Jesús el único (repetía con frecuencia)”.

Recordemos que Esteban se formó precisamente con los jesuitas en Durango y Loiola. Tras Oña abandonó su noviciado, y se dedicó al periodismo, a la literatura y al euskera. Se afilió al PNV, organización en la que se hizo cargo de diversas publicaciones como el diario Euzkadi.

El análisis del confesor continúa. “Luego, a las 5 y media, los cuadros de costumbre; mientras hablaba con mi crucifijo, tiernamente emocionado por lo solemne del momento…”. Es el momento en el que fija su vista en el horror: “Toda la masa encefálica fuera”. El confesor le quita las medallas que Lauaxeta portaba consigo, recoge el Cristo del suelo del paredón y “el rosario con el que ha muerto”.

A continuación, a modo de despedida de aquel inolvidable viernes, apostilla cuatro entrecomillados que hacen prever que son algunas de las últimas frases pronunciadas por el periodista que en 1930 ganó el Primer Día de la Poesía con la obra Maitale kutuna. “Si he de pecar, quiero más morir ahora”. “Muero contento porque muero con Jesús”. “Confío plenamente en la Virgen”. “Dios… mi padre”.

Al día siguiente, el confesor vivió otra ejecución también en Gasteiz. “Cada fusilamiento lleva sus notas típicas diversificantes, apenas hay dos iguales. El de hoy, completamente nuevo: nada menos que el Ministro del Gobierno Provisional de Euzkadi, Alfredo Espinosa, del Departamento de Sanidad y Don José Aguirre, capitán de Artillería”, narra, añadiendo que fueron apresados gracias al piloto republicano traidor Yanguas, aviador “vendido” con quien viajaban de Francia a Bilbao y aterrizó en Zarautz.

“Carguen. Apunten. Viva España. Fuego. Dos cuerpos se desploman. Extremaunción”, detalla y aporta una paradoja que pone la piel de gallina. “Lo que es la vida. El sargento que hace seis años y aún menos le había hecho la guardia a Espinosa, cuando este era Gobernador Civil de Burgos, hoy lo va a fusilar. El guardia lo comentó ayer con el mismo Espinosa”, consejero bilbaino por el partido Unión Republicana.

El confesor asegura que tanto Espinosa como Aguirre le piden que quieren escribir todo lo que puedan antes de ser asesinados por los franquistas. De hecho, acabado el papel, el propio jesuita se ofrece a ir a por más. “Necesitan escribir. Es preciso aplazar la ejecución. Como máximo hasta las 5 y media. Se acaba el papel. Protestan. Voy yo, por favor, a buscar a la Residencia. Me lo agradecen mucho”.

De ese tiempo de escritura, a día de hoy se conservan frases dirigidas por Espinosa a su amigo el lehendakari Aguirre como la siguiente: “Mis pobres hijos, háblales, cuando sean mayores, de su padre y diles que les he querido con toda mi alma y que sigan mi ejemplo, que quieran a su Pueblo como yo le quise y si puedes consolar a mi pobre mujer, tú que tienes talento hazlo, pues pensando en ella, se desgarra mi alma. Ayer creo que fusilaron a Lauaxeta, otro mártir más. Hay muchos condenados a muerte”, le precisa. Fue enterrado en una fosa común.

Las pistolas de Gernika

Una de las 1.153 armas cortas que la Legión Cóndor compró en la villa foral tras bombardearla en abril de 1937 fue un regalo para el mariscal nazi Göring

Un reportaje de Iban Gorriti

Gernika-Lumo, villa foral y también armera. Cuando irrumpió la Guerra Civil en 1936, la localidad ya era el mayor núcleo de fabricación de material bélico en el Estado español. Hoy sorprende saber datos documentados que destapan cómo el nazismo compró en el municipio un revolver al número 2 de su régimen genocida y fundador de las Gestapo, el mariscal Hermann Göring. O, incluso, que una carambola hiciera que una de las pistolas adquiridas por Hitler en el municipio que su Legión Condor bombardeó el 26 de abril de 1937 acabara en manos del miembro de ETA Francisco Javier (Txabi) Etxebarrieta Ortiz y, según datos confirmados, acabara con la vida del guardia civil José Pardines en 1968. Fue el primer atentado de la organización.

Secuelas del bombardeo. En la imagen inferior.DEIA

“La gente al hablar del bombardeo de Gernika solo tiene en mente el 25 y 26 de abril. Parece como que no hay más… Y el ataque continuó después con la presencia de los pilotos nazis y otros mandos en la villa para ver cómo quedó, y la compra de pistolas como souvenirs de su ataque”, asegura José Ángel Etxaniz Txato, de Gernikazarra Historia Taldea en declaraciones a este diario.

Las investigaciones de Etxaniz llevan a saber que la Legión Cóndor compró en el municipio un total de 1.153 pistolas. De ellas, 769 del Modelo 200 calibre 6,35; y 384 del Modelo 300 de calibre 9 mm. “A mí me sorprenden los debates sobre quién sería el culpable del bombardeo: si Franco, Mola o quien fuera que dio la orden. Mientras, sus autores más directos, los pilotos que tenían nombres y apellidos, son desconocidos popularmente”, subraya.

Y para ello también tiene respuesta con un listado de, al menos, 30 nazis. Un ejemplo es Karl von Knauer, capitán y jefe de la Primera Escuadrilla del Grupo de Combate K/88 (Junkers 52) en abril de 1937 y que llegó a teniente coronel del Ejército del Aire de la República Federal Alemana. Dejó escrito: “El 1 de mayo de 1937 fui enviado con otros a Guernica (en camión por mandato del teniente coronel Von Ricthofen y el general Sperrle) a fin de constatar los efectos en Guernica”.

Otro de los visitantes fue el primer teniente Hans-Henning von Beust, jefe en abril de 1937 del Segundo Grupo de ataque y que en el año 1973 era coronel de aviación de la RFA. Detalló que los pilotos eran conocedores de cuál era la situación del frente de guerra el día 26 de abril; de cuál fue la composición de las escuadrillas, de la altura de vuelo y del número de aviones; y de cómo ya el mismo día 26 después del ataque “las tripulaciones fueron animadas a no hablar del ataque y desmentirlo, llegado el caso”.

También estuvieron, entre otros, el Coronel Jaenecke, miembro del Estado mayor de la Legión Cóndor. Veinte años después regresó a la villa armera. “Los primeros testimonios -matiza Etxaniz- de los pilotos fueron recogidos por el Ejército de los Estados Unidos. Posteriormente, el Instituto de Historia Militar alemán recogió de nuevo los testimonios de estos aviadores participantes en la Guerra Civil española y que habían sobrevivido a la Segunda Guerra Mundial”.

En 1937, Von Knauer, general de la RFA, viajó junto con otros compañeros -hay testimonio gráfico en una fotografía realizada frente a la puerta de las fábricas de armas- y tras visitar los talleres, “hicieron turismo por la localidad, visitando la Casa de Juntas y el Árbol, lugar en el que dejaron constancia de su presencia al firmar en el libro de visitas ilustres, tomo que desgraciadamente está perdido, pero del que tenemos afortunadamente una copia”. Además de a la Legión Cóndor, también surtían a la Aviazione legionaria -coejecutora de bombardeó Gernika y, antes, Durango- o a Franco, directamente. “Las compras efectuadas por los alemanes, como souvenir de su participación en la Guerra Civil española generaron un serio problema administrativo a la empresa que trató de resolver en Burgos”, subraya Etxaniz.

La guía del arma consultada corrobora que las unidades compradas fueron enviadas a Corella, Alfaro, Utebo, Lleida y Morella: “Armas guerniquesas habían combatido en lugares como la Primera Guerra Mundial, en el desmoronamiento del imperio turco o en la guerra chino-japonesa de finales de la década de los años veinte”.

Compra de armas

La compra más curiosa se produjo el 18 de mayo de 1942. En Gernika se registró la venta de una pistola damasquinada y marcada con el nº 533869 con destino a la Embajada alemana en Madrid para ser enviada al jefe de la Lufttwaffe, la aviación alemana, el mariscal Hermann Göring. “También se fabricaron, aquí, miles de armas para Hitler. Una de ellas, que perteneció a la policía de aduanas, cuando se vendió a un contrabandista, llegó a manos de ETA y, sabiendo su número de fabricación, resultó ser con la que Etxebarrieta mató a Pardines”, confirma Etxaniz, a quien le llamaron desde Berlín para ratificar el número de aquel revólver.

Las mentiras del duque de Alba sobre Gernika

El historiador Xabier Irujo defiende que, superado el negacionismo sobre el bombardeo de la villa en 1937, la corriente reduccionista continúa. En su último libro señala al duque de Alba como el relator de las mentiras de Franco

Un reportaje de Iban Gorriti

Franco ordenó mentir. También consumó este propósito en el caso del bombardeo aéreo contra la villa de Gernika-Lumo del 26 de abril de 1937. Al día siguiente, este general golpista se apresuró a dictaminar a su embajador no oficial en Londres, el duque de Alba Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, que difundiera en inglés dos mentiras más al mundo: que no existió aquel raid aliado y que los rojos quemaron la localidad vizcaina en su retirada. Sin embargo, el tiro le salió por la culata al castrense.

Así lo defiende el historiador Xabier Irujo (Caracas, Venezuela, 1967), quien recibió hace un mes el Premio Gernika por la Paz y la Reconciliación. “El duque de Alba no fue el ideólogo de Franco en Londres como se ha malinterpretado estos días. Fue Franco quien le mandó mentir a él”, asegura.

El duque de Alba, Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó y en la otra imagen el dictador Francisco Franco junto con Eva Perón. Foto: DEIA

Los hechos documentados por Irujo acontecieron de la siguiente manera y a modo de efecto dominó. Tras el perverso bombardeo aliado coordinado por militares golpistas españoles junto con la aviación nazi e italiana fascista, el duque de Alba -el padre de la duquesa de Alba, Cayetana Fitz-James Stuart, fallecida en 2014- le urge a Franco que el Reino Unido conoce la verdad de lo ocurrido amplificado por los corresponsales internacionales. “Le dice que en Londres no se tragaban la versión de que Gernika no fue bombardeada. Allí, como en el resto de países democráticos, no había censura de prensa. No cabía la mentira”, enfatiza Irujo, autor del libro estrenado esta semana Gernika. Genealogy of a lie, versión en inglés de un volumen que publicó años atrás en castellano, y, en esta segunda vida, con inéditos datos.

Es en esa encrucijada cuando el XVII duque de Alba solicita a Franco un relato con apariencia científica en el que se admita que Gernika-Lumo vivió un “pequeño bombardeo, de unas 8 o 9 bombas, en vez de las miles que se arrojaron” y ‘denunciar’ que “los rojos aprovecharon para quemar con gasolina” la villa.

Este es el origen -según el analista- del Informe Herrán, un dossier traducido al inglés y publicado solo en este idioma para ser distribuido en Gran Bretaña. Como curiosidad, esta versión estaba en las antípodas de la “oficial” difundida en las mugas del Estado español, es decir: “Gernika no había sido bombardeada en absoluto”.

Sin embargo, las ópticas de cada militar implicado eran en ocasiones, incluso, contradictorias. No hubo una comunicación única por el bando sublevado contra la legítima Segunda República. “Queipo de Llano, por ejemplo, argumentó que no hubo bombardeo porque ese día hubo sirimiri y los aviones no podían volar. Pero hemos demostrado que ese día ni llovió, gracias a los documentos de la estación meteorológica de Donostia que entonces estaba en Bilbao”.

Aquel informe, a juicio de Irujo, es el germen del “reduccionismo” con ideas como que el objetivo era “derribar el puente de Errenteria, cuando el bombardeo fue un experimento”. El autor de esta primera obra de habla inglesa sobre esta temática desde hace medio siglo estima, no obstante, que ya no existe negacionismo. “No, ni entre la gente menos seria que sigue a autores como Salas Larrazabal, hermano de quien bombardeó Otxandio. Todo el mundo sabe que Gernika fue bombardeada, sin embargo el reduccionismo goza de excelente salud, dentro y fuera de Euskadi. Muchos autores siguen aún el Informe Herrán, propaganda pura y dura. No es fiable porque es obra de un régimen que trató de ocultarlo”, subraya.

El historiador lamenta que se indique, además, que Gernika era un punto estratégico bélico a destruir en el marco de la guerra y se reduce tanto la cantidad de bombas lanzadas como el número de aviones que participaron y otros detalles técnicos. De hecho, también se incrementa la altura de vuelo de los aviones, señalando que “el error se debía a que los lanzaron a 3.500 metros, lo cual no es cierto es, ya que está documentado que bombardearon a 800 metros”.

LOS MUERTOS EN GERNIKA Irujo pone sobre la mesa que la campaña de bombardeos en suelo vasco y catalán era, según el general golpista Mola, “una acción” para “extirpar el nacionalismo”. El de Gernika, una de las mas de 1.200 operaciones de bombardeo sobre territorio de Euskadi fue un “bombardeo de terror”, cuyo fin último era “minar la moral del enemigo” y exigir su rendición con la amenaza de seguir bombardeando y destruir Bilbao, así como arrasar Bizkaia.

El escritor analiza en su libro cómo se construye la mentira, sus inconsistencias, cómo se reproduce a día de hoy y “adquiere vida propia con pequeños ingredientes nuevos que diversos autores añaden haciéndola crecer a lo largo del tiempo”.

Irujo anuncia que este no va a ser el último libro sobre el episodio de Gernika. “Todavía hay mucho que escribir”, subraya y concluye: “Es importante dar un paso más en la lucha contra la mentira establecida. Hubo más de 2.000 muertos y fue un bombardeo de terror cuyo objetivo era el mismo que en Hiroshima: la rendición del enemigo”.

Fugas de la ‘derechona’ en Gernika

El viernes se cumplieron 80 años del primer amago de huida que el Comité de Defensa de la República de Gernika-Lumo imposibilitó

Un reportaje de Iban Gorriti

La cárcel de Gernika durante la Guerra Civil se habilitó en el edificio del Instituto de Enseñanza. Foto: Deia
La cárcel de Gernika durante la Guerra Civil se habilitó en el edificio del Instituto de Enseñanza.

Gernika-Lumo contó en tiempos de la Guerra Civil con una cárcel o de forma más detallada una Comisaría de zona, primigenio Comité de Defensa de la República formado por miembros del Frente Popular. Se habilitó en el edificio del Instituto de Enseñanza Media local sito en la calle Don Tello. En sus dependencias funcionó el Cuerpo de Policía, Investigación y Vigilancia. Su funcionamiento sirvió en la reciente película Gernika, de Koldo Serra, como inspiración a la hora de presentar en el film una checa, es decir, una instalación que utilizaba el bando republicano como prisión. La checa cinematográfica nunca existió en la historia real de la villa.

Por aquella comisaría, pasaron personas de derechas que fueron apresadas en dos intentos de fuga acontecidos en Lapatza y Bermeo. De la primera -que acabó con un tenso fusilamiento farsa- se cumplieron 80 años el pasado viernes. Una investigación del historiador gernikarra José Ángel Etxaniz detalla que algunos derechistas prepararon una huida de Euskadi aprovechando sus recursos económicos y la cercanía de la costa.

La fuga a realizar desde Lapatza fue ideada por el telegrafista de Elantxobe Jesús Sáenz Mendia, el mecánico Francisco Lorenzo y el durangués Alberto Urigüen, conductor de autobús. A este último le encargaron la adquisición de una motora con destino a Donibane Lohizune. Se sumaron al plan gernikarras del entorno del rico potentado, Juan Tomás Gandarias. “Para ello sobornaron a un marinero con treinta mil pesetas. La aventura pudo costar diez mil más”, añade Etxaniz.

Quince personas integraron la fuga, como queda impreso en el libro Gernika y la Guerra Civil, publicado por Gernikazarra y del que Etxaniz es coautor: el durangués Alberto Urigüen y su mujer María de Ulacia con su hija María Guadalupe; los cántabros Manuel y Enrique Herrera Oria, hermanos del cardenal Oria; el alférez de Irun José Manuel Berástegui y el comandante de Iruñea Manuel Jaén. Además se sumarían seis bilbainos: Carmelo Basabe, el odontólogo Carlos Careaga, el mecánico José María Garteiz, el facultativo de minas Felipe Lumbreras, el industrial José Agustín Munitis y el arquitecto Luis Vallejo. Y por último dos vecinos de Arratzu: el comerciante Manuel Leguineche (”padre del famoso periodista”) y el ajustador Félix Magunagoicoechea. Todos ellos fueron trasladados en tres coches a Lapatza, lugar ubicado entre Elantxobe y Ea.

Los agentes de la Comisaría de zona, con un miembro del PNV y otro de ANV en la dirección, tuvieron noticia del plan de fuga. Coordinados por el comunista Luis Ibáñez montaron un dispositivo de urgencia para detenerles a los monárquicos conservadores y carlistas antes de su partida.

Una patrulla marítima sorprendió a un primer grupo que ya había descendido a las coordenadas de embarque. La Policía de Investigación y Vigilancia dio el alto al resto en la carretera. Fueron enviados a la cárcel de Gernika y allí los comunistas del comité llevaron a los fuguistas al cementerio de Zallo y les hicieron un fusilamiento farsa. “Testigos contaban que a estos derechistas les entraron ataques de nervios y que se descomponían por el miedo a morir”, relata el historiador.

De allí, fueron trasladados a Bilbao. Tras ser interrogados, ingresaron en prisión. Fueron procesados por delitos de auxilio a la rebelión, complicidad en la frustrada evasión, deserción o en el caso de los militares abandono de destino. El tribunal dictó sentencias de entre 3 y 14 años. El fallido intento de fuga no desanimó a otros derechistas. En Bermeo, detuvieron al pesquero Danielín con los Mendizabal, Echeverría, Landecho, Zuazola y Olazabal. Todos ellos pasaron por la cárcel que entre 1890 y 1931 fue ‘Sociedad de Guernica’. A continuación, Instituto de enseñanza media y sede del comité y milicias comunistas. Allí también se gestó el intento de batallón Gernikako Arbola que acabó siendo una compañía que se unió a la unidad Karl Liebknecht. Con el bombardeo nazi de abril de 1937 el edificio quedó en ruinas.

Cuando los niños eran los nuestros

La imagen de Gernika destruida por las bombas sirvió para sensibilizar al mundo sobre los niños vascos que huían de la guerra; la foto de un niño ahogado en las costas turcas ha hecho el mismo efecto. El drama de ayer y de hoy es el mismo.

Un reportaje de Luis Javier Pérez

la fuerza de una fotografía, de una palabra, o de una imagen puede llegar a ser extraordinaria. Si los líderes de la insurrección franquista se hubieran imaginado que lo que tenían previsto para el 26 de abril de 1937 iba a tener la repercusión internacional que tuvo, es posible que hubieran actuado de forma diferente.

 

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Hasta entonces estaban acostumbrados a que sus actos criminales no tuvieran ninguna repercusión práctica, más allá de las vacías quejas de las democracias occidentales. A partir de ese momento tuvieron que ser más cautos, incluso sus gobiernos aliados (activos y pasivos) no querían quedar mal ante sus opiniones públicas por causa de los desmanes de las tropas franquista.

El crimen que cometieron aquel día, la destrucción de la ciudad mártir de Gernika por los aviones alemanes e italianos que servían al gobierno ilegal liderado por el ex-general Francisco Franco, tuvo un enorme impacto internacional. Lo tuvo porque había periodistas que contaron al mundo lo que vieron, y el mundo se estremeció al conocer qué estaba pasando en aquel rincón de Europa.

George L. Steer y Noël Monks son dos magníficos ejemplos de cómo las palabras pueden cambiar el mundo. Sus crónicas sobre la destrucción total de una ciudad indefensa, golpearon las conciencias del mundo y ayudaron a que la sociedad civil de muchos lugares de Europa presionara a sus gobiernos para que abrieran las puertas a la llegada de refugiados del frente vasco.

El caso británico es un modelo claro de cómo ese suceso concreto ayudó a que las cosas cambiaran.

Nicholas Rankin, el autor del libro Crónica desde Guernica: George Steer, corresponsal de guerra, lo explicó de una manera diáfana en la conferencia que ofreció en 2011 durante el encuentro anual que organiza la asociación Basque Childrens of ’37 Association of UK (BC’37A UK) (disponible en su página web).

Rankin traza, de una forma brillante y amena, las líneas de causa-consecuencia que conectan el bombardeo de esta ciudad sagrada de los vascos, el artículo de G. L. Steer publicado en el Times, y la llegada de los Niños Vascos de la Guerra a Gran Bretaña. En este texto se ofrece, además, una detallada descripción del debate que se desarrolló entre la mayoría de la sociedad británica y un gobierno claramente simpatizante con la causa del franquismo (orden, y anticomunismo). Un debate que ganó la sociedad civil y que permitió que 4.000 niños vascos encontraran refugio al otro lado del Golfo de Bizkaia.

Esta reacción social fue alimentada, también, por las informaciones que testigos presenciales británicos no profesionales transmitieron a sus conciudadanos. Es extremadamente interesante leer las crónicas que realizaron los marinos británicos que transportaban suministros a Bilbao, rompiendo el bloqueo franquista, sobre lo que estaba pasando en el frente vasco.

“Contad lo que veis” Para conocer sus historias y sus sentimientos ante la barbarie de la que fueron testigos, es recomendable la serie de artículos que Sarah Richardson ha escrito en el blog de la organización museística británica Tyne & Wear Museums, acerca de las relaciones entre Newcastle y los vascos defensores de la Democracia durante la Guerra Civil.

En sus textos podemos descubrir cómo los marinos de esa ciudad, con largas y profundas relaciones históricas con Bilbao, narran a los diarios locales lo que han visto y han vivido en esta ciudad vasca cercada y bombardeada por el fascismo. Incluso cuentan su visita a las ruinas de Gernika, llevados por un Gobierno vasco que les pide lo mismo que pedía a todos los periodistas que visitaban el frente vasco: “contad al mundo lo que veis, contad al mundo lo que los franquistas están haciendo”.

En los tres artículos de Sarah Richardson, podemos conocer también cómo la sociedad de esa ciudad reacciona para conseguir que aquellos niños salgan de Bilbao y cómo se organiza para que su llegada y su estancia se desarrolle en las mejores condiciones.

Aquellos periodistas, aquellos marinos, aquellas mujeres y hombres de toda clase, ideología y condición social, fueron portadores de Justicia y Esperanza para los vascos que se encontraban sufriendo los ataques de los franquistas y sus aliados. Lo fueron los periodistas, ejemplo de profesionales dispuestos a jugarse su vida por contar la verdad. Lo fueron aquellos marinos británicos que visitaron el frente y se enfrentaron al bloqueo de los buques facciosos, tan valientes ante los bous, pesqueros artillados de la Armada Auxiliar de Euzkadi, y tan cobardes ante los buques de guerra de la Real Armada Británica. Lo fueron los sindicatos, partidos políticos, asociaciones, grupos cristianos… Gentes de derechas o de izquierdas, de toda clase y condición social, que entendieron que la solidaridad para los que sufren la injusticia, es mucho más importante que la realpolitik que los gobiernos occidentales practicaron durante la Guerra Civil y durante la dictadura, y que tanto dolor generó en el Pueblo vasco.

Y no sólo fue la sociedad británica, a la que cito aquí porque conozco mejor su participación en esta parte de la Historia de los Vascos. Lo mismo ocurrió, por ejemplo, en Francia o en Bélgica. El gobierno de la URSS también tomó una parte activa, acogiendo a muchos niños en lo que en aquel momento parecía un destino seguro. En definitiva, en 1937 los vascos, al menos los que estuvieron del lado de la democracia y la libertad, supieron lo que significa la solidaridad internacional.

Es verdad que contamos con la ventaja, fundamental, de tener un Gobierno vasco que fue capaz de organizar el exilio de aquella población vasca con una eficacia que nunca será suficientemente valorada. Entre otras cosas, porque muchos historiadores se ocuparán de ignorar o de minimizar aquel esfuerzo titánico realizado en las más duras condiciones.

Pero aquel Gobierno vasco no habría podido desarrollar esa labor sin la colaboración clave de los vascos de la diáspora, sin el apoyo de un puñado de gobiernos que abrieron sus puertas a aquellas masas de refugiados, y sin la solidaridad de los miles y miles de amigos de los vascos a los que nunca hemos agradecido lo suficiente (ni lo adecuado) su trabajo y su compromiso en aquellos momentos tan complicados.

Los refugiados de hoy Todo eso pasó hace bien poco, en el tiempo de los padres o los abuelos de la mayor parte de los que hoy leen este periódico. De todo esto me acuerdo cuando estos días nos encontramos con decenas de miles de refugiados a las puertas de Europa. Me acuerdo de las historias que se conservan en mi familia sobre las visicitudes que pasaron mi amama, mi ama y mi izeko, convertidas en refugiadas de hatillo, embarcadas en un barco inglés rumbo a la costa vasca continental, donde el Gobierno vasco organizaba la acogida para aquellos que podían huir de los desastres de la guerra.

Me acuerdo de todo esto y de cómo hoy en día nos enorgullecemos de tener una de las mayores rentas europeas, de ser un país moderno y avanzado, donde la crisis ha golpeado menos que en otros lugares.

Me acuerdo de todo eso y me pregunto: ¿De qué sirve todo eso, si es posible que nos estemos convirtiendo en un país de egoístas, donde la Humanidad y el Compromiso con los que sufren se han quedado diluidos en las estadísticas del I+D+I o del porcentaje de PIB industrial?

Aquellos británicos, organizaron la acogida de 4.000 niños vascos sin contar con el apoyo de un gobierno, y en plena crisis económica. Nosotros, los vascos de ahora, muchos de nosotros con familiares que vivieron el exilio, miramos la TV, o leemos los periódicos, con la sensación de que esto de los refugiados a la puerta de Europa en realidad no va con nosotros.

Es terrible, además, cómo las excusas y los discursos del odio se repiten, adaptados al lenguaje de hoy, pero calcados a los que se oían en 1937. Entonces había quienes aseguraban que acoger a esos niños y niñas era introducir el veneno del comunismo en Gran Bretaña, o que aquellos refugiados tenían una formación cultural inferior y por lo tanto iban a ser incapaces de adaptarse a un lugar civilizado, creando conflictos con los locales. Hoy, tenemos que escuchar el mismo discurso miserable, en el que lo único que cambia es la palabra comunista por yihadista. La foto de ese pobre niño kurdo ahogado en una playa, parece que ha tenido un papel similar al que tuvo la crónica de Steer o de Monks sobre la destrucción de Gernika, y ha puesto en marcha una reacción de solidaridad.

Pero hay una gran diferencia. Una diferencia enorme. Llevamos años, decenios, viendo como a las puertas de Europa, o en la propia Europa, los afectados por las guerras malviven e intentan buscar un lugar donde refugiarse. Lo vemos y pensamos. ¡Alguien tiene que hacer algo! Esperamos que nuestros gobiernos, nuestras instituciones, hagan el trabajo.

Cuándo nos daremos cuenta que ese alguien que tiene que hacer algo, somos cada uno de nosotros. En 1937 los niños y las niñas, las mujeres, los ancianos, los perseguidos, eran de los nuestros. Ahora, también.