A través de los ojos de una musa

‘Pour don Carlos’ o ‘La capitana Alegría’ fue el primer largometraje rodado en Euskal Herria. Fue un 3 de octubre de 1920 y se convirtió en uno de los primeros rodajes producido por un vasco

Un reportaje y fotografías de Eneko Tuduri

Se cumple un siglo del primer largometraje rodado en Euskal Herria, Pour don Carlos o La capitana Alegría (1921), dirigido, coproducido y protagonizado por Musidora.

El pasado día 3 ocurrió una efeméride que no se puede olvidar en la historia del cine vasco. Prácticamente cien años más tarde de su estreno original, el Museo del Carlismo de Estella-Lizarra, reestrenó noventa minutos del primer largometraje rodado en nuestras tierras: Pour don Carlos o La capitana Alegría dirigido por la pionera del cine Jeanne Roques, que ha pasado a la historia como Musidora. Para los que no pudieron acudir a la cita, se volverá a proyectar el 5 de noviembre en la Filmoteca de Nafarroa.

Publicación de ‘Ciné Revue’ sobre la película, con el claro protagonismo de Musidora.

En 2018 comisarié la exposición temporal El carlismo desde el cine, producida por el Museo del Carlismo y financiada íntegramente por el Gobierno de Nafarroa. El objetivo fue recopilar todas las películas que trataron el tema del carlismo. Entre ellas, la primera fue la ya casi legendaria Pour don Carlos o La capitana Alegría. A través de mi padre había oído de la existencia de este filme de 1921, que se consideraba perdido por la mayoría de los expertos, como muchas películas de nitrato anteriores a la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. Cuál fue mi sorpresa cuando encontré que la Cinémathèque de Toulouse estaba en proceso de restaurar y digitalizar una de las copias, que de alguna forma habían sobrevivido al paso del tiempo.

Una vez conocido el proyecto, el Gobierno de Nafarroa, a través de Susana Irigaray Soto e Ignacio Urrecelqui, financió parte de la restauración de la película. De ahí, que se reestrene casi cien años después, de mano del Museo del Carlismo en Lizarra.

Este es un filme directamente basado en la novela homónima de 1920 de Pierre Benoit. Situado en los últimos meses de 1875 y los primeros de 1876, en el final de la segunda guerra carlista, narra las aventuras de un joven llamado Olivier que tiene que buscar a la capitana Alegría Detchard, una vasca, ferviente defensora de la causa de don Carlos en la retirada de las tropas carlistas hacía Francia. La capitana es interpretada por la misma directora, Musidora. Así se nos presenta, una historia de aventuras en las, para un francés, exóticas tierras del pirineo vasco donde la protagonista, una heroína al más puro estilo romántico, luchará hasta sus últimas consecuencias por el trono de Carlos VII. Por esto mismo será admirada hasta el amor ciego por el joven Oliver que le seguirá a donde vaya. Una historia muy al gusto francés donde el exotismo que daban las guerras del XIX y el legitimismo carlista fue hábilmente usado por Benoit y Musidora.

Es realmente sorprendente la cantidad de virtudes que tiene Pour don Carlos. Primero, que yo tenga constancia, es el primer largometraje -de más de tres horas de duración- de la historia del País Vasco, rodado íntegramente entre Lapurdi, Nafarroa y Gipuzkoa en 1920. Los intentos anteriores fueron filmes sustancialmente más cortos como la cinta Vicenta (1919), de la misma autora. Hoy en día llamaríamos al rodaje de Pour don Carlos una superproducción.

Además, su estreno fue mundial, ya que se exhibió en las colonias francesas y británicas: se estrenó en 1921 en países como Reino Unido, Estados Unidos, Alemania, Checoslovaquia, Egipto y Siria. Parece que dio muy buenos resultados en Francia. En 1950 se hizo famosa la obra otra vez, pero en formato de opereta teniendo su tema principal, una versión del Ay, ay, mutilak, un gran éxito en Francia. En España, Musidora entró en negociaciones de distribución, pero parece que tuvo problemas para su estreno, ya que en palabras del distribuidor “en España los distribuidores prefieren el género cinematográfico americano”. En cualquier caso, parece que fue vista por Alfonso XIII, conocido amante del cine.

En los créditos de la película que se puede consultar en la Cinémathèque de París aparece como realizador y productor un tal Jaques Lasseyne o Lassègue, según la versión. Este es en realidad el nombre afrancesado de un vizcaino, el misterioso Jaime de Lasuen, un noble carlista declarado, que era conocedor personal de la figura de Carlos VII y actuaba de productor de las películas de Musidora. Bajo la guía y la financiación de Lasuen, el filme consiguió una gran calidad en lo que se refiere al vestuario y a la ambientación, siendo los uniformes carlistas y liberales probablemente auténticos de la, entonces, última guerra civil en España. Como anécdota, se usaron cañones de la guarnición de Donostia, que estuvieron presentes en la última guerra carlista. Por tanto, este es uno de los primeros rodajes producido por un vasco y rodado íntegramente en el País Vasco.

Rodaje en Gipuzkoa Sobre las localizaciones, se rodó mayormente en Gipuzkoa, usándose Hondarribia, Oiartzun y Peñas de Aia como escenarios naturales sin necesidad de estudios. También parece que se rodó en el Casino de Biarritz y en Elizondo, ya que así figuran estas dos localidades en el guion que he podido leer. Como figurantes se contrataron a habitantes locales, por ejemplo, de Oiartzun. Así, el filme también tiene un importante carácter documental. Muchos de los paisajes, edificios, caseríos, vestimentas… han desaparecido y en La capitana Alegría se muestran tal y como eran en 1920. También es una de las pocas películas anteriores a la Guerra Civil de la que podemos disfrutar todavía.

Por último, y en mi opinión lo más importante, Pour don Carlos fue dirigida, protagonizada y escrita por la figura de Musidora. Jeanne Roques se lanzó al estrellato por su papel en la larga película de Les vampires, de Louis Feuillade, en la que protagonizaba el papel de la villana, Irma Vep. Este personaje fue una de las primeras villanas de la historia del cine. Pronto se convirtió en musa de los surrealistas, de ahí su sobrenombre, Musidora. No conformándose con su papel de actriz pronto se lanzó a producir y rodar sus propias películas, eligiendo los que para ella eran los exóticos paisajes del País Vasco y el sur de España como lugares donde ambientar sus obras. Vicenta y Pour don Carlos las rodó en Euskal Herria y Soleil et ombre y La terre des taureaux, entre otras, en Andalucía. Hoy en día, es una figura histórica de gran calado en Francia y una de las principales pioneras de la historia del cine.

En la correspondencia que pude consultar ya se hablaba, en la Donostia de 1920, del rodaje de la “famosa película”. Pour don Carlos o La capitana Alegría supuso un gran evento y un regalo para el País Vasco de entonces. Haberla recuperado del olvido justo cien años después de su rodaje, supone otro regalo que tenemos que saber aprovechar como sociedad.

El Derecho civil vasco: del deseo a la realidad (2015-2020)

La Ley del Derecho Civil Vasco fue aprobada el 3 de octubre de 2015 como culminación a los trabajos desarrollados por insignes juristas del país y gracias al impulso dado por los partidos de la Comunidad Autónoma Vasca y su Gobierno

Andres Urrutia

Cuando en 1918 el Congreso de Estudios Vascos de Oñate recogió sus conclusiones en materia de Derecho civil vasco, puso de relieve la formulación de un elemento fundamental que, a la postre, y un siglo después, trajo consigo la superación del esquema territorial de lo civil foral vasco para concretar y plasmar por escrito y por primera vez el deseo de una regulación común en materia de Derecho civil para todos los vascos de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. Decía así la conclusión 13ª de las Cuestiones Jurídicas y Sociales de aquel Congreso: El Congreso solicita de las Diputaciones Vascas la creación de una Comisión especial, con subcomisiones en las diversas regiones vascas, para que lleven a efecto: 1.º Una recopilación del Derecho consuetudinario y 2.º Un estudio del Derecho escrito y consuetudinario de las diversas regiones vascas, con determinación de las grandes instituciones comunes; o que se sirva hacer un encargo en este sentido a la futura Academia de Jurisprudencia Vasca para que bien por sí o por un gran concurso o certamen, verifique dicha labor.

El concurso se convocó (1920) por Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos y resultó desierto. Después, el año 1923, dos juristas vascos, Esteban de Bilbao y Bonifacio Echegaray, elevaron un informe a esa institución señalando que la tarea era irrealizable a corto plazo so pena de incidir en simples síntesis que nada aportaban. Recomendaban igualmente la realización de monografías sectoriales, en una vía que el segundo de ellos siguió posteriormente. Por esas mismas fechas, Rodrigo de Jado y Ventades, el foralista más destacado del primer tercio del siglo XX, introdujo en la segunda edición de su Derecho civil de Vizcaya (1923) el examen de las instituciones forales de Gipuzkoa y los territorios de Ipar Euskal Herria, como expresión de un fondo jurídico común vasco del que también participaba Navarra.


Representantes del Gobierno vasco, partidos políticos, Academia Vasca de Derecho y RSBAP, en el acto de aprobación de la Ley de DerechoCivil Vasco en el Parlamento Vasco (25-06-2015).

Conocido es el fracaso en la concreción en textos escritos de los Derechos civiles forales territoriales españoles antes de la guerra civil con la excepción de Aragón (1925), así como, tras el paréntesis de la Segunda República, la filosofía del régimen de Franco de no ir más allá, en las Compilaciones nacidas del Congreso Nacional de Derecho civil de Zaragoza de 1946, de lo que ya estaba prácticamente hecho en la anteguerra en este campo. Esto supuso la exclusión de Gipuzkoa de la Compilación de Derecho civil foral de Vizcaya y Álava (1959) y el retraso sine die de un posible Derecho civil vasco que abarcase a la totalidad de los tres territorios mencionados.

Desde el exterior No era esa, sin embargo, la posición de muchos juristas vascos que se encontraban como consecuencia de la guerra civil fuera de Euskal Herria, pero que seguían con preocupación y con interés lo relativo al futuro de los todavía Derechos civiles territoriales vascos. Entre ellos se encontraba Manuel de Irujo que criticó de forma vehemente las conclusiones de dicho Congreso por entender que eran tremendamente antiforales. Para decirlo en sus propias palabras, se trataba de evitar que los centralistas entrasen a saco en los Derechos civiles forales y los redujesen a unos cuantos artículos visados en el Código Civil.

Ya para el año 1944, el Gobierno vasco, a través de su Comisión Jurídica Asesora, encargó a Jesús de Galíndez la redacción de un proyecto de bases para un futuro Fuero Civil Vasco. Si bien fue un trabajo de carácter privado, el autor lo consideraba plenamente compatible con el Estatuto de Autonomía de 1936 y el artículo 12 del Código Civil español, y lo cierto es que sus líneas directrices atendían de forma adecuada a la historia de los Derechos civiles territoriales vascos. Señalaba Galíndez lo siguiente: El problema es de vital importancia para el futuro de la patria. La ley escrita tiene que ser la misma para todo Euzkadi. Esto no será en modo alguno obstáculo para que después cada región y aún cada comarca pueda desarrollar sus detalles secundarios por medio de esa costumbre que dejamos como fuente secundaria pero amplia. Y esta solución es lógica, si no fuera patriótica; las diferencias entre los fueros vascos son minúsculas; sus parecidos inmensos; y su oposición al derecho español aún superior.

Galíndez establecía la ciudadanía como punto de conexión para la aplicación de esta norma que contemplaba cuestiones como la libertad de testar, el divorcio o la función social de la propiedad, y que, además de demostrar la modernidad de su concepción, sentaba las bases de una futura regulación articulada. El Proyecto mostraba también, de forma muy clara, el anhelo de aquella generación por concretar lo que el mismo Irujo llamó soberanía civil foral en textos que trascendiesen de la mera solución de los Apéndices al Código Civil o Compilaciones que el régimen de Franco promovía. De hecho, ya en 1954, proponía Irujo lo siguiente: Lo racional sería que, existiendo en nosotros la soberanía civil foral, esta soberanía tuviera un órgano adecuado y soberano de expresión, y nosotros estuviéramos de tal manera en condiciones para remozar el texto de nuestro derecho civil.

La Historia, sin embargo, tiene a veces caminos complicados que conviene recordar. Por encima de los deseos y anhelos de aquellos juristas, solo muchos años más tarde y al amparo del artículo 10.5 del Estatuto de Autonomía del País Vasco (1979) en conexión con el artículo 149.1.8 de la Constitución Española (1978), pudo crearse un órgano legislativo que en el marco estatutario vasco tuviese competencias para poder dictar leyes civiles para toda la ciudadanía vasca, recogiendo el Derecho tradicional de los territorios históricos y proyectándolo hacía el futuro. Ese órgano era el Parlamento Vasco y su labor legislativa se ha realizado en diferentes fases: una primera, de carácter aún territorial, a través de la Ley 6/1988 y la Ley 3/1992, y una segunda de mayor calado, con una orientación general para toda la Comunidad Autónoma del País Vasco, que se ha concretado en la Ley 5/2015, de 25 de junio, de Derecho Civil Vasco, de cuya entrada en vigor se cumplen este 3 de octubre, cinco años.

El camino para conseguirlo tuvo un guía excepcional en la persona de Adrián Celaya Ibarra, eminente foralista, quien inmediatamente después de la publicación de la Ley 3/1992 formuló la necesidad de un Derecho civil vasco que pudiese trascender a la totalidad del territorio y a todos los ciudadanos de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. Para ello contó con la colaboración de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, de la Academia Vasca de Derecho, de los colegios profesionales del notariado, de la abogacía de Bizkaia y de los registradores de la propiedad, así como del ámbito universitario, en una labor cuya filosofía básica consistía en tres puntos: 1. Analizar las instituciones civiles vascas para su posible generalización; 2. Tomar la libertad civil como punto de encuentro y 3. Mantenimiento de las instituciones forales tradicionales, adaptándolas a la realidad actual.

Partidos y gobierno Tras diferentes anteproyectos y propuestas de ley civil vasca, fue el texto realizado por la Academia Vasca de Derecho y el Ilustre Colegio de la Abogacía de Bizkaia, con la adhesión del Ilustre Colegio Notarial del País Vasco y de la Delegación en Euskadi del Colegio de Registradores de la Propiedad y Mercantiles de España, el que sirvió de base para la tramitación del proceso parlamentario que culminó en la aprobación de la ley. Fueron elementos decisivos en el trámite parlamentario la actuación conjunta de los partidos políticos, la actitud favorable del Gobierno vasco y la aprobación de la proposición no de ley de fecha 21 de febrero de 2013, que estableció un método de trabajo con un objetivo claro, la aprobación de una ley como núcleo general básico vertebrador del Derecho civil vasco, basada en la vecindad civil, abierta a la extensión a nuevos contenidos.

Mediante esta ley, que hoy cumple cinco años en vigor, la ciudadanía que formuló Jesús de Galíndez hace 75 años, es la actual vecindad civil vasca, la libertad de testar se predica de todos los vascos, y los pactos sucesorios que el propio Galíndez incluyó en un quinto libro de su proyecto junto con las sucesiones por entender que En Euzkadi tradicionalmente ha existido una íntima trabazón entre las dos, son hoy algo vivo.

La historia ha dado la razón a todos estos juristas que se ocuparon de la unidad del Derecho civil vasco, ya que esta ley ha hecho que en estos cinco años haya aumentado de forma significativa la utilización de los mecanismos sucesorios basados en la tradición civil vasca y actualizados, tal como muestran las estadísticas de la actividad del notariado y de la abogacía vascos. Del mismo modo, ha permitido un marco de aplicación tanto extrajudicial como judicial que supone un núcleo de posible expansión en el futuro y de adaptación, como ha ocurrido desde siempre, a las circunstancias de la sociedad vasca.

Un nuevo vector se añade ya a esta realidad civil vasca. Se trata del Derecho de la Unión Europea y de forma muy significativa los Reglamentos que esta ha ido dictando en los últimos años en materia de sucesiones, regímenes económico-matrimoniales o efectos patrimoniales de las uniones registradas y en relación a las cuales la formulación de este Derecho civil vasco permite, sin lugar a dudas, una adecuada protección y desarrollo de sus instituciones, y un avance en su formulación. Aquel deseo que ayer formularon muchos juristas vascos es hoy, al menos en parte, una realidad y está presente como expresión de un espacio jurídico que conlleva la institucionalización de un país que quiere autorregularse en el ámbito del Derecho civil vasco. Su historia lo reafirma y es testigo de este quehacer jurídico en el que todos hemos de participar activamente, utilizando y perfeccionando nuestras instituciones civiles.

El autor

Andres Mª Urrutia Badiola

Natural de Bilbao. Doctor en Derecho por la Universidad de Deusto. Notario de Bilbao y profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Deusto. Imparte la docencia y es autor de publicaciones en euskera y castellano. Actualmente es presidente de la Academia Vasca de Derecho y de la Real Academia de la Lengua Vasca-Euskaltzaindia. Ha publicado, entre otros, ‘Lengua vasca, cooficialidad lingüística y relaciones jurídicas inter privatos’ (Premio Jesús María de Leizaola 2015), ‘Código, Compilación y Fuero Civil. Elementos para una historia del Derecho civil foral vasco (1876-1992)’ y ‘Diccionario Terminológico de Derecho Civil Foral Vasco’.

Ya en 1944, el Gobierno vasco encargó a Jesús Galindez la redacción de un proyecto de bases para un futuro Fuero Civil Vasco

Adrián Celaya Ibarra, eminente foralista, formuló la necesidad de un Derecho civil vasco que trascendiera a la totalidad de la CAV

80 aniversario de la ocupación de Iparralde por los nazis

LA OCUPACIÓN POR PARTE DE LOS NAZIS DEL TERRITORIO DEL ESTADO FRANCÉS SUPUSO LA PARTICIÓN DE LOS HERRIALDES DEL NORTE Y EL SURGIMIENTO DE INICIATIVAS QUE BUSCABAN PROTEGER E IMPULSAR LA CULTURA VASCA Y EL SENTIMIENTO DE PERTENENCIA AL PAÍS

JEAN-CLAUDE LARRONDE SABINO ARANA FUNDAZIOA

HACE ochenta años, a finales de junio de 1940, los alemanes entraban en Iparralde. Fue el principio de una larga y triste historia de cuatro años, hasta finales de agosto de 1944. Durante este período, conviene subrayar dos iniciativas vascas: la revista Aintzina y Euskaldun Gazteen Batasuna.

Los historiadores franceses identifican 1940 como «terrible». Y es que ese año, los acontecimientos dramáticos se sucedieron sin cesar.


Entrevista entre los dictadores Franco y Hitler en la Hendaia ocupada por el ejército alemán

Cuando desde el inicio de la contienda, a principios de septiembre de 1939, no se había producido en Europa occidental ninguna operación militar (la guerra fantasma), el 10 de mayo de 1940, Hitler inició una gran ofensiva militar contra Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Francia. Esta última fue derrotada en cinco semanas. El 17 de junio, el mariscal Pétain, jefe del gobierno, decidió cesar los combates y pedir el armisticio, que firmó el 22 de junio.

El acuerdo estableció el reparto de Francia en dos zonas: al norte, un 55% del territorio quedaría como una zona ocupada por los alemanes, incluyendo toda la costa atlántica, y al sur, se establecería una zona denominada libre, bajo la autoridad del mariscal Pétain, al cual se había dotado de plenos poderes el 10 de julio de 1940, con gobierno en Vichy. Ello supuso el fin de la Tercera República y el comienzo del Estado Francés. La zona libre desaparecería en noviembre de 1942, consecuencia de su invasión por los alemanes.

En este contexto, desde el 25 de junio de 1940, una línea de demarcación separaba las dos zonas: en Iparralde, Lapurdi y Baxe Nafarroa quedaron en zona ocupada y Zuberoa, en zona libre. Como consecuencia de ello, Iparralde se encontraba también dividida por la línea de demarcación, estrechamente vigilada por los alemanes.

Esta línea arrancaba en Arnegi, frente a la frontera de Luzaide, y continuaba por Donibane Garazi, Larzabale y Donapaleu, llegando, en Bearn, a la ciudad de Salies-de-Béarn.

Entre el 18 de mayo y el 1 de junio, un episodio trágico ya había afectado a los vascos de Hegoalde. Centenares de ellos –he contado 570 apellidos en los Archivos Departamentales de Pau– sufrieron una redada en la Costa Vasca, entre Hendaia y Boucau, siendo internados en el campo de concentración de Gurs, en Bearn, cerca del límite con Zuberoa. Esta redada se puede calificar de «étnica», puesto que se aplicó exclusivamente a vascos opuestos al régimen franquista. Su detención fue breve, pero provocó una tremenda angustia en todos, puesto que temieron ser entregados a Franco. Afortunadamente, pudieron salir antes de la llegada de los alemanes. En efecto, estos llegaron el 27 de junio de 1940 y se desplegaron rápidamente en toda la costa y el interior de la zona.

El 23 de octubre de 1940, Hitler se entrevistó con Franco en la estación de Hendaia con el objetivo de persuadirle de que entrara en guerra a su lado. Prudente, el caudillo escogió la neutralidad a pesar de sus simpatías ideológicas tanto hacia los nazis alemanes como a los italianos fascistas.

Al día siguiente, Hitler se entrevistó con Pétain en la estación de Montoire, en el departamento de Loir-et-Cher. Tras esta reunión, Pétain declaró que se posicionaba «en la vía de la colaboración» con los alemanes.

LA REVISTA ‘AINTZINA’ En 1941, unos jóvenes nacionalistas vascos fueron a ver al padre Pierre Lafitte (Luhuso, 1901), quien tuvo la idea de hacer reaparecer Aintzina, una revista vasquista (1934-1937) próxima a las ideas del Partido Nacionalista Vasco. Esta estrategia presentaba la ventaja de facilitar la autorización de la potencia ocupante, ya que no se trataba de una nueva revista. El número 1 del mensual Aintzina vio la luz en enero de 1942. La revista se publicó bajo las directivas del joven Marc Légasse (París, 1918), que la financiaba en su totalidad. En su comité figuraban responsables de asociaciones culturales, pero ninguno del semanario Eskualduna, muy tradicionalista francés, con el que las relaciones no fueron buenas.

Por el contrario, el joven seminarista Roger Etchegaray (Ezpeleta, 1922), después cardenal, era muy entusiasta, así como su amigo, otro seminarista, Piarres Charritton (Hazparne, 1921), futuro académico vasco, o Michel Labèguerie (Uztaritze, 1921), futuro diputado y senador.

El número 1 de Aintzina señalaba sus objetivos: Conocer y reunir a todos los jóvenes vascos y formar en cada pueblo núcleos de chicos (eskualzale) y de chicas (begirale).

En agosto de 1942, se decidió la constitución de un Consejo de Dirección con lapurtarras y baxe-nafartarras, pero no por zuberotarras que no podían estar representados, puesto que la línea de demarcación colocaba a Zuberoa en la zona libre.

Pero en 1943, un grave conflicto surgió entre Marc Légasse y el padre Piarres Larzabal, aunque treinta años más tarde serían los mejores amigos del mundo, ambos fervorosos partidarios del movimiento ETA. En enero de 1943, el padre Larzabal (Azkaine, 1915) había sido nombrado jefe de redacción de la revista. Pero el ejemplar que preparó y envió a imprimir, en el cual figuraba el editorial titulado Nuestro programa, no gustó nada a Marc Légasse, quien cortó todo crédito al padre Larzabal; este quedó destituido de sus funciones.

El padre Larzabal, siguiendo la política del mariscal Pétain, quería, según Marc Légasse, hacer una revista únicamente regionalista y había atacado en su editorial a los nacionalistas vascos. Eso no lo pudo aguantar Marc Légasse, quien aceptó la dimisión del padre Larzabal.

De hecho, el padre Larzabal, en su editorial Nuestro programa había escrito: Francia y España no tienen que temer nada de nosotros. Los enemigos de la verdadera Francia y de la verdadera España son los nuestros. Marc Légasse decidió pues a principios de 1943 hacer de Aintzina una revista únicamente folclórica; el título de su editorial del número siguiente es revelador: Cantemos€ y bailemos. En definitiva, la solución que aplica para Aintzina a principios de 1943 es la siguiente: no conviene hacer política de manera abierta; hay que hacer solo cosas histórico-folclóricas; hay que dar la impresión de hacer una revista literaria, al estilo de Gure Herria de entre las dos guerras mundiales, en espera de la victoria de los aliados. Hay que decir que Marc Légasse podía decidir puesto que era el único que podía financiar la revista: acababa de heredar una gran fortuna de su padre, Louis, un industrial propietario de una importante conservera de bacalao.

ESKUALDUN GAZTEEN BATASUNA La idea de la creación de Eskualdun Gazteen Batasuna (EGB-Federación de los Jóvenes Vascos) surgió del grupo de danzas de París Errepika durante una reunión celebrada el 12 de abril de 1943. Estos jóvenes trabajaron para organizar una gran reunión de la juventud vasca el martes de Pascua de 1943, 27 de abril, en Uztaritze.

La manifestación tuvo un gran éxito: después de la misa y de la comida, hubo una reunión en la que se decidió la creación de la Federación de los Jóvenes Vascos para la defensa de la cultura vasca. 150 representantes de la juventud vasca adoptaron las siguientes resoluciones:

—Se considera necesario adoptar diversas medidas para la enseñanza y fomento de la lengua vasca;

—Se solicita que el País Vasco se configure como una unidad dotada de región administrativa única y diferente de las otras regiones;

—Los jóvenes vascos proclaman su adhesión a la divisa tradicional de los Vascos Zazpiak-bat.

Se formó un Comité Provisional que comprendía un Secretariado. La EGB se reunió siete veces –seis en Baiona y una en Uztaritze– entre mayo de 1943 y septiembre de 1944. Organizó dos espectáculos de bailes: en agosto de 1943 en Uztaritze para conmemorar el tricentenario del Gero de Axular y en septiembre de 1944 en Milafranga bajo la presidencia del obispo, monseñor Jean Saint-Pierre.

En marzo de 1944, una quincena de grupos de danzas, que reunieron a más de 150 bailarines, se federaron en EGB. Además, diversas corales funcionaban en Baiona, Biarritze, Kanbo, Baigorri, Burdeos y París. Se reorganizaron los cuatro comités técnicos: Lengua e Historia, Coreografía y Música Instrumental, Organización de los Coros, y Conferencias y Estudios.

Pero en una reunión de mayo de 1943, dos posturas bien definidas se enfrentaron:

Marc Légasse consideraba, «dadas las circunstancias políticas» extremadamente graves, «inoportuno» y «perjudicial para el objetivo propuesto» solicitar la aprobación oficial de la Federación de los Jóvenes Vascos por parte del gobierno de Vichy y de las autoridades alemanas de ocupación, y que se debía trabajar de forma oficiosa y discreta.

Eugène Goyheneche (Uztaritze, 1915), por su parte, sostenía que las consideraciones políticas no tenían nada que ver con la Federación, ya que su solo objetivo era cultural, que la guerra podía durar mucho tiempo todavía, y que lo oportuno y necesario era contar con una federación reconocida de manera oficial y que trabajara a plena luz del día.

Finalmente, en una reunión de abril de 1944, se dio lectura a los estatutos. EGB ya no se presentaría como una federación de grupos folclóricos.

Las adhesiones serían individuales; cada adherente podría formar, junto con otros de su pueblo, un grupo que gozaría de una amplia autonomía; la federación se limitaría a orientar la actividad de los diferentes grupos. Se tomó la decisión de presentar los estatutos en la Subprefectura de Baiona, pero he podido comprobar que no fueron presentados.

Durante esos años de la guerra y de la ocupación alemana, EGB había sido bastante más que una federación de grupos folclóricos; en esas circunstancias particulares, había sido un lugar de encuentro de responsables políticos y culturales vascos. No se trataba solo de folclore –danzas y canto–, sino también de lengua vasca, de historia, de teatro, de conferencias; en una palabra y a pesar del periodo especial, de aber-tzalismo.

En estas horas oscuras, mientras toda actividad política estaba prohibida, EGB había dado testimonio, al igual que Aintzina, de la permanencia y de la vitalidad de la cultura vasca.

Buenos Aires, 1921: cuando la ikurriña se convirtió en la bandera vasca

La ikurriña no fue tomada como símbolo de todos los vascos nada más ser creada por los hermanos Arana. Un paso determinante para ello se dio en Buenos Aires en 1921

Óscar Álvarez Gila

LA ikurriña es, hoy en día, el símbolo vasco más universalmente reconocido. Aunque todavía haya momentos en los que reaparecen viejos prejuicios –como, por ejemplo, ocurriera en el certamen de Eurovisión en 2016–, la ikurriña ha adquirido en nuestra sociedad un altísimo grado de consenso, siendo aceptada por una inmensa mayoría de la ciudadanía como la plasmación visual de la identidad vasca. La bandera bicrucífera y sus tres colores –rojo, verde y blanco– están ya integrados en nuestro universo mental como genuinos sinónimos de la vasquidad. Pero, como ocurre con todas las propuesta simbólicas que en el mundo han sido, y muy especialmente las que quieren representar identidades nacionales, el recorrido desde su creación hasta su total aceptación ha pasado por una evolución larga y, en ocasiones, dificultosa.

Aún hay críticos que no dudan en achacar a la ikurriña su carácter artificial, como si no fuera cierto que todos los símbolos lo son, ya que fueron creados en un determinado momento histórico, en muchos casos en abierta competencia con otros símbolos alternativos. Todas las banderas tienen su propia historia, comenzando por su fecha de nacimiento, y en esto la ikurriña no es una excepción. Desde que ondeara por vez primera en el Euzkeldun Batzokija de Bilbao en 1894, pensada por los hermanos Arana como bandera de Bizkaia, el uso de la ikurriña fue extendiéndose de un modo progresivo, hasta que en 1936 con la creación del primer Gobierno autonómico vasco se reconoció de forma oficial lo que entonces ya era una realidad social, pasando la ikurriña a ser la bandera legal de Euskadi.

Ilegalizada por el franquismo, el Estatuto de Autonomía de 1979 le devolvió su carácter oficial para la Comunidad Autónoma Vasca, siendo además amplio su uso en Nafarroa e Iparralde como representación común de la identidad vasca. Muchos de los críticos antes mencionados también atacan a la ikurriña diciendo que es un símbolo político. Evidentemente, todo símbolo nacional es, ante todo, político; aunque más bien parece que esos mismos críticos lo que quieren es identificar la ikurriña como un símbolo partidista. No fue este nunca el ánimo de sus creadores: desde su concepción inicial, la ikurriña y el conjunto de banderas creadas por los hermanos Arana no eran emblemas de partido, sino propuestas simbológicas generales, tanto para Bizkaia como para el resto de territorios históricos y el conjunto del país. En todo caso, sí que es preciso reconocer que durante las primeras décadas de uso y difusión de la ikurriña la bandera estuvo estrechamente ligada al nacionalismo vasco, que eran quien la usaba y reivindicaba, haciendo que en cierto modo se identificara la parte con el todo, el partido con la nación.

Mientras esto ocurría en Europa, las colectividades vascas que por entonces florecían en diferentes países americanos, podemos decir que iban un paso por delante en cuestiones de representación simbólica.

Experimentos simbólicos  

Cuando se crearon las primeras instituciones asociativas organizadas de la diáspora vasca, en el último cuarto del siglo XIX, los vascos se percataron de que, a diferencia de los inmigrantes de otras naciones con Estado o sin Estado, carecían de una simbología común reconocida y aceptada. No es que aún no se hubiera creado la ikurriña, es que no existía ninguna bandera vasca como tal. Por este motivo, desde la década de 1880 los vascos en Argentina, Uruguay o Cuba comenzaron a hacer una serie de experimentos simbólicos, con mayor o menor fortuna, todos ellos con el objeto de cubrir la necesidad de contar con un símbolo que representara al pueblo vasco en su conjunto.

Es en este contexto que llegó la ikurriña muy tempranamente a América: ya en la primera década del siglo XX encontramos los primeros ejemplos de ikurriñas, usados por revistas vascoamericanas o por algunas asociaciones vascas de la diáspora. Pero al igual que estaba ocurriendo en el propio País Vasco, su uso quedó inicialmente circunscrito a entidades e iniciativas periodísticas directamente ligadas al nacionalismo vasco. Y así, al igual que en el País Vasco, fueron muchos quienes aún la identificaban más como enseña de partido que como bandera nacional.

Hasta que nos situamos en 1921, en la ciudad de Buenos Aires, donde la ikurriña dio su primer paso para trascender del mundo nacionalista y convertirse en lo que siempre quiso ser, la bandera vasca. Y para ello nos tenemos que acercar al centro vasco más veterano de Argentina, y uno de los más antiguos de América: el Laurak Bat. Creado en 1877 por un grupo de vascos inmigrantes que, movidos por el impacto de la abolición foral un año antes, hizo un llamamiento a los vascos de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa para que, a imitación de los inmigrantes de otros países, se asociaran en una institución abierta a todos, con fines recreativos, sociales, culturales y deportivos.

Para 1921 era ya una institución de gran arraigo en la colectividad vasca de la capital argentina, con un elevado número de asociados, y que a pesar de no ser un centro de carácter político, en su seno se reflejaban y vivían con intensidad los debates que marcaban la evolución de la sociedad vasca. De este modo durante años, y especialmente en la década de 1910, en las renovaciones anuales de la junta directiva siempre había ganado una candidatura vinculada al tradicionalismo. Pero para la renovación generacional había llevado a que surgiera una candidatura alternativa, más alejada del españolismo imperante en ese momento y cercana al nacionalismo vasco. Y en las elecciones de 1921 esta candidatura, finalmente, venció.

Pronto se hicieron notar los cambios. En abril, la junta directiva decidió volver a publicar el boletín de la entidad, con un número en cuya portada, a todo color, se situaban en pie de igualdad la bandera e himnos argentino por un lado, y la bandera e himno vascos por el otro. Sería el preludio del primer gran acto público que promovía la nueva junta, fijado para el sábado 9 de julio de 1921. La fecha no era una casualidad: como en la imagen de la portada anterior, tenía un gran significado tanto para Argentina como para Euskal Herria: la festividad de San Fermín, patrón de Nabarra, y la jura de la independencia argentina. Sería un fin de semana, dos días en los que se sucedería el programa típico de las celebraciones de la colectividad vascoargentina: discursos, un banquete social, poesía, música, danzas, romería y exhibiciones de deporte. Pero como acto inicial, la junta anunciaba en la revista La Baskonia que a las 10.00 de la mañana, en la sede social, se procedería a la bendición por el reverendo padre Miguel de Pamplona de dos banderas argentina y baska, ofrecidas a la sociedad por distinguidas damas. El señor José María de Larrea y su señora esposa apadrinarán este acto, en el que serán cantados los himnos argentino y basko en el momento del izamiento de las banderas. Y en la crónica posterior se indicaría que, seguidamente, Miguel de Pamplona –que era uno de los capuchinos profesores del colegio Euskal Echea de Llavallol– pronunció un elocuente discurso, a continuación en euskera el señor Antonio de Bereziartua y al final el doctor Tomás Otaegui, en términos fervientes y patrióticos que fueron muy aplaudidos.

La Baskonia recogió en sus páginas el contenido del discurso del padre Pamplona:

«¡Uníos, baskos! Hagamos que desaparezca para siempre esa distinción absurda y tendenciosa de basko-franceses y basko-españoles. Eso no debe existir, porque los baskos no formamos más que una sola familia. Los Pirineos no son una frontera que nos divide. Y como consecuencia de esta unión yo quisiera que esta casa fuera la casa de los baskos, de todos y que esas palabras que se leen en su frontispicio, Laurak-bat, se conviertan en estas otras más naturales: Zazpirak-bat».

No era la primera vez que se intentaba que fuera aceptada la ikurriña en un centro vasco (recordemos, no en una institución de corte político sino en una asociación de carácter eminentemente social, cultural y recreativo).

‘Primavera vasca’  

Ya se había intentado en 1912 en Rosario, la segunda ciudad más poblada de Argentina, cuando se creó el centro Zazpirak Bat, pero fue tal la resistencia de un gran número de socios que se desató en su seno la primera guerra de banderas que conocieron los vascos, mucho antes de las que se vivieran en nuestros ayuntamientos hace unas décadas. Ahora, sin embargo, los cambios generacionales habían propiciado que el resultado en Buenos Aires fuera muy diferente, y que –como afirmaba ufana la junta directiva del Laurak Bat–, este centro fuera «ya una rama de la primavera vasca, del renacimiento vasco y bien se ve que comienza a florecer y a fructificar». A partir de ese momento, la ikurriña pasaría a ocupar el lugar de honor en su sede social, ya como la genuina bandera vasca.

Muy pronto, el ejemplo se extendió por Argentina y otros países. A fines de ese mismo mes de julio, los vascos de Arrecifes deciden ondear la ikurriña en la celebración de las fiestas de San Ignacio, lo que nos proporciona la primera fotografía que tenemos del uso de la ikurriña en este contexto. Y el 2 de octubre, en un gran festival vasco en Burzaco flameaban las banderas argentina y vasca, y a la sombra de estas se bailó el aurresku tradicional. Era un camino sin retorno: cuando se pidió el dictamen a Eusko Ikaskuntza, en 1931, respecto a si la ikurriña debía ser considerada la bandera vasca, uno de los argumentos que dio en su favor es que los vascos de América ya la usaban como tal. La propuesta de los hermanos Arana ya era, cuatro décadas más tarde, una realidad aceptada por el pueblo vasco y su diáspora.

1921-2021. El año que viene se cumplirá un siglo desde que los vascos del Laurak Bat de Buenos Aires dieran este pequeño pero significativo paso en la historia de la ikurriña. ¿No sería de justicia que hiciéramos un reconocimiento, como se merece, a este acto y la institución que lo promovió?

El autor

Óscar Álvarez Gila

Profesor titular de Historia de América en la Facultad de Letras de la Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea. Grupo de Investigación ‘País Vasco, Europa y América. Vínculos y relaciones atlánticas’.

Cuando en 1931 se pidió un dictamen a Eusko Ikaskuntza sobre la ikurriña, se argumentó el estatus que le daban los vascos en América

Vasconia en la cartografía medieval

La evolución de la cartografía a lo largo de la historia ha servido también para recoger las distintas denominaciones que han recibido las tierras vascas y sus puertos

Jabier Aspuru

LA cartografía histórica en el mundo cristiano occidental a partir del siglo VI abandonó las teorías de los sabios griegos y romanos y se alineó con las creencias religiosas. Los manuscritos de esa época se basaron en la mitología y el dogma, alejándose de cartas o mapas que pudieran representar una realidad topográfica.

Hasta el siglo XIV los mapas en Occidente siguieron el esquema del Orbis Terrarum, también llamados T-O, donde la tierra se representaba en un círculo en el que se incluían tres grandes regiones, Europa, Asia y África, rodeadas de agua y separadas por unos brazos que representaban el mar Mediterráneo y los ríos Nilo y Danubio. Estas regiones correspondían respectivamente a los descendientes de los tres hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet. En medio del mapa se situaba Jerusalén como centro del judaísmo y de la cristiandad.

Dentro de este grupo destacan los manuscritos basados en los Comentarios al Apocalipsis, del Beato de Liébana, y que engloban varios manuscritos dibujados en diferentes monasterios entre los siglos X y XII. Entre nosotros, uno de los más conocidos es el del Beato de Saint-Sever, realizado entre los años 1050-1070, donde aparece manuscrito, por primera vez, sobre un mapa el nombre de Wasconia, en referencia a un espacio geográfico en el entorno del monasterio de Saint-Sever. Mucho se ha debatido sobre el significado y lo que abarcaba este topónimo.

Junto a este nombre de lugar aparece otro topónimo, Cantabria. En principio, podemos aceptar que en esos dos términos se englobaba un espacio geográfico de referencia para nuestro territorio actual.

En el mapamundi islámico-normando del siglo XII, del ceutí Al-Idrisi, la visión del mundo se representó muy alejada de la visión teológica cristiana. Para su confección, Al-Idrisi recurrió a las fuentes griegas de Ptolomeo del siglo II, adelantándose en el tiempo a la cartografía occidental. En el citado mapa, con el norte y sur representados en sentido inverso al usado por nosotros, aparece dibujada la costa vasca y los topónimos de Pamplona y de Baiona escritos en grafía islámica. También se puede observar de forma muy marcada la barrera de los Pirineos.

Los mapamundis T-O más conocidos del siglo XIII que han llegado hasta nuestros días son los de Hereford y de Esford. El de Hereford, en Inglaterra, datado hacia 1300, conservado en forma de retablo en la catedral, mide 132 x 162 centímetros y se dibujó sobre una única pieza de pergamino. Por su parte, el mapamundi de Esford es un mapa mural circular, realizado también sobre pergamino, que mide aproximadamente 3,57 metros de diámetro –el mayor de su tiempo– y fue realizado en torno a 1300 en el mismo monasterio benedictino de Ebstorf, en la Baja Sajonia en Alemania, donde fue localizado en 1830. El original resultó destruido en un bombardeo sobre Hannover en 1943 y se ha podido reproducir a partir de fotografías hechas al original.

Visión teológica 

Ambos mapas muestran una visión teológica del mundo propia de la época, más que una realidad geográfica. No obstante, están representados en ellos más de 400 topónimos junto a eventos bíblicos, animales, plantas, personajes y escenas de la mitología clásica. También en estos dos conocidos mapamundis del siglo XIII aparecen los topónimos Wasconia y Vasconia, poniendo de manifiesto la existencia de una realidad cultural y geográfica relevante. Al lado de estas representaciones geográficas de visión teológica, a partir del siglo XIII en el entorno mediterráneo, donde se llevaba a cabo la mayor actividad comercial en Europa, surgieron unos mapas cuya finalidad estribaba en su utilidad en la navegación. Se siguieron dibujando sobre pieles de animales –cordero o cabra– y empezaron a ajustarse mucho a la realidad territorial, sobre todo en el recorte de las costas. Mostraban una información detallada sobre puertos y enclaves marítimos, sin embargo se mostraban mudos sobre geografía de tierra adentro, por lo que se rellenaban estos espacios vacíos con representaciones mitológicas tomadas de los mapas medievales. Estas cartas de navegación, llamadas portulanos, surgieron en el Mediterráneo –en los puertos italianos de Génova y Venecia, además de en las costas catalanas– en el siglo XIV y se utilizaron hasta el siglo XVII, llegando a ser impresos.

El mapa manuscrito más conocido de entre los portulanos es el Atlas Catalán de los judíos catalanes Abraham y Jafuda Cresques, de 1375. Este portulano fue un obsequio del rey de la corona de Aragón Pedro IV al rey Carlos VI de Francia. El Atlas Catalán muestra, además de la información propia para su uso en la navegación, una rica iconografía en su interior heredera de la cartografía medieval, lo que hace de él una joya cartográfica única. Se conserva en la BNF de París. El portulano Atlas Catalán fue de los primeros mapas en los que aparecieron perfectamente ubicados e identificados varios lugares de la costa vasca: Baona de Gascogna Baiona, San Johan Donibane Loitzune, Fontarabia Hondarribia, Figo Cabo Higuer, Vitarza puerto medieval de Oiasso-Huarcha en el río Bidasoa, San Sebastia Donostia, Cataria Getaria, Bremeo Bermeo, Marchiach Matxitxako, Birbao Bilbao y Galleto Portugalete.

En el portulano italiano de Otomano Freducci de Ancona, de 1497, en el que aparecen los reinos cristianos de la península, nuestro entorno geográfico aparece nombrado como Biscallia y Guaschoigna. En el mapa veneciano de Agnese, de 1544, nuestro país aparece denominado como Regnu Navarre y Guasconia.

Otro mapamundi extraordinario es el de fra Mauro, un monje que lo dibujó sin salir de su monasterio en Venecia por encargo del rey de Portugal Alfonso V. Fra Mauro realizó este gran mapa del mundo a partir de informaciones de exploraciones que navegantes chinos y árabes habían realizado en el mar Índico, copiando de mapas del propio Marco Polo. La finalización del mapamundi está datada en 1460 por una inscripción que se halla en la parte posterior de la pieza. El mapa fue coloreado con tintas y pinturas al temple sobre hojas de pergamino pegadas a una plataforma giratoria de madera circular de aproximadamente 196 centímetros de diámetro. La ronda se completa con alrededor de 2.800 nombres de lugares, 200 textos breves en lengua vernácula veneciana y cientos de representaciones icónicas de ciudades, barcos, animales, monumentos arquitectónicos, montañas, carreteras, ríos, etc. El manuscrito se encuentra en la Biblioteca Nazionale Marciana de Venecia.

En este mapa, que es de transición entre los portulanos mediterráneos y los nuevos mapamundi de Ptolomeo del siglo XV, se ven reflejados varios lugares de la costa vasca. Así, aparece escrito Gascogna en la zona de la Gascuña, Auto rauia Hondarribia, Baiona Papaluma Pamplona, Navara Navarra, Todeli Tudela, Estela Estella, Diana Viana, Birbao Bilbao, Bermeo, Vescaia Bizkaia o Ronziuale Roncesvalles.

Ptolomeo, imprenta y américa

Entre los siglos XV y XVI se encadenaron tres hechos transcendentales que cambiaron el rumbo de la cartografía: la recuperación de la obra de Ptolomeo por parte del mundo cristiano occidental, el nacimiento de la imprenta y el descubrimiento de América.

Claudio Ptolomeo fue uno de los últimos grandes astrónomos y teóricos del conocimiento de la Antigüedad y el inspirador de la cartografía moderna. Fue un astrónomo, matemático y geógrafo perteneciente a una familia griega residente en Alejandría, en el Egipto ocupado por los romanos. Nació y vivió entre los años 90 y 168. Su obra llegó a Occidente de manos de los eruditos bizantinos y árabes, pues en la Europa cristiana occidental, donde primó el dogma religioso, se le ignoró casi completamente, al menos hasta los últimos tiempos de la Baja Edad Media. Su recuperación para la geografía occidental llegó cuando los especialistas encargados de traducir del griego original al latín las obras procedentes de Bizancio se instalaron en Florencia. La representación ptolomeica del mundo, realizada con todos los avances conseguidos por la ciencia grecorromana precedente, constituyó el punto de partida de la cartografía moderna. Su obra Almagesto era un tratado de astronomía y matemáticas donde Ptolomeo exponía su creencia de que la Tierra es una esfera que domina el centro del Universo y de que este gira a su alrededor. Su obra Geographia fue traducida del griego al latín por el florentino Jacobo d’Angelo en 1406 cambiando su título por el de Cosmographia.

La invención de la imprenta lanzó a la fama la obra de Ptolomeo. En 1482 se hizo la primera impresión de la Geographia ptolomeica al norte de los Alpes en la ciudad alemana de Ulm. Edición considerada la más importante de entre los incunables, se basa en un códice manuscrito que el cartógrafo alemán Nicolaus Germanus copió de la obra de Ptolomeo. Debido al éxito editorial, se volvió a editar en 1486, siendo esta de una de las ediciones más bellas de la obra de Ptolomeo. Los mapas impresos en esta segunda edición fueron iluminados a mano dando lugar a obras de gran belleza y colorido. La edición de Ulm contiene, además, el primer mapa moderno impreso de la península Ibérica. En este mapa, donde se representan los reinos de la península, nuestro espacio geográfico se expresa con los términos de Gasconia y Regnun Navarie, que aparece como reino independiente.

Con las primeras noticias de los descubrimientos ultramarinos, se confeccionaron revisiones del mapamundi de Ptolomeo en un intento de aunar el viejo conocimiento geográfico con los nuevos hallazgos. Fue el alemán Martín Waldseemüller el que imprimió entre 1507 y 1513, en Estrasburgo, la edición de la Geografía en la que, sin alterar la plantilla ptolomeica original, se incluyeron los primeros mapas de América, lo que lleva a considerar esta obra como el primer atlas moderno. El también cartógrafo alemán Sebastián Munster publicó en 1532 una obra titulada Cosmografía, en la que, a una visión de la Geografía de Ptolomeo, acompañó con hermosas vistas de varias ciudades europeas. En esta obra también aparece una de las tablas Novas de Hispania. Aquí nuestros territorios se ven reflejados como Bizcaia y Navarra y la Gasconia vuelve a su ubicación tradicional al norte de la línea pirenaica.

Miguel Servet corrigió y añadió nuevas secciones al original de la Geografía y lo imprimió en Lyon en 1535. En esta edición todo nuestro entorno aparece bajo el nombre de Bishaia.

En cuanto a los mapas manuscritos autóctonos más antiguos, encontramos un croquis de campo incluido en un pleito de 1493 seguido en la Chancillería de Valladolid. Se representan en él, las principales fortalezas ubicadas al sur de la provincia de Araba, en la zona fronteriza del curso del río Ebro, sobre el que se sitúan varios puentes. En el lado inferior del mapa se dibujaron varios hombres extrayendo hierro para el conde de Salinas, mineral que transportan en barca a las herrerías al otro lado del río. En el texto aparecen los términos Viscaya, Guypuzcoa, Alava, fortaleza de Ocio y lugar de Labastida, Haro, Miranda de Ebro y Puentelarra… entre otros.

El estudio de la cartografía histórica, ya sea medieval o de la época moderna, constituye un elemento más junto con otras disciplinas de la Historia que nos permite conocer o reflexionar sobre nuestro pasado. La historia es compleja y no admite dogmas ni simplificaciones. Somos porque fueron y porque somos, serán: Izan zirelako, gara; garelako, izango dira.

El autor

jabier aspuru

Ha sido profesor de Enseñanza Secundaria en el Instituto Zaraobe, de Amurrio. En la actualidad, se dedica a tareas de investigación y de divulgación, colaborando con diferentes publicaciones.

El portulano Atlas Catalán fue de los primeros mapas en los que aparecieron perfectamente ubicados lugares de la costa vasca

La obra de Ptolomeo, el nacimiento de la imprenta y el descubrimiento de América cambiaron el rumbo de la cartografía