El sueño del secretario de los Milicianos Socialistas

El padre del actual portavoz del Grupo Socialista en el Parlamento vasco desea que, del mismo modo que van a devolver los restos de Franco a su familia, entreguen los de los republicanos del Valle de los Caídos a las suyas.

Un reportaje de Iban Gorriti

Cuando la ocasión bien lo merece, el ortuellarra José María Pastor apaña un llavero que conserva con mimo y lo cuelga de su pechera como la mejor de las distinciones. La insignia luce tres colores: rojo, amarillo y morado, es decir, la legítima republicana española, y sobre ellos una leyenda: Milicianos socialistas.

Es el padre de José Antonio Pastor -actual portavoz del Grupo Socialista en el Parlamento Vasco-, y también el secretario de una asociación memorialista que llegó a tener 70 miembros, la de esos milicianos socialistas vascos que muestra con orgullo.

José Mari Pastor nunca falla en el homenaje anual de Artxanda a los gudaris y milicianos vascos.Fotos: Iban Gorriti
José Mari Pastor nunca falla en el homenaje anual de Artxanda a los gudaris y milicianos vascos.Fotos: Iban Gorriti

José Mari no fue miliciano, por edad, pero siempre fue -y lo es- un enamorado, un apasionado de la labor que labraron contra los golpistas de 1936 y el posterior franquismo. Fueron ejemplo para él. “Ramón Rubial se reunía con nosotros en la sede que teníamos en la calle Ercilla, actualmente ocupada por Eudel. Él fue el mejor lehendakari que ha habido. Daba todo lo que tenía y lo que fuera para que no le faltara nada a nadie. Era muy buena persona y nos ayudaba”, enfatiza Pastor senior, nacido en 25 de febrero de 1933 en Villasayas, minúsculo municipio soriano que a día de hoy no supera los 70 habitantes.

Mayúsculo, sin embargo, ha sido el trabajo que ha ejercido en la asociación de milicianos vascos. Y mayúscula también es su respuesta a la afirmación del periodista y profesor de la Universidad Juan Carlos I, Francisco Marhuenda, que aseveró en el programa televisivo La Sexta Noche que “no hubo socialistas luchando en la Guerra Civil; eran todos comunistas”. José Mari no se calla: “¿Cómo que no los hubo? ¿Qué hostias? Algunos estarían junto con los comunistas, pero, como por todos es sabido, los socialistas también lucharon contra Franco”, subraya.

A renglón seguido, su hijo, José Antonio Pastor, toma la palabra, visiblemente dolido. “Marhuenda es un ignorante y un maledicente. Me da asco oírle hablar y lo puedes escribir con todas las letras. En la guerra hubo batallones socialistas: los hubo de la UGT, de JSU, comunistas, de CNT… ¿Y la labor que hicieron socialistas en la clandestinidad?”, zanja.

Los Pastor acentúan la labor ejemplarizante de los milicianos, quienes, según coinciden, tuvieron un protagonismo tanto en la guerra como en “los Pactos de la Moncloa de la Transición porque nunca pidieron venganza. La guerra fue espantosa para ellos y lo único que no permiten es que se rían de ellos, por ello están contentos con que se exhuma a Franco del Valle de los Caídos”, aporta José Antonio.

José Mari asiente. “¡Pedro Sánchez ha hecho muy bien al lograrlo! Que se lleven a Franco y, de paso, que las miles de familias que tienen allí a sus parientes puedan hacerse con sus restos”, sueña quien cada año no falta en junio al homenaje que se oficia en Artxanda en recuerdo de los más de 40.000 milicianos y gudaris que lo dieron todo por los principios y libertades de Euskadi: en el frente de batalla, en Ias cárceles y campos de concentración del franquismo, en el exilio, etc.

La familia de Jose Mari llegó a Euskadi de Soria en los 50. Su abuelo, un comunista, encontró trabajo en la zona minera vizcaina y no se lo pensó. Más adelante llegarían también la madre de nuestro protagonista junto a él. El padre de este socialista de 83 años falleció cuando él solo tenía tres. Murió en los días de arranque de la guerra. “Los que se autollamaron nacionales le detuvieron a mi padre por socialista, pero le dejaron en paz por estar muy enfermo de silicosis cogida en las minas. Eso sí, le requisaron los animales que tenía…”, evoca. Con seis años, un “tío medio-cura” de Soria le internó en el seminario de Sigüenza (Guadalajara). “¡Meterme allí fue matarme!”. Su hijo sonríe: “Si quieres que tu hijo no crea en Dios, métele en un colegio de curas”. Y así fue: “Fue lo peor que me ha pasado, era peor que un cuartel. Si venía nuestra familia a visitarnos lo primero que hacían era quitarnos el pan blanco… para comérselo ellos”.

José Antonio detalla que comenzó a hablarles en casa sobre la guerra cuando acabó el franquismo. “Pero siempre recuerda lo del seminario como horrible. Nunca antes quiso hablar de nada, quizás por miedo, para salvaguardar a su familia”.

Entonces se afilió al PSE y fue delegado sindical en General Eléctrica, con planta en Galindo. Perdió su empleo por una huelga que protagonizó y por la que el régimen franquista le acabó deteniendo. Continuaría su trayectoria como mecánico en Renault y en Citroën, firma de automóviles en la que se jubiló.

Continuó como el miembro más joven de la asociación Milicianos Socialistas. “Nosotros, con otras personas como el gudari Moreno de Portugalete, fuimos los promotores del monumento de La Huella de Artxanda y el acto de homenaje”, subraya quien también conoció a Dolores Ibarruri, la Pasionaria. “Dolores venía a darnos charlas a la General Eléctrica. Era una mujer con la que se podía tratar, pero Rubial era más bella persona en todos los sentidos”.

Con el cadáver de Primo de Rivera a cuestas

Apresado por los franquistas, el gudari de Getxo Román Sabino Aguado cargó con el ataúd del dictador hasta Madrid

Un reportaje de Iban Gorriti

Los restos de Franco y de Primo de Rivera permanecen en el Valle de los Caídos.
Los restos de Franco y de Primo de Rivera permanecen en el Valle de los Caídos. Foto: Efe

eL pasado 11 de mayo el Congreso de los Diputados aprobó por amplia mayoría y solo con la abstención del PP una proposición no de ley para que los restos de dictador Francisco Franco y del fundador de La Falange Española de las JONS José Antonio Primo de Rivera fueran exhumados y trasladados de su lugar en el Valle de los Caídos. La resolución no tiene carácter vinculante y el Gobierno de Rajoy los mantendrá en el mausoleo. En el caso del hijo primogénito del dictador Miguel Primo de Rivera -a diferencia de Franco sí fue un caído de la Guerra Civil- los restos se moverían a un “lugar no preeminente” de la basílica. Ambos, curiosamente, perdieron la vida un 20 de noviembre.

En la familia de Agurtzane Aguado, la presidenta del centro vasco uruguayo Euskal Erría de Montevideo, siempre han recordado un episodio relacionado con José Antonio Primo de Rivera. Lo sufrió su padre, Román Sabino Aguado Ansoleaga, gudari nacionalista vasco de Getxo quien apresado por los franquistas durante la Guerra Civil fue obligado a servir en el bando golpista y sus aliados.

Una de las empresas que Sabino tuvo que llevar a cabo si quería seguir con vida fue la custodia del traslado del cadáver de José Antonio Primo de Rivera desde Alicante, donde fue fusilado por los republicanos el 20 de noviembre de 1936 a las 06.20 horas, hasta El Escorial en Madrid. Años más tarde, su cuerpo volvería a ser exhumado y enviado a la basílica del Valle de los Caídos.

La muerte de José Antonio fue silenciada por los sublevados contra la legítima Segunda República, por lo que se le denominó El ausente. Dos años después sus restos se trasladaron desde un nicho del cementerio alicantino de Nuestra Señora del Remedio a San Lorenzo de El Escorial. El interminable periplo de aquel ataúd forrado en terciopelo negro duró diez días. Sabino tuvo que estar allí rodeado de los falangistas que como él custodiaban los restos.

“Mi padre recordaba varias cosas de aquellos días. Decía que nunca iba a olvidar el hambre que pasó entonces y el frío de aquellas noches en las que solo tenían para cubrirse las capas”, rememora Agurtzane y matiza que “les obligaron a hacer las guardias a caballo durante el trayecto que les llevó días. Es más, dormían en la misma carretera hasta que llegaron con los restos a El Escorial”.

Estos sucesos ocurrieron los últimos días de noviembre de 1939. Dos años antes, cuando Sabino era gudari de un batallón que la familia desconoce -apareció en nóminas del Euzko Gudarostea un Sabino Aguado en Fortificaciones-, fue testigo directo del bombardeo de Gernika del 26 de julio de 1937. “Mi padre nos contaba el horror y la desgracia que sintió aquel día al no poder ayudar a los que se estaban debajo de los escombras muriéndose porque con el calor que tenía el suelo se quemaban ellos”, evoca Agurtzane.

A groso modo, por medio de recuerdos, la familia de Sabino hilvana la vida del gudari que a su vez era hijo de gudari. Antes de la guerra repartía la revista Jagi-Jagi por Sopela, Berango, Algorta… Con 16 primaveras estalló la guerra y él contaba que había estado en la batalla de los Intxorta “donde vio por primera vez a los moros cubierto con pieles de oveja”.

Estuvo preso dos días en el Sardinero. “En Santander no les querían. Según su relato y el de otros amigos les llegaban a arrojar agua hirviendo”. De allí, fue destinado a caballería mora. Como prisionero, tuvo que combatir en las filas de Franco en el Alto de los Leones y a escoltar los restos de Primo de Rivera. Estuvo bajo las órdenes del capitán Ávila y del general Ibáñez de Aldecoa. Acabada la guerra, le llamaron para hacer la mili a los pocos días de casarse en 1945. “Se suponía que ya la había el servicio militar en la guerra”, explica Agurtzane desde Uruguay.

En 1949, los franquistas le denegaron el permiso para navegar en la marina mercante y “no podía salir de Euskadi” porque trató de ir a México o Venezuela. El cónsul uruguayo Juan Ansa, sin embargo, le preparó los documentos para exiliarse en el país que representaba, al que llegó en 1954. “En 1960, Franco nombró a Ansa persona non grata por asistir a una cena que le dispensaron euskaldunes como aita y el régimen le dio como destino Burdeos”, recuerda.

Desde que pisó tierra uruguaya, Sabino siempre trabajó por la causa vasca. Su padre, el también nacionalista vasco Federico Aguado Sustacha, nació en el Puerto Viejo de Algorta en 1891 y también fue gudari, aunque tampoco conocen de qué batallón. Uno de sus hijos (hermano de Sabino) falleció en la cárcel.

Federico, según información familiar, también estuvo preso en el Sardinero, en el Dueso de Santoña y en Santa María de Cádiz. Tuvo tres penas de muerte. La Sociedad de Ciencias Aranzadi ha encontrado su nombre en un procedimiento sumarísimo de Urgencia, el 867/37 que tuvo lugar en Bilbao después de junio de 1937. Conmutadas las penas fue encarcelado en incontables ocasiones por su apoyo a las ideas del PNV y sufrió secuelas de enfermedades contraídas en prisiones. “A aitita, la Guardia Civil le ponía panfletos en el bolsillo para detenerle. Por ello, salía una vez al mes a la barbería y darse una vuelta por el pueblo. En mayo de 1956 hizo su última salida de casa. Fue detenido y a los pocos días falleció en casa”, asevera.

Un antes y un después en el Valle de los Caídos

Varios expertos valoran si la posible exhumación de dos cuerpos en la cripta de El Escorial puede tener continuidad

Un reportaje de Iban Gorriti

EXISTE un antes y un después en el Valle de los Caídos tras conocerse que cabe la posibilidad de que se exhumen los cuerpos de dos hermanos anarquistas de Calatayud allí ubicados? ¿Hay esperanza de que algo cambie en el mayor cementerio del Estado, donde se cifran en alrededor de 33.850 los muertos custodiados junto a las tumbas de los dictadores Franco y Primo de Rivera? Se estima que un millar de ellos fueron trasladados desde la CAV y Nafarroa, lo que no significa que todos fueran vascos. Ahora bien, diez familias de Euskadi han solicitado a la Dirección de Derechos Humanos del Gobierno vasco la recuperación de los restos de parientes, una reivindicación que se remonta a 2003.

VALLE DE LOS CAIDOS

Francisco Etxeberria, Queralt Solé, Francisco Ferrándiz e Hilari Raguer, todos ellos eminencias en lo referente al Valle de los Caídos, siguen de cerca la noticia de que un magistrado ha ordenado que se exhumen los cuerpos de los hermanos fusilados Manuel y Antonio Lapeña. ¿Pero creen que esta decisión insólita abre una puerta a la esperanza? ¿Con esa exhumación se darán nuevos pasos en favor de otras intervenciones en dicho mausoleo del terror?

El más tajante es Etxeberria, antropólogo forense de la UPV/EHU y presidente de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, profesional al que la familia Lapeña ha requerido para exhumar los restos de los ácratas aragoneses. Patrimonio decidirá ese extremo. “¿Esperanzador? No lo creo en absoluto. La sentencia se ha producido en la jurisdicción civil, no en la penal. El juez dice que los familiares tienen derecho a rescatar esos cuerpos y eso no tiene nada que ver con juzgar los crímenes franquistas”, analiza el experto.

El de Beasain asegura que son bastantes las exhumaciones que él y su equipo han realizado con conocimiento judicial, “pero otra cosa es abrir diligencias y sentar una verdad judicial respecto de unos hechos injustos sobre los que nunca ha existido una investigación oficial”, subraya. Va más allá al trasmitir que el reto para los próximos años es hacer oficial esa verdad en la que trabajan a diario, “y para eso también deben servir otras estructuras institucionales además de las judiciales”.

El historiador y religioso catalán Hilari Raguer formó parte a título personal -“ni de la Iglesia ni de nadie”- de la Comisión de expertos sobre el futuro del Valle de los Caídos. “Es esperanzador desde el punto de vista jurídico y judicial”, valora, y matiza que “la dificultad es más técnica que jurídica y política, a pesar de la resistencia que haya podido haber”.

Como Raguer, Paco Ferrándiz, miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) también formó parte activa de la comisión de asesores. “La exhumación de los dos hermanos es muy esperanzadora, pero debemos tomarlo con cautela”, previene tras conocer que Patrimonio Nacional tiene 45 días para responder al fallo del juez: “Si no lo hacen -ilustra Ferrandiz-, la demanda irá a la Sala número 3 del Tribunal Supremo. En ese caso se demoraría todo un año más. Pero si Patrimonio colabora…”. Insiste en que “es esperanzador con todas las cautelas por los procesos judiciales complejos”.

Este exdocente de la Universidad de Deusto recuerda que la conciencia pública en materia del Valle de los Caídos como fosa común con tantos miles de cuerpos “es muy reciente” y por ello lo considera “un monumento surrealista”. A juicio de Ferrándiz se desconoce, además, qué consecuencias tendría la apertura de las criptas en las que están documentadas 12.800 personas. “No se ha dado nada por sentado, son muchas las suposiciones y hay un informe de Bedate de 2010. Es evidente el escaso interés y la enorme complejidad”, concluye el autor del libro El pasado bajo tierra, primer estudio en castellano que trata la apertura de fosas comunes de la Guerra Civil desde un prisma antropológico-social.

Centenares de vascos La profesora de Historia de la Universidad de Barcelona Queralt Solé confirma como “un antes y un después” el caso de los dos sindicalistas de la CNT a exhumar en el Valle de los Caídos. “Lo es desde el momento en que la Justicia reconoce un derecho a una familia, a dos personas inhumadas en la mayor fosa común de España”, esgrime. “¿Será factible?”, se pregunta y vuelve al origen: “¿Esperanzador? Que lo reconozca un juez ya es significativo”.

Como los hermanos de Calatayud, hay centenares de vascos en aquel enclave. El arqueólogo Jimi Jiménez asegura que la cifra de “mil vascos” asimilada como oficial no es tal. “Sí, se llevaron a Madrid restos de unas mil personas muertas en el País Vasco y Nafarroa, pero muchos, por ejemplo, eran gallegos”, diferencia este miembro de Aranzadi.

Su compañero de trabajo, Francisco Etxeberria, camina por la misma senda. “En efecto, los más de mil restos trasladados desde el País Vasco proceden en su mayoría de combatientes en esta zona cuyas identidades se desconocen. Y de los que no eran combatientes, la inmensa mayoría se llevaron al Valle de los Caídos con el permiso de sus familiares”, asevera.