La traición de Yanguas narrada por Aguirre

El lehendakari denunció en una carta el paso al enemigo del piloto republicano con las joyas de la Virgen de Begoña

Un reportaje de Iban Gorriti

Décadas atrás se extendió la creencia popular de que valores y joyas de la Virgen de Begoña fueron robados durante la Guerra Civil. El franquismo logró hacer calar esta versión al desinformar diciendo que las habían recuperado para la Amatxu. El difunto rector del santuario Jesús Garitaonandia, fallecido en 2013, gritó siempre a los cuatro vientos que no hubo sustracción alguna. “La realidad -defendía en DEIA- es que Fortunato de Unzueta, como responsable de la parroquia de Begoña, y Eliodoro de la Torre, consejero de Finanzas del Gobierno vasco, habían protagonizado una arriesgada operación de salvaguarda de las joyas guardándolas en un banco de Toulouse”.

Aguirre, delante de José Luis Irisarri, delegado del Gobierno vasco en México, en una imagen tomada en ese país. Foto: Sabino Arana Fundazioa

A sus investigaciones hay que sumar una carta que el PNV aporta ahora a este medio. Es una misiva del lehendakari Aguirre remitida desde París a José Luis Irisarri, entonces delegado del Gobierno vasco en México. El propio presidente del Ejecutivo cita a Fortunato de Unzueta y detalla la inesperada traición de un piloto republicano a quien se le encomendó trasladar las joyas religiosas a la ciudad francesa del Garona.

Aguirre mide sus palabras para informar a Irisarri de que el párroco fue quien entregó las alhajas sagradas a De la Torre. Y en ese momento, sin embargo, quita el freno y despega: “Fueron depositadas en una caja fuerte del Banco de Toulouse, de donde luego las arrebató y robó el aviador Yanguas en unión de Joaquín de Goyoaga, que por esto apreció proclamado héroe y caballero de España”. Y ahí recuerda que no solo desaparecieron las joyas de Begoña, sino que “ese caballero no ha respondido de las joyas de varias señoras pertenecientes a Emakume Abertzale Batza, entre ellas Doña Teresa de Azkue”.

En la comunicación que data del 28 de enero de 1955, Aguirre califica al aviador como “tenido por hombre de confianza”. Él debía depositar en el destino comunicado las joyas a su nombre y al de Antonio de Irala. Sin embargo, tras volar hasta Toulouse, el piloto no cumplió en su retorno ni con su palabra ni con la trayectoria. Cambió de bando y aterrizó en Zarautz cuando debía haberlo hecho en Bilbao.

Según indagaciones del párroco Garitaonandia, José María Yanguas no viajó solo en su retorno, por lo que entregó al enemigo a quienes volaron en la aeronave junto a él, caso de Alfredo Espinosa, consejero de Sanidad del Gobierno vasco. También el capitán-militar José Aguirre.

Avería ficticia

El avión había despegado el lunes 21 de junio a las 20.17 horas de suelo francés. Tomó tierra en la playa de Zarautz a las 21.30 horas. “La causa de este aterrizaje, según el piloto Yanguas, fue una avería, pero en realidad se trató de una traición muy bien preparada de antemano”, dejó impreso Garitaonandia, quien enumeró hechos que demuestran la traición: el aterrizaje era esperado porque se habían retirado las casetas de baños, y cuando el público, extrañado, preguntó por la causa, se dijo que esperaban a Franco”. El alcalde de Zarautz, por su parte, recibió la orden de apagar las luces que se vieran desde el mar, y el crucero Cervera y otros barcos franquistas tenían órdenes de no disparar sobre el avión. El rector de Begoña fallecido hace seis años obtuvo estos datos en la Fundación Sancho el Sabio.

El relato coincide con la carta del lehendakari Aguirre a Irisarri. Yanguas “entregó al consejero Espinosa Oribe, al comandante de artillería Aguirre, que fueron ejecutados, y a algunos otros pasajeros que sufrieron prisión. No sabemos cuáles fueron las complicidades que permitieron a Yanguas retirar, con su sola firma, las joyas depositadas”.

El líder jeltzale, al comienzo de la carta, argumenta que va a hacer un “resumen general y auténtico” de la información que el Ejecutivo tenía al respecto. Es decir, de la “evacuación de valores y joyas que ha tenido tanta publicidad en México”, precisa, y agradece a Irisarri sus declaraciones para salir al paso.

En la epístola, el presidente informa al delegado en la diáspora mexicana de otros breves temas. Asegura que le enviará por medio de Martín García Urteaga el texto de Fortunato Aguirre sobre las joyas, y otros como la traducción taquigráfica de “mi conferencia en el Ateneo Español”, y “para Ogoñope mi libro Entre la Libertad y la Revolución”. Asimismo, el lehendakari quiso facilitar a Irisarri la fotocopia de los párrafos del libro en los que “el general Galand narra cómo bombardeó Guernika, siendo miembro de una de las escuadrillas atacantes”.

Recuperar las joyas

Como final a la traición de Yanguas, Garitaonandia describió que el piloto acompañado de Goyoaga realizaron un viaje relámpago en automóvil a Toulouse con el objeto de recuperar las dos cajas con las joyas. Logrado este objetivo, al pasar la aduana de Irun, el 23 de junio de 1937, las dejaron en manos de Julián Troncoso, jefe de Servicios de Fronteras, para su custodia y entrega al general franquista Dávila. “Si estos dos personajes pusieron bajo custodia militar las joyas de la Virgen, ¿adónde fueron a parar las joyas de las emakumes de Bilbao, valoradas en su época en un millón de pesetas?”, se preguntaba, e iba más allá en su enfado: “Goyoaga se convirtió en el bilbaino que descubrió las joyas en Francia y que, gracias a su sagacidad, inteligencia y tacto las rescató para su Dueña y Señora (la Virgen de Begoña) y para España”.

Por todo ello, el rector durangués de Begoña luchó por la memoria, por la verdad “en defensa de la honestidad de Eliodoro de la Torre y Fortunato de Unzueta, tantos años injustamente cuestionada, y en honor a su sacrificio”.

La palabra cumplida de Aguirre a Companys

El primer lehendakari, agradecido por cómo le acogió Catalunya en la guerra, prometió al president que le acompañaría si tenía que salir al exilio. y lo cumplió

Un reportaje de Iban Gorriti

Aguirre y Companys, en un acto público celebrado en octubre de 1938 en Barcelona. Foto: Archivo de Jesús Elosegi
Aguirre y Companys, en un acto público celebrado en octubre de 1938 en Barcelona. Foto: Archivo de Jesús Elosegi

Las palabras del vicesecretario de comunicación del Partido Popular, Pablo Casado, pusieron la piel de gallina a más de una persona que las oyeron, leyeron, en definitiva, sintieron semanas atrás: “No tenemos nada que ceder ni negociar con los golpistas. El que la declare (por la independencia en Catalunya), lo mismo acaba como el que la declaró hace 83 años”.

Ocurrió el pasado 9 de octubre. Pablo Casado -de forma paradójica, nieto de un médico republicano de UGT que sufrió el franquismo- envió el mensaje al presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, al que comparó con su homónimo Lluís Companys (1882-1940). El histórico president catalán declaró la independencia de Catalunya el 6 de octubre de 1934. Desde entonces han transcurrido poco más de 83 años. Por ello fue encarcelado y tras ser detenido por la Gestapo fue fusilado por el régimen totalitarista de Franco el 14 de octubre de 1940, en Montjuic. El malogrado político se convirtió en el único presidente en toda Europa asesinado por el fascismo. “Fue falsamente acusado de sedición, juzgado sin garantías procesales, condenado a muerte y fusilado”, valora en un estudio Marc Pons.

Sin embargo, 77 años después de aquel asesinato de Estado aún resuena el apoyo agradecido del lehendakari José Antonio Aguirre (1904-1960) a Companys. Todavía nuestros mayores retienen frases del presidente natural de Getxo como: “Siempre con Catalunya”. De hecho, prometió al president catalán que si este último algún día tenía que poner rumbo al exilio, él le acompañaría. Y cumplió su palabra.

Lo hizo quien tras estallar la guerra el 18 de julio de 1936 ya difundió el siguiente recado: “La causa de la libertad catalana era la causa de la libertad vasca. Así lo había de entender un espíritu recto”.

En 1939 Aguirre se unió a Companys y acompañados por sus gabinetes cruzaron la frontera para llegar al Estado francés. El lehendakari viajó de París -donde estaba exiliado- a Catalunya en la noche del 24 al 25 de enero. Como curiosidad, días antes, el 22, se publicó por última vez en Catalunya el diario Euzkadi, editado en Barcelona por el PNV desde diciembre de 1937, y ese mismo día se dio orden a los hospitales que gestionaba el Gobierno de Euzkadi para el cierre de los mismos y la evacuación del personal y enfermos.

El 23, Companys había cenado con Josep Andreu i Abelló, presidente del Tribunal de Casación de Catalunya. Ambos recorrieron en coche las calles desiertas de Barcelona. Andreu narró ese último paseo nocturno de Companys por la capital: “Fue una noche como nunca olvidaré. El silencio era total, un silencio terrible, como solo se advierte en el punto culminante de una tragedia. Fuimos a la plaza de Sant Jaume y nos despedimos de la Generalitat y de la ciudad. Eran las dos de la madrugada. La vanguardia del ejército nacionalista estaba ya en el Tibidabo y cerca de Montjuict. No creíamos que volviésemos jamás”. Companys salió de Barcelona a las tres de la madrugada del día 24.

Según narra el historiador de Sabino Arana Fundazioa, Iñaki Goiogana, Manuel Irujo acompañó a Aguirre. “La misión que se habían impuesto era, por una parte, coordinar las labores de evacuación y, por otra parte, asistir a la que resultaría última sesión plenaria de las Cortes de la República”, subraya.

El 26, la ciudad condal fue ocupada por los sublevados. El lehendakari, ante la imposibilidad de llegar a Barcelona, se instaló en Port de Molins. El 4 de febrero, el lehendakari decidió abandonar Catalunya y partir hacia Francia, “pero no quiso hacerlo solo”, enfatiza Goiogana. Quiso hacerlo acompañando al president de la Generalitat, Lluís Companys.

cruzar la frontera Los dos presidentes supieron que Manuel Azaña, Juan Negrín y Diego Martínez Barrio, presidentes de la República, del Gobierno y de las Cortes, respectivamente, también querían pasar a Francia. “Los cinco acordaron cruzar juntos la frontera y hacerlo por un punto poco frecuentado. Sin embargo, cuando al día siguiente, 5 de febrero, los presidentes vasco y catalán se acercaron a la casa donde habían pasado la noche los más altos cargos de la República se encontraron con que estos habían marchado ya, sin esperarles como habían convenido, y no les quedó otra que emprender el ascenso del collado de Manrella y, una vez coronada la cima, bajar a Les Illes, primer municipio francés”, agrega el investigador.

A juicio de Goiogana, el recorrido que hicieron juntos el lehendakari Aguirre y el president Companys venía a ser una metáfora de la situación del momento y de lo que vendría más tarde. “Se dice que Companys, al llegar a Les Illes, llevaba el dinero justo para pagarse una tortilla. No tenían más, ni él ni su Ejecutivo, despojados por parte del Gobierno de la República de las cantidades de dinero previstos para la evacuación cuando los camiones de la Generalitat que lo transportaban a la frontera pasaron por Figueres”.

Cuatro años después y tras haber sido ejecutado Companys, del puño de Aguirre quedaron escritas las siguientes reflexiones en su libro De Gernika a Nueva York, pasando por Berlín (1943). “Salía el presidente de Cataluña señor Companys por el monte, camino del exilio. A su lado marchaba yo. Le había prometido que en las últimas horas de su patria me tendría a su lado, y cumplí mi palabra. También el pueblo catalán emigraba, y también la aviación de Hitler, Mussolini y Franco, asesinaba a mansalva a aquellos peregrinos indefensos. (…) Yo miraba con dolor a los fugitivos, porque para nosotros los vascos se había guardado en Francia aquellas normas de pudor que impone la desgracia. Se nos atacó y calumnió por los bien pensantes, pero vivimos en nuestras propias instituciones y fuimos distinguidos con afecto por las autoridades y personalidades de todas las ideas”.

Tres prismas para Aguirre

El próximo viernes se conmemoran 80 años de la investidura en Gernika del lehendakari del Gobierno Provisional de Euzkadi. Tres investigadores de la Europa de Aguirre evocan su figura

Un reportaje de Iban Gorriti

ANTE Dios humillado, en pie sobre la Tierra Vasca, en recuerdo de los antepasados, bajo el Árbol de Gernika, ante los representantes del pueblo, juro desempeñar fielmente mi cargo”. Estas palabras resonaron el 7 de octubre de 1936 pronunciadas por José Antonio Aguirre y Lecube, vizcaino de 32 años, a quien instituían como primer lehendakari del autogobierno vasco junto a miembros del PNV, ANV, Izquierda Republicana, PSOE, Unión Republicana y PCE.

Bien conocen los detalles de aquella jornada investigadores de la biografía de Aguirre como son Nick Rankin (Yorkshire, Reino Unido, 1950), Ludger Mees (Essen, Alemania, 1957) y Leyre Arrieta (Mutriku, 1971). Aportan a DEIA tres horizontes sobre los que se sostienen los atributos humanos y políticos del presidente vasco fallecido en 1960, así como la trascendencia de su mensaje, legado con “más aciertos que errores”.

Optimista, pragmático y con gran carisma

José Antonio Aguirre (Bilbao, 1904) era jugador del Athletic, abogado preparado en Deusto, alcalde de Getxo y miembro de la fábrica familiar de chocolates Cho-Bill. La guerra invistió lehendakari a un hombre “directo, abierto, sincero y con grandes dotes de gentes”, subraya Ludger Mees, catedrático que considera que el tribuno transmitía optimismo innato. “Conseguía crear un clima de confianza con sus interlocutores. Pocos políticos lo lograron”, enfatiza.

La mutrikuarra Arrieta presenta al orador como hombre de fe. “Creía en Dios y en la humanidad. A pesar de desilusiones y amarguras, era optimista”, señala. Le dibuja con carácter abierto, simpático y con carisma, un atractivo innato que hacía que cayera bien: “Y sabía escuchar. Buscaba el consenso, el acercamiento y la colaboración”.

El británico Nick Rankin presenta por su parte a un “caballero cristiano”, cosa que “Franco no lo era en absoluto”. El autor de Telegram from Guernica considera que era simpático, sociable y ético. “Su sentido moral importaba mucho. Fue un buen marido, padre y amigo, de gran corazón”, explica.

Los investigadores subrayan el perfil humano de Aguirre. Ludger parafrasea a Max Weber y asevera que “un buen político se caracteriza por el equilibrio que establece entre la ética de la responsabilidad, por una parte, y la ética de la conciencia o convicción por otra”. Aguirre, según Ludger, tenía unos ideales bien claros, sabía lo que quería, la conciencia de qué conseguir y “lo contrastaba con la ética de la responsabilidad, preguntándose qué consecuencias tiene esta responsabilidad política. En concreto qué es lo que se puede conseguir. Contrastaba sus pensamientos y deseos a más largo plazo con un sentimiento de pragmatismo, más bien, a corto plazo”.

Leyre Arrieta estima que los rasgos políticos de Aguirre no se pueden separar de los humanos. Creyente, estaba convencido de que su misión era guiar a su pueblo en unos momentos difíciles. Bebió de filósofos y pensadores católicos moderados como Maritain y Mauriac, y compartió sus planteamientos sobre el progreso del hombre y la justicia social. Fue líder de una generación, apunta la guipuzcoana, que llevó al PNV hacia la democracia cristiana. Y, por tanto, un profundo demócrata. “Cristiano y demócrata son los dos rasgos claves en la personalidad política de Aguirre”, acentúa.

A su juicio, tal era el optimismo del vizcaino que no estaba reñido con un enorme pragmatismo aplicado en la política. Por ello, se le puede considerar excesivamente optimista o poco realista, pero “aunque pueda parecer contradictorio, creo que ese optimismo era consecuencia de su propio pragmatismo. Era de los que pensaba en estas circunstancias, hacemos lo mejor que se puede hacer, lo que más le conviene a Euskadi, aunque no sea lo óptimo o lo que nos gustaría. Y es más rentable afrontar la situación con optimismo que tirar la toalla”, aporta.

Si Arrieta cita a Maritain y a Mauriac, Rankin recuerda a George Lowther Steer, “leal amigo de los vascos”, quien veía a Aguirre como el capitán de un buen equipo de fútbol, regido por las normas de “no morder, no dar patadas, no poner zancadillas. Steer dijo que Aguirre era un idealista, pero admiraba su pragmatismo al hacer funcionar un amplio gobierno de coalición en aquella Euskadi sin estúpidas contiendas y riñas. Un líder auténtico, no un mero representante”.

Leyre concluye la ronda asegurando que buscaba los matices, escuchaba y actuaba como mediador: “El primer Gobierno vasco es un ejemplo claro de hasta qué punto él buscaba la participación de todos, los puntos en común a pesar de las diferencias ideológicas”.

Euskadi en una Europa unida y federal

Los tres analistas coinciden en que el mensaje de Aguirre es actual. Mees asiente porque demostró que con voluntad y respeto es posible lograr consensos. “Es decir, lo que necesita la política en todas partes. No solo pensar en su propio ideario”. El propio Ludger va más allá al apuntar que el lehendakari “no era un santo” ya que como persona que era también cometía errores, pero “era capaz de aprender y sacar conclusiones de sus propios errores y actuar en consecuencia. Hoy pocas veces se ve esto”.

Rankin también se muestra convencido de que el mensaje de Aguirre es aún relevante y hace una llamada “a remar juntos por el pueblo, con humanitarismo, justicia y libertad. Gora Euzkadi askatuta, como decían los gudaris y marineros valientes”, remacha.

Arrieta se suma a ratificar la actualidad del mensaje porque sus planteamientos sobre el encaje de Euskadi en Europa siguen vigentes en el PNV. “La Doctrina Aguirre reivindicaba una Euskadi en una Europa unida y federal, una Euskadi que contribuyera a la construcción de una Europa federal integrada por naciones, no por Estados. Fue un ferviente defensor de una Europa unida y creía en los valores humanistas de la cultura europea”, analiza. Agrega estar “convencida” de que, a pesar de la crisis multifactorial que el continente está atravesando, “él seguiría apostado por Europa y preferiría actuar desde dentro para mejorarla que desvincularse de ella”.

 

Invitado a presidir el Gobierno republicano

Figura clave en la Guerra civil y el franquismo, la vida de Aguirre cuenta con datos curiosos. El inglés consultado mantiene que el periodo más remarcable de la vida del lehendakari fue 1940-1941, tras la caída de Dunquerque, cuando “este demócrata vasco tuvo que disfrazarse de doctor panameño y vivir desapercibido en la Europa de dictaduras hasta que pudo tomar un barco hacia Sudamérica y la libertad. ¡Vaya cojones!”, sonríe.

Mees aporta dos curiosidades “muy poco conocidas”. La primera ubica a José Antonio Aguirre en 1947 en el exilio. Tras haber fomentado la creación del Gobierno español republicano en el exilio fue invitado hasta dos veces por el presidente de la República a presidir dicho Ejecutivo. Ello obedece a que “era el único que más o menos se llevaba bien con todas las facciones de los exiliados. Imaginar hoy que un nacionalista vasco reciba la invitación de presidir el Gobierno español se nos hace un poco raro. Era un dato no conocido y del que hemos sacado la documentación que lo demuestra”.

En otro ámbito, Aguirre era un hombre “bastante progresista” en su relación con las mujeres. Cuando vivía en Nueva York, fregaba los platos de la cena. Arrieta saca a colación una cita que lo pone de manifiesto: “En lo del fregado estoy a gran altura -ante el asombro de Mari, su mujer, que esperaba una catástrofe-. No se me ha ido ningún plato”. “Es decir -agrega la doctora y escritora-, estamos hablando del año 43 y de un hombre, un líder político, que ayudaba a fregar platos en casa, algo que no se veía a menudo”.

Leyre Arrieta apostilla que el dirigente vasco tuvo contactos “con altas instancias del Departamento de Estado norteamericano. Era un político muy bien valorado. ¡Ah! Y como mutrikuarra que soy, no puedo dejar de apuntar que muy pocas veces se dice que su madre era de Mutriku. No se conoce demasiado esa rama de la familia”, exclama Leyre, y concluye con una máxima: “Aguirre es el mejor líder que Euskadi ha tenido”.

Nick Rankin le considera el Winston Churchill de los vascos, que “nunca será olvidado”. En esta línea, concluye que “el PNV sobrevive; las mejores tradiciones perviven. El lehendakari Urkullu hará el viernes su juramento de nuevo bajo el roble de Gernika como hizo Aguirre hace 80 años”.

La avanzadilla de Aguirre en Nueva York

Anasagasti y Erkoreka desgranan en su libro las peripecias de Jose Luis de la Lombana, el primer jeltzale que llevó la causa vasca a Estados Unidos.

Un reportaje de Iban Gorriti.

De la Lombana, con bigote y gafas, junto a Teodoro González de Zarate y José Luis Abaitua, fusilados por los franquistas. (Foto: Sabino Arana Fundazioa).
De la Lombana, con bigote y gafas, junto a Teodoro González de Zarate y José Luis Abaitua, fusilados por los franquistas. (Foto: Sabino Arana Fundazioa).

EL próximo miércoles Josu Erkoreka e Iñaki Anasagasti presentarán su libro Un patriota vasco en Nueva York: José Luis de la Lombana en la sede de Sabino Arana Fundazioa. Editado en inglés por el Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada (Reno, Estado Unidos), el tomo narra la historia de un joven jelkide que en 1938 viajó a Estados Unidos «para pedir la paz en Europa y se quedó en el exilio trabajando con republicanos españoles y nacionalistas vascos, catalanes y gallegos», subrayan los autores de la publicación.

Anasagasti y Erkoreka basan su relato en un «informe inédito» que, señalan, descubrieron en su intento de recabar más información del protagonista de la historia. Lo explica el senador del PNV en Madrid: «Encontramos un informe singular. Se trataba del descargo que un joven alavés nacido en Kanpezu llamado José Luis de la Lombana había hecho tras su viaje a Nueva York en 1938 enviado por el Euzkadi Buru Batzar del PNV al Congreso Mundial de Juventudes por la Paz en plena Guerra Civil», valora el tribuno jeltzale. De la Lombana recaló en la urbe estadounidense tres años antes de que lo hiciera el lehendakari Aguirre escapando de la Segunda Guerra Mundial.

El informe les pareció «sugestivo» a los autores de este libro. Lo contextualizaron y les quedó «un librito interesante» que no halló editor hasta que el historiador Xabier Irujo, docente y estudiante de la Universidad de Reno lo tradujo al inglés». El título original del libro es A Basque Patriot in New York: Jose Luis de la Lombana y Foncea and the Euskadi Delegation in the United States (Un patriota vasco en Nueva York: De la Lombana y la Delegación de Euskadi en los Estados Unidos).

Esta edición se presentará con el presidente de Sabino Arana Fundazioa, Juan María Atutxa, como anfitrión y Xabier Irujo como editor. «Erkoreka y yo contaremos las peripecias de este original jelkide que contrató los servicios de un intérprete y visitó varias universidades explicando las razones de la lucha de un pueblo vasco sin armas ante aquella brutal ofensiva», adelanta Anasagasti.

A juicio de los autores, este trabajo aporta conocimiento de lo ocurrido aquellos años, lo que se trabajó en los Estados Unidos en relación con el catolicismo y la Guerra Civil española. Asimismo, da a conocer las relaciones existentes en Nueva York en 1938 entre los republicanos y los nacionalistas vascos, catalanes y gallegos.

El tomo ofrece información sobre las difíciles relaciones entre aquellos que hubieron de recaudar fondos para «causas perdidas», apostilla Anasagasti. Además, el trabajo expone las relaciones entre el catolicismo francés, y los católicos vascos y la estrategia del PNV para asentar una presencia en Estados Unidos sustentada en este sector de la sociedad norteamericana. Y saca la luz «el viaje de un joven intrépido como Lombana que, sin saber una palabra de inglés, tuvo la osadía de viajar a Nueva York en plena guerra y con un discurso muy nacionalista trabajar con los republicanos españoles así como el complicado viaje que hizo por distintas universidades y centros de estudio de aquel inmenso país cargado de ilusión, certezas y una buena dosis de ingenuidad. Y todo ello en el año 1938», subrayan.

GOBIERNO VASCO EN NUEVA YORK El trabajo, según sus impulsores, quiere ser una aportación a la hora de describir un contexto histórico sobre lo que ocurría en los Estados Unidos, en Europa y en la España republicana en guerra. Dar a conocer quién fue José Luis de la Lombana y estudiar la política de no intervención del Gobierno presidido por Roosevelt.

Asimismo, pretenden analizar el clima de confusión en el que vivía el catolicismo norteamericano y describir los primeros pasos de la Delegación del Gobierno vasco en Nueva York, tres años antes de la llegada del lehendakari José Antonio Aguirre escapando de la guerra mundial. Enumerar las instancias republicanas y vascas que funcionaban en aquellos años, para terminar con el Informe Lombana que habla por sí mismo y al que hemos, simplemente, dotado de un índice así como ordenado sus cuentas.

Se cumple el 75 aniversario de la marcha al exilio de Companys y Aguirre

Lekeitio, Iñaki Goiogan

A pocos días de empezar las fiestas de Navidad de 1938, la República española estaba exhausta. La batalla del Ebro había terminado con victoria franquista y la moral republicana estaba en cotas muy bajas. En el plano internacional, meses antes, en octubre, el presidente del Gobierno, el socialista Juan Negrín, había recibido otro golpe cuando la política de apaciguamiento seguida por Francia y Reino Unido había hecho posible la injusticia de entregar Checoslovaquia a Hitler. En efecto, el dictador alemán en su empeño de lograr el Reich de los mil años y la expansión territorial que entendía vital para su país, requirió para Alemania la región checa de los sudetes, habitada por población mayoritariamente germano-parlante. Checoslovaquia se negó a ceder parte de su territorio nacional a Hitler y convocó en su socorro a las democracias, con las que le ligaban tratados de ayuda militar.

Cataluña

Desde el punto de vista de la República española, la crisis de los sudetes, desatada en plena ofensiva del Ebro, era interesante por cuanto pudiera desembocar en una guerra abierta entre las democracias y la Alemania nazi. En esta hipotética guerra, la República, obviamente, se alinearía con los franco-británicos que, a su vez, estarían obligados a apoyarla a fin de evitar dejar su flanco sur a merced de los fascistas. Nada de ello ocurrió. Las democracias optaron por el apaciguamiento, esto es, sacrificar Checoslovaquia a cambio de paz y esperar que con eso Hitler se contentara y dejara, además, de plantear nuevas reivindicaciones territoriales.

En los días previos a la Navidad de 1938, en la prensa internacional, al tratar sobre temas relacionados con la guerra civil, se hablaba de una posible tregua navideña. Un paréntesis en la guerra patrocinado por quienes abogaban por una paz negociada y con garantías internacionales. Esta anhelada tregua a quien sobre todo pudiera beneficiar era a las fuerzas republicanas necesitadas imperiosamente de pertrechos. Pero el resultado fue que no se produjo, y el 23 de diciembre de 1938 Franco inició una ofensiva contra Cataluña que acabó con la ocupación del Principado en poco menos de dos meses.

Franco pudo haber optado por atacar el otro territorio republicano, la zona Centro-Sur, donde se hallaba Madrid. Sin embargo, se decidió por el territorio catalán con el fin de cortar a los gubernamentales todo contacto terrestre con el extranjero y, además, con el fin de evitar la más mínima posibilidad de una declaración de independencia de Cataluña en el caso de una ocupación de la zona Centro-Sur y quedar la región autónoma como único resto del régimen de abril de 1931.

Tarde ya La ofensiva fue rápida aunque la generalidad de la población no se dio cuenta de la gravedad de la misma hasta muy avanzada esta. No solo no se dio cuenta el público, las autoridades vascas y catalanas tampoco estaban al día de las operaciones militares y del desastre que se avecinaba. No hay más que echar un vistazo a la correspondencia del secretario general de Presidencia, Julio Jauregui, en el momento máxima autoridad vasca en Barcelona, para apercibirse de ello. De este modo, la noticia de que algo muy grave estaba ocurriendo en los frentes no llegó a París, a oídos del lehendakari José Antonio Aguirre, hasta muy tarde, el día 20 de enero, menos de una semana antes de la caída de Barcelona. Estos avisos pusieron en guardia a algunos dirigentes vascos como Jesús María Leizaola que empezaron a vislumbrar el fin de la República.

Aguirre viajó a Cataluña en la noche del 24 al 25, para entonces bien consciente de que aquello se acababa y también de los peligros que le acecharían en territorio peninsular. Le acompañó Manuel Irujo. La misión que se habían impuesto era, por una parte, coordinar las labores de evacuación y, por otra parte, asistir a la que resultaría última sesión plenaria de las Cortes de la República.

Para cuando pisaron suelo catalán era imposible acceder a Barcelona, pues la capital catalana fue ocupada el 26 de enero. Previamente, el 22, salió por última vez en Cataluña el diario Euzkadi, editado en Barcelona por el PNV desde diciembre de 1937, y ese mismo día se dio orden a los hospitales que gestionaba el Gobierno de Euskadi para el cierre de los mismos y la evacuación del personal y enfermos. La evacuación propiamente dicha se inició en la noche del 23 al 24 de enero.

El lehendakari, ante la imposibilidad de llegar a Barcelona, se instaló en Port de Molins, localidad cercana a Figueres, y desde el citado pueblo ampurdanés dirigió las tareas de evacuación de la población vasca. Para ello, Aguirre estableció tres zonas de actividad. Figueres, la frontera y Perpiñán. En Figueres y la línea de demarcación franco-española los agentes vascos trataban de localizar e identificar a sus conciudadanos que huían, a la vez que se les dotaban de documentos a los que carecían de ellos, así como, cuando había posibilidad, una dirección a donde pudieran acudir en el exilio.

No resultó fácil esta labor, agravada por las condiciones meteorológicas, muy adversas en aquellos días de invierno, los ataques aéreos franquistas, que no dejaron de acosar a los fugitivos hasta que atravesaban la frontera, y, finalmente, porque las autoridades francesas no previeron la avalancha de refugiados que se precipitó a su país. Como primera medida al problema humanitario que se les agrandaba por momentos, los franceses optaron por cerrar los ojos y decretaron el cierre de la frontera. Y cerrados permanecieron los pasos hasta el 28 de enero, día en el que se abrieron, pero solo Sigue leyendo Se cumple el 75 aniversario de la marcha al exilio de Companys y Aguirre