19 de junio de 1937: Agur Bilbao

El cinturón de hierro levantado para la defensa de Bilbao fue roto el 12 de junio. Esta es la crónica de la agonía posterior

Un reportaje de José Ignacio Salazar Arechalde

Columna de blindados de las tropas franquistas entrando en Bilbao por la Ribera, casi desértica. Foto: Sabino Arana Fundazioa
Columna de blindados de las tropas franquistas entrando en Bilbao por la Ribera, casi desértica. Foto: Sabino Arana Fundazioa

ERA una mañana fría de enero de 1941. El puerto de Marsella se encontraba atestado de viajeros. En uno de sus muelles aparecía amarrado el buque Alsina al que acceden fatigados un buen número de republicanos españoles, nacionalistas vascos y judíos de toda Europa. Comenzaba para muchos un exilio sin retorno. Algunos de ellos lo habían iniciado antes. Era el caso del abogado bilbaino José de Arechalde, secretario general de justicia en el Gobierno vasco, que recordaba en la cubierta del Alsina los días fatídicos de Bilbao en la primera quincena del mes de junio de 1937.

El cinturón de hierro, fortificación levantada para la defensa de Bilbao con pocos medios y escaso tiempo, había sido roto en el sector de Gaztelumendi el 12 de junio. Las tropas vascas combatían con medios precarios a un enemigo que les machacaba desde los aviones italianos y alemanes con total impunidad.

A media tarde, la artillería enemiga lanzaba sobre la villa tremendos cañonazos que derribaban varias casas de las calles Fernández del Campo, Iturriza y San Francisco. Consecuencia de este ataque fue también la destrucción del frontón Euskalduna.

Para el día 13 de junio, el monte Santa Marina ya estaba ocupado por las fuerzas enemigas. Así, las fuerzas atacantes dominaban la orilla derecha del río Ibaizabal y la ría de Bilbao.

A medianoche, el lehendakari Aguirre convoca a los principales responsables militares, y a los consejeros, Leizaola y Astigarrabia. La defensa de Bilbao en aquellas condiciones se muestra imposible.

El 14 se lucha por la posesión de Santo Domingo y, al día siguiente, el enemigo atravesaba los ríos Ibaizabal y Nervión y arrebataba a las fuerzas vascas la ermita de San Roque. El cerco de la villa estaba casi cerrado.

La batalla final El 16 de junio la batalla encarnizada se disputa ya en jurisdicción de la villa. El Gobierno vasco, se reúne con la asistencia de los mandos militares. La situación es tan desesperada que la sesión se celebra en la parte trasera del edificio de Presidencia porque la fachada que da a la plaza Elíptica recibía los disparos que llegaban desde Artxanda.

A las nueve y media de la noche, el lehendakari se dirige a los vascos desde Radio Bilbao. Lanza un mensaje dramático, invocando la historia gloriosa de la Patria, la fe en la victoria y la firmeza en la lucha. Con las tropas franquistas a las puertas de Bilbao, el Gobierno vasco se ve obligado a abandonar la villa esa noche e instalarse en la localidad de Trucíos.

Se forma entonces una Junta de defensa compuesta por los consejeros Leizaola, Aznar y Astigarrabia, y el general Gamir Ulibarri. En un bando firmado ese mismo día, se prohíbe que ninguna persona salga de sus casas desde las ocho y media de la tarde hasta las seis de la mañana salvo que disponga un pase especial de circulación.

Durante cinco larguísimos días, del 13 al 17 de junio, los batallones vascos resistieron de manera heroica en toda la línea que va de Santo Domingo a Enekuri, con violentos combates en San Roque, el Casino y el Funicular, soportando intensos bombardeos de la aviación enemiga, sin material antiaéreo ni un solo avión que pudiese hacerles frente.

No le faltaba razón a Pablo Beldarrain, el comandante de gudaris, cuando afirmaba: “Quizás pueda parecer exagerado pero, ciertamente, algo serio había ocurrido aquí, en Artxanda-Santo Domingo, ya al final de la guerra en Bizkaia, protagonizado por el saber estar de los Batallones de Euskadi, resistiendo a un enemigo cien veces mejor armado con el patrocinio de Hitler y Mussolini, a punto de caer sobre Bilbao”.

El ultimo periódico de la Bilbao republicana sale el día 18 de junio. Es el Euzkadi. En una especie de grito al mundo se alaba el heroísmo de los gudaris y se pide sacrificio.

En la madrugada del día 19, con la intervención del arquitecto Tomas Bilbao, se vuelan los puentes que cruzan la ría bilbaina, tratando de retrasar, aunque solo fuesen unas horas, el avance del ejercito franquista para que el operativo de evacuación se llevase a cabo de manera más ordenada.

Era llevar a la práctica lo que se acordó en la reunión del Gobierno vasco y que aparece en le informe de Aguirre en a la Republica, esto es, que las destrucciones de obras y bienes se limitasen a lo militarmente razonable. Esa fue la misma línea de actuación que llevó a la práctica el consejero Leizaola, consiguiendo de esa manera evitar la destrucción de diversos edificios como el de la Universidad de Deusto.

Presos liberados Durante los primeros días de junio, los presos de derechas, habían sido concentrados, para mejor garantizar su seguridad, en la cárcel de Larrinaga. El Gobierno vasco tuvo clara la decisión de darles la libertad. Es verdad que algunos sectores izquierdistas mostraron su disconformidad pero prevaleció la posición humanitaria.

No fueron pocas las dificultades que tuvieron que arrostrar las autoridades del gobierno y los mandos del Ejército vasco que participaron en esta operación.

Tuvo una intervención trascendental el inspector de prisiones Joaquín Zubiria. Al anochecer del día 18 de junio, agrupa a todos los presos, les entrega picos y palas al objeto de simular una salida de zapadores y, al mismo tiempo, se pone en contacto con las fuerzas enemigas.

Por otro lado, el comandante Francisco Gorritxo dirige el operativo militar distribuyendo a los gudaris del batallón Itxasalde por los puntos de Zabalbide, Iturribide y Atxuri para cubrir con seguridad la salida de los presos. Debió de hacer frente a la oposición de Jaime Urquijo, jefe sustituto de la VI Brigada, no sin riesgo de su propia vida, al que manifiesta de manera rotunda que actuaba bajo las ordenes del Gobierno vasco, según cuenta de manera pormenorizada en un informe que redacta a solicitud del PNV el 23 de marzo de 1938.

Otra entrega de unos 650 presos tuvo lugar en Trucíos, labor ejecutada por Ricardo Leizaola, José Manuel Epalza y León Urriza, actuación también arriesgada porque se ejecutó a la vista de milicianos santanderinos y asturianos, opuestos a esa liberación.

Ese rasgo humanitario no fue reconocido por las autoridades franquistas ni por los medios de comunicación a su servicio. Para estos, la liberación se transforma en evasión, cuando no en huida heroica y casi novelesca. Nada más lejos de la realidad. Los gudaris bajo las directrices últimas del lehendakari y la Consejería de Justicia, habían liberado a los presos quienes, como recuerda José de Arteche en su libro El abrazo de los muertos, gritaban entusiasmados en los jardines del Arenal. “¡Nos han salvado los gudaris!”. La manipulación de los datos concluirá con el discurso de Areilza en el que fijará la versión oficial del régimen franquista: Los presos habían huido y su salvación era obra heroica de los soldados de España.

Memoria manipulada Con la conquista de Bilbao por el Ejército de Franco, el nuevo poder instalado en la villa impone su relato. El primer alcalde franquista, José María de Areilza, durante los 250 días al frente del ayuntamiento impone una visión de una Bilbao española, imperial y guerrera, no solo en el discurso del Coliseo sino en una serie de alocuciones que, no por casualidad, tienen lugar en sitios significativos de la Villa. Ibaigane, la casona del empresario nacionalista vasco Sota, sirve para contraponer la soberbia de los millonarios bizkaitarras con la modestia falangista y, tomando posesión de Sabin Etxea, pretende acabar con el “dragón del separatismo vasco”. Los medios de comunicación afines en la villa a la dictadura, están plagados de cientos de artículos que enfocan la toma de Bilbao en idéntica dirección que Areilza.

Sirva como ejemplo el primer número de El Correo Español de 6 de julio de 1937 en el que su colaborador José María Arozamena en un articulo con titulo tan significativo como Lo que venimos a hacer en Bilbao, viene a sintetizar lo que para el régimen significaba la conquista: “La quimera dorada de la nacionalidad vasca ha quedado vencida por completo en la entrada vibrante de nuestras banderas victoriosas portando el modo y el estilo nuevo de la juventud”.

Cabe citar también a cierto tipo de intelectual como José Félix de Lequerica. La toma de Bilbao supone, para el que fuera ministro de Franco, el triunfo de lo mejor de la sociedad, lo culto y lo exquisito. Frente a ello el nacionalismo vasco y el socialismo representan lo plebeyo, lo zafio, en definitiva, lo innoble.

Memoria olvidada Con la muerte de Franco, la recuperación de esta parte de nuestra historia se realizó de un modo fragmentario. Es verdad que salieron a la luz libros prohibidos, escritos en el exilio, y se recopilaron testimonios de protagonistas de aquel tiempo que habían sido silenciados por la memoria impuesta por la dictadura.

Pero, sin embargo, siempre me ha sorprendido que, probablemente el día más trascendente en la historia de Bilbao del siglo XX, el 19 de junio de 1937, no haya sido objeto de mayores estudios entre historiadores, ensayistas, ni se haya rememorado de la manera que pide tan trascendental fecha. Y es que el fatídico 19 de junio supuso un corte radical en el devenir cultural, social y político de la villa. Durante casi 40 años se impone una Bilbao española y franquista a partir de un hecho fundacional violento, como fue el golpe de Estado y la victoria militar de Franco.

Supuso el exilio de miles de bilbainos, casi podemos hablar de una Bilbao exiliada, y la imposición de unas formas de vida. Faltan aun estudios completos sobre el número de exiliados, las requisas de sus bienes, las multas judiciales y gubernativas y otros tantas cuestiones cuyo impacto generó una autentica ruptura social.

Deber de memoria Es aquí cuando se hace preciso reivindicar el deber de la memoria. El hecho traumático de la conquista de Bilbao, no es simplemente un acontecimiento histórico que todo el vecindario de la villa debiera conocer. La memoria se relaciona con la idea de justicia y con la idea de deuda a los que nos precedieron. La deuda comprende la necesidad de guardar las huellas materiales, las documentales y, tomando prestadas unas palabras de Paul Ricoeur, exige “el sentimiento de estar obligados respecto a estos otros de los que afirmaremos más tarde que ya no están pero que estuvieron”. No se trata de defender la memoria por la memoria, ni de abusar de ella. Si es verdad que el dolor de los hechos nos remiten pasado, el valor moral que hemos reivindicado, el deber de memoria, se dirige al futuro.

Fin de trayecto Miles de bilbainos se vieron obligados a dejar su hogar. Algunos volvieron en plena dictadura. Otros se despidieron definitivamente de su Bilbao natal camino de un exilio eterno. Y aunque sus vidas transcurrieron por diferentes países y ciudades, en su memoria conservaron perpetuamente la casa de Bilbao donde nacieron, donde vivieron. Ese hogar permanente en el que pensaba José de Arechalde a bordo del Alsina. Aquel piso tercero, del número 1, de la calle Tendería.

Así pasen 80 años.

El espacio histórico del Cinturón de Hierro, el ‘Normandía vasco’

SANCHO DE BEURKO INAUGURA UNA WEB CON LA INFORMACIÓN DEL SISTEMA DE FORTIFICACIÓN QUE SE LEVANTÓ EN LA GUERRA CIVIL

Un reportaje de Iban Gorriti

AYER dio sus primeros pasos el portal web www.elcinturondehierro.net, un proyecto único, una iniciativa de desarrollo aplaudible, un plan lleno de futuro, hecho “con pocas perras y sin ayudas, pero con el corazón y muchas ganas”, apuntan desde el colectivo impulsor, Sancho de Beurko.

El Espacio histórico del Cinturón de Hierro es una alegoría con la que esta asociación de estudio de la Guerra civil en Euskadi pretende poder visualizar por primera vez un espacio físico y virtual donde pueda verse el sistema de fortificación formado por túneles, búnkeres y trincheras que se construyó durante la Guerra Civil como una entidad propia. “Tiene muchos paralelismos con el espacio histórico del desembarco de Normandía, si bien no es más que un humilde comienzo, un embrión, en el que la asociación pretende unir a todos aquellos agentes que han colaborado con ella en la puesta en valor de este patrimonio construido”, valora Guillermo Tabernilla, de Sancho de Beurko.

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En este espacio histórico se encuentran aquellos municipios que comparten con la asociación el inventario que se lleva realizando para la Dirección de Patrimonio de Gobierno vasco desde el 2008 y lo han adaptado, cada uno con sus diferentes tiempos, a sus propias posibilidades, siendo la intención de Sancho de Beurko de “unir todo este esfuerzo en un proyecto común”.

Unos municipios cuentan con rutas; otros han pasado a la fase de limpieza y señalización, y finalmente se ha promovido un centro de interpretación que permite visualizar la historia del Cinturón de Hierro y sus características constructivas. “En esta primera fase, nos acompañan Laudio, Berango, Gueñes, Arrankudiaga y Zierbena, si bien estamos en conversaciones con otros que ya empiezan a avanzar con políticas propias, que pueden partir del ámbito asociativo o municipal, esperando que se incorporen a este proyecto en un breve plazo y siempre respetando sus propias sinergias y plazos”, apostillan desde la sociedad.

A juicio de Tabernilla, si cada agente o municipio aporta una visión de conjunto del Cinturón de Hierro se allanará el conocimiento de la propia sociedad sobre esta obra constructiva. “Y de este modo favoreceremos la adopción de políticas para su preservación y conservación, que corresponden a las autoridades en aplicación de nuestra propia ley de patrimonio”.

laudio, pionero Desde el prisma de la asociación que ha hecho posible la web www.cinturondehierro.net, todo ello redundará en una “más que deseable” proyección turística, respetando las especificidades de cada territorio histórico, pues no hay que olvidar que el Cinturón de Hierro es una línea compartida entre Bizkaia y Araba a través del municipio de Laudio, que fue “el pionero en poner en valor este patrimonio”, valoran.

Para ello, esta primera web, sufragada exclusivamente por la asociación Sancho de Beurko, no es más que el primer paso de otros muchos que desde el colectivo esperan dar “entre todos”, mostrando a la sociedad el Cinturón de Hierro como “algo vivo”, explicando la metodología usada durante el inventario, visualizada en las fichas más significativas de cada espacio histórico de los cuatro que muestran y con una vertiente didáctica a través de una propuesta propia para los centros educativos que parte de la visualización del cortometraje El último día del Cinturón de Hierro.

Con este nacimiento ayer de un proyecto tan interesante, debe subrayarse un punto más: algunas de las más importantes asociaciones del Estado en el ámbito del estudio de las fortificaciones de la Guerra Civil, que han sido pioneras en la elaboración de catálogos “cuando este patrimonio apenas importaba a nadie, han querido acompañar simbólicamente a Sancho de Beurko en esta aventura”, formando una suerte de comunidad fortinera que tiene su instrumento en el blog. A través de dicho enlace presente en el portal del espacio histórico podrán seguirse las noticias más variadas sobre fortificaciones, con un pequeño guiño a las que forman “el Muro del Atlántico y nos caen tan cerca a los vascos en todos los sentidos”.

En este sentido, la web ha sido hecha “con muchísimo cariño” y ofrece un respetable caudal de información que aproxima a la persona lectora una “visión poliédrica del Cinturón de Hierro”. Con todo, desde Sancho de Beurko quieren agradecer la colaboración de todos los agentes implicados en su elaboración, tanto los que aparecen en esta primera fase como los que les han manifestado su apoyo. “Esperan, con la misma ansiedad que nosotros, que esta herramienta sirva a los fines propuestos, que no son otros que dar forma a aquel gran proyecto del que hemos oído hablar siempre a nuestros mayores, pero que el paso de los años tornó en un mito tan desconocido como enigmático que languidece en nuestros montes y pueblos, siendo muchas las ocasiones en que la gente escribe a la asociación para conocer cosas de este patrimonio tan desconocido”.

En Sancho de Beurko, por falta de tiempo, no han podido hacer esta labor didáctica hasta fechas muy recientes, debido a que las labores de inventario les han comido todo el tiempo. “Pero ya estamos a disposición de responder, ya sea a través de esta web como personalmente, de todo aquello que la gente quiera saber, pudiendo resolverse ya muchas de estas cuestiones a través de los municipios integrados en esta suerte de embrión, donde están los padres de la criatura, la gente que se echa el trabajo a la espalda”, concluyen en la asociación.

El Cinturón de Hierro-Bilbao’ko ‘burdin-esia’

 

Aitor Miñambres

BERANGO. A finales del verano de 1936, la Junta de Defensa de Vizcaya, presidida por José Echevarría Novoa, planteó crear alrededor de Bilbao un campo atrincherado que pudiera frenar un ataque del ejército sublevado. Fue a partir del 7 de octubre, con la creación del Gobierno de Euzkadi, cuando el lehendakari y consejero de Defensa José Antonio de Aguirre decidió impulsar la ejecución de dicha iniciativa. La idea consistía en la construcción de un Cinturón Defensivo alrededor de la capital y a una distancia prudencial de la misma, para que en caso de invasión, esta pudiera resistir un asedio prolongado al abrigo de la artillería enemiga.

Dentro de ese perímetro quedaban incluidos todos los recursos y servicios necesarios para la resistencia: el puerto, las baterías de costa de Punta Galea y Punta Lucero, el embalse de Zollo, la central eléctrica de Burtzeña, los aeródromos de Sondika y Lamiako y la casi totalidad de la industria de Bizkaia. La empresa se puso en manos de la persona más indicada, el comandante de Ingenieros Alberto Montaud, jefe del Estado Mayor vasco y exprofesor de fortificaciones en la Escuela Superior de Guerra, quien se rodeó de los capitanes de Ingenieros Pablo Murga y Alejandro Goicoechea para dirigir la obra. Esta debía obedecer a principios de poca elevación y defensas en profundidad con sucesivas líneas de trincheras, nidos de ametralladora de hormigón y alambradas, así como centros aislados de resistencia. Para su construcción, la línea defensiva se dividió en cinco sectores: Punta Lucero-Sodupe-Ugao-Usansolo- Larrabetzu-Berango/Barrika. La obra comenzó el 9 de octubre, con un plazo de 2 meses, disponiendo de abundantes recursos técnicos, materiales y humanos: 40 arquitectos e ingenieros y 8.500 obreros fijos, aunque en su mayoría civil sin familiarización con las obras militares.

No obstante, todo este esfuerzo, el escenario vasco fue desde un principio blanco del espionaje, más los servicios gubernamentales respondieron ágilmente en muchas ocasiones, como el 28 de octubre de 1936 cuando fue detenido por la Ertzaña el cónsul de Austria y de Hungría Guillermo Wakonigg mientras pretendía embarcar en el buque de guerra británico Esmauth. En su valija se encontró abundante información para ser entregada al enemigo, destacando un informe del capitán Murga con planos de la construcción del Cinturón de Bilbao y detalles sobre fortificaciones. Murga fue detenido, juzgado por traición y ejecutado, tras probarse anteriores envíos de información a los franquistas. Mientras tanto, continuaban los trabajos del Cinturón con solo 2.000 obreros, pues los preparativos de la ofensiva de Villarreal necesitaban unidades de ingenieros. Así, a finales de 1936, Alejandro Goicoechea, que había cultivado la confianza de sus superiores, intentaba convencerles de los últimos progresos en las obras de fortificación de la capital, las cuales, sin embargo, estaban muy retrasadas con respecto al proyecto.

Las trincheras más abundantes eran aquellas de zanja corriente y sacos terreros, en algunos casos cubiertas de rollizos de pino. Los nidos de ametralladora de hormigón, base de la defensa, se situaban en vaguadas y cumbres. Constaban de una plataforma de emplazamiento para la máquina, una cámara principal y un refugio, llevando en algunos casos abrigos activos con troneras para fusilería. Para la tropa se construían refugios en galería de mina, excavados en roca y de longitud considerable. Delante de las trincheras y nidos se colocaban líneas de alambrada y el cierre de caminos se realizaba a base de muros de mampostería u hormigón provistos de troneras.

En enero de 1937, el general Franco era consciente de su fracaso ante los intentos reiterados de tomar Madrid y acabar la guerra. Sus ojos miraban hacia la cornisa cantábrica, decidiendo atacar ese frente para hacerse fácilmente con su territorio y sus fuentes de riqueza. Las estimaciones de su Estado Mayor eran que en tres semanas de ofensiva caería Bilbao.

Presintiendo la derrota, el capitán Goicoechea comenzó buscar un acercamiento al enemigo, contactando con amistades derechistas como el Sr. Unceta, Marqués de Casa Jara, quienes le pusieron en comunicación con el ejército rebelde. Aún así, sus visitas no pasaron desapercibidas para la policía, por lo que tuvo que perjurar que estas solo eran fruto de la amistad. Sintiéndose inseguro decidió desertar, para lo que acordó con los franquistas la fecha del 27 de febrero y las cercanías del monte Maroto, lugar del frente bien conocido por él. Nada más ser recibido en la zona nacional, Goicoechea realizó un completo informe sobre las fortificaciones vascas de primera línea. Posteriormente, informó con todo detalle sobre las obras del Cinturón de Bilbao, describiendo los tipos de fortificación existentes, su ubicación y el bajo grado de implantación del proyecto. En su declaración, hacía saber a los franquistas Sigue leyendo El Cinturón de Hierro-Bilbao’ko ‘burdin-esia’