París, 1950, las I Jornadas de Estudios Europeos

HACE 70 AÑOS, LA SEDE DEL GOBIERNO VASCO EN LA PARISINA AVENUE MARCEAU ACOGIÓ LAS I JORNADAS DE ESTUDIOS EUROPEOS, NO EXENTAS DE POLÉMICA EN EL SENO DEL PNV

LEYRE ARRIETA ALBERDI

Este sábado celebramos el Día de Europa. Se cumplen 70 años desde aquel 9 de mayo en el que el ministro de Asuntos Exteriores francés, Robert Schuman, pronunciara su famoso discurso, en el que propuso la creación de una Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Y se acaban de cumplir también 70 años de un acontecimiento relacionado con el proceso de construcción europea y el exilio vasco. Del 28 al 30 de abril de 1950 se celebraron, en la sede del Gobierno vasco en París, las I Jornadas de Estudios Europeos organizadas por el Consejo Federal Español del Movimiento Europeo (CFEME), unas jornadas que provocaron un intenso debate en el seno del PNV.

Desde que, en noviembre de 1936, una delegación del Gobierno vasco se instalara en el número 11 de la Avenue Marceau parisina, el ejecutivo liderado por José Antonio Agirre había llevado a cabo una intensa actividad en foros europeos, que se intensificó tras el final de la II Guerra Mundial. La victoria de los aliados despertó enormes esperanzas entre los vascos exiliados, que vieron en la nueva Europa democrática que se proyectaba de entre las cenizas, un escenario ideal para conseguir dos importantes objetivos: el derrocamiento de la dictadura franquista y la reivindicación de una Euskadi independiente en esa nueva Europa. No obstante, con el inicio de la Guerra Fría, el contexto internacional cambió sustancialmente y en el propio Congreso de La Haya, celebrado en mayo de 1948, quedó patente que la Europa unida no se sustentaría sobre naciones sino sobre estados.

Aun así, el Gobierno vasco decidió seguir apostando por Europa, aunque ello significara que su representación en entidades europeístas tuviera que ser en el seno de organismos españoles. Uno de los frutos de La Haya había sido la creación del Movimiento Europeo. Los representantes vascos se percataron bien pronto de que el elemento básico de esta organización lo constituían sus consejos nacionales, correspondientes a los estados. El dilema era perder el tren europeo o subirse a él, a pesar de que el viaje lo hicieran en un vagón compartido. No solo eligieron la segunda opción, sino que se implicaron activamente en la constitución de un organismo europeísta de ámbito estatal. Muestra de ello es que el nacimiento oficial del CFEME, en febrero de 1949, tuvo lugar precisamente en el hermoso palacete parisino de la Avenue Marceau, sede del gobierno autónomo en el exilio.

Las personas que más decididamente participaron en el CFEME fueron Manuel Irujo, José María Lasarte, Francisco Javier Landaburu y Julio Jáuregui. Eran quienes configuraban el núcleo del equipo de París (salvo Irujo, que vivía en Inglaterra) y quienes se encargaron de la acción exterior del Gobierno vasco. La destacada intervención de estos afiliados del PNV en la constitución del Consejo español despertó las suspicacias de algunos miembros de dicho partido. El propio Juan Ajuriaguerra, principal líder del mismo y presidente del EBB del interior, mostró rápidamente su disconformidad. A su juicio, no les interesaba entrar en el Movimiento Europeo a través del CFEME y consideraba negativo «que el PNV haya sido patrocinador del nacimiento del Consejo». El bilbaino creía que, al margen de esa vía, existían otros modos de participar, sin tener que hacerlo dentro de un organismo en el cual «se diluyan nuestras personalidades y se subordinen no sólo prácticamente, sino también teórica e ideológicamente, a lo español».

Los hombres del equipo de París, sin embargo, consideraban el CFEME un importante instrumento antifranquista, que coadyuvaría a la difusión de los ideales federalistas entre las distintas fuerzas españolas y al reconocimiento de los pueblos del Estado español. La política del PNV, además, no quedaba hipotecada porque la presencia de los vascos en el Consejo se realizaba a título personal.

Finalmente, el EBB accedió a la participación de esos nacionalistas vascos en el organismo, pero el debate siguió abierto y continuaron perviviendo posturas encontradas sobre este tema. De hecho, las discrepancias volvieron a surgir con fuerza en 1950, a raíz de la celebración de las Jornadas de estudio organizadas por el CFEME. Dichas jornadas se celebraron del 28 al 30 de abril en la sede del Gobierno vasco, que, una vez más, se convertía en lugar de reunión de políticos e intelectuales europeos favorables a la creación de una Europa unida.

INTEGRACIÓN 

Siguiendo las directrices del Movimiento Europeo, el objetivo de las jornadas fue analizar los problemas referentes a la integración de España en Europa. Participaron en las sesiones personalidades europeas como Henri Brugmans (presidente de la Unión Europea de Federalistas, UEF), Robert Bichet (secretario general de los democristianos Nouvelles Equipes Internationales, NEI), André Philip (delegado general del Movimiento Europeo y fundador del Movimiento Socialista para los Estados Unidos de Europa, MSEUE) y Józef Retinger (secretario general del Movimiento Europeo). Intervinieron, asimismo, destacadas personalidades de la oposición al franquismo, como Salvador de Madariaga (presidente del CFEME y de la Comisión de Cultura del Movimiento Europeo), Rodolfo Llopis (secretario general del PSOE y presidente del Comité Ejecutivo del CFEME), Fernando Valera (dirigente de Unión Republicana y vicepresidente del Gobierno republicano español), Carles Pi i Sunyer (dirigente catalán y exministro de la República), Juan Antonio Ansaldo (representante monárquico), Rafael Sánchez Guerra (exministro, demócrata cristiano), Enric Adroher Gironella (secretario general del MSEUE) y José María Lasarte (consejero de Gobernación del Gobierno vasco y secretario del CFEME). Los asistentes se reunieron en distintas comisiones para el análisis de la integración de España desde diferentes perspectivas. Landaburu fue nombrado ponente de la comisión cultural y Leizaola de la económica. Irujo intervino en el acto de clausura.

El boletín OPE calificó de «evidente éxito» la celebración de las jornadas que habían logrado reunir a más de un centenar de elementos destacados de los diversos sectores de opinión antifranquistas. No obstante, no lo vieron así muchos afiliados nacionalistas. Las quejas no tardaron en llegar a la dirección del partido. Se inició entonces un caluroso debate, el cual generó una brecha entre posturas que tardó mucho tiempo en cicatrizar e incluso provocó dimisiones. Los más críticos fueron los afiliados encabezados por Ceferino Jemein (Keperin), quien representaba, sin duda, la posición más extrema de la vertiente crítica. En su afán de salvaguardar las esencias sabinianas, fue quien más reprobó la forma en la que se estaba desarrollando la labor europeísta. El blanco de sus ataques lo constituyó desde el principio el equipo de París. No acusaba al partido porque, en su opinión, si bien había errado al autorizar la participación en las jornadas, no podía imaginar lo que ello conllevaría. En todo caso, el PNV había pecado de negligencia o exceso de confianza. En opinión de Jemein, si el PNV deseaba asistir a las reuniones del Movimiento Europeo o de organizaciones federalistas de carácter mundial, podía hacerlo o bien con representación propia y directa o bien a través de cualquier otro organismo que lo admitiera, una vez reconocidas su personalidad y aspiraciones.

Ante esa situación de malestar creciente, el EBB decidió investigar lo sucedido. Se dirigió a los afiliados que actuaban en el CFEME y que estuvieron presentes en las jornadas, así como a la junta local del partido en París, solicitándoles información detallada a fin de estudiar el problema con conocimiento de causa y dictar en consecuencia. Era consciente de que el detonante habían sido las jornadas, pero sabía que el conflicto de fondo y esencial seguía siendo la participación de miembros del partido en el CFEME y la actividad de esos miembros en el organismo, considerada no suficientemente representativa de la política del PNV.

ANTIFRANQUISTA Y AUTONOMISTA

Lasarte, en representación del equipo de París, manifestó que las jornadas habían sido un éxito de organización y coordinación de fuerzas, aunque reconocía que el no haber mencionado Euskadi y Cataluña en las resoluciones de la ponencia de cultura, hecho que mayor crispación había suscitado, se podía haber resuelto favorablemente si hubiese existido preparación previa. Aseguraba que en el Consejo español «hacemos una política antifranquista y autonomista». Admitía que la presencia en el organismo estatal iba «contra muchos de nuestros sentimientos», pero las difíciles circunstancias que estaban atravesando en el exilio les empujaban a ser particularmente prácticos. En su opinión, el Consejo era una pieza válida en el engranaje antifranquista, un elemento de coordinación de las fuerzas de oposición al régimen. Él estaba absolutamente convencido de que, si los nacionalistas no actuaban en ese terreno, no se lograría la unión de fuerzas democráticas.

En la misma dirección, Irujo añadió que, sin la participación vasca, ni las jornadas se habrían celebrado ni el propio Consejo habría nacido. Las jornadas se habían realizado porque los vascos habían aportado «la casa, la bolsa, la organización y el máximo concurso de todos los grupos emigrados» y un verdadero clima de tolerancia y cordialidad. Por su parte, Juan Ajuriaguerra sospechaba que en las jornadas había primado el «tono español» y que ese tono español había contado con el visto bueno de los nacionalistas vascos presentes. Pero, a pesar de las reservas, lo cierto es que las quejas no pesaron lo suficiente en los dirigentes del EBB como para decretar la salida del organismo estatal y se dio luz verde para que los miembros de CFEME pudieran seguir en sus cargos. Eso sí, para evitar que se repitieran situaciones como la vivida, el EBB estableció una condición: que la entidad tuviera una estructura federal y que la adscripción de los grupos vascos se hiciera a través de un movimiento conjunto vasco, el Consejo Vasco por la Federación Europea (CVFE). Este nuevo organismo (posteriormente Consejo Vasco del Movimiento Europeo y actual EuroBasque), fue oficialmente constituido el 1 de febrero de 1951, también en la sede la Avenue Marceau. De esta manera, el problema quedaba solucionado, puesto que los afiliados que formaban parte del organismo director del CFEME, lo podrían hacer en adelante como miembros de dicho Consejo vasco y no como particulares ni miembros del partido. Para calmar totalmente a los críticos y compensarles por la «desazón» sufrida por la «postura españolista» de los dirigentes parisinos, el EBB creó el Instituto Sabiniano (Sabindiar Batza), como organismo custodio de los principios dictados por el fundador del PNV.

Coronas de laurel, hojas de roble

En el ocaso de la Segunda Guerra Mundial, los gudaris vascos tuvieron finalmente la ansiada oportunidad de luchar contra el ejército alemán. Esta es su historia

AITOR MIÑAMBRES 

EL 26 de abril de 1945 tenía lugar en Burdeos una gran parada militar para celebrar la expulsión definitiva de las tropas alemanas nazis de la comarca de la Gironde. El público, entusiasmando, aclamaba a las fuerzas libertadoras y arrojaba flores a su paso. Entre ellas, había una singular unidad extranjera, vestida de azul verdoso, que tomaba parte con su propia enseña: la ikurriña. Las tropas formaron marcialmente en la inmensa explanada de la plaza Quinconces, junto al monumento a los girondinos, donde su jefe, el general Larminat, les arengó y procedió a pasar revista para la entrega de condecoraciones. Sonaba la música triunfal y los aplausos de la multitud no cesaban. El general se detuvo largo rato frente a la bandera vasca, se cuadró y saludó militarmente. Tras ella, en columna de a dos, se encontraban los hombres que habían hecho posible la victoria: el batallón Gernika.


Memorial de la cota 40 (Montalivet). El batallón es homenajeado por las instituciones vascas y aquitanas. Foto: Joselure

Ocho años atrás, también un 26 de abril, había tenido lugar precisamente en Gernika, la agresión más brutal del nazismo contra el pueblo vasco: el bombardeo y la aniquilación de la villa foral. En aquellos momentos de 1937, Euzkadi soportaba la más fuerte ofensiva del ejército franquista ante la pasividad de las democracias occidentales, que entonces cerraban los ojos ante el auge del fascismo.

EUZKADI, BELIGERANTE A la larga vencidos, los vascos emprendieron el duro camino del destierro, y aunque los horizontes se les cerraban, algunas puertas se abrían. Francia toleró la presencia de los refugiados, en una atmósfera europea donde soplaban vientos de una guerra mundial que no tardó en llegar el 1 de septiembre de 1939. En esa tesitura, el lehendakari Agirre fue claro y conciso: «Dadas las causas invocadas y los métodos empleados por Alemania para desencadenar la guerra, se trata para nosotros de la guerra entre todo lo que es digno de ser apreciado y todo lo que merece nuestra condena. Los vascos jamás dejarán de cumplir su deber al servicio de la libertad y de la dignidad humanas». Euzkadi era beligerante y los vascos buscaban un lugar en las filas aliadas para luchar contra la Alemania nazi.

Sin embargo, la esperanza de la victoria se esfumó una vez más. Alemania derrotó a Francia que, tras el armisticio del 22 de junio de 1940, quedó dividida y ocupada en una parte por los alemanes y gobernada en la otra por un régimen filofascista francés, con capital en Vichy.

En esa situación, la población vasca exiliada hubo de sobrevivir, en la medida de lo posible, bajo la amenaza permanente de encarcelamiento, deportación o repatriación por su condición antifranquista. Ello no impidió que numerosos vascos y vascas colaboraran con la incipiente resistencia francesa en multitud de actividades tendentes a erosionar el esfuerzo de guerra alemán y facilitar la victoria aliada, ya que la guerra continuaba en otros frentes del planeta. Así, no cesaron las labores de espionaje, ayuda en las rutas de evasión de prisioneros y sabotajes en la producción o en las infraestructuras del enemigo. Finalmente, llegó el momento de participar en acciones armadas y muchos vascos pasaron a integrar el maquis o guerrilla, acabando encuadrados en la Unión Nacional de Guerrilleros Españoles. Uno de ellos fue Kepa Ordoki, gudari y antiguo comandante del ejército de Euzkadi, quien, tras recibir del consejero Eliodoro de la Torre el encargo del Gobierno vasco de agrupar a todos los combatientes vascos en una sola unidad, reunió a unos 200 hombres.

Tras el desembarco de Normandía, el 6 de junio de 1944, el territorio francés comenzó a ser liberado, entrando los aliados en París el 25 de agosto. En esa coyuntura, los republicanos españoles, secundando a los dirigentes del Partido Comunista, decidieron concentrarse en el Pirineo navarro con la intención de atacar a la España de Franco. Ordoki, siguiendo las instrucciones recibidas del Gobierno vasco, conocedor de las fuertes defensas construidas por el dictador en la muga, informó a sus hombres de lo dificultoso de esa operación, proponiéndoles segregarse de la Unión Nacional y pasar a formar parte de las Fuerzas Francesas del Interior como unidad vasca propia, lo cual la gran mayoría aceptó. El mismo camino siguió un grupo similar de anarquistas españoles que más adelante formarían el batallón Libertad.

NACE EL BATALLÓN GERNIKA De esta manera, la unidad vasca comandada por Kepa Ordoki, se separó de la agrupación guerrillera y fue trasladada desde el Bearn hasta Burdeos por la autoridad militar francesa en diciembre de 1944, para finalmente llegar a su campamento en la localidad de Le Bouscat. Mientras tanto, comenzaban en París las conversaciones entre los gobiernos francés y vasco sobre las bases para la organización de una unidad militar vasca, integrada en el ejército francés, durante el tiempo que durase la guerra contra Alemania. En palabras del consejero Leizaola, «Euzkadi, la primera agredida, debe estar presente en la última batalla». La unidad recibiría el nombre de Batallón Gernika, en recuerdo de la villa bombardeada que acoge el roble símbolo de las libertades vascas.

Así, comenzó la recluta de nuevos jóvenes entusiastas con los que engrosar las filas del batallón, gente de todas las ideologías, principalmente nacionalistas vascos seguidos de socialistas, hombres dispuestos a luchar por la victoria aliada y el retorno de la democracia a su país. Pronto recibieron equipamiento militar y armas, a veces escasas y muchas de ellas capturadas a los alemanes, así como los nuevos uniformes en los que destacaba la ikurriña sobre la manga izquierda de la chaqueta. De esta manera, durante varias semanas se entregaron a fondo a la organización y al entrenamiento para el combate.

POINTE DE GRAVE Aunque la mayoría de las fuerzas alemanas se habían retirado de Francia, en algunos puntos del Atlántico se mantenían las fortalezas nazis abastecidas desde el Estado español. Tal era el caso de la Festung Gironde Süd, en la península del Medoc, amenazando Burdeos, con 4.000 efectivos en torno a las baterías de artillería de marina del Muro Atlántico, fuertemente protegidas por nidos de ametralladora, alambradas, fosos anticarro y campos de minas. Se acercaba la derrota alemana y el final de la guerra, y el líder francés, general De Gaulle, por razones políticas quería liberar la totalidad de su territorio. En estas circunstancias, el batallón Gernika fue enviado al frente de combate, integrado en el Regimiento Mixto de Marroquíes y Extranjeros dirigido por el comandante Chodzko, militar legionario polaco, a su vez integrado en la Brigada Carnot mandada por el coronel Jean de Milleret.

Desplegada la unidad desde el 22 de marzo de 1945 en el frente del Medoc, en Lesparre, los gudaris se habituaron al entorno, salpicado de pinares aunque en su mayoría cenagoso e intransitable. Así, el día 14 de abril comenzaban las operaciones desde Vendays. La aviación aliada y la artillería francesa batieron duramente las posiciones alemanas como preparación al ataque. Los gudaris escucharon misa esa mañana y tomaron posiciones frente a la Cota 40. Antes de la acometida, entre las dunas, su comandante Ordoki les arengó: «Ha llegado la hora de combatir, de vencer al enemigo y de hacer saber al pueblo de Francia que los vascos sabemos luchar y morir por la libertad». Eran las 15:30 horas y los hombres comenzaron a avanzar por secciones, con la ikurriña desplegada, cantando el Euzko Gudariak, por un cortafuego estrecho, tras una avanzadilla que iba localizando las minas y balizando el camino. Su marcha era contenida por los alemanes que luchaban con gran tesón desde los nidos de ametralladora. El asalto a la cota 40, loma muy fortificada, fue durísimo, pues el camino era batido sin cesar por los morteros enemigos. Las bajas fueron numerosas y se hicieron los primeros prisioneros alemanes. Finalmente, el batallón fue relevado para su descanso con cuatro muertos a los que habría que sumar otro de fecha anterior: Antonio Mugica, Félix Iglesias, Juan José Jausoro, Antonio Lizarralde y Prudencio Orbiz, así como 18 heridos.

En los días posteriores, los gudaris fueron ocupando distintos pueblos de la costa, entre bosques ardiendo, cadáveres y dunas a la orilla del mar: Montalivet, Grayan y Soulac, pueblo éste que terminaron de limpiar de resistencia alemana durante la jornada del 18. Llegó así su combate final, en Pointe de Grave, el 19 de abril. El batallón Gernika, junto con el Libertad, atacó la batería de Arros, apoderándose del complejo de bunkers de la playa, mientras los alemanes se rendían en masa tras conocer la noticia de la muerte de su jefe, el capitán de corbeta Schillinger. Los gudaris habían capturado tres banderas nazis ese día y, por fin, se entregaban a un merecido descanso. Las operaciones en la zona terminaron con la toma de Le Verdon y la capitulación del mando alemán al día siguiente.

EL BRINDIS DE DE GAULLE El día 22 de abril el general De Gaulle llegaba al aeródromo de Grayan y felicitaba a sus mandos y tropas. En medio de la euforia por la victoria, requirió la presencia del comandante vasco, Ordoki. Abriendo una botella de champán, alzó la copa diciendo: «Mi comandante, Francia no olvidará el gesto de coraje y sacrificio hecho por los vascos para la liberación de su tierra».

Así, tras el imponente desfile del 26 de abril, llegó el 1 de mayo y los gudaris recibieron la sorpresiva visita del lehendakari Agirre, recientemente llegado de Nueva York. La alegría fue inmensa. El lehendakari confiaba en la próxima caída del régimen franquista, pero la historia pronto seguiría otros derroteros.

TODA GLORIA NO ES EFÍMERA Transcurridas unas semanas, llegaría el final de la guerra en Europa y la desmovilización del batallón Gernika. Sus combatientes lograron algunos derechos en la nueva República Francesa, aunque jamás pudieron contemplar la anhelada derrota del franquismo que les permitiera volver a casa. Nuevamente las democracias occidentales miraban para otro lado.

En la posguerra honraron a sus muertos, enterrados en el cementerio de Rétaud, y participaron en homenajes con la presencia de antiguos combatientes. Después, con la llegada de la democracia a Euskadi, fueron reconocidos con un monumento a su lucha, allí en Gernika, la villa tan querida por ellos y que había dado nombre a su batallón. Tal vez no fue hasta abril de 2015 cuando recibieron un homenaje de gran repercusión, con la presencia de uno de los últimos gudaris, Francisco Pérez, en el Memorial de la Cota 40, acompañado del lehendakari Iñigo Urkullu y del presidente de Aquitania.

Ahora que se cumplen 75 años de su gesta, es un buen momento para recordarla y que su gloria no sea efímera. En palabras de Francisco, ya fallecido y cuyas cenizas descansan en la playa de Arros: «El mayor enemigo de la memoria no es el tiempo, sino el silencio».

La modificación del Concierto Económico de 1920, una ‘antigualla’ que se actualiza hoy como ayer

EL CONCIERTO ECONÓMICO ES UN INSTRUMENTO VIVO QUE HA SABIDO AMOLDARSE, DE LA MANO DE LAS INSTITUCIONES VASCAS, A LAS CIRCUNSTANCIAS CAMBIANTES, PARA SEGUIR SIRVIENDO DE FORMA EFECTIVA A LOS INTERESES DE LOS CIUDADANOS DE EUSKADI

EDUARDO J. ALONSO OLEA 

UNA de las críticas que se ha hecho al Concierto Económico con más frecuencia, y no solo en los últimos años, ha sido la de ser una antigualla en los tiempos que corren, en pleno siglo XXI. Pues bien, no hace muchos días el Concierto se puso en disposición de ajustarse a los nuevos tiempos, al comercio por Internet o a la recaudación del IVA transfronterizo, en el acuerdo del pasado 11 de marzo, que todavía se tiene que materializar en algunos aspectos.

Pero no es la primera vez que se hace. Es decir, si bien en 1878 Cánovas del Castillo y Manuel María de Gortázar, presidentes del Gobierno y de la Diputación Provincial de Vizcaya, respectivamente, no tenían ni idea de lo que iba a ser Internet o el IVA transfronterizo, el sistema ha sido lo suficientemente flexible como para que, tras 142 años, continúe funcionando.

La minería, a la izquierda, fue un sector de interés para la Diputación y el Concierto S.A.F.

Vamos a ver, entonces, otro momento de crisis en 1920, otro momento en el que se producían todavía muertos por la gripe española, cuando el Concierto Económico fue modificado, con su correspondiente elevación del cupo y el aumento de los tributos sujetos a acuerdo.

El origen de esta modificación parcial, materializada en el Real Decreto de 28 de julio de 1920, fue el problema que se estaba planteando desde 1917 al respecto del cobro del Impuesto de Utilidades sobre empresas extranjeras radicadas en el País Vasco. El Impuesto de Utilidades, dividido en tres tarifas, para entendernos, fue un impuesto creado en 1900, antecesor de los actuales Impuestos sobre la Renta, sobre Actividades Económicas y sobre los Beneficios de las Sociedades. Realmente, la pretensión del Ministerio de Hacienda era recaudarlo a empresas vascas o extranjeras que operaban en territorio común a lo que, lógicamente, se negaban las Diputaciones. Ciertamente, el debate era más de fondo en el sentido de que el Decreto que regulaba el Concierto, a la altura de 1917 era el de 13 de diciembre de 1906, que había fijado las cifras del cupo inalterables hasta 1 de enero de 1927. Pero la Primera Guerra Mundial había provocado una intensa elevación de precios en España, por lo que la cuantía de los cupos, fijada en pesetas de 1906 para veinte años, alcanzaba cantidades menguantes en pesetas de 1917. Así que era normal que la Hacienda del Estado, especialmente necesitada de recursos, mirase con fruición las bases imponibles de sociedades extranjeras o vascas con actividad en territorio común.

El mismo día 14 de diciembre de 1917 en que los representantes de las Diputaciones entregaban el conocido Mensaje al Presidente del Gobierno, García Prieto, en petición de autonomía para la provincias, en un despacho del Ministerio de Hacienda tuvo lugar otra reunión, mucho más discreta, entre comisionados de las diputaciones y del Ministerio de Hacienda. El motivo: la aplicación del Impuesto de Utilidades a las Sociedades Extranjeras, como un primer paso para hacerlo a las vascas que actuasen en territorio común.

CRITERIO DE TERRITORIALIDAD

Para las diputaciones, como para la Hacienda central hasta entonces, nunca había sido importante el lugar de constitución de una sociedad. En su consecuencia estas sociedades pagaban las correspondientes Tarifas de Utilidades a las diputaciones, pero el criterio de territorialidad, de donde estaba domiciliada una empresa, tenía crecientes problemas porque muchas empresas vascas ampliaban mercados en España, Europa y América, debido a la oportunidad que les había dado la Gran Guerra. Así que el Ministerio de Hacienda insistió en que se habían producido abusos en forma de empresas, casi a punto de quiebra que, de repente, reaparecían con capital y negocios ampliados en territorio castellano en donde no tributaban amparadas por el Concierto Económico.

Las opciones para controlar este fraude fueron varias, pero las Diputaciones insistieron en que los cupos eran intocables hasta enero de 1927. Como solución de compromiso, las diputaciones comenzaron a madurar la idea de elevar el cupo al Estado, como compensación a esas bases imponibles que se negaban a transferirle, pero incluyendo también algún impuesto el Concierto. Además, también querían conseguir una declaración formal y ventajosa respecto a las sociedades formadas después de 27 de marzo de 1900, puesto que las formadas antes de esa fecha estaban exentas según el primer punto de conexión establecido en el Concierto en ese año.

El 29 de abril de 1920 se aprobaron diversas leyes, con la firma del ministro de Hacienda, Gabino Bugallal, que elevaban las tarifas de los más variados tributos: la Contribución Industrial, el Timbre, transmisiones hereditarias o la Contribución de Utilidades. Esta profunda reforma de tarifas hacía necesario que el Concierto se actualizase, para lo que había que llegar a un arreglo entre Gobierno y diputaciones. Arreglo que se aprovechó para tratar el asunto de la territorialidad y en el que las diputaciones vieron la oportunidad de clarificar este problema, con ventaja, a costa de pagar un cupo más crecido, al concertar diversas tarifas de los impuestos ahora incrementados. Arreglo que se materializó en el Real Decreto de 28 de julio y en la Real Orden de 30 de agosto de 1920.

Se acordó establecer el principio de territorialidad de la siguiente manera: La sociedad o compañía, lo mismo nacional que extranjera, que opere en territorio aforado, es natural que queda sometida, en cuanto a Utilidades de la riqueza mobiliaria e impuesto del Timbre, a la Ley económica concertada que allí rige, condición que pierde en cuanto extiende su radio de acción más allá de las Provincias Vascongadas.

Sin embargo, en este principio de territorialidad que las diputaciones habían defendido siempre, había un matiz. Ya en su parte dispositiva, se hacía la aplicación del principio, con la frontera temporal del 27 de marzo de 1900; es decir, que las sociedades anteriores a esta fecha estarían incluidas en el Concierto, fuera cual fuese su campo de actuación o fuentes de beneficios.

Para conservar la reciprocidad las actividades de las empresas domiciliadas o constituidas fuera de las provincias, pero que operasen en ellas, se consideraban incluidas en el Concierto. Y por último todas las compañías extranjeras, cualquiera que fuera su fecha de constitución, tributarían por sus actividades en territorio concertado con los impuestos establecidos por las diputaciones; y sus títulos y acciones, siempre que circulasen dentro de las tres provincias y perteneciesen a tenedores vascos, no estarían sujetos al pago del Timbre.

Un mes más tarde, y oídas las diputaciones, se fijaron los aumentos del cupo, al aplicar las leyes tributarias del 29 de abril de ese año. En esta ocasión se integraron dentro del Concierto la Contribución sobre las Utilidades de las Compañías Mineras, y también el impuesto del 3% sobre el producto bruto del mineral. También se incluía en el Concierto el Timbre de los productos envasados. Por todo ello se incrementaban los cupos, desde el 1 de octubre de 1920, en 25.000 pesetas para Araba, 185.000 para Gipuzkoa y 2.290.000 para Bizkaia. Por último, se establecía que las modificaciones que establecían en los impuestos ya concertados las leyes de 29 de abril de 1920 no eran exigibles y, por tanto, quedaban sus cupos invariables hasta el 1 de enero de 1927. Aunque la ley de 29 de abril había sido firmada por Bugallal, en mayo hubo un cambio de Gobierno, por lo que la negociación del detalle del asunto se hizo con otro ministro de Hacienda, el andaluz Lorenzo Domínguez Pascual. Pero no hay que olvidar que el presidente del Gobierno del momento fue Eduardo Dato, con evidentes conexiones con Araba.

Estas subidas se podrían considerar como abultadas. Por primera vez se llegaba a rebasar los 10 millones de pesetas como cupo líquido, de los cuales Bizkaia aportaba bastante más de la mitad. Era lógico este incremento, de hecho la mayoría del aumento del cupo recaía en ella, por ser la provincia en donde se encontraban registradas la mayoría de las sociedades afectadas y, además, de tener una importante actividad minera.

CUPO COMPENSADO 

Sin embargo, estas subidas en términos absolutos no han de engañar. En realidad era un acuerdo ventajoso, ya que se transfería a las diputaciones el cobro de ciertas tarifas de las Utilidades y un impuesto más, el de mineral, por lo que la subida del cupo podría ser compensada.

El impuesto sobre el mineral fue rápidamente establecido por la Corporación provincial vizcaina. Pero lo más curioso fue que las tres diputaciones estudiaron la posibilidad de que la encargada de cobrarlo en las tres provincias fuera la Diputación vizcaina. El razonamiento era el siguiente: el grueso de la recaudación estaría en Bizkaia, que debería adaptar sus servicios a la recaudación del impuesto. Como en Gipuzkoa y en Araba se preveía que sería muy pequeña, no compensaría su recaudación con los gastos para ello. Por eso Bizkaia lo recaudaría y entregaría las cantidades cobradas, menos un 10% por gastos de cobranza.

Vemos por lo tanto cómo, hace un siglo, el Concierto se actualizó para establecer la forma, por lo menos primigenia, de incorporar el principio de territorialidad y qué hacer con las empresas vascas que actuaban en territorio común. Problema que continúa hoy, para lo que hay puntos de conexión, desde aquel original fijado en 1900, o la actividad de la Junta Arbitral del Concierto Económico, o como ha ocurrido en el último acuerdo del 11 de marzo, se ha acordado reconocer a las diputaciones forales como competentes para recaudar el IVA transfronterizo de determinados regímenes especiales, avanzando hacia el procedimiento de ventanilla única promovido por la Comisión Europea. Otra muestra, en definitiva, de que el Concierto Económico no es ninguna antigualla.


Siguiendo la estela de las mentiras de Franco

Un mojón conmemorativo nazi evidencia aún en Eskoriatza que los alemanes fueron aliados de Franco en la guerra

Un reportaje de Iban Gorriti

La mentira tiene las patas cortas y la historia pone a cada mentiroso en su lugar. Es el caso de la negación «oficial» de que la Alemania nazi participó aliada con el bando golpista de julio de 1936 contrario a la Segunda República. Franco, por ejemplo, mintió al señalar a los mineros asturianos y republicanos vascos como autores de la destrucción de Gernika el 26 de abril de 1937, cuando se acabó demostrando que la Luftwaffe ejecutó el bombardeo contra la villa vizcaina junto a pilotos fascistas italianos, y tras el beneplácito de los militares españoles sublevados.

«La España sublevada negó su responsabilidad y su autoría en estos hechos. Tras la guerra, se reconstruyeron edificios encima de las ruinas, pero todavía permaneció una materialidad que evidencia la participación nazi en el conflicto: las estelas de los caídos alemanes en combate», detalla el investigador de la UPV/EHU e integrante de la iniciativa memorialista Memoria Gara de Gasteiz, Josu Santamarina (Urrunaga, 1993).

Y la evidencia continúa ahí. Aún hoy se conservan vestigios materiales de la Legión Cóndor sobre suelo vasco. El ejemplo más claro es una estela alemana que -esto es importante- «por decisión popular», se mantiene en la zona de Zarimutz, un barrio de Eskoriatza. «Quizás en estos días ya es la última y hay que dejar claro que el vecindario decidió que siga ahí. Son importantes las decisiones colectivas a la hora de ver qué hacer con estos símbolos», pide tranquilidad Santamarina, y lo argumenta de la siguiente manera: «Yo estoy a favor de quitarlos, pero decidido en proceso colectivo, me revienta que haya decisiones técnicas o clandestinas con alevosía que los revientan. Deberían poder guardarse y mostrarlos contextualizados en un lugar cerrado».

En el caso de la estela de Zarimutz, el historiador alavés incide en pedir cautela: «El pueblo ha pedido que esté ahí y aunque es una estela que recuerda a un piloto nazi, estiman que es algo que ocurrió en el lugar y que hay que recordarlo quitándole todo significado de loa», defiende en declaraciones a DEIA. Santamarina es coautor de un estudio titulado con humor: ¿Qué hace una estela nazi como tú en un pueblo abertzale como este? Los vestigios materiales de la Legión Cóndor en el País Vasco. La investigación la firmó junto a Xabier Herrero.

El capítulo histórico de lo sucedido aquel 1 de abril de 1937 en Zarimutz es conocido. Son muchos los autores que han recordado el suceso en el que un piloto de la Legión Cóndor era derribado y ametrallado mientras saltaba en paracaídas. Junto a la de Zarimutz han sobrevivido hasta hace breves fechas otras estelas germanas en Urbina -eliminada en 2018- y Larrabetzu. «El caso de Urbina fue curioso porque es un pueblo muy combativo, muy militante», rememora el investigador alavés quien evoca que fueron tres los artilleros gravemente heridos el 31 de marzo y poco después fallecidos.

La muerte de los efectivos alemanes que conmemoran estos memoriales está relacionada con la ruptura del frente al inicio de la campaña en Euskadi. Fuera de este episodio, otra estela ubicada en Larrabetzu -hoy guardada- conmemoraba la muerte del sargento August Wilmsen, abatido tras recibir un disparo al arrojarse en paracaídas, el 1 de junio de 1937.

Santamarina recuerda que «estos vestigios demuestran que los nazis sí estuvieron aquí durante la guerra. Son casos que hablan del carácter incómodo de una materialidad que, si bien homenajeaba a miembros del bando ganador y por lo tanto pertenecía al paisaje de la victoria, evidenciaba una realidad negada: la decisiva participación de la Legión Cóndor en el bando de Franco», pormenoriza el miembro de Memoria Gara, una plataforma ciudadana que ha conmemorado esta semana las jornadas Martxoak 3, relativas a la matanza de Estado ocurrida en Gasteiz aquella fecha de 1976.

«Testimonio vivo» El historiador alavés pide una reflexión porque acabada la guerra, el Estado totalitario de Francisco Franco continuó rindiendo homenajes a la Legión Cóndor. Incluso con posterioridad a 1945, cuando el nazismo había sido derrotado en toda Europa. Hoy, 75 años después de aquel tributo, y casi 84 del golpe de Estado, el caso de la estela nazi de Zarimutz continúa confirmando la actuación de la fuerza aérea alemana al servicio de los generales Mola o Franco.

«Estas estelas son el testimonio vivo del recurso permanente a la violencia y a la mentira que fue un pilar fundamental en la dictadura de Franco» -concluye Santamarina-, «siendo evidencias empíricas que refutan frontalmente las tesis revisionistas que ocasionalmente se intentan imponer». Y es que tal y como dejó escrito el investigador británico Laurence Rees, «la historia no da lecciones ni se repite, solo advierte».

La lucha con la bata blanca

José Luis Arenillas fue jefe de la Sanidad Militar de Euzkadi durante la Guerra Civil; murió fusilado tras dedicar su vida a la lucha por la democracia y la atención a los heridos

Reportaje de Aritz Ipiña Bidaurrazaga

José Luis Arenillas Ojinaga es sinónimo de lucha y compromiso en el ámbito político y sanitario. Trabajó a favor de la obtención de derechos sociales para las clases trabajadoras vascas y, a partir de 1936, en la lucha contra los fascistas sublevados que asolaron Euskal Herria. Último jefe de la Sanidad Militar de Euzkadi pagaría con su vida, al ser fusilado por los franquistas, el haber luchado como médico a favor de la libertad y la democracia de Euzkadi y de la Segunda República.

Hijo de Ana Ojinaga y Eladio Arenillas, José Luis nació el 2 de marzo de 1903 en Bilbao. Tenía al menos un hermano pequeño, José María. Su madre fue maestra municipal del Ayuntamiento de Bilbao en las escuelas de párvulos de Atxuri, Marzana, y Cortes. El hecho de que su familia estuviera en contacto con las clases más populares de la villa y ver cuán duro era su día a día marcó el carácter de José Luis Arenillas, ya que siempre se preocupó por el bien de los demás y, más concretamente, el de los niños y niñas. Prueba de ello es que, una vez que se licenció en Medicina atendía gratuitamente a los hijos e hijas de las prostitutas en el barrio de las Cortes.

Desde 1932 hasta su disolución en 1935 fue militante de Izquierda Comunista de España. Este partido era la sección española de la Oposición de Izquierda Internacional liderada por León Trotski. En 1935, junto con su hermano José María, participó en la fundación del POUM, Partido Obrero de Unificación Marxista, y fue elegido miembro de su Comité Central. Colaboró en el órgano del partido, La Batalla, con diversos artículos y ensayos relacionados con la cuestión nacional vasca y la lucha de clases.

Fue sumamente crítico con el nacionalismo vasco, pero Arenillas no fue menos crítico con aquellas teorías que rechazaban las aspiraciones nacionales vascas por confundirlas con el cuerpo programático del reaccionarismo católico del PNV. “Para la clase obrera, el apoyo a los movimientos nacionales descansa en una necesidad histórica evidente (…), la existencia de EUZKADI NACIÓN. El País Vasco es un hecho social evidente e ineludible pues reúne un conjunto de particularidades que le diferencian, por ejemplo, de Castilla y Andalucía. Euzkadi es un país de capitalismo industrial que posee una lengua milenaria, una cultura, un carácter nacional y demás elementos constitutivos de una nación”.

El golpe de Estado del 18 de julio de 1936 cambió radicalmente la vida de José Luis Arenillas. Un día después, su compromiso en defensa de la democracia y su oposición al fascismo se hizo evidente. Salió voluntariamente de Bilbao y partió a Otxandio como médico en una columna republicana. Su labor en el frente de Otxandio-Ubidea fue encomiable según los testigos de la época.

“Aquel muchacho lleno de juventud, de tinte moreno, con cazadora de cuero, pantalón gris y abarcas navarras, de mirada noble que atravesaba sus gafas, de enérgica y potente voz, consiguió en pocos días organizar un servicio sanitario completo”. Tres días después de su llegada al frente, la aviación sublevada bombardeó Otxandio que celebraba sus fiestas, dejando en la plaza Andicona 57 muertos, la mayoría niños, y numerosos heridos. El médico municipal del pueblo, José Antonio Maurolagoitia, y José Luis Arenillas fueron los responsables de socorrer a los heridos. Arenillas organizó la evacuación de heridos, que debió de ser extraordinaria, ya que en pocos minutos solo quedaron en la plaza los cuerpos de los muertos, logrando salvar a numerosas personas.

Su labor organizadora llegó a oídos de José Antonio de Aguirre, que fue nombrado lehendakari el 7 de octubre de 1936. Una semana después, el 13 de octubre, el doctor Fernando de Unceta fue designado Jefe Superior de Sanidad Militar. El staff del cuerpo lo completarían Ceferino de Jemein, secretario general; José María Bengoa, secretario particular, y José Luis Arenillas, inspector general de Sanidad Militar, nombrado directamente por el propio lehendakari Aguirre.

La Sanidad Militar estuvo formada por más de 4.000 personas, de las que tenemos identificadas y clasificadas en estos momentos a más de 2.400. Entre ellas encontramos médicos, practicantes, enfermeros y enfermeras, camilleros, acemileros, conductores de ambulancias y vehículos, cocineros o encargadas de la limpieza. Las competencias de Sanidad Militar abarcaban los servicios sanitarios hospitalarios de vanguardia y retaguardia, los servicios médicos en los batallones, los centros de venereología o epidemiología, los servicios antigás, los tribunales médicos-militares o la intendencia sanitaria, entre otros.

Como inspector general de Sanidad Militar, Arenillas tuvo que lidiar con múltiples responsabilidades. Sobre él recayó el nombramiento del personal sanitario de los batallones, organizar la inspección sanitaria de los cuarteles donde se alojaba la tropa y ordenar la evacuación de hospitales.

El 14 de junio de 1937, con el Cinturón de Hierro roto y con las tropas franquistas cerca de Bilbao, se produjeron una serie de deserciones en el Cuerpo de Ejército Vasco. Varios altos responsables políticos y militares huyeron de noche con alevosía en un barco fletado para civiles a Francia, encontrándose entre ellos el jefe superior de Sanidad Militar, Fernando Unceta.

La caída de Bilbao La huida de Unceta supuso un duro golpe para la moral de los responsables de Sanidad Militar, ya que mientras estos, entre los que se encontraba Arenillas, luchaban desesperadamente por organizar evacuaciones de heridos a Santander o a Francia y replegar material sanitario hacia el oeste, su máximo responsable huía escondido entre mujeres y niños.

La conquista de Bilbao y las poblaciones cercanas a partir de mediados de junio de 1937 destrozó la Sanidad Militar de Euzkadi, ya que a la pérdida de los grandes hospitales situados en la capital había que añadir también los hospitales de retaguardia donde se recuperaban los heridos. La carencia de material sanitario, como por ejemplo vehículos, equipos quirúrgicos o gasas fue una constante hasta la rendición en Santoña.

A esto había que añadirle también la pérdida de capital humano. Muchos sanitarios destinados a batallones o a hospitales fueron capturados o desertaron durante estos días, por lo que hubo que reorganizar nuevamente el servicio de Sanidad Militar, recayendo este deber en José Luis Arenillas, que fue ascendido el 16 de junio a jefe de Sanidad Militar y adscrito al Estado Mayor del Ejército.

El mismo 19 de junio, fecha de la ocupación de Bilbao, abandonó la capital, habiendo redactado una orden general reorganizando lo que quedaba de Sanidad Militar. Su primera medida fue la de nombrar nuevos responsables sanitarios de las cinco divisiones, inspectores higiénicos, cirujanos, jefes de odontología, farmacia, ortopedia, otorrinolaringología… Las órdenes sobre estos fueron claras, debido fundamentalmente a lo urgente de la situación: “A todos los designados jefes de sección hago responsables del funcionamiento de los servicios que se les encomienda, dejándoles amplia libertad para desarrollar sus iniciativas”. También se crearon dos zonas hospitalarias ubicadas en Sopuerta, donde se situó la nueva jefatura, y Karrantza. Esta orden general terminaba con una breve frase que resume la situación crítica en la que se encontraba Sanidad Militar y el carácter de su nuevo responsable: “Por razones de humanidad, excito (sic) a todos a que extremen su celo en el cumplimiento de su deber, haciendo esfuerzos sobrehumanos para lograr la debida articulación de los servicios de Sanidad, cuyos elementos, actualmente dispersos y desmoralizados, deberán reajustar rápidamente en persecución de los fines que se indican”. Gran parte de la labor desarrollada por Arenillas, entre el 19 de junio y finales de agosto, consistió también en organizar la evacuación de heridos a Santander y Francia, y solicitar que llegase nuevo material sanitario o higiénico. La meticulosidad de su trabajo queda reflejada en los abundantes listados de heridos de los que disponía, así como de médicos disponibles o que habían desaparecido tras la captura de Bilbao. Esta labor debió de ser extenuante, ya que en las fotografías disponibles de él se aprecia un gran desgaste físico.

Capturado en la mar José Luis Arenillas fue capturado por los franquistas en alta mar tras partir de Santoña de una forma reglamentaria, debido a su cargo en el Estado Mayor del Ejército. Fue conducido a la cárcel de El Dueso y allí juzgado sumariamente junto a otros compañeros. En una farsa de juicio, fue acusado de ser el fundador del POUM en Bizkaia y ser el jefe de Sanidad Militar, hechos que con gran dignidad nunca negó, es más, manifestó que el propio José Antonio de Aguirre le había nombrado inspector general de Sanidad. El 16 de septiembre de 1937 fue condenado a muerte.

Juan de Ajuriaguerra, presidente del BBB, realizó un pacto con Arenillas en la cárcel de El Dueso: si uno de los dos era fusilado debía de hacer lo posible para preparar su última entrevista. Ambos se reunieron el 17 de diciembre, hablaron de sus vidas, de su pasado y de su derrota. Ajuriaguerra le habló de Dios y del más allá, pero Arenillas le manifestó que no podía renegar de lo que había sido su camino durante gran parte de su vida y le contestó que convertirse ahora, agachar la cabeza ante ese Dios, sería como reconocer que había engañado a esos queridos camaradas que le habían seguido. Ajuriaguerra le manifestó: “Cuando le vayan a matar, acuérdese de mí. En ese momento estaré rezando por usted”.

Tras ello le entregó una carta. En ella además de transmitirle que moría satisfecho de haber cumplido con mi deber como hijo de Euzkadi y adicto a la causa de los trabajadores, le pedía que cuidase de su madre de 65 años, Ana Ojinaga Madariaga, maestra municipal destituida del Ayuntamiento, que le diese aliento esperando que apareciese su hermano José María Arenillas, asesinado supuestamente por miembros del PCE en Asturias, y que hiciese llegar estas breves líneas a su mujer en Francia, ya que sin duda le servirían de consuelo en su desgracia.

El 18 de diciembre de 1937, José Luis Arenillas Ojinaga, de 34 años, fue fusilado en el cementerio de Derio, satisfecho con el trabajo desempeñado hasta su captura, dejando una madre en el exilio y destituida, un hermano asesinado en Asturias y lo más duro de todo, una mujer embarazada en Francia.