Vitoria-Gasteiz en la Edad Media: una ciudad intercultural

Vitoria estaba habitada a comienzos del siglo XVI por unas 4.500 personas, que hablaban en euskera, castellano, latín y hebreo, como exponente de su riqueza cultural

Un reportaje de Ernesto García Fernández

LA publicación del libro Urbanismo, patrimonio, riqueza y poder en Vitoria-Gasteiz a fines de la Edad Media e inicios de la Edad Moderna, por la Diputación Foral de Álava en 2018, permite a los amantes de la historia conocer mejor cómo vivían los vitorianos a finales de la Edad Media. Voy a entresacar algunas noticias del capítulo titulado Las élites de la ciudad de Vitoria a fines de la Edad Media y en el umbral de la Modernidad: patrimonio, fortuna y modos de vida, que se corresponde con las páginas 33-274 del libro.

Vitoria a comienzos del XVI era una población habitada por unas 4.500 personas. En sus más de cuarenta aldeas vivían otros 4.500 habitantes. El 63,11 por ciento eran calificados de hidalgos y el 36,88 por ciento de labradores. En la ciudad de Vitoria residían gentes cristianas con dedicaciones profesionales diversas. Sobresalían los mercaderes, médicos, notarios, clérigos y artesanos.

Los judíos ya habían sido expulsados de la ciudad en 1492. Quienes se quedaron se vieron obligados a convertirse al cristianismo. La Inquisición los siguió teniendo en su punto de mira. Hubo hijos de clérigos que llegaron a ser doctores en Medicina (Pedro de Gámiz).

Cultura y lenguas Vitoria entre mediados del siglo XV y del XVI fue una población cuatrilingüe donde el euskera, el hebreo, el latín y el castellano eran hablados por distintos segmentos sociales de sus vecinos. La lengua dominante era el castellano. El uso del latín se restringía a los clérigos y a quienes se habían formado en la universidad. El hebreo no era desconocido por los judíos vitorianos. La ciudad era un punto de referencia cultural que atraía a estudiantes del entorno. Estos alumnos se formaban en la casa del maestrescuela municipal y en las de otros escribanos, bachilleres y licenciados. Igualmente hay que significar en el plano cultural y religioso la Colegiata de Santa María, a donde llegaron a estudiar personas de otras tierras vascas, y los conventos de San Francisco y Santo Domingo de Vitoria, donde hubo frailes maestros encargados de instruir a los novicios. Quienes desearan obtener una titulación superior (bachiller, licenciado o doctor) debían desplazarse a las universidades castellanas (Salamanca, Valladolid y Alcalá de Henares), italianas o francesas.

Miembros señalados de las elites urbanas contaron con libros en sus casas. Se trataba de libros de Derecho, Medicina, eclesiásticos, de carácter enciclopédico, etc., escritos en latín o en castellano. Sobresalían obras literarias de Juan Boccaccio, Erasmo de Rotterdam, Antonio de Nebrija y médicas del maestro Julián, Alonso Chirino y Johannes Kethan.

El euskera era una lengua común entre la gente del pueblo. Las mujeres desempeñaron un papel fundamental en su transmisión. Hay anécdotas que revelan su conocimiento por las gentes más acomodadas. El vitoriano Pedro de Bilbao, de origen judío y hermano del dueño de la Casa del Cordón, dio una paliza a Juancho, su criado guipuzcoano, porque había hablado con desprecio de la comida servida por unos parientes judíos de su amo. El criado había hecho comentarios negativos en vascuence de los alimentos, a causa de la diarrea que padeció.

El fracaso del consulado En Vitoria los mercaderes conformaron una corporación socio-profesional que fue capaz de reivindicar en 1498 una nación mercantil propia para Álava, al estilo de las de Vizcaya y Burgos. A tal efecto, instrumentalizaron políticamente al Ayuntamiento de Vitoria y a las Juntas Generales de Álava, donde ocuparon ellos o sus familiares los puestos dirigentes. Los Reyes Católicos, al principio, hicieron caso a sus demandas, pero ante las protestas del Consulado de Bilbao dieron marcha atrás. Los mercaderes alaveses permanecieron en la nación vizcaína y desde 1511 formaron parte del Consulado de Bilbao. Los mercaderes vitorianos exportaban hacia Flandes entre el 3,3 y el 4% de las sacas de lanas que salían de Castilla.

Las viviendas y la vida doméstica Los palacios y casas de Vitoria solían disponer de huertas, parrales o jardines para disfrute y aprovechamiento de sus propietarios. Hoy en día en el lugar donde estaban las antiguas casas de los Maturana junto al cantón de Anorbín (Palacio del Marqués de la Alameda), en el Palacio de Aguirre (Montehermoso) y en el Palacio Escoriaza-Esquível, propiedad del prestigiado médico don Fernán López de Escoriaza y de su mujer Victoria de Anda Esquível, aún perviven los patios o jardines. Los arquitectos de los principales palacios levantados en Vitoria a principios del XVI eran vascos. En las obras del Palacio de los Álava trabajó el maestre cantero vizcaino San Juan de Arteaga, natural de la comarca de Busturia. En la campiña de la Llanada Alavesa había casas construidas de un modo similar a como lo hacen en Estados Unidos y Canadá los amish, una comunidad religiosa protestante.

La decoración y los artículos existentes en las casas y palacios medievales de las elites vitorianas descubren elementos de practicidad y revelan signos de distinción económica, de elegancia y de preeminencia social. Había casas de mercaderes, la de Diego Pérez de Legarda, con puertas de vidrieras historiadas con figuras de la Trinidad, la presentación del Templo, el Ayuntamiento, San Gregorio y los tres Reyes Magos. En las casas de algunas familias se han registrado instrumentos musicales de cuerda (laúdes y vihuelas), retablos, imágenes de la Virgen María y representaciones religiosas en lienzos y tapicerías. Los motivos vegetales, animales y heráldicos fueron comunes en las tapicerías, mantas y antepuertas distribuidas en paredes y puertas. Un miembro de la familia Estella tuvo en una pared de la cámara principal de su casa un lienzo con dibujos historiados del emperador Trajano. Hubo familias que adquirieron y conservaron cartas pintadas, obras de arte muy apreciadas en Europa. En una de ellas había un dibujo de la ciudad de París.

El estilo de vida El estilo de vida de las elites sociales de la ciudad no era en lo fundamental muy diferente. Ahora bien, ni el nivel de confort, ni la coincidencia de gustos fueron los mismos. Había hombres con barba y otros que se la rasuraban. Los hombres y mujeres acumulaban en sus casas un mayor o menor número de trajes, cofias, tocados, sombreros, alhajas y joyas, cuyo valor y vistosidad eran objeto de distinción social. Las ropas lujosas provenientes de Londres y de los Países Bajos, y las joyas de las mujeres de azabache, oro, plata, jacinto, zafiro, calcedonia, coral, ámbar, rubí o diamante anunciaban gustos distintos entre unas y otras familias. Hubo familias que llenaban de color las salas y habitaciones de sus casas con tapices y antepuertas llamativas, a menudo llenas de representaciones de figuras vegetales, animales o historiadas. En las casas de estas familias se encontraban joyas relacionadas con la devoción religiosa de sus moradores, en particular rosarios. Los símbolos heráldicos de estas familias se incrustaban a veces en copas de plata.

En las casas, las arcas de roble o de pino eran mayoritariamente los puntos de almacenamiento de los utensilios y ropas familiares. Hubo también armarios y escaparates importados desde Flandes. Las características de los tapices, antepuertas, mantos, alfombras, ropas de cama, vestidos y trajes de unas y otras familias tenían especificidades. Los braseros, candeleros, candiles, orinales, escobillas de limpieza, espejos y excepcionalmente los relojes eran instrumentos presentes en las casas de los vitorianos. Miembros destacados de las elites vitorianas fueron propietarios de relojes de pared, de pie o manuales, y contaban con escribanías en sus escritorios. Algunos vecinos de Vitoria poseían armas ofensivas (blancas y de fuego) y defensivas, pese a no dedicarse al oficio de la caballería, sino al comercio o a las letras.

mujer y violencia de género La mujer ocupaba en esta sociedad una posición bastante marginal en un contexto social en el que su protagonismo en la vida económica y política prácticamente no existía, con salvadas excepciones. Ninguna mujer vitoriana se formó en la universidad y de muy pocas tenemos constancia de que supieran escribir. Las mujeres casadas trabajaban habitualmente en la casa desarrollando las labores domésticas. Las más acomodadas contaron con una o varias criadas a su servicio. Entre esas labores se incluían la limpieza, la comida, la organización de la casa, e inclusive la confección de algunos tejidos y de ropa para la familia. Quienes se dedicaban a vender fruta o pan solían ser fruteras o panaderas. Las costureras de lienzo eran un oficio bastante demandado en la ciudad. Era normal que las jóvenes solteras trabajaran de peonas en la construcción. Su salario, sin embargo, era la mitad que el de los hombres peones.

La violencia mortífera del hombre para con la mujer aparece documentada en esta época. Catalina Ibáñez de Marquina fue asesinada por su marido Juan Pérez de Lequeitio el 2 de junio de 1530 por una presunta infidelidad y en 1480 Juan Martínez de Buendía degolló a su esposa Teresa Sánchez de Bilbao. El apuñalamiento de Catalina produjo en Vitoria una enorme conmoción. Catalina pertenecía a una familia rica de mercaderes y su marido Juan era el procurador general de la ciudad de Vitoria. Las presuntas relaciones de Catalina con Álvaro Osorio, mayordomo de la reina de Francia, tuvieron nefastas consecuencias para Juan que fue condenado a muerte por los jueces. Una muerte horrenda: ser introducido en un cuero cerrado junto con un gallo, un gato y un simio, y tirado al fondo de un río hasta ahogarse.

Estos son algunos retazos informativos del capítulo del libro citado.

García Fernández, Ernesto, García-Gómez, Ismael y Rodríguez Fernández, José. Urbanismo, patrimonio, riqueza y poder en Vitoria-Gasteiz a fines de la Edad Media e inicios de la Edad Moderna. Edit. Diputación Foral de Álava, Vitoria-Gasteiz, 2018, pp. 33-274.

Sabino Arana y el euskera: ¡Qué dijo y qué dicen que dijo!

El padre carmelita Lino Akesolo afirmó en su día que no se puede conocer en toda su dimensión a Sabino Araba Goiri sin conocer su faceta como estudioso del euskera

Un reportaje de Gotzon Lobera Revilla

Desde que Sabino Arana toma conciencia sobre su situación respecto del euskera quedó avergonzado por no saber el idioma original de los vizcaínos y empezó a corregir ese vacío.

La situación social del euskera se le presenta como un espectáculo doloroso: el euskera, lengua originaria de los vascos, no tiene en su propio pueblo el nivel social ni la dignidad que por derecho le corresponde. Entonces, Sabino decide cambiar esta situación: quiere dar a la lengua vasca el lugar que le corresponde.

Para ello, Arana estudia e investiga el euskera, y, además, lo divulga. Lo hace en ambos ámbitos, sobre todo por el impulso que dio al euskera: la Resurrección Vasca (Euskal Bizkundea) posterior se debe a Arana. Hay pocos que no le hayan reconocido este mérito.

Sabino de Arana y Resurrección María de Azkue, junto a otros actores, en la representación de ‘Vizcay’tik Bizkai’ra’. Fotos: Sabino Arana Fundazioa

Realiza estudios profundos y los publica en revistas vascas o por su cuenta. Mencionaremos aquí Tratado etimológico de los apellidos euskéricos (inacabado, y, según Mitxelena, obra profunda e ilustrativa), Egutegija (el primero de pared), y Umiaren lenengo aizkidia (1897), trabajo en que encontramos al Arana renovador, estudioso y crítico exigente.

En sus Lecciones de ortografía del euskera bizkaino establece pautas sobre la influencia de la fonética en el metro vasco.

Por otro lado, Arana no es un seguidor ciego de Larramendi o de Astarloa. Así, Koldo Mitxelena, dice que el trabajo de Arana sobre el euskera no está bien estudiado. Según él, a menudo se le atribuyen opiniones que no son suyas. Le parece que sería muy útil separar las opiniones que se le atribuyen a Sabino de las suyas propias.

Larramendi encuentra un crítico severo en Sabino. Este criticará con rigor el trabajo de aquel, sobre todo por la necesidad de aquel de dar equivalentes en euskera a muchas palabras del castellano. Por ello, criticará igualmente el diccionario de Aizkibel. Y considera vergonzante el diccionario de Novia Salcedo.

Astarloa también encuentra un crítico en Sabino. De hecho, si rechaza y critica el vocabulario de Novia, lo hace porque cree que este sigue en exceso a Astarloa.

Para el hijo de Abando, las palabras no permanecen estáticas, experimentan variaciones por influencia de determinadas leyes. Arana no cree en la supuesta pureza del euskera.

Además, creará sus propias revistas y escribirá en ellas. Arana solo o en compañía de sus seguidores. Y lo encontraremos solo desbrozando los primeros caminos, en acciones singulares sobre el euskera, con nuevas ideas y por nuevos caminos. Veamos algunos de ellos:

Reforma de la ortografía

Se dice que realizó innovaciones contra los castellanoparlantes. De ahí la necesidad de crear nuevas palabras, de ahí una nueva ortografía especial para el euskera, de ahí el nuevo nomenclátor: la conducta de Arana es de pura soberbia.

Esta creencia tiene más de prejuicio interesado que de juicio riguroso. Por ejemplo, realizó la renovación y adecuación de la ortografía porque lo vio necesario: porque había que unificar los distintos tipos de ortografía que se utilizaban. Hoy en día no son pocos quienes creen erróneamente que había una única ortografía entre los escritores vascos, consolidada desde antiguo.

Esta creencia es falsa. Así, dicen que la letra k nunca se había utilizado en euskera hasta Arana. La verdad es que los escritores de Iparralde la utilizaban desde el siglo XVI. También era profusamente utilizada en Bizkaia, empezando por el bilbaino Juan Mateo Zabala (1777-1840) y el arratiarra de Area tza Pedro Antonio Añibarro (1748-1830).

Los esfuerzos de renovación de la ortografía vasca se iniciaron en Iparralde durante el siglo XIX, pero, aunque todos quisieran la unificación, no se conseguía, ni entre los mismos de Iparralde ni mucho menos entre los de Hegoalde y los de Iparralde. En esta situación aparecen los intentos de Arana, de Azkue y las asambleas transfronterizas de principios del siglo XX.

¿Y la letra h? Aquí también existe una opinión equivocada. Muchos creen que Arana odiaba esa letra. También esta es una falsa creencia. No, no quitó esta letra al dialecto que ya la tenía, pero no se la impuso al que no la tenía.

¿Y Euzkadi? Este nombre genera no pequeños líos y controversias. Algún erudito internauta asocia euzko con eguzki (sol), y dice que incorpora el sufijo -di para dar la idea de pueblo y tierra.

Evidentemente, este internauta es capaz de andar por el espacio, pero ni se acerca a las bibliotecas terráqueas. ¿Era tan complicado acudir al primer número de la revista Euzkadi, donde el hijo de Abando propone su terminología? Evidentemente, euzko nada tenía que ver ni con el sol, ni con la luna, ni con nada astral.

Se dice que el sufijo -di está mal utilizado, que no se usa más que en las plantas, que la z es inventada por Arana, que no ha sido utilizada anteriormente por nadie, que ya tenemos el nombre de Euskalerria, un nombre originario.

Acerca del sufijo -di, este ha sido usado en ámbitos que nada tienen que ver con las plantas. Joanes Etxeberri de Ziburu (siglo XVII) utilizó gizondia y uhindia. Euzcadia fue creada por Eusebio María Azkue antes del nacimiento de Arana, con otro sentido, es cierto, pero utilizando el sufijo -di en un ámbito que nada tiene que ver con las plantas.

Por último, acerca de la -z, encontramos Heuzcara y Heuzcaldun, en el siglo XVIII, en Iparralde. Así, con h, y con z. Arana aquí tampoco está solo, ni es el primero en utilizar dicha grafía.

Nomenclátor

El Nomenclátor de Arana recibió múltiples y acerbas críticas. Apareció en su calendario, no con la intención de traducir al euskera los nombres castellanos, sino para dar forma vasca a esos nombres.

Si se quería que el nombre distinguiera entre mujeres y hombres, se necesitaba una norma. Y Arana creó una. Él sabía que esta innovación encontraría grandes inconvenientes. Es de entender que a los que estaban acostumbrados a los nombres castellanos del sur del Bidasoa se les hiciera duro poner a los hombres nombres similares a los de mujeres. Por eso, puso otros finales a los nombres: Sabin, Mikel, Andoni, Iker…

En cuanto a estos nombres masculinos con terminación en -a, estos han sido muy utilizados por los escritores de Iparralde. El libro más editado en Iparralde es Ejerzizio. En la edición de 1857, encontramos Tita, Satira, Salma, Kalista, Sixta, Hipolita, Dominica… Tenemos otra buena cosecha en libros de los siglos xviii y xix: Moisa, Dositea, Anselma, etc. De los que tienen otro final también hay una buena cantidad: Seberin, Paulin, Sabin, Justin, etc. No está, pues, Arana solo y no resulta tan original ni tan exótico.

Hoy en día, el uso de los vascos ha dado la razón a Sabino Arana. ¿Son extraños los nombres de Joseba, Gotzon, Kepa, Mikel, Jone, Edurne, Koldo, Josu, Josune…? Es más, ¿no son cada vez más habituales, incluso entre los castellanoparlantes, los nombres de Iñaki o Iker?

A Arana se le ha achacado purismo, excesivo purismo. Arana crea nuevas palabras, no tantas, puesto que en cada publicación en que aquellas aparecen las enumera. Y muchas de las creadas por Arana siguen muy vivas: aberri, abertzale, abixen, azkatasun, euskeltzale, erdeltzale, garagardo, idatzi, zenbaki, etc. Decir que lo que Arana Goiri ha hecho en esta materia ha sido siempre perjudicial es decir demasiado.

Clima social y unificación

A comienzos del siglo XX, las asambleas de los de arriba y abajo del Bidasoa no tenían nada que ver con el euskera unificado, sino con la escritura u ortografía vasca. Y Arana estuvo presente en ellas. Lo que no se consiguió en aquellas asambleas, la unidad ortográfica, se consiguió más tarde, cuando se creó Euskaltzaindia, y, en gran medida, por el camino mostrado por Arana.

El problema de hacer el euskera más unificado lo anunció y explicó Arana en otra ocasión, cuando expresó su opinión sobre el nivel y situación que se debía a nuestra lengua en el ámbito social. Quiere que el euskera se convierta en la lengua de todos los vascos, en una lengua con todos sus derechos y para todas las funciones.

El euskera deberá implantarse en todas las escuelas, desde las inferiores hasta las superiores, en todas las asambleas y reuniones populares y en todos los documentos sociales. Y después de la idea, la acción, la acción para llegar al objetivo que se ha puesto: crear escuelas vascas, editar libros, difundir las canciones vascas, publicar revistas, en primer lugar, bilingües; luego, en euskera.

Por el camino de Arana discurre la acción de hoy: educación en euskera, redacción de los documentos oficiales en euskera, poner nombres vascos a los recién nacidos…

Y no olvidemos Euskaltzaindia. Para Arana, el principal cometido de una academia de la lengua vasca era trabajar, enriquecer y limpiar el euskera.

La muerte de Arana se produjo cuando Azkue publicaba su gran diccionario en Francia, y, aunque no era aranista, nos dejó dentro del diccionario el dolor que le generó la muerte de Sabino Arana, y su reconocimiento hacia él: “Malogrado y profundo vascófilo Arana Goiri”, dice en la introducción de la letra N.

Años más tarde, en un discurso sobre la poesía vasca, Azkue se pregunta a quién debía él que impartiera conferencias sobre música vasca, y a quién se debía la resurrección vasca: se debía al difunto Sabino Arana Goiri.

Después de la muerte de Sabino Arana, tanto Kirikiño como Orixe, ensalzan la labor del hijo de Abando en la recuperación del prestigio social del euskera. Terminemos con estas palabras de aita Luis Villasante, nada aranista, como final: “Él ha aportado sobre todo una fuerza. Una fuerza que se siente realmente presente y que ha sacudido hondamente la conciencia del país, impulsando a los vascos al trabajo por el cultivo y vida del viejo idioma”.

El maqui que desfiló en París junto a De Gaulle

La trayectoria del gudari Kepa Ordoki, que marchó en la capital francesa tras la derrota de los nazis, fue tan excelsa que a veces realidad y exaltación se confunden

Un reportaje de Iban Gorriti

a la hora de escribir la Historia, los investigadores deben ser muy cautelosos. ¿Dónde cohabita la delgada línea roja entre la épica magnificada y la información aséptica contrastada? Cada día desciframos ejemplos más cercanos a la primera enunciación que a la segunda. Una muestra de ambas es la notable vida de Ordoki, gudari que se llamó bien Pedro o Kepa, nacido en Irun en 1913 y fallecido en Baiona en 1993. La labor de este militante de ANV fue tan excelsa que en ocasiones aquellas personas que loaban sus odiseas acababan en el filo de la verdad.

Desfile de las tropas aliadas en París tras la liberación de la capital francesa de la ocupación nazi.Foto: Efe

Antes de trasladar la impresión que personas vivas aún conservan sobre este mando de los históricos batallones vascos San Andrés y Gernika, y que acabó desfilando con Charles de Gaulle en París al vencer a los nazis, resumimos palabras que firmó desde el exilio venezolano Mario Antelo. A su juicio, Ordoki “fue incluido en unas 50 listas de fusilamientos, pero su ejecución siempre fue aplazada por diversas circunstancias”. Lo publicaba en un texto de 1945 en el que también aportaba otras cifras, cuando menos, llamativas. “Fue tres veces detenido por los alemanes” y consiguió fugarse. En una ocasión, los nazis “le obligaron a comer siete ejemplares del periódico clandestino Combat que llevaba consigo”. ¿Verdad o gloria?

El gudari portugalujo José Moreno fue uno de sus soldados, cuando Ordoki estaba al frente de la unidad San Andrés. “Recuerdo muy bien a Ordoki. Era un hombre, como se decía entonces, con muchos huevos. Era de carácter serio y muy buena persona. Le recuerdo cuando estábamos luchando en una ermita de Balmaseda. Él acabó escapándose y cogieron su testigo dos de Erandio, Juantxu y un tal Bilbao”, evoca Moreno, y pone énfasis en que le rindieron un homenaje en vida en Bermeo. “Comimos en el batzoki y allí fue la última vez que le vi, en aquel Gudari Eguna”, concluye el jarrillero que el 10 de noviembre cumplirá 101 años.

Ayuda a refugiados El gudari del batallón Gernika Francisco Pérez Luzarreta falleció el pasado diciembre a los 96 años. Poco antes de su despedida, narró a DEIA que en Pau se encontró con el afamado comandante Kepa Ordoki. “Era de ANV como yo, y venía con un grupo de vascos que estaba formando una unidad para luchar contra los nazis e intentar recuperar la República. Le pregunté cómo lo íbamos a conseguir, pero allá que fuimos”, aseveró.

En 1977 este diario entrevistó al comandante y le cuestionó la razón de luchar contra los nazis. Respondió tajante: “Porque yo era y soy nacionalista y antifascista cien por cien. Había visto aquí los barcos de guerra alemanes y sabía cómo se comportaban. Bien, el caso es que me lancé con unos compañeros a las montañas. Allí vivíamos camuflados y ayudábamos a cruzar la frontera a la gente que quería escapar de los nazis: a algunos los cogían luego los franquistas y los metían en el campo de concentración de Miranda. Había franceses, españoles y vascos conmigo. En el año 43 pedí al Gobierno vasco que me enviara a todos los vascos de la zona de Biarritz y con ellos organicé la Brigada Vasca”.

Después de mucho tiempo pegando tiros y pasando hambre, los de Ordoki entraron a formar parte del ejército regular de Francia, de Charles de Gaulle. Fue un acuerdo del Gobierno vasco y el galo. “Nos mandaron -respondía Ordoki- al frente. Nosotros íbamos con uniforme francés, pero con la ikurriña: nunca llevamos la bandera francesa. Sí, es verdad que me dieron la cruz de guerra, a otros compañeros también. El propio De Gaulle vino a felicitar a la Brigada Vasca por su comportamiento en la guerra. Nos mandaron desfilar por París”, detalló. Pero puso énfasis en que “yo estaba allí, pero nunca quise ir. Tampoco quería que me pusieran la cruz de guerra”.

Rendición nazi En la línea del frente, Ordoki era de pocas palabras, según defiende el gudari del batallón Gernika Miguel Arroyo, burgalés residente en Baiona. “Ordoki era parco en palabras y nunca hablaba de política. El sargento Carlos Iguiniz, también irundarra, siempre le acompañaba. Yo siempre estaba entre los primeros hasta el final de la Pointe de Grave donde se rindieron muchos alemanes”, trasmitía en 2016 en declaraciones a este medio.

Mario Antelo, desde Venezuela, recordó también el sino de los allegados del comandante. “Su familia, apresada en el barco Galdames en viaje de Francia a Euskadi, se hallaba igualmente encarcelada. Una hermana de 22 años pasaría siete en las cárceles de Saturraran, Burgos e Islas Canarias; otra hermana, de 15 años, dos en las de Saturraran y San Sebastián, y sus padres, dos años y medio en diferentes prisiones, sin otro delito que ser sus familiares. ¡Así era la justicia de Franco!”, enfatizaba.

A su entender, el relato de acciones como las de Kepa Ordoki nos invita a la reflexión y a preguntarnos si hemos sabido corresponder a aquel espíritu de lucha y de sacrificio contando estas historias. “¿No nos moverá la lectura de estos hechos a una curiosidad para editar sus biografías? ¿No creéis que los que pasaron por tales penalidades tienen derecho a no ser olvidados?”, concluye.

Pello María de Irujo Ollo: Historias de amistad y exilio

Pello María de Irujo vivió en primera persona la historia del nacionalismo vasco en buena parte del siglo XX, empezando por su época de estudiante en Lekaroz, siguiendo por los años duros de la Guerra Civil y el exilio en Argentina, y culminando con su regreso a Euskadi. Su hermano Manuel lo definió como “el arquetipo del resistente vasco”

Un reportaje de Mikel Ezkerro

Pello es el arquetipo del resistente vasco. Puede haber quien lo iguale, pero nadie que lo supere” (Manuel de Irujo). Escribir objetivamente sobre un amigo es difícil. Hacerlo sobre el mejor amigo de uno en la vida, y Pello Mari Irujo Ollo lo fue, es aún mucho más complejo.

Cuando en abril de 1949, con 39 años, pisó suelo argentino, debieron haber pasado por su cabeza, como si fuese una película, una serie de hechos que marcaron su vida hasta ese momento.

Recordaría la infancia en la casa familiar de Lizarra-Estella, Nabarra, donde su hermano mayor, Manuel, que le llevaba veinte años de diferencia, fue como su segundo padre, ayudando a la madre. Su progenitor, el doctor Daniel de Irujo Urra, que fue abogado defensor de Sabino de Arana Goiri en 1896 y 1902, falleció cuando Pello Mari tenía poco más de 1 año.

Pello Mari y Andrés Irujo Ollo, en la terraza de la Casa Irujo en 1936.Foto: Archivo Irujo-Amezaga

Le vendrían también a la memoria recuerdos de su etapa de estudiante en el colegio de los Capuchinos de Lekaroz. Durante esa época, en noviembre de 1930, se convirtió en uno de los primeros afiliados en Nabarra del naciente partido abertzale Euzko Abertzale Ekintza-Acción Nacionalista Vasca (EAE-ANV). En 1935 se graduaría en Madrid como abogado.

Llegando a Argentina, también tendría muy presente su actuación en Gipuzkoa, entre julio y septiembre de 1936, en los primeros momentos de la guerra incivil, cuando aún aquel territorio estaba bajo el control de la República. Y su participación en misiones de salvaguardia física de personas afectas al levantamiento franquista cuya vida corría serio riesgo, como en el caso del arzobispo de Valladolid, monseñor Gandasegui, un hecho que fue recogido por el canónigo Alberto Onaindia en su libro Hombre de paz en la guerra.

Igual que recordaría su detención en alta mar, en septiembre de 1936, por los franquistas y su posterior enjuiciamiento por un tribunal militar franquista que lo condenó a una pena de muerte. Esta decisión de los insurrectos haría que, entre otros, personalidades de América Latina pidieran la conmutación de esa pena capital, aunque no pudieron evitar que la condena le mantuviera en capilla durante más tres años, hasta noviembre de 1939. Tras ello, la estancia en prisión hasta 1943, cuando fue puesto en libertad, con la prohibición de residir en los cuatro territorios de Hegoalde.

Este exilio le alejó de su Patria y le llevó hasta Cuenca donde mataba el tiempo leyendo novelas de Pío Baroja. Fue allí donde recibió una tarjeta, firmada por Juan -en realidad Juan de Ajuriaguerra, líder del Partido Nacionalista Vasco-, que le invitaba con la frase bailar un vals a sumarse a la Resistencia Vasca.

Clandestinidad Pello Irujo sin duda recordaría, cómo tras esa invitación, pasó de inmediato a la clandestinidad en Madrid, formando parte de un grupo de patriotas vascos encabezados por Joseba Rezola, grupo del que asumiría su jefatura, entre 1944 y 1946, tras la caída de Rezola. Toda una época repleta de hechos propios de una novela, que le obligaron a pasar a Iparralde el 29 de septiembre de 1946. De allí se trasladó a París, desde donde partió hacia el este de Europa en calidad de agregado cultural de las embajadas de la República Española en Hungría y Bulgaria.

Era un largo y complicado camino el que unía su infancia en Lizarra con su llegada a Argentina. Seguro que todos esos recuerdos se agolparon en su cabeza en aquel momento. Lo que igual no se pudo imaginar es que aquel día iniciaba una estancia de 28 años en la República Argentina, la tierra que acogió y protegió a tantos miles de vascos.

Allí pudo, después de trece años, abrazar a su anciana madre, que fallece en 1950, a su hermana Josefina Irujo de Blanco y a su hermano Andrés María. Todos ellos ya vivían en este país desde la década de los 40.

En Buenos Aires comenzó a trabajar en la prestigiosa Editorial El Ateneo y en su tiempo libre ayudaba a su hermano Andrés, cofundador en 1941 con el doctor Isaac López Mendizabal de la editorial vasca Ekin. También se integró como guionista y asesor literario en la Agrupación Artística, Musical y de Danzas Vascas Saski Naski, dirigida por el donostiarra Luis Mújica, y que estaba conformada, entre otros muchos nombres, por el padre Francisco Madina, autor del famoso Aita Gurea, o el que sería luego afamado escultor Néstor Basterrechea. Será Pello Mari el introductor en Argentina del popular Baile de la Era, originario de Tierra Estella, que había bailado de joven junto al que sería alcalde de Lizarra, el nacionalista Fortunato de Aguirre Luquín, fusilado por los franquistas el 29 de septiembre de 1936.

Yo conocí a Andrés y a Pello Irujo un día de 1953, cuando yo tenía 15 años. Fue en la editorial vasca Ekin, donde fui con mi madre, vasca nacida en Bilbao, que deseaba comprar unos libros. Pero mi relación más profunda con Pello se inició al año siguiente, en 1954, cuando al ver mi interés por la Historia Vasca, en especial de los siglos XIX y XX, comenzó a aconsejarme libros e, incluso con el tiempo, a prestarme obras de su biblioteca particular. Mi relación se fue haciendo cada vez más frecuente en conversaciones de café. A él debo el haberme facilitado el conocer y tratar a personas de la talla vasquista del argentino doctor José María Garciarena Aguerre, en mi opinión, junto con el doctor Tomás Otaegui, los únicos dos teorizadores argentinos -y me atrevería a decir latinoamericanos- del nacionalismo vasco, o a vascos con probado currículo como Ildefonso Gurruchaga, Justo Garate, Luis González de Echevarri, el expárroco de Altsasu, Marino Ayerra, etc.

Llegada del lehendakari En diciembre de 1955, tras trece años de ausencia debido a la existencia del régimen peronista, se produjo la llegada del lehendakari Aguirre a Argentina, lo que me permitió escucharle en el Centro Laurak Bat de Buenos Aires.

Al año siguiente reapareció en la capital argentina, en forma de mensuario, Eusko-Lurra-Tierra Vasca, el órgano partidario oficial de Acción Nacionalista Vasca. Costeado desde Venezuela, sus responsables iniciales fueron el periodista José Antonio Olivares Larrondo, Tellagorri, y Pedro María de Irujo Ollo, asumiendo el primero de ellos el cargo de director. Tellagorri enfermó seriamente y falleció en 1960. Fue entonces cuando Pello Mari se hizo cargo de la dirección de Eusko-Lurra-Tierra Vasca, ocupación que mantendría hasta la desaparición del periódico en 1975.

Leyendo la colección completa de Eusko-Lurra-Tierra Vasca y en especial el periodo 1960-1975, es fácilmente verificable su línea editorial, democrática, vasca pluralista y republicana.

Pello Mari Irujo era la persona que estaba mejor informada de lo que sucedía en la Euskadi bajo la bota del franquismo, de los hechos que se producían en la clandestinidad. Dirigía un periódico que no era similar al resto de los existentes en la Diáspora Americana, destinados a los exiliados y antiguos emigrados. Este estaba destinado a ser leído clandestinamente en Nabarra, Bizkaia, Gipuzkoa y Araba, aunque, por supuesto, tuviese también lectores en Iparralde, París, Inglaterra, Suecia, Noruega, Suiza, Canadá, Andorra, la isla china de Formosa, Argelia, etc.

Sus contactos hacia 1960-61 con hombres de la nueva generación vasca explican la aparición en la publicación, bajo seudónimos, de nombres como José Luis Álvarez Emparanza, Julen Madariaga, José María Benito del Valle, José Manuel Aguirre Bilbao, Federico Krutwig Sagredo, etc.

Todo esto en momentos en que hay una consigna del silencio sobre estas personas y su ideario político. Consigna que Pello Mari Irujo no aceptó nunca. Junto a aquellos continuaron publicando otros como Ildefonso Gurruchaga, Marín Ugalde, Gabriel Goitia, Josu Osteriz, Carlos P. Carranza, Mikel Orrantia, etc.

Desde Buenos Aires, Pello Mari confeccionó una red de colaboradores que escribían directamente, desde Bilbao, el escolapio Justo Mokoroa; desde Donostia, Julio Ugarte, o desde Iruñea, Pedro Turullols. También colaboraban otras firmas conocidas desde México y Venezuela.

Desde París, Inglaterra o Donibane Lohitzune, allí donde se encontrase, su hermano Manuel de Irujo Ollo, que era lector desde la A a la Z del periódico, le enviaba todos los meses sus comentarios sobre los distintos artículos publicados, dando su opinión favorable o desfavorable.

El editorial era responsabilidad exclusiva de Pello Mari, como antes de 1960 lo fuera de Tellagorri. Yo, hasta mediados de 1960, me limitaba a ayudarle a hacer algunas labores administrativas, pero nada más.

Un día me sorprendió invitándome a escribir en Eusko-Lurra-Tierra Vasca y acepté. A partir de esa fecha, escribí bajo seudónimos cuatro artículos por número hasta el último publicado. Nunca tuve censura alguna, pero alrededor de unos pocillos de café -creo haber consumido cantidades fabulosas de fruto del cafeto con Pello- me comentaba en lo que coincidía y en lo que disentía.

Pello Mari fue mi mejor amigo en Argentina. Pasamos juntos cientos de horas de trabajo, de lectura de originales y de correcciones, de ayudar al armado en la imprenta, de llevar paquetes al correo, colocar sellos, escribir nombres con letras diversas…

Pello Mari vivió físicamente en Argentina durante 28 años, pero su corazón y su mente estuvieron siempre en Euskadi.

Eusko-Lurra-Tierra Vasca llegó al número 231 en septiembre de 1975 y dejó de publicarse porque Pello Mari cayó seriamente enfermo, siendo hospitalizado y soportando una larga convalecencia. Un día de 1977 me dijo que su hermano Manuel regresaba a Nabarra y que lo iba a acompañar a partir de entonces. Así lo hizo. Primero en Donibane Lohitzune y luego ya en Iruñea. Allí estuvo junto al León de Nabarra, siempre en un segundo plano, con esa humildad sobre la que el padre Iñaki de Azpiazu solía decirle, “Pello no es una virtud, es un vicio de tanto que abusas de ella”.

En Iruñea, primero en la calle Aoiz y, después del fallecimiento de don Manuel, en el piso de Iturralde y Suit, siguió trabajando por la confraternidad entre Nabarra y el resto del País Vasco.

Recordaré mientras viva las grandes lágrimas que le vi derramar en la plaza del Castillo de Iruñea tras el fracaso de una larguísima negociación política para conseguir una candidatura unitaria de todo el abanico aber-tzale en Nabarra.

En noviembre de 1982 lo visité. Estaba internado en el hospital de Iruñea. Allí estuve por espacio de varias horas hasta que llegó su sobrino, Pello Irujo Elizalde. No hizo más que hablarme de la necesidad de la coordinación de las distintas fuerzas abertzales. Algo que le obsesionaba y cuyo fracaso le dolía en el alma…

Fue la última vez que le vi.

El 24 de febrero de 1983, a los 73 años y dos días, falleció Pedro María de Irujo Ollo.

De él le oí decir, y más de una vez, a su hermano don Manuel, “Pello es el arquetipo del resistente vasco. Puede haber quien lo iguale, pero nadie que lo supere”.

Pello María de Irujo Ollo espera de parte de los jóvenes historiadores de Euskal Herria un merecido y profundo trabajo de investigación histórica. Lo mío ha sido apenas un intento de acercamiento a un hombre, a mi mejor amigo, al patriota cuya entrega a su Patria Vasca merece ser conocida y reconocida en la tierra que se extiende entre el río Adour y el río Ebro, porque así lo sintió siempre quien hoy descansa en su natal y querida Lizarra-Estella.

Este texto lo preparó Mikel Ezkerro para la Hermandad de Nuestra Señora de Aranzazu de Lima, fundada por miembros de la ‘nación vascongada’ en 1612, con motivo de los actos de conmemoración de los 75 años de la visita del lehendakari Aguirre a esta ciudad dentro de su primera gira americana (1942).

De seminarista a revolucionario comunista

También sindicalista y vasquista, El comandante Jesús Larrañaga fue uno de los comunistas más célebres en los primeros años del franquismo antes de morir en el paredón .

Un reportaje de Iban Gorriti

El comandante Jesús Larrañaga, conocido como Goierri, está considerado como el dirigente comunista de Gipuzkoa más conocido de todos los tiempos. El paredón puso fin a su lucha en vida hace 77 años. Entre sus continuos avatares, formó parte de otro episodio trágico desconocido. Según él mismo relataba, el final de la guerra le cogió en Alicante donde se amontonaron los derrotados. Consultado al respecto, el escritor Miguel Usabiaga explica a DEIA los pormenores de aquel episodio. “Se vivió una situación dramática. Se registraron 136 suicidios entre republicanos. Solo uno fue comunista, según especificó el propio Larrañaga al PCE. Tras ser detenido, fue llevado al campo de prisioneros de Albatera [municipio valenciano], con 25.000 presos”, señala el hijo de los también históricos comunistas guipuzcoanos Marcelo Usabiaga y Bittori Bárcena.

Jesús Larrañaga ‘Goierri’ interviene durante un acto en favor de la amnistía celebrado por el Partido Comunista. Fotos: PCE-EPK

Larrañaga fue cambiando sus ideales desde niño hasta llegar a ser un referente revolucionario. Nacido el 17 de abril de 1901 en Urretxu, era hijo de contratista de obras y de planchadora, descendiente del héroe de Trafalgar, el almirante Cosme Damián Churruca. Fue el tercero de cuatro hermanos.

Mudados a Beasain, los hermanos mayores -influenciados por la madre, muy religiosa- fueron jesuitas que marcharon de misioneros. Murieron jóvenes. Jesús también inició el camino religioso. Ingresó en el Colegio Apostólico de Javier, en Nafarroa. Tras tres cursos, hizo uno de seminario y otro en la Universidad Pontificia de Comillas, en Cantabria.

Sin embargo, “motivado por su rebeldía, abandonó los estudios religiosos”, explica Usabiaga. Aún así, en Beasain se afilia a Juventud Vasca-Euzko Gaztedia. “El vasquismo sentimental de su madre, en el que ha sido formado, le orienta. Le influyen las ideas de la insurrección irlandesa contra la corona británica de 1916, y se alinea con el grupo de Gudari, sección izquierdista en el nacionalismo vasco”, agrega.

En 1923 acudió a un congreso de la Juventud Vasca en Bilbao que acentúa su izquierdismo. Contactó con comunistas e ingresó en el sindicato nacionalista y católico SOV (antecesor de ELA-STV). Fue despedido de una empresa por llevar a cabo una huelga y decidió irse a Boucau, en Iparralde. “Boucau es un soviet, de hegemonía comunista. Ese ambiente precipita un cambio radical en Jesús durante el año y medio que vive allí”. Tras irse el padre de casa y su madre ponerse a trabajar en el Hotel María Cristina, Jesús se afincó en la capital guipuzcoana.

Influido por su experiencia en Boucau, ingresó en la Federación Vasco Navarra del PCE. Su prestigio en las luchas obreras de la ciudad crece. Fue el comunista más célebre del momento. Fueron frecuentes las detenciones, también de Larrañaga, dando con sus huesos en la cárcel de Ondarreta. Frecuentó el periódico Euskadi Roja “donde conoció a mi padre, el joven Marcelo Usabiaga, a quien tomó cariño y le llamó El Estudiante”, explica el escritor.

Tras producirse el golpe de Estado y Larrañaga, respetado por obreros y campesinos, fue nombrado comisario de Guerra de la Junta de Defensa de Donostia y de Gipuzkoa. A Larrañaga le encargaron encargarse del batallón MAOC-1, del que fue comandante. A partir de entonces el grupo fue bautizado como Batallón Larrañaga y posteriormente fue nombrado comisario general de todo el Ejército del Norte.

Detenido en Lisboa Tras la derrota en Asturias, marchó a Valencia donde intervinó en el Comité Central del PCE. “Explicó ante el buró político del Partido Comunista las causas de la derrota en el Norte, ante el que hizo autocrítica”, precisa el escritor que, a renglón seguido, añade que fue detenido al final de la guerra en Valencia e ingresó preso en el campo de concentración de Albatera. Mantuvo secreta su identidad y se fugó del campo llegando a Francia, a Boucau y París. Envió a toda la familia a la URSS, mientras que él marchó a la República Dominicana y a Cuba para unirse a la dirección del partido en el exilio.

Desde Cuba, partió a Lisboa como puente para llegar a España con la misión de introducir un grupo dirigente para reorganizar el Partido Comunista en la clandestinidad. Allí fueron detenidos y entregados. En el juicio, el grupo de siete persona fue condenado a muerte, uno evitó el paredón, el resto no. Sus compañeros de Porlier le despidieron cantando La Internacional desde sus celdas.

Larrañaga y sus cinco camaradas fueron fusilados el 21 de enero de 1942 en el cementerio del Este, en Madrid. “Siempre prefirió la primera línea, la más expuesta, una vida marcada por la valentía y la entrega a la causa”, concluye Usabiaga.