Encartaciones 1870-1975: El esplendor de la arquitectura contemporánea

El Museo de las Encartaciones impulsa un proyecto de investigación para poner en valor la arquitectura contemporánea de la comarca que ha dado pie a dos iniciativas: la publicación de un libro y la realización de una exposición, ambas con el mismo título

GORKA PÉREZ DE LA PEÑA OLEAGA

EL patrimonio arquitectónico contemporáneo conforma uno de los conjuntos más decisivos e importantes de Bizkaia porque la imagen actual de sus núcleos de población es fruto de ese momento histórico. Todo ello como consecuencia de su fuerte desarrollo industrial, lo que exigió la construcción de urbes de nueva planta y de numerosas dotaciones públicas.


El libro Encartaciones, 1870-2019. El esplendor de la arquitectura contemporánea constituye una aportación decisiva en la historiografía de la arquitectura contemporánea de Euskal Herria porque es la primera vez que se hace una recensión global de uno de sus territorios. Pero su transcendencia no se agota en la contribución historiográfica sino que lo es igualmente por su metodología pionera e innovadora en la bibliografía europea en la manera de evaluar este patrimonio. Esta publicación es una de las pocas que aborda un estudio de conjunto fundamentado en una selección de los elementos más representativos de su patrimonio arquitectónico a partir de un análisis completo de todos los elementos con un presunto valor patrimonial. Esta metodología supone un salto cualitativo enorme frente a la práctica generalizada de hacer elecciones previas a partir de presunciones preestablecidas.

Palacete Hurtado de Saracho La realización de este libro tuvo que salvar una dificultad máxima, la falta de libros específicos sobre la arquitectura contemporánea de los municipios de las Encartaciones salvo en los casos de Barakaldo, Portugalete y Sestao, de los que hay publicaciones realizadas por Gorka Pérez de la Peña Oleaga. Este hándicap se salvó con la realización previamente de monografías de los diecisiete municipios restantes que conforman esta comarca, de acuerdo a la denominación histórica que aplica el Museo de Las Encartaciones en su formulación museística. Estos son los siguientes: Abanto-Zierbena, Alonsotegi, Artzentales, Balmaseda, Galdames, Gordexola, Güeñes, Karran-tza, Lanestosa, Muskiz, Ortuella, Santurtzi, Sopuerta, Trapagaran, Tur-tzioz, Zalla y Zierbena. Igualmente, se incluyó Portugalete únicamente para el periodo entre 1960-1975. En total, este territorio cuenta con una población de 293.363 habitantes y una superficie de 557,79 kilómetros cuadrados.

El resultado de estos estudios, lo que viene a evidenciar el acierto de su realización, es la determinación de 1.200 elementos de interés patrimonial, que en más del 60% son completamente inéditos.

Edificios y estilos Para el libro se han seleccionado los elementos correspondientes con los grados de protección de calificable e inventariable de acuerdo a las categorías de protección de la Ley de Patrimonio Cultural Vasco, que son en total 450. El discurso del libro se ordena cronológicamente en función de los estilos dominantes y las tipologías presentes para facilitar, de una manera pedagógica, una fácil comprensión de su evolución y articulación. En la arquitectura contemporánea de las Encartaciones, el intervalo que se prolonga entre 1870 y 1975 y que conforma un tiempo histórico homogéneo y coherente, los lenguajes imperantes son los siguientes: eclecticismo, neomedievalismo y estilo Segundo Imperio; neovasco; modernismo; regionalismo; art déco; racionalismo; Estilo Nacional y racionalismo de postguerra; Modernidad de los Cincuenta; y funcionalismo y organicismo. Las tipologías que se desarrollaron fueron las siguientes: Edificios plurifamiliares, Edificios plurifamiliares y unifamiliares obreros, Edificios unifamiliares, Edificios dotacionales, Edificios sedes institucionales, Edificios religiosos y Edificios industriales.

De esta publicación se puede concluir, que el patrimonio arquitectónico contemporáneo de las Encartaciones es uno de los más decisivos e importantes de Bizkaia por la brillantez de sus obras, entre las que se encuentran obras de relevancia internacional, caso de las siguientes:

En Barakaldo: en eclecticismo, el Palacio Munoa del arquitecto Ricardo de Bastida de 1916 (Llanos 61); en modernismo, el Asilo Miranda (hoy Conservatorio Municipal) del arquitecto Ismael Gorostiza de 1911 (avenida Miranda 4); en racionalismo de postguerra, el edificio de viviendas del arquitecto Ismael Gorostiza de 1941 (Portu 1-5 y Auzolan 3); y en Modernidad de los Cincuenta, el Hospital de Cruces del arquitecto Martín José Marcide de 1949-1953 (plaza de Cruces 12).

En Gordexola: en modernismo, la Villa José del arquitecto Mario Camiña de 1905 (Sandamendi 10); y en regionalismo, la Villa Cuba del arquitecto José María de Basterra de 1931 (Sandamendi 2).

En Güeñes: en neovasco, el Palacete Hurtado de Saracho del arquitecto Manuel Ignacio Galindez de 1921 (Gallarraga 41); y en art déco, el edificio de viviendas del proyectista Manuel Gutiérrez de 1932 (Gallarraga 2).

En Ortuella: en Modernidad de los Cincuenta, la Escuela de Formación Profesional del arquitecto Celestino Martínez Diego de 1955 (avenida del Minero 9).

En Portugalete: en arquitectura del hierro, el Puente Bizkaia del arquitecto Alberto de Palacio de 1890-1893; en neovasco, el edificio de viviendas del arquitecto Santos Zunzunegui de 1915 (Muelle Churruca 58); en modernismo, el edificio de viviendas del arquitecto Julio Sáenz de Barés de 1913 (María Díaz de Haro 56); en racionalismo, el edificio de viviendas del arquitecto Juan José Olazabal de 1933 (General Castaños 12) y el Batzoki, del arquitecto Juan María de Uribe de 1934 (Casilda Iturrizar 4); y en racionalismo de postguerra, el Mercado Municipal del arquitecto Santos Zunzunegui de 1938 (Casilda Iturrizar 1).

En Santurtzi: en eclecticismo, el Hogar y clínica de San Juan de Dios de los arquitectos José María de Basterra y Emiliano Calixto Amann de 1914-1922-1926 (avenida Murrieta 70).

En Sestao: en eclecticismo, el grupo de viviendas Vista Alegre del arquitecto Santos Zunzunegui de 1914 (Vista Alegre 1-11); y en racionalismo de postguerra, La Naval de 1939-1947 (La Naval 1).

En Sopuerta: en funcionalismo, la Iglesia de San Cosme y San Damián del arquitecto Rufino Basañez de 1958 (Bezi 19).

En Trapagaran: en eclecticismo, el Poblado de La Arboleda de finales del siglo XIX; en neovasco, el Funicular de la Reineta del arquitecto Diego de Basterra de 1926 (La Reineta 59); en racionalismo, la fábrica General Eléctrica del ingeniero Oswaldo Wildhagn de 1930 (Galindo 3); en racionalismo de postguerra, la General Eléctrica del arquitecto Fernando Arzadun de 1945-1947 (Galindo s/n); y en Modernidad de los Cincuenta, la General Eléctrica del ingeniero Ángel Ojambarrena de 1957 (carretera de San Vicente 10).

En Zalla: en eclecticismo, el Almacén de Pasta y Taller Eléctrico de la Papelera Española de 1924 (Nicolás María Urgoiti); en neovasco, la Casa Barata Cadagua, del arquitecto Faustino Basterra de 1926 (particular del Cadagua 1-11) y el Batzoki del arquitecto Antonio de Araluze de 1935 (Hermanos Maristas 8 y Taramona 2); y en funcionalismo, la Estación Depuradora de Aguas de los arquitectos Juan de Madariaga y Lander Gallastegui de 1962-66 (Codujo 1).

Este libro no es tan solo una aportación historiográfica decisiva, sino que es una herramienta fundamental para desarrollar una serie de aplicaciones prácticas, la articulación de un Centro de Documentación sobre la Arquitectura de Las Encartaciones centrado en la etapa contemporánea, la ejecución de una serie de exposiciones especializadas de arquitectura contemporánea y de artes decorativas, la posibilidad de colaborar con los ayuntamientos de la comarca en la elaboración de catálogos de protección dentro del documento de planeamiento, la ejecución conjuntamente con otras instituciones de la comarca fórmulas de promoción turística, etc.

Formulación novedosa La exposición es muy transcendente porque plantea una formulación muy novedosa frente al discurso expositivo tradicional de la arquitectura contemporánea, que se ha caracterizado por la utilización preferentemente de planos y fotografías. La opción innovadora ha consistido en la combinación de planos y fotografías con una serie de elementos que explican todo lo que implica la edificación contemporánea, que son los siguientes: materiales constructivos (azulejos, hierros de balcones, aldabas, manillas, etc.) artes decorativas (vidrieras, porcelana, jarrones, papeles pintados, etc.), placas de autoría del arquitecto, diseños de interiores, libros, catálogos comerciales, mobiliario, cuadros, esculturas, etc.

La idea ha sido ofrecer elementos más cercanos y atractivos para así facilitar la explicación del discurso de la arquitectura contemporánea. El hándicap que ha conllevado este planteamiento, ha sido la carencia de contar con elementos en el grado suficiente en las colecciones públicas de Bizkaia. Ello se ha compensado con los materiales disponibles en colecciones privadas. El resultado es espectacular, se han reunido casi 200 piezas, que se ordenan por estilos, completamente inéditas y todas vinculados a Euskal Herria porque proceden de edificios derribados de este territorio o realizados por diseñadores o artistas de este ámbito. Las piezas son de excepcional calidad, como lo evidencia que algunos podrían estar perfectamente expuestos en el Museo de Bellas Artes, caso de los dibujos relacionados con la industrialización de Bizkaia.

Esta exposición implica otra variable decisiva, constituye el embrión de lo que pudiera ser un Museo del Diseño de la Casa Contemporánea de Euskal Herria, lo que vendría a ser una propuesta muy inédita en el panorama museográfico europeo.

En fin, el Museo de las Encartaciones con este libro y esta exposición da cumplida satisfacción a su objetivo de dar a conocer un patrimonio cultural encartado muy desconocido tanto en la historiografía de la arquitectura como por la sociedad en general, para así garantizar su salvaguardia para las generaciones futuras a través de su puesta en valor por parte de las instituciones y de la ciudadanía.

El misterio del último magnate de Bilbao

El industrial y político republicano Horacio Echevarrieta fue declarado en rebeldía por no presentarse ante un consejo de guerra franquista en 1937

Iban Gorriti
Las biografías del magnate bilbaino Horacio Echevarrieta, aquel republicano que fundó Iberia o Iberdrola, que urbanizó la Gran Vía de Madrid y creó el buque escuela Juan Sebastián Elcano, tienen un denominador común: todas ellas pasan por alto su papel y sus vicisitudes durante la Guerra Civil española. Esa ausencia historiográfica no es menor y resulta muy llamativa porque su vida y obra son una continua cascada de proyectos empresariales internacionales, luchas políticas y una final decadencia que dio con su figura en la quiebra, hipotecado. Su biografía está documentada al detalle, como en una escaleta de película, a excepción de sus andanzas durante el trienio bélico de entre 1936 y 1939 que siguen siendo un misterio

El magnate y el documento de la auditoría de Guerra.Foto: Sociedad Aranzadi

Las investigaciones señalan que el vizcaino residió en Madrid durante la Guerra Civil. “Sin ser molestado”, afirman algunos historiadores. Consultada la Sociedad de Ciencias Aranzadi al respecto, aportan a este diario, al menos, un caso en el que se vio envuelto el oligarca en aquellos años. Echevarrieta junto a otros diez famosos empresarios vascos fueron “declarados en rebeldía” por no comparecer ante un consejo de guerra en un proceso sumarísimo ordinario. Ocurrió en Bilbao el 27 de agosto de 1937. La lista de acusados la protagonizaron Ramón de la Sota Aburto, Miguel Garteizgogueascoa Barandiarán, Jesús Rodríguez Villachica, Alejandro de la Sota Aburto, Antonio Sierra Castet, Manuel de la Sota Aburto, Nicolás Landa Garay, Jesús Aqueche Lahera, Eduardo Aburto Uribe, Nicomedes Mendialdua y Horacio Echevarrieta Maruri.

Según se desprende de los legajos franquistas, el juez instructor de la Auditoría de Guerra de Bilbao suspendió “las actuaciones hasta que se presenten o sean habidos, pasando las actuaciones al Servicio de Información, a efectos de antecedentes y archivándose después en esta auditoría sin otro trámite”. Todos ellos eran consejeros, gerentes o directores de empresas o sociedades bilbainas, como las firmas Franco-Española, Compañía Siderúrgica del Mediterráneo, Naviera Sota y Aznar, Euskalduna y Remolcadores del Ibaizabal. “Posteriormente, en 1941 se presenta Antonio Sierra y en 1943, Alejandro de la Sota. Se les juzga y son absueltos”, confirman desde Aranzadi con los documentos oficiales del régimen totalitarista.

Mientras tanto, al parecer, quien había sido diputado por un partido republicano residía en su inmueble de la calle Claudio Coello, vía madrileña en la que décadas más tarde el presidente franquista Luis Carrero Blanco fue asesinado por ETA. Echevarrieta también acumulaba palacios en Málaga, Getxo (Punta Galea) y Barakaldo (Munoa), en este último falleció nonagenario. En su inmueble de Madrid funciona en la actualidad el hotel Meliá Los Galgos.

Quien fuera alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, recordó el día de la presentación de una de las biografías sobre Echevarrieta cómo se autodefinía el magnate. “Soy españolista y republicano, no tengo nada de bizkaitarra ni de clerical. Por España, por mi patria siento verdadero amor”.

Historiadores preguntados sobre la ausencia de datos sobre la vida del de Neguri entre 1936 y 1939 opinan que Echevarrieta vivió “en una neutralidad”. Fue oligarca republicano, pero también tuvo muchos amigos de la derecha que, tal vez, le hicieron más llevadero el trago de la Guerra Civil. En su biografía poliédrica también hay que recordar que, tan solo tres años antes, en 1934 fue apresado y encarcelado junto a su amigo, el socialista Indalecio Prieto, entonces exministro de Obras Públicas del Gobierno español.

Ocurrió en San Esteban de Pravia desembarcando del mercante Turquesa un cargamento de armas que tenían como destino la conocida como Revolución de Asturias. Fue ingresado en la Cárcel Modelo de Madrid. El autor de la biografía titulada Horacio Echevarrieta: empresario republicano da a conocer con qué histórico político coincidió en la prisión. “Compartió presidio con Santiago Carrillo. Lo explicaba él mismo en sus memorias, cómo se encontró con Horacio Echevarrieta a quien veía como una persona muy alta…”, asevera el catedrático Pablo Díaz Morlán, docente de la Univesidad de Alicante.

NEGOCIaciones con ABD EL-KRIM Díaz Morlán pone en valor también en su divulgación los tratos que Echevarrieta mantuvo con el líder militar rifeño que encabezó la resistencia contra la administración colonial española y francesa durante la denominada Guerra del Rif, Abd el-Krim, para la explotación de las riquezas mineras de Marruecos. “Tras el desastre de Annual en 1921, las negociaciones para la liberación de los prisioneros españoles en manos de los rifeños fracasaron hasta que Horacio Echevarrieta tomó las riendas”, relata el investigador “Por fin, en enero de 1923 las gestiones tuvieron éxito gracias al valor de Horacio, que arriesgó su propia vida al ofrecerse como rehén a cambio de los cautivos”, apostilla.

Su intermediación le valió el reconocimiento del rey Alfonso XIII que le quiso otorgar el título de marqués del Rescate, “alto honor que él rechazó por su condición republicana”. Lo negó aquel famoso dueño de astilleros que construyó el submarino más adelantado de su época, de los años 20 y 30, y que acabó siendo el modelo de las embarcaciones sumergidas de alemanes y soviéticos que batallaron en la Segunda Guerra Mundial. Financió, asimismo, una revolución en Portugal.

Tras la Guerra Civil, Franco le devolvió aquello cuanto le había requisado el régimen dictatorial. Echevarrieta intentó reflotar sus astilleros, pero en agosto de 1947, detalla Díaz Morlán, se produjo una enorme explosión en la fábrica de torpedos, convertida en polvorín, que, además de matar a 150 personas en la ciudad de Cádiz, destruyó todas las instalaciones de la factoría.

El empresario decidió entonces, con 77 años, entregar sus factorías al Instituto Nacional de Industria y retirarse de los negocios. Murió en su finca de Munoa, en el barrio de Burtzeña (Barakaldo) en 1963, a los 92 años. “Aún puede admirarse la belleza de este palacio, y la formidable galería del que fue su chalet de Punta Begoña. Y en las afueras de Málaga puede visitarse la hermosísima finca de La Concepción, convertida en jardín botánico-histórico, donde recibió las visitas de mayor relumbrón y donde se rodó la película Los últimos de Filipinas. Un decorado idóneo para quien ha llegado a ser calificado como el último magnate de Bilbao”.

Casilda de Iturrizar Urquijo (1818-1900), bicentenario de una mujer sobresaliente

En unas semanas saldrá, publicado por Bilbao 700, un libro en el que se recoge la biografía de Casilda de Iturrizar Urquijo. En él se analizan muy diversos aspectos de su vida y de su muerte

Eduardo J. Alonso Olea

Una mañana del mes de agosto de 1832, en una vivienda de la calle Atxuri se presentaron el juez comisario del Tribunal de Comercio, Ángel Martínez, y el notario Mariano de Olea, acompañados por unos alguaciles. Iban con la misión de levantar acta del embargo de las propiedades del comerciante José de Iturrizar. Los cuatro trastos de escaso valor de los que tenemos noticia por su inventario incluían cuatro vestidos de niña. En febrero de 1900, 68 años más tarde, esa niña falleció siendo la mujer más rica de Bilbao. En la actualidad es la única mujer -sin contar a la Virgen- que tiene dos calles en su recuerdo en la villa, buena muestra del gran eco que tuvo su vida, y no solo su muerte, en la sociedad de Bilbao. Si estas pistas no han sido suficientes, solo queda decir que se trató de Casilda de Iturrizar Urquijo, también conocida como la Viuda de Epalza.

Fotografía de Casilda de Iturrizar tomada en los años 60 del siglo XIX, aunque publicada en una revista en 1900.
Fotografía de Casilda de Iturrizar tomada en los años 60 del siglo XIX, aunque publicada en una revista en 1900.

Casilda Margarita de Iturrizar y Urquijo nació en Bilbao el 20 de julio de 1818. Se ha dicho usualmente que nació en el bilbaino barrio de Buia, sin embargo, su relación con este barrio ya era lejana. Su padre había nacido en Bilbao en enero de 1799; incluso su abuelo Gerónimo nació en Abando en 1763. Son por lo tanto tres generaciones las que le separan de Buia.

También se ha dicho que nació de familia humilde, aunque esto hay que matizarlo. Desde luego su padre, José Ylarión Iturrizar Basabe, no fue un gran comerciante. Su madre, la begoñesa Eugenia Nicolasa Urquijo Ziurtegaray (o Siurtegaray), de hecho, tuvo mejor posición con una dote de relativa importancia, de 33.500 reales. Su padre fue “tendero a la menuda” y también especializado en el cálculo de la depreciación de mercancías. En 1832 pidió el concurso de acreedores y, aunque no fue a la cárcel, su posición y su salud se vieron muy quebrantadas. En septiembre de 1833 falleció, dejando cuatro hijos, de los ocho que tuvo el matrimonio, en una situación muy delicada.

En este momento es cuando, al parecer, Casilda se integra en el servicio doméstico de uno de los comerciantes más prósperos de Bilbao, como fue Tomás José de Epalza (1798-1873). En efecto, en el pleito, iniciado en 1847, sostenido entre este y su primera mujer, María Concepción Lequerica Bergarechea, por una demanda de divorcio de Tomás José, se incluye una referencia a que Casilda en 1833 vivía en una casa de Epalza, en Barakaldo, al cuidado de un niño de padre desconocido. Incluso se alude, por parte de María Lequerica, a que tuvieron una relación más allá de la propia entre patrono y doméstica, aunque Epalza recurrió a los tribunales, como consiguió, para que este testimonio fuera retirado.

Aunque Epalza consiguió, tras este largo pleito, el divorcio eclesiástico no hubo anulación matrimonial, por lo que hasta que no falleció María Lequerica, en 1857, no vio disuelto su vínculo. Dos años más tarde, en 1859, se casaron Casilda Iturrizar y Tomás José de Epalza en la iglesia de San Nicolás.

Del comercio a la industria Tomás José de Epalza fue uno de los principales comerciantes de las décadas centrales del siglo XIX y para entonces tenía una posición económica no solo muy acomodada, sino que era uno de los más claros ejemplos del cambio del Bilbao comercial hacia el Bilbao industrial y financiero. Fue uno de los promotores de Santa Ana de Bolueta (1841), la primera siderurgia moderna del País Vasco y una de las primeras de España; del Ferrocarril de Bilbao a Tudela, y del Banco de Bilbao (1857); un importante comerciante y rentista con propiedades no solo en Bilbao sino también en Portugalete, en donde se construyó una casa en el Muelle Nuevo.

Al morir Tomás José de Epalza, en 1873, fue cuando Casilda de Iturrizar, que añadió a su firma la de Viuda de Epalza, continuó con los negocios de su marido. De hecho, en la estadística de riqueza de 1873 figuraba como la más adinerada de la villa, junto con Juan Echevarría Lallana y el Banco de Bilbao. Dejó de ejercer el comercio en gran escala, pero continuó con los bancarios e inmobiliarios, además de invertir en ferrocarriles, como el de Bilbao a Portugalete o el de La Robla, o en la minería de carbón, como Hulleras de Sabero y Anexas. Además, también invirtió en sociedades tales como la Sociedad Anónima La Enseñanza Católica, en 1883. Su objeto era el de educar e instruir a la juventud en todos los ramos del saber humano con arreglo a los principios de la religión católica, estableciendo para ello colegios o universidades, especialmente en Bilbao o sus contornos. Un acuerdo con los Jesuitas fue el núcleo original de lo que hoy es la Universidad de Deusto.

En 1891 también participó en la Fundación Católica de Escuelas y Patronato de Obreros, con el objetivo de impartir enseñanza, moralización, esparcimiento y protección completamente gratuitos a la clase obrera, el conocido Patronato de Iturribide. También hizo una importante inversión inmobiliaria en el Campo Volantín. Promovió y construyó varios chalés en su tramo desde el cruce con la calle Tívoli, en donde también construyó en 1884, a sus expensas, unas escuelas para ese nuevo barrio.

Le gustaban el teatro y los toros. Fue la principal accionista de la sociedad Teatro Nuevo de Bilbao que en 1886 se constituyó para levantar y administrar el Teatro Arriaga.

Obras benéficas Siendo la principal rentista urbana de Bilbao, a la altura de 1895 no todos sus negocios inmobiliarios iban dedicados a la obtención de beneficios económicos. Así, en su casa de la calle Ronda, en el número 18, se reunía la Asociación de la Sagrada Familia, desde 1885, presidida por la propia Casilda de Iturrizar y su secretaria era Rafaela Ybarra. En esta casa sostuvieron una escuela nocturna para jóvenes obreras, criadas y prostitutas desamparadas.

En definitiva, desde que quedó viuda, además de gestionar sus negocios, en muchos casos por medio de administradores o apoderados, llevó a cabo una primera obra benéfica a través de diversos instrumentos: sociedades, fundaciones o simples donaciones al Hospital Civil, Misericordia, Casa Cuna…

A su muerte, ocurrida en febrero de 1900, no dejó herederos, o, mejor dicho, al no tener hijos hizo un testamento en el que legó muchos de sus bienes a vecinos, amigos, parientes -los menos-, pero sobre todo dejó cuantiosos recursos para muy diversas obras sociales. De hecho, su principal legado, de 550.000 pesetas fue destinado al Ayuntamiento de Bilbao para sostener las Escuelas de Tívoli, que poco después, también a costa de su testamentaría, fueron ampliadas con una escuela de párvulos en Huertas de la Villa. Hubo otros legados menores, que no pequeños, al Hospital Civil, al Papa, al Patronato San Vicente Paúl, a la Casa de Expósitos de Vizcaya, para el Colegio de Agustinos de Portugalete que precisamente se construyó sobre terrenos de su propiedad, dotes para huérfanas y recursos para familias vergonzantes, como había sido la suya propia debido a la quiebra de su padre. Dejó, aproximadamente, unos 7,5 millones de pesetas en legados y mandas, que no fue el total de su fortuna.

Una vez fallecida se puso también su nombre a una calle en Portugalete y, en 1906, se inauguró en la Plaza Elíptica un monumento en su honor, que en 1941 con la reforma de esta plaza se trasladó al parque de Doña Casilda Iturrizar.

Mercaderes, ‘banqueros’ y financieros vascos en la Edad Media

La actividad económica ligada al comercio y el transporte dieron a conocer a los vascos en la Edad Media en Europa, norte de África, Asia mediterránea y, más tarde, en América.

Un reportaje de Ernesto García Fernández

Enterramiento en la capilla de San Antón de la catedral de Santiago de Bilbao de los Arbieto, familia de comerciantes volcada en el comercio internacional a finales de la Edad Media.
Enterramiento en la capilla de San Antón de la catedral de Santiago de Bilbao de los Arbieto, familia de comerciantes volcada en el comercio internacional a finales de la Edad Media.

Recientemente se ha publicado un libro que contempla la historia de los mercaderes y financieros vascos de finales del medievo. Esta obra pone de relieve que los siglos XIII-XV fueron una etapa de florecimiento en la actual Comunidad Autónoma del País Vasco. En Araba, Gipuzkoa y Bizkaia se produjo un destacado renacer económico y social. Culpables y beneficiarios del mismo fueron en gran medida los mercaderes, banqueros, cambiadores, corredores de seguros marítimos, y financieros alaveses, guipuzcoanos y vizcainos.

Mayormente los vascos fueron conocidos en el exterior de Castilla, en Europa, en el norte de África, en la Asia mediterránea y en América debido a sus actividades económicas vinculadas al comercio y al transporte internacionales. La especialización de los habitantes de la costa vasca en la producción de barcos en los astilleros en ella diseminados, su habilidad para manejar estos medios de transporte, su conocimiento de la geografía costera atlántica y mediterránea, y sus relaciones contractuales con los intermediarios comerciales castellanos, aragoneses o genoveses hicieron de ellos una referencia clave en el ámbito del comercio internacional. Brujas, La Rochela y Londres fueron centros importantes del destino de las embarcaciones que partían de los puertos vascos. A estos lugares se portaban voluminosas cargas de sacas de lana y de hierro vasco, navarro o cántabro. Las naos y carabelas vascas traían de dichas localidades paños, cobre, obras de arte, tapicerías, etc. Lisboa fue otro puerto a donde arribaba metal vasco. La profesionalización de los vascos en torno a oficios asociados al comercio y al transporte les relanzó a la gestión de corporaciones mercantiles creadas para proteger los negocios ejecutados bajo su amparo. De hecho a lo largo del siglo XV veremos a vascos dirigiendo consulados de la corona de Castilla en Brujas, Siracusa, Valencia, Génova y Mallorca. En 1494 se creó el Consulado de Burgos. Los vascos formaron parte de dicho consulado contra su voluntad hasta la constitución del Consulado de Bilbao en 1511.

Separación de Burgos Ya antes de 1494 se habían producido intereses corporativos mercantiles entre mercaderes alaveses, guipuzcoanos y vizcainos. Las diferencias de los hombres y mujeres de negocios vascos con los mercaderes burgaleses estuvieron a punto de desembocar en la creación de un Consulado de Araba en 1498. Alaveses, guipuzcoanos y vizcainos bajo el impulso de los comerciantes de Bilbao defendieron de forma conjunta sus intereses frente a los promotores del Consulado de Burgos. Igualmente de forma separada iniciaron paralelamente conversaciones con la monarquía castellana para separarse del Consulado de Burgos. Una de estas operaciones tuvo como desenlace la autorización de los reyes para poner en marcha un Consulado de Araba. Finalmente esto no fue posible, pues vizcainos y guipuzcoanos, sin duda asimismo queriendo evitar que sus reivindicaciones frente a Burgos no se vieran debilitadas, alegaron que los alaveses ya formaban parte de su corporación preconsular. Los mercaderes de Araba se acabaron integrando en el Consulado de Bilbao en 1511 y batallaron con guipuzcoanos y vizcainos para que las decisiones adoptadas en la corporación vizcaina de Brujas, extensión del Consulado de Bilbao en Flandes, no pudieran llevarse a efecto sin que hubiera representantes de Araba en sus reuniones.

Hoy en día las cámaras de comercio vascas de Araba, Gipuzkoa y Bizkaia, han formado una organización común, cuya presidencia la ocupan bienal y rotatoriamente miembros de una u otra Cámaras territoriales. En la Edad Media hubo igualmente corporaciones de mercaderes en Araba, Gipuzkoa y Bizkaia. En Gipuzkoa y Bizkaia fueron sus exponentes las cofradías de mercaderes de Santa Catalina de San Sebastián y de Santiago de Bilbao, mientras que en Araba la corporación de mercaderes no llegó a constituirse en cofradía en Vitoria. Estas organizaciones estuvieron conectadas entre sí a causa de los lazos contraídos por motivos comerciales y en 1511 cuajaron en una organización común y con jurisdicción sobre los mercaderes de los tres territorios. Políticamente cada territorio tenía sus Juntas Generales, pero desde el plano del desarrollo del comercio internacional sus intereses acabaron confluyendo en una institución común para los tres territorios, el Consulado de Bilbao.

Los banqueros vascos no tuvieron las mismas características que los directores o presidentes de las actuales compañías bancarias. Eran propiamente mercaderes que se dedicaban a actividades de carácter bancario. Estos comerciantes del dinero no tenían edificios diferenciados de sus casas. El dinero que gestionaban no lo tenían normalmente en depósito, sino que les pertenecía. Los negocios bancarios podían establecerse en sus casas privadas, en las tabernas, en las posadas, en las plazas o en las calles. Se ocupaban principalmente de prestar el dinero acumulado proveniente de operaciones económicas llevadas a cabo en el comercio local, regional o internacional. También podían cambiar las monedas castellanas por las de otros países o reinos a donde se dirigían los castellanos que atravesaban esta zona fronteriza con Navarra y Gascuña. No hubo mercaderes de prestigio a los que sus vecinos vascos o castellanos, en uno u otro momento de su vida, no les hubieran solicitado dinero para pagar deudas o poner en marcha proyectos.

Ochoa Pérez de Salinas Este modelo de mercader banquero descrito tuvo su excepción. Hubo un banquero vasco que alcanzó una proyección notable por estar al servicio de la Corte y de los reyes de Castilla a fines del siglo XV y principios del XVI. Me refiero a Ochoa Pérez de Salinas, pariente de los Sánchez de Salinas, naturales de Vitoria. Ochoa fue un banquero al servicio de la Corte, invirtió a fines del XV altas sumas de dinero en compañías comerciales castellanas, y no siempre con resultados satisfactorios. De hecho sus decisiones económico-financieras le generaron enormes deudas. Casi todos los mercaderes banqueros vascos, por el contrario, se desenvolvieron en unos círculos económicos y territoriales mucho más limitados. A finales del siglo XV se registraron cientos de referencias de cartas de préstamo a gentes de Navarra, Araba, Gipuzkoa, Bizkaia, Burgos y La Rioja. Uno de estos mercaderes banqueros fue Juan Sánchez de Bilbao, el rico, un destacado prestamista. Este mercader internacional vendía sobre todo lana castellana y navarra en Flandes y de allí importaba principalmente paños que comercializaba con consumidores vascos, castellanos y navarros. Tenía una caja fuerte donde guardaba el dinero acumulado. Todo el mundo sabía en Vitoria y sus alrededores que si necesitaba moneda podía recibirla de este judeoconverso. Este les entregaba las cantidades demandadas a cambio de pagar unos intereses por el préstamo concedido. Ahora bien la fórmula utilizada no era la de solicitar un préstamo de dinero a devolver a unos plazos incluyendo un determinado tipo de interés. Este sistema, llamado usura, estaba prohibido por la Iglesia católica. Se utilizaban distintos subterfugios para soslayar dicha circunstancia. Los más frecuentes fueron los censos consignativos, los arrendamientos fraudulentos o la aparente venta de paños que escondía en el precio el interés. Igualmente en el País Vasco hubo personas familiarizadas con negocios específicamente relacionados con las finanzas públicas. Sobresalieron Juan Pérez de Lazárraga, Ochoa de Landa, Diego Martínez de Álava, antes de ser diputado general, el licenciado Diego Martínez de Álava, Fortún Ibáñez de Aguirre, Juan Martínez de Adurza, argentier del emperador Carlos V, Juan Sánchez de Salinas, Diego Martínez de Maeztu, Sancho Díaz de Leguizamón, Martín de Isasaga, Ochoa de Isasaga y Juan López de Recalde. Estos contaban en general con elevados medios económicos, estaban próximos a la Corte o que ejercieron de contadores de miembros de la realeza.

Gente letrada Era frecuente que los mercaderes fuera escribanos o hubieran estudiado en universidades castellanas. Algunos de ellos obtuvieron los títulos de bachiller o de licenciado en las universidades de Salamanca, Valladolid o Alcalá de Henares. En todo caso, los mercaderes, banqueros y financieros alaveses, guipuzcoanos y vizcainos eran gente letrada, sabían leer y escribir, y tenían sus propios libros de contabilidad donde anotaban con precisión las operaciones económicas de sus negocios. Sabemos que los mercaderes de San Sebastián y de Bilbao, bajo la cobertura de sus respectivos ayuntamientos, controlaban a su vez con bastante minuciosidad todo el movimiento de mercancías que salían de los puertos de estas villas. Las mercancías que salían o entraban a los puertos estaban sujetas a impuestos que recaudaban representantes de sus corporaciones. En el caso de la villa de Bilbao se nos han conservado gruesos Libros de Averías. Estos describen con detalle el volumen de las mercancías que se exportan e importan, su destino, el nombre de los dueños de las naves, el de los mercaderes que fletaban el barco y el de los factores que se hicieron cargo de las mismas a su llegada a los puertos. Las mujeres también aparecen nominadas a veces entre los mercaderes o factores. Tenemos noticias de mujeres que gestionaron negocios internacionales (Catalina de Mambrún y María Ortiz de Bermeo, vecinas de San Sebastián y Bilbao). Los Libros de Averías se hallan en procesos judiciales del Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. Fueron aportados como prueba en un pleito entre las villas de Bilbao y de Portugalete. En fin, estos apuntes y noticias pueden substanciarlas ustedes en el libro que titulado Mercaderes y financieros vascos y riojanos a fines de la Edad Media, editado el 2018 por Castilla Ediciones y que sus autores son Iago Irijoa Cortés, F. Javier Goicolea Julián y el que subscribe este reportaje.

Nuevo paisaje de Begoña La fábrica de Recalde

La que los vecinos de Begoña denominaban Fábrica de Recalde supuso el inicio de una transformación de este emblemático enclave hacia un perfil más urbano e industrial, que se prolongó desde 1878 hasta 1982

Amaia Mujika Goñi

LA anteiglesia o república de Begoña hasta su anexión definitiva a Bilbao en 1925 era un municipio de carácter eminentemente rural; un paisaje de verdes campas con huertas, frutales y viñas regadas por arroyos y regatos; de caseríos enlazados por caminos y estradas con la Casa de la República, las escuelas y el santuario; de lavaderos y fuentes, lugar de encuentro cotidiano de mujeres, y de tabernas y bodeguillas bordeando carreteras y calzadas por donde llegaba la vendeja a la villa. Un ámbito de vida tradicional que, condicionada por su proximidad a Bilbao, acogía dentro de sus límites, además de los conventos y casas de campo de la burguesía bilbaina, talleres y concentraciones extractivas y fabriles originadas tras la revolución industrial (Minas de Larreagaburu, Santa Ana de Bolueta, S.A. Echevarría y la Fábrica de Tabaco) con sus correspondientes bolsas de población obrera para las que se erigieron las primeras barriadas de casas baratas. Un nuevo paisaje en el que gradualmente se fue diluyendo la frontera entre lo rural y lo urbano, entre tradición y modernidad.

Entrada principal de la fábrica de Recalde en Begoña.Foto: S.A. Echevarria
Entrada principal de la fábrica de Recalde en Begoña.Foto: S.A. Echevarria

Uno de los protagonistas de este nuevo paisaje, en el que las verdes campas dieron paso a las chimeneas y además entendida como paradigma de modernidad, fue la fábrica de Recalde, origen de la industria siderúrgica S.A. Echevarría y para los matsorris simplemente la fábrica. Desde su origen en 1878 y aún después de su cierre en 1982 será parte y arte de la transformación urbanística y social de los barrios de Las Calzadas y Uribarri en Begoña. Considerada como modelo productivo y promotor de nuevas formas de relación social, la instalación fabril será percibida por sus trabajadores como algo propio y familiar en cuya gestación y transformación participaron compartiendo un destino común. Esta interrelación entre fábrica y comunidad, cambiante en el tiempo y no siempre amigable, contribuyó a configurar una identidad colectiva de barrio que a pesar de su desaparición física, sigue estando presente.

La S.A. Echevarría en Begoña La acería de Recalde, la fábrica para los begoñeses, tiene su origen en el taller de estampación de chapa litografiada (hojalata para botes de conservas) creado en 1878 por el herrero alavés José Echevarría Ascoaga (1811- 1896) en los terrenos del desaparecido caserío chacolí Chaquilante situado en la vaguada del Polvorín limítrofe con Bilbao. La incipiente instalación fabril recibirá el nombre de Recalde por el riachuelo que atravesaba la propiedad y desembocaba en la fuente del mismo nombre en la carretera del Cristo a Begoña (actual Avda. Zumalacárregui) por la que se le conocerá hasta su desaparición un siglo después.

En 1886 los tres hijos del fundador se incorporan al negocio, despuntando la figura de Federico (1840 -1932), quien, entre otras iniciativas industriales y comerciales, liderará la empresa familiar, vendiendo parte del terreno a la Fábrica Municipal de Gas, adquiriendo otros nuevos en la planicie superior y diversificando la producción con sucesivas instalaciones mecanizadas; taller de galvanizado, de baldes y sartenes (1886-90), de clavo de herrar (1887) y herradura (1897), siendo las dos últimas el verdadero soporte de la acería de Recalde y por extensión de la futura empresa siderúrgica S.A. Echevarría. En 1898, interesados en producir acero de calidad controlada, instalarán el primer Horno Martin-Siemens del Estado, sustituido en poco tiempo por uno nuevo de doble capacidad, y dos trenes de laminación, uno de desbaste y otro de perfiles comerciales.

En 1902, Recalde, integrada por siete naves, una docena de edificios industriales y un laboratorio sobre la ladera, es ampliada con la adquisición de Hierros y Fundición Santa Águeda situada a orillas del Cadagua en Castrejana. La nueva factoría constituida por una fundición, una trefilería accionada por energía hidráulica, derivados de alambre y un taller de clavos se completará en 1924 con un alto horno de carbón vegetal y una batería de coque de la sociedad Les Fours Lecocq, conectándose con Recalde mediante un ramal ferroviario y una tubería de gas. Entre ambas fábricas reunirán una plantilla de 313 trabajadores y una producción anual de 2.500 Tn. Entretanto, el 11 de febrero de 1920 Echevarría se constituía en S.A. y los ensayos de los ingenieros Mario Herrán y Santiago Vallhonrat lograban la producción de aceros especiales comercializados bajo la marca HEVA. Su alta calidad, premiada en las exposiciones nacionales e internacionales de 1925, 1929 y 1930, acelerará su implantación, monopolizando el mercado nacional de los aceros destinados a construcción, herramientas y automoción.

La Anexión El 1 de enero de 1925 Bilbao anexiona en su totalidad las anteiglesias de Begoña y Deusto. Tres años más tarde la S.A. Echevarría es declarada Industria de Utilidad Pública, anulando cualquier plan urbanístico que la ciudad tuviera sobre Recalde al tiempo que permitía a la fábrica expropiar los terrenos rurales adyacentes, sobre los que actuará hasta bien avanzada la década de los sesenta, ocupando paulatinamente toda la superficie de la planicie entre la Avda. Zumalacárregui, el antiguo cementerio de Mallona y el camino de Trauco, devorando los caseríos Calzadas, La Estrella, Echechiquerra y el campo de fútbol Cruce Verde de la Sociedad Deportiva Begoña que desde 1947 se había trasladado a Mallona. Sobre este último Echevarría levantará un espacio de recreo para sus trabajadores con ambigú, frontones, juego de bolos y cancha para los torneos de fútbol, baloncesto, balonmano y hockey que integraban el Club Deportivo Echesa hasta que a mediados de los sesenta la ampliación de Forja y Estampación obligará a cerrarlo trasladando la sede social y las competiciones deportivas al grupo de viviendas F. Echevarría, en Basarrate, a donde también se llevó el economato que estaba en el Callejón del Gas.

Entre 1939 y 1959 la autarquía económica y el fuerte intervencionismo gubernamental implantado por la dictadura empujarán a Echevarría a paliar los bajos salarios asumiendo la previsión asistencial y social de los trabajadores y sus familias con el fin último de cohesionar la plantilla y conseguir una mayor productividad. Se creará la Mutualidad de Asistencia Médico Quirúrgica y el Servicio de Asistencia Social que integraba la formación básica y especialización de los trabajadores y sus hijos con becas de estudios, colonias y la creación de escuelas de aprendices, la financiación para la adquisición o la construcción de vivienda de alquiler, la Caja de Previsión, el Día del Jubilado y el C.D. Echesa con más de 15 modalidades deportivas con el objetivo de impulsar los valores de esfuerzo y disciplina entre los jóvenes. El Club de Montaña estará integrado a partir de 1954 por hombres y mujeres, reflejo de la incorporación femenina a Echevarría en labores de secretaría y administración.

En la década de los sesenta, con una plantilla de 5.349 productores y a pesar de la política de innovación en tecnología y productos (inoxidables, refractarios y resistentes al calor) y de las sucesivas ampliaciones del espacio fabril, Recalde y Santa Águeda eran instalaciones obsoletas y constreñidas, situación agravada en el caso de la primera por el gran impacto medioambiental generado sobre Bilbao. Una atmósfera que envolvía la ciudad con el humo de sus cinco chimeneas, el golpeteo constante de los martillos de forja y las minúsculas partículas de carbón que impregnaban la ropa cuando llovía. Esta situación, unida a la promulgación de un Plan Siderúrgico Nacional (1964-72) de modernización y competitividad del sector de los aceros especiales, empujó a la S. A. Echevarría a construir en la vega de San Miguel de Basauri la Ciudad del Acero (1967), una moderna planta siderúrgica automatizada con una capacidad productiva inicial de 300.000 Tn., una plantilla joven y técnicamente preparada y una clara apuesta por la tecnología e innovación en I+D. Una apuesta continuada en el tiempo que le ha permitido llegar al presente bajo la marca Sidenor siendo un referente en producción y desarrollo de tecnologías en el sector europeo de los aceros especiales.

La crisis La crisis energética mundial de 1974 unida a la baja competitividad y sobrecapacidad de producción del acero vasco sorprendió a Echevarría sumida en una grave situación de duplicidad de producción y plantillas, abocándola a un Plan de Saneamiento en 1979, a incorporarse a Aceriales S.A en 1980, al cierre de Recalde en el 82, a la venta por secciones de Santa Águeda en el 84 y a una reducción de plantilla con la eliminación de 3.723 puestos de trabajo entre 1978 y 1981, la mayor parte en Recalde, con el consiguiente conflicto laboral que se sumó a la difícil situación socio-económica y política que vivía el País Vasco.

Tras el ingreso de España en la Unión Europea, el 31-12-1988 se constituyó el grupo industrial público Aceros del Norte ACENOR S.A. (a partir de 1991, Sidenor) en el que la S.A. Echevarría se integrará, circunstancia que supondrá su desaparición efectiva como empresa y su vinculación con la familia fundadora.

A pesar de que el cierre de Recalde estaba establecido para diciembre de 1978, los talleres de mantenimiento, control y tratamientos y el tren de doble dúo en laminación siguieron funcionando hasta 1982. Dos años después se procedía al derribo y desguace de los saqueados pabellones de hierro y ladrillo, de las chimeneas y del resto de las instalaciones supervivientes con la única excepción de la chimenea del tren de doble dúo, que se erigió a partir de 1987 en icono de la fábrica enterrada en el actual parque municipal de Etxebarria.

Humilde recuerdo para cien años de historia industrial.

Mucho queda por contar de Recalde y lo aquí relatado solo son retazos de la memoria individual y colectiva de un tiempo y una realidad vividos por sus trabajadores que hemos materializado en este artículo y en la exposición Dohaintzak 2013-2018 Donaciones que, hasta el 24 de febrero, se puede disfrutar en el Museo Vasco de Bilbao, para que no sean olvidados.