El Cinturón de Hierro-Bilbao’ko ‘burdin-esia’

 

Aitor Miñambres

BERANGO. A finales del verano de 1936, la Junta de Defensa de Vizcaya, presidida por José Echevarría Novoa, planteó crear alrededor de Bilbao un campo atrincherado que pudiera frenar un ataque del ejército sublevado. Fue a partir del 7 de octubre, con la creación del Gobierno de Euzkadi, cuando el lehendakari y consejero de Defensa José Antonio de Aguirre decidió impulsar la ejecución de dicha iniciativa. La idea consistía en la construcción de un Cinturón Defensivo alrededor de la capital y a una distancia prudencial de la misma, para que en caso de invasión, esta pudiera resistir un asedio prolongado al abrigo de la artillería enemiga.

Dentro de ese perímetro quedaban incluidos todos los recursos y servicios necesarios para la resistencia: el puerto, las baterías de costa de Punta Galea y Punta Lucero, el embalse de Zollo, la central eléctrica de Burtzeña, los aeródromos de Sondika y Lamiako y la casi totalidad de la industria de Bizkaia. La empresa se puso en manos de la persona más indicada, el comandante de Ingenieros Alberto Montaud, jefe del Estado Mayor vasco y exprofesor de fortificaciones en la Escuela Superior de Guerra, quien se rodeó de los capitanes de Ingenieros Pablo Murga y Alejandro Goicoechea para dirigir la obra. Esta debía obedecer a principios de poca elevación y defensas en profundidad con sucesivas líneas de trincheras, nidos de ametralladora de hormigón y alambradas, así como centros aislados de resistencia. Para su construcción, la línea defensiva se dividió en cinco sectores: Punta Lucero-Sodupe-Ugao-Usansolo- Larrabetzu-Berango/Barrika. La obra comenzó el 9 de octubre, con un plazo de 2 meses, disponiendo de abundantes recursos técnicos, materiales y humanos: 40 arquitectos e ingenieros y 8.500 obreros fijos, aunque en su mayoría civil sin familiarización con las obras militares.

No obstante, todo este esfuerzo, el escenario vasco fue desde un principio blanco del espionaje, más los servicios gubernamentales respondieron ágilmente en muchas ocasiones, como el 28 de octubre de 1936 cuando fue detenido por la Ertzaña el cónsul de Austria y de Hungría Guillermo Wakonigg mientras pretendía embarcar en el buque de guerra británico Esmauth. En su valija se encontró abundante información para ser entregada al enemigo, destacando un informe del capitán Murga con planos de la construcción del Cinturón de Bilbao y detalles sobre fortificaciones. Murga fue detenido, juzgado por traición y ejecutado, tras probarse anteriores envíos de información a los franquistas. Mientras tanto, continuaban los trabajos del Cinturón con solo 2.000 obreros, pues los preparativos de la ofensiva de Villarreal necesitaban unidades de ingenieros. Así, a finales de 1936, Alejandro Goicoechea, que había cultivado la confianza de sus superiores, intentaba convencerles de los últimos progresos en las obras de fortificación de la capital, las cuales, sin embargo, estaban muy retrasadas con respecto al proyecto.

Las trincheras más abundantes eran aquellas de zanja corriente y sacos terreros, en algunos casos cubiertas de rollizos de pino. Los nidos de ametralladora de hormigón, base de la defensa, se situaban en vaguadas y cumbres. Constaban de una plataforma de emplazamiento para la máquina, una cámara principal y un refugio, llevando en algunos casos abrigos activos con troneras para fusilería. Para la tropa se construían refugios en galería de mina, excavados en roca y de longitud considerable. Delante de las trincheras y nidos se colocaban líneas de alambrada y el cierre de caminos se realizaba a base de muros de mampostería u hormigón provistos de troneras.

En enero de 1937, el general Franco era consciente de su fracaso ante los intentos reiterados de tomar Madrid y acabar la guerra. Sus ojos miraban hacia la cornisa cantábrica, decidiendo atacar ese frente para hacerse fácilmente con su territorio y sus fuentes de riqueza. Las estimaciones de su Estado Mayor eran que en tres semanas de ofensiva caería Bilbao.

Presintiendo la derrota, el capitán Goicoechea comenzó buscar un acercamiento al enemigo, contactando con amistades derechistas como el Sr. Unceta, Marqués de Casa Jara, quienes le pusieron en comunicación con el ejército rebelde. Aún así, sus visitas no pasaron desapercibidas para la policía, por lo que tuvo que perjurar que estas solo eran fruto de la amistad. Sintiéndose inseguro decidió desertar, para lo que acordó con los franquistas la fecha del 27 de febrero y las cercanías del monte Maroto, lugar del frente bien conocido por él. Nada más ser recibido en la zona nacional, Goicoechea realizó un completo informe sobre las fortificaciones vascas de primera línea. Posteriormente, informó con todo detalle sobre las obras del Cinturón de Bilbao, describiendo los tipos de fortificación existentes, su ubicación y el bajo grado de implantación del proyecto. En su declaración, hacía saber a los franquistas de la existencia de varios tramos de frente sin ninguna defensa, muy vulnerables al ataque, como era el caso del cordal entre Urrusti (Gamiz- Fika) y Gaztelumendi (Larrabetzu), animando a sus nuevos superiores a atacar Bizkaia antes de que los defensores se diesen cuenta de la carencia. Toda esta información fue complementada por las decenas de fotografías tomadas sobre las posiciones vascas por los aviones de reconocimiento rebeldes.

La ofensiva franquista comenzó el 31 de marzo de 1937. Durango sufrió un devastador bombardeo y el frente fue roto por Álava. Tras sucesivos ataques frenados por contraataques leales, los franquistas avanzaban hacia Bilbao a una media de 500 metros diarios, mínima pero peligrosa porque a pesar de haber pasado semanas desde la defección de Goicoechea, los tramos indefensos del Cinturón seguían sin robustecerse. El 9 de mayo, el lehendakari Aguirre pidió a Montaud el plan de ocupación de la línea. Este, ante la falta de tropas de guarnición, asignó a cada una de las cinco divisiones del Ejército Vasco su despliegue en el Cinturón. Sus informes y los del asesor Monnier sobre el ritmo y calidad de las obras fueron críticos: falta de personal y de conocimientos militares. Ambos aseguraron que el ataque se produciría entre los montes Urrusti y Gaztelumendi, por lo que habría que terminar la obra. Para empeorar la situación, a pesar de los contraataques, el monte Bizkargi quedó definitivamente en poder de los franquistas el 16 de mayo, lo que les permitiría dominar el Cinturón desde una posición cercana. La llegada del general Mariano Gámir Uribarri como jefe del Cuerpo de Ejército de Euzkadi, el 31 de mayo, no mejoró la situación. Su impresión pesimista no empañó la esperanza del lehendakari Aguirre de resistir en el Cinturón si recibía aviación para la defensa.

OFENSIVA FRANQUISTA La muerte del general Mola el 3 de junio no supuso una parada en la ofensiva franquista. Por ello, el 11 de ese mes los rebeldes se dispusieron a tomar el último cordal que les separaba del Cinturón y que, una vez ocupado, sería el trampolín que les permitiría asaltar la Línea Maginot Vasca: el monte Urkulu, una prolongación del Bizkargi paralela a la línea defensiva hasta Kantoibaso. Para su defensa el Ejército Vasco dispuso de las siguientes fuerzas: Batallón Carlos Marx en Aretxabalagane; Batallón Indalecio Prieto en las lomas de Urkulu; Batallón asturiano 252 en la ermita de San Pedro; Batallón Kirikiño en la loma de Mentxegane; Batallón Zabalbide en Montañazarreta; Batallón ANV 3 en Fika; y Batallón Gordexola en Gamiz. Desde primera hora, medio centenar de cazas y bombarderos junto con abundante artillera atacaron el Urkulu. Hostigados continuamente desde el Bizkargi y de frente por la I Brigada de Navarra, los batallones Marx y Prieto se vieron obligados a retirarse hacia el Cinturón a mediodía. El batallón asturiano 252, el Zabalbide y el Kirikiño fueron atacados por las V y VI Brigadas de Navarra y por carros de combate. Tras resistir toda la jornada, a última hora tuvieron que retirarse de las posiciones con graves pérdidas. Los batallones ANV 3 y Gordexola desalojaron sus posiciones de Gamiz para evitar su aniquilación y se dirigieron al Cinturón por Artebakarra. Por su parte, la aviación rebelde también bombardeó la carretera y la vía ferroviaria Bilbao-Lezama en Derio, a fin de cortar las comunicaciones y suministros al frente. Como de costumbre, esa noche el ejército vasco ejecutó un contraataque para recuperar las posiciones perdidas, aprovechando la ausencia de aviación enemiga. Los batallones Sacco y Vanzetti y Abellaneda, así como los 231 y 212 se lanzaron al asalto. El combate fue muy encarnizado, llegándose al cuerpo a cuerpo y, aunque el batallón Abellaneda consiguió alcanzar sus objetivos, hubo de retirarse al amanecer.

El día 12 de junio llegó con buen tiempo, con lo que los franquistas se dispusieron a concentrar todas sus fuerzas en el punto más débil del Cinturón y romperlo con un duro golpe. Frente a ellas, las unidades vascas se encontraban exhaustas, lo que obligó al general Gámir a modificar la disposición de tropas inicialmente planteada. A los batallones Celta, Salsamendi y Azaña se les unieron refuerzos. En la línea de Gaztelumendi a Urrusti se incorporaron los batallones Martiartu, UHP y los asturianos 223, 228 y 234. En el tramo de Urrusti a Berreaga se posicionó la Brigada VI de la 2ª División con los batallones Rebelión de la Sal, Amuategui, Barakaldo y Rosa Luxemburgo. Además, el mando vasco consiguió reunir 16 piezas de artillería de pequeños calibres, pero no pudo contar con ningún avión para la defensa. Desde primera hora comenzó el ataque con 40 baterías de artillería y una masa aérea sin precedentes de 70 bombarderos y 40 cazas, bombardeando, incendiando y ametrallando las defensas vascas. El objetivo del mando enemigo era ablandar a los defensores para que no presentasen oposición a sus tres brigadas de infantería de 8 batallones cada una. El ataque de estas comenzó a las 12 de la mañana y las ametralladoras del Batallón Saseta hicieron fuego desde Gaztelumendi y Kantoibaso. Dos piezas de artillería de 75 mm lo hicieron desde Urrusti. Detectadas por la aviación unas y otras, sufrieron las represalias artilleras contrarias, quedando silenciadas y muriendo el comandante Roque Amunarriz. A las 14.30 el 3º batallón de Argel de la I Brigada de Navarra alcanzó el Cinturón entre Urrusti y Kantoibaso, seguido de otros tres batallones. Para entonces, las tropas defensoras, en estado de shock y sin refugios donde guarnecerse, se habían visto obligadas a retirarse. Ello permitió al enemigo colocar 20 batallones, unos 12.000 hombres, en 3 km. Su objetivo era desgarrar el boquete logrado y abrirse paso en todas las direcciones, atacando el Cinturón desde dentro. Así, la I Brigada de Navarra penetró por Kantoibaso, ocupó Gaztelumendi y se desplegó por Irurimendi, Loroño y Astoreka tras rechazar un contraataque. La V Brigada de Navarra ocupó Goitioltza, San Vicente y Garaioltza, en Lezama, aunque sin interferir en la carretera. La VI Brigada de Navarra ocupó Urrusti, sin poder progresar al ser frenada por el batallón Rebelión de la Sal que ocupaba posiciones en ese punto. El mando rebelde decidió no intentar mayores avances ese día. En las siguientes fechas los franquistas desalojaron a los últimos defensores del Cinturón, sufriendo un contraataque sin carácter decisorio en Mantuliz. Sus tropas avanzaban sin oposición por el valle de Asua, mientras las vascas se replegaban a Artxanda y Santo Domingo a fin de retrasar la caída de la capital, ofrendando su penúltima sangre a cambio de que miles de civiles y combatientes pudiesen ser evacuados hacia Santander. Bilbao cayó el 19 de junio de 1937, una semana después de la ruptura de su Cinturón Defensivo, bautizado por los rebeldes como Cinturón de Hierro, nombre con el que ha llegado hasta nuestros días.

3 comentarios en «El Cinturón de Hierro-Bilbao’ko ‘burdin-esia’»

  1. La defensa de Bilbao fue un desastre por las traiciones y las incompetencias que tanto abundaron en el bando republicano. De haber habido militares competentes y defensores motivados, Bilbao no habría caído como cayó y otro gallo nos habría cantado pues, pensándolo bien, si se hubiese aprovechado la orografía de la zona, y usando literalmente las palabras de un combatiente republicano de artillería que sólo luchó (y quedó mutilado) en el frente de Madrid «cuatro viejas con cuatro escobas no habrían dejado entrar en Bilbao ni a Dios». Este artillero republicano (más bruto que un arado, esa es la verdad) era uno de mis tíos.

    1. «¡Traición, traición!»
      Me suena al sonsonete de los carlistas en la fase final de la 3ª guerra civil montada por los carlistas a cuenta de los pleitos dinásticos.
      Quizás la guerra civil de 1936 a 1939 no haya sido, en buena parte, más que una prolongación de aquellas luchas dinásticas, sólo que enmascarada por el tinte del nacionalismo sabiniano y las moderneces aportadas por los nuevos «-ismos»: comunismo, anarquismo, socialismo, fascismo, nazionalsocialismo…además de los resabios del clericalismo y el anticlericalismo, bien incubados entre nosotros, incluida Vizcaya.

      Lo que había cambiado, fundamentalmente para mí, era la técnica disponible: la radio como medio de propaganda; la aviación como formidable arma de guerra y el desarrollo de la química y de la siderurgia. Cambios totos ellos a los que en nada contribuyeron ni los bardos barbados, modelo Iparraguirre, ni los tribunos cesaristas, modelo Aguirre Lecube, ni los violentos activistas, modelo de Monzón.
      El país vasco de aquellas décadas y otras próximas puede destacar la personalidad de músicos, de doctores como Areilza o Espinosa, de contrabandistas como Lezo, de tiburones financieros como de Careaga, pero eso, estimado en su justa medida, representa poco y representa más bien nada en cuanto a los avances técnicos.
      La verborrea nacionalista sabiniana y su prolongado cultivo por Aguirre, habrá servido como un intenso y embriagador txacolí ideológico para una parte de los vascos, inseguros ante los profundos cambios que se estaban gestando en su medio, pero tengo para mí que no ha servido para nada más. El despliegue de ikurriñas y de exaltación de los valores del terruño, tan vistoso y colorista, tan aparatoso en sus manifestaciones violentas y menos violentas, me parece tan inconsistente y efímero como el fuego que sólo se alimenta de paja.

      Miguel de Unamuno, con sus dudas, su evolución, su falta de mesura y su forzada laboriosidad, nada creó en el ámbito científico, nada consolidó en el ámbito político, pero dejó testimonio claro de que hay vascos plenamente vascos, sincera y lealmente españoles, que desdeñan las proclamas del nacionalismo local para ser y para sentirse personas.

    2. Un buen amigo de la familia, dinamitero de la FAI durante nuestra guerra civil de 1936, madrileño, Nicomedes de nombre, hombre lúcido, arriesgado, honesto y excelente trabajador, emigrante de los que generó divisas para el desarrollo durante la España de Franco haciendo obra pública en Francia, me enseñó a conocer una parte de las líneas del frente en la Sierra del Guadarrama a mis 17 años. Hablamos mucho y muchas veces sobre la guerra civil. No le recuerdo ningún comentario tan desdeñoso hacia las capacidades armamentísticas de los sublevados como el que le leo a usted. Eso de que «“cuatro viejas con cuatro escobas no habrían dejado entrar en Bilbao ni a Dios”, aprovechando el conocimiento del terreno y su orografía, de haber habido «militares competentes y defensores motivados» me parece un juicio sumamente arriesgado y de escaso fundamento.
      Que la «chulería» del lehendakari Aguirre y su histriónico ejercicio de «Napoleonchu» local fuera un entorpecimiento grave para la defensa del frente del norte ante los sublevados no basta, me parece a mí, para olvidar la formidable capacidad destructiva de la aviación y de la artillería de la que dispusieron los rebeldes, abastecidos por Alemania y por Italia, dos potencias de primer orden económica y militarmente en aquellos años, con regimenes políticos totalitarios y clara voluntad expansionista, para las que garantizarse una importante fuente de suministro de mineral de hierro era clave dentro del marco de su estrategia de guerra futura, además de ser un elemento más del hostigamiento al que querían someter al imperio británico de la época, uno de los obstáculos importantes para la consolidación de las pretensiones hegemónicas de Hitler y de Mussolini.

      Por otra parte, la sociedad vasca de aquellos años aparecía troceada y enfrentada en varios sectores, de los que el nacionalismo del PNV más el de ANV no suponían una mayoría social, hasta donde yo sé. Otra cosa es que el PNV de Aguirre lograra hacerse entonces con el control efectivo de los principales recursos del poder…en Vizcaya y durante poco más de 9 meses. El relato actual sobre aquellos tiempos forma parte de los mitos del nacionalismo vasco y de la intoxicación sistemática de sus voceros sobre el pasado, como evidencia hasta la anécdota pueril y ridícula de haber modificado la letra de la conocida y emotiva canción de Iparraguirre conocida como «Ara nun diran» en su séptimo verso – ¡hara, Espainia! ¡Lur hoberikan- sustituyendo el original para no nombrar a la España que si nombraba el autor, el romántico independentista que fue Iparraguirre, afincado en Madrid para ganarse la vida a su vuelta de Argentina, por cierto, si bien murió en Ichaso (Guipúzcoa).

      «Nere Etorrera lur maitera»

      Ara nun diran mendi maiteac
      ara nundiran celayac,
      baserri eder zuri-zuriac,
      iturri eta ibaiac.

      Hendayan nago zoraturican,
      zabal-zabalic beguiac.
      ¡ara, Espainia! ¡Lur hoberikan
      ez da Europa guziyan!

      Gero pocic, bai, Donostiara,
      Oquendoarren lurrera,
      ceru polit au utzi bearra,
      nere anayac, ¡au pena!

      Iruchulueta maitagarria
      lore tokia zu zera:
      Veneziaren graci guciak
      gaur Donostian ba dira.

      ¡Oh! Euscal-erri, eder maitea,
      ara emen zure semea,
      bere lurrari mun eguitera
      beste gabe etorria.

      Zuregatican emango nuke
      pocic, bai, nere bicia;
      beti zuretzat, il arteraño,
      gorputz ta anima gucia.

      Agur, bai, Donostiaco
      nere anaia maiteac,
      Bilbaotican izango dira
      aita zarraren berriac;
      eta gañera itz neurtuetan,
      garbi esanez, eguiac,
      Sudamerican zer pasatzan dan
      jakin dezaten guciac.

      http://www.youtube.com/watch?v=5zUjKOhQQIQ&feature=related (Con la letra original alterada)

      ¡Salud y saludos, «convencido»!

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