TENEMOS una nueva razón para alimentar la vanidad colectiva. En Bilbao, por lo común no somos ni nos gusta ser vanidosos uno por uno, individualmente, pero tenemos muy arraigada la vanidad colectiva y, aunque no lo creamos, tenemos que sostener que somos los primeros, que nada hay como Bilbao, la merluza frita y el bacalao al pilpil. No sé si este es un defecto y, a veces pienso que cuando nos volvemos locos con el Athletic, cuando disfrutamos oyendo rugir en San Mamés o cuando faroleamos con el vino de Bilbao y nos cuesta admitir que haya en ningún lugar nada como en Bilbao, debiéramos pensar un poco y quizá ser algo más humildes.
Pero también creo que esta condición bilbaína que nos obliga a estar en muchos lugares y a hacer todas las cosas mejor que nadie, es en el fondo una virtud cívica que nos agranda para emprender cualquier empresa.
Hoy es un gran día para Bilbao porque hemos inaugurado la torre. Una torre que no es la más alta del mundo y ni siquiera la más alta de España, pero es nuestra. Y nosotros nos encargaremos de hacerla la más hermosa, la más útil, la mejor.
Hay que sumarse a la alegría común. El que esto escribe nació en Barakaldo, aunque tengo a mucha honra ser hijo de Sestao y también de Bilbao, la villa en la que viví prácticamente desde los diez años y plenamente desde que tuve un cargo público. He nacido y he vivido junto a la ría.
Bilbao sabe superar los días tristes. A partir de la Guerra Civil pasamos días muy negros, pero ha pasado el tiempo suficiente para volver a la alegría de Bilbao. ¡Que vivan las canciones de Bilbao, que viva la alegría!
¡Bienvenida torre de Iberdrola! La torre de la gran empresa que sigue encariñada con la villa. Si la miramos bien nos daremos cuenta que no se parece a otras torres, que la concibió un gran arquitecto universal y se construyó por hijos de Bilbao, por hombres de este Bilbao que llega hasta la mar, e incluso con la ayuda de personas venidas de todo el mundo a las que Bilbao acogió en su seno.
Desde ahora la ría de Bilbao tiene acotado su comienzo y su fin. El fin lo sigue marcando majestuosamente el Puente de Bizkaia en Portugalete, donde la ría nos despide pasando por aquel arco, digo puente de triunfo, para dar paso a la mar, la gran mar, que en Portugalete han sabido domesticar durante un par de millas para alejarse de la mar brava.
Puente de San Antón
Hay muchos puentes sobre la ría, pero hoy quiero recordar al primero, unido a la iglesia de San Antón, que los bilbainos de entonces querían tanto que lo pusieron en su escudo. Y pienso en lo que dirían aquellos hombres tan encariñados con su puente, en el que pusieron guardas de día y de noche, si vieran la nueva torre de Abando-ibarra. Setecientos y pico años después, el puente de San Antón sufre la competencia de otros puentes que cruzan la ría y van más allá de Bilbao. Los grandes buques ya no navegan por El Arenal sino que inician sus singladuras más allá, y cada día más allá, por una ría bien canalizada y cuidada por la Junta de Obras del Puerto. Los prácticos de la ría avisan de todos los obstáculos. Pero en 1300, año de la fundación de Bilbao, la ría tenía bancos de arena que se movían constantemente en sus muchas curvas. Y lo peor ocurría en Portugalete, donde las arenas se agolpaban de tal modo que a veces cerraban el paso, durante días y aun meses. Los navegantes tenían, a veces, que detenerse durante muchos días, hasta que la barra se abriera.
Asombra pensar que en aquel puerto de tan difícil navegación, constituido en villa, no solamente se navegó por la ría sino que, cruzando la barra, los barcos abanderados en Bilbao llegaron a navegar por toda la costa europea del Atlántico e incluso crearon casas de contratación en La Rochelle y en Brujas, que era entonces el gran puerto de los Países Bajos. Bilbao había descubierto la mar, y se internaba osadamente en ella, pero aún no tenía entidad propia, no era sino una parte de Begoña.
La Carta Puebla de Bilbao
Lo cierto es que el 19 de junio del año 1300 el entonces Señor de Bizkaia, don Diego López de Haro, firmó la Carta de población de Bilbao. Afirma en su texto que lo hace con placer de los vizcainos, y dice literalmente en un castellano primitivo que fago nuevamente población et villa que le dicen el puerto de Bilbao.
La palabra nuevamente puede hacer pensar que la villa ya estaba fundada para entonces, pero Labayru, que no encuentra restos de la anterior fundación, afirma que lo que hizo el rey fue transformar en villa la puebla de pescadores ya existente en Bilbao.
La ría dividía en dos partes aquel Bilbao, cada una de ellas en distinta orilla, y la villa la creó el rey en la orilla derecha situada en Begoña, y no en la izquierda, que era de la República de Abando, en la que según Labayru se hallaba un caserío llamado Bilbao. Le dio también a Bilbao el Fuero de Logroño y que tuviese alcaldes propios, vecinos de la villa. Y para asegurar la navegación por la ría y evitar que les cobraran una tasa en Portugalete dispuso: Que no paguen precio ninguno, que entren y salgan con sus mercaderías. ¡Mercaderías! Luego se comerciaba en Bilbao y por la ría. Los bilbainos no eran solo pescadores.
Desde entonces Bilbao ha crecido mucho y el centro de su vida activa ya no está en San Antón. La nueva torre se aleja algo más, pero sigue estando junto a la ría. Como hombre de la orilla izquierda me gusta ver que se acerca a los pueblos de ambas orillas, como queriendo alcanzar a la otra villa del Nervión, Portugalete.
La Torre Iberdrola se alza en la antigua campa de los ingleses, donde un día pelotearon los jugadores del Athletic, allí donde se asentó también el maravilloso Circo Krone que ya solamente recordamos los muy veteranos que éramos entonces niños, y no olvido que para que lo contemplaran los vecinos de la orilla izquierda se levantó un apeadero del ferrocarril de Bilbao a Portugalete. Ahora la ría está bien señalada. En su comienzo, se eleva esbelta la nueva torre de Pelli en Bilbao. Allá, al final, otro mojón glorioso, el puente colgante, señala en Portugalete el fin de la ría. El principio y el fin de la ría, desde la torre y el puente, se abrazan ahora de lejos y nos invitan a rellenar la ría con nuevos sudores y trabajos.
Los pueblos de la ría no se miran con recelo sino con un gesto de hermandad. Cuando Bilbao quiso ser grande hubo de contar con la ría y sus pueblos (Deusto, Erandio, Getxo, Barakaldo, Sestao) cuya vida, muy silenciosa al principio, se hizo bulliciosa en tiempos de esplendor, y ahora mira expectante y con esperanza las nuevas ideas, el nuevo esfuerzo que traerán nuevas glorias a un trabajo en paz.
La fundación de Bilbao Nació Bilbao, como el hombre de la Biblia, quitándole una costilla a Begoña, la tierra de mis abuelos maternos, y encerrando su pequeñez en el Casco Viejo, donde había ya, como explicaba Rafael Ossa, una puebla de pescadores y con toda seguridad de pequeños comerciantes y navegantes, que llegaban a Portugalete y solo podían pasar con permiso de la barra, que caprichosamente se cerraba unos días y otros se abría. Entre los afluentes y los montes que rodeaban la ría podían ver a los labradores mirando con curiosidad.
Al llegar a Portugalete, si la barra estaba abierta podían seguir su ruta y, sin duda, empezaron la alta navegación, aunque no a puertos muy lejanos, a los que ya llegaban los marinos de Bermeo, que fue villa desde sesenta y cinco años antes.
La villa de Bilbao
La pequeña puebla de pescadores que fabricaba primitivas embarcaciones y navegaba a lo largo de la ría, se encontraba al llegar a Portugalete con un obstáculo que solo con mucha paciencia y alguna ambición podían superar. En Portugalete les exigían el pago de ciertos derechos por el paso, pero había algo peor, los movimientos de las arenas de la ría que, a veces, taponaban la entrada dejando un cauce enano que los barcos no podían atravesar.
Hacía falta un empujón para poder emprender nuevas rutas. En Bizkaia no había paz por la guerra de bandos. Y tampoco había paz en las alturas, en las que vivían los señores de Bizkaia pues don Lope III Díaz de Haro había sido asesinado el año 1288 y la sucesión se la disputaban ahora entre don Diego, hermano del fallecido, y doña María Díaz de Haro, su hija. Por la ley de la fuerza ostentaba ahora el Señorío don Diego, sin atender a las continuas reclamaciones de doña María y del infante don Juan, su esposo. Finalmente, y en muy buena parte por la mediación de la reina, doña María de Molina, las dos partes llegaron a un acuerdo por el que don Diego López de Haro mantendría en su poder el Señorío y, a su muerte, no le sucedería su hijo sino doña María, su sobrina.
El empujón definitivo lo dio un hecho que muchos juzgarán como un papeleo, la creación de la villa de Bilbao. La villa nació en aquel Bilbao pequeñito. Pequeño en dimensión, pequeño en habitantes pero grande en iniciativas. Pese a la barra, en la que los portugalujos pretendieron a veces cobrar derechos de paso, las naves bilbainas avanzaban. Después del primer astillero de El Arenal se construyeron otros, en territorio de Abando y en Deusto, y otros lugares como Zubileta ya en orillas del Cadagua, afluente del Nervión por la orilla izquierda. Y aún más allá.
No volvieron a cobrarse derechos por el paso de Portugalete.
La creación de la villa de Bilbao fue algo más que la concesión de un título, pues dio a los bilbainos cierto sentido de unidad y les animó a engrandecerse con nuevos trabajos y lo que podemos considerar como una expansión. La ría del Nervión comenzó a ser conocida como ría de Bilbao hasta el mar.
Portugalete señorial
En un montículo a la salida de la ría vivía Portugalete cuando no era más que una aldea. Y también a esta aldea le cambió de rango su conversión en villa, por obra de doña María Díaz de Haro, que a la muerte de don Diego le sucedió en el Señorío de Bizkaia. Doña María estaba muy resentida con su fallecido tío porque, a su parecer, le había usurpado el Señorío y consideraba que don Diego fue un intruso. No podía dar validez a lo que hizo el intruso, pero tampoco quiso enemistarse con Bilbao, por lo que dictó una nueva Carta declarando que fundaba la villa de Bilbao.
Bilbao nació en las aguas en las que el Nervión se hace salado, pero antes de llegar a la mar hay que recorrer trece kilómetros para encontrarse, en la orilla izquierda, con Portugalete. Seguramente era en aquel tiempo la mayor aglomeración humana de la orilla izquierda. Es el lugar por el que Bilbao y Bizkaia se asoman al mar.
Doña María fundó allí mismo la villa de Portugalete. Y pienso que desde entonces Portugalete no ha perdido el tono señorial que le daba su carácter villano. Los vecinos de la orilla izquierda reconocemos ese tono festivo y elegante, admiramos la hermosa iglesia, que junto a la torre de Salazar corona la villa, y hemos paseado por el hermoso muelle que nos coloca frente al mar, ayer tumultuoso, aunque ahora está domesticado por varios muelles.
Al igual que otras villas de Bizkaia se le concede el Fuero de Logroño con el privilegio de que no haya «malos fueros, de batalla, hierro, agua caliente y pesquisa».
El Fuero defiende la casa de los portugalujos, mucho antes de que lo haga el Fuero de Bizkaia, pues dice que si «el merino o sayón quisiera entrar o por la fuerza en la casa de un poblador que lo maten por ello é non pechen homicidio ninguno».
Portugalete era como un balcón hacia el mar y lo sigue siendo hoy. Durante muchos siglos la peligrosa barra era, de vez en cuando, inundada por la arena para cortar el paso a la navegación. Pero el genio de Evaristo Churruca, que estudió el movimiento de las aguas y arenas, proyectó el puente de hierro, que no solo acabó con los movimientos de la peligrosa barra sino que dotó a Portugalete de una obra singular, el puente que es ahora un paseo sobre el mar, un gran adorno de la villa.
Desde hoy, la ría, que sigue llegando a Portugalete, tiene un nuevo punto de partida.
Me gusta la foto.
El resto me parece un relato entretenido, de circunstancias, con colorido y sin demasiado rigor histórico.