Por Amaia Mujika Goñi
El nombre de la capital vizcaina es el patronímico de muchos de sus hijos, así como la denominación de poblaciones, calles, plazas, establecimientos y marcas comerciales repartidas por todo el mundo
Bilbao es el nombre de la población y villa fundada por el Señor de Bizkaia, Diego López de Haro El Intruso, mediante Carta Puebla, el 15 de junio de 1300 y confirmado, 10 años más tarde, por Doña María López de Haro, a la muerte de su tío. Aquella pequeña puebla que, como reivindica el arquitecto Iñaki Uriarte, fue antes puerto que villa, siempre ha mirado al mar y al mundo a través de la ría, convirtiéndose en el siglo XV en importante enclave comercial al canalizar el tráfico entre la península y la Europa Atlántica y transformándose, a finales del siglo XIX, en una gran urbe industrial cuyo declive en los 80 del siglo XX le obligó a reinventarse para convertirse en una pujante y moderna ciudad de servicios.
Bilbao es, por extensión, el patronímico de muchos de sus hijos, cúmulo de vidas e historias, como el del linaje Bilbao La Vieja, cuya casa-torre estaba situada en la margen izquierda de la Ría a la cabecera del viejo puente de San Antón desapareciendo definitivamente sus ruinas en 1915 con el avance de la mina San Luis; el apellido dado a los expósitos de la villa a partir de 1709 y el de otras tantas gentes que, partícipes de distintos ámbitos de actividad, han destacado a lo largo de nuestra historia. Algunos, recordados por pertenecer a nuestro pasado reciente como el cesta puntista Ángel Bilbao Chiquito de Abando, el arquitecto Tomás Bilbao, artífice del estilo neo-vasco aplicado a cooperativas de casas baratas, el profesor y bibliófilo Jon Bilbao, creador de la base Eusko Bibliographia o la actriz Mariví Bilbao, perejil de todas las salsas escénicas, pero también de otros, que han dejado de formar parte de la memoria colectiva como Pedro de Bilbao, primer Prior del desaparecido Convento de San Agustín, en el emplazamiento del actual Ayuntamiento.
Por Bilbao se conocen también en el mundo otras poblaciones y lugares, firmas societarias y corporaciones, así como objetos y productos industriales a los que se ha renombrado igual que la Villa, por no hablar de la amplia obra literaria y artística titulada Bilbao. Son todas ellas, ejemplo de la creatividad local o el resultado de remarcar su imagen o procedencia, filiación o incluso fruto de la vocación de bilbainía de sus mentores. Un repertorio amplio, diverso y obligadamente limitado en el tiempo y obviamente subjetivo que, a lo largo de la historia, ha variado de sujeto pero cuyo objetivo final es ofrecer una muestra de su variedad e idiosincrasia.
Espacios Bilbao
Iniciamos la saga con los Espacios Bilbao que nos permiten retrotraernos a los tiempos de la conquista de América cuando los colonizadores, entre los cuales había una importante representación vasca, importó nombres de sus lugares de origen utilizándolos para renombrar las nuevas fundaciones, algunas desparecidas para siempre, otras escondidas tras modernas denominaciones y, las menos presentes en la toponimia actual. Entre las desaparecidas está la fortaleza Bilbao erigida en 1541 por Pedro de Vergara en la cuenca del río Zamora en Ecuador, durante la conquista del territorio de los Bracamoros. Engullida por la selva, sus ruinas fueron avistadas por un helicóptero en 1950. Nueva Bilbao fundada, en 1750, bajo la advocación de la Virgen de Begoña en el estado mexicano de Nueva Vizcaya por el encartado Joseph I. del Campo Soberón. Entre las repobladas con diferente denominación está la comuna Nueva Bilbao de Gardoqui situada en la desembocadura del río Maule, al sur de Santiago de Chile. Fundada el 18 de junio de 1794 por el gobernador O’Higgins, a solicitud «de un grupo de vizcaínos y en recuerdo de la patria ausente», fue renombrada Constitución en 1828 y estuvo a punto de desaparecer en 2010 tras un tsunami. Junto a las poblaciones de época colonial nacen, en el siglo XX, nuevos Bilbao como la ecuatoriana parroquia Bilbao, en Penipe, así llamada en recuerdo del franciscano Segundo Bilbao Arrospide natural de Bermeo, que ejerció de párroco en la región a partir de 1952 y es venerado por los lugareños «como un santo». Una población agrícola de 350 habitantes que sufre periódicamente los embates del volcán Tungurahua activo desde 1999. A punto de ser enterrada en 2006 recibió ayuda del ayuntamiento vasco a petición del sacerdote Joseba Segura y un grupo de montañeros bilbainos que se encontraban en la zona, uno de los cuales paradójicamente se llama Iñigo Bilbao. Tenemos, por último, la mejicana Bilbao o Villa de Bilbao conocida por encontrarse en sus aledaños un desierto de arena llamado Dunas de Bilbao cuyo avance natural ha dado origen a la leyenda de que bajo ellas se encuentra atrapado un pueblo de gigantes que, castigado por los dioses, intenta escapar provocando con ello el movimiento de las dunas. Terminamos el periplo americano en nuestra costa con Bilbao La Nueva, nombre elegido por el arquitecto Agustín Ortiz de Villajos, en 1901, para el proyecto urbanístico que consistía en la edificación de una ciudad de nueva planta sobre las playas y marismas de Portugalete y Santur-tzi como city para la burguesía bilbaína residente en Neguri. Un ambicioso proyecto que fue rechazado por la Junta de Obras del Puerto al considerar que hipotecaba el futuro del puerto exterior de Bilbao.
El Callejero Bilbao
A partir de la 2ª mitad del S. XX, la denominación Bilbao se hace habitual en el callejero estatal, siendo la principal razón de su inclusión los hermanamientos entre ciudades. Como curiosidad decir que algunas de estas calles fueron pavimentadas con la baldosa Bilbao. Pero además de estas y otras repartidas por el mundo como Piazza Bilbao en Milán y la calle Bilvao en Villarica, Chile, las primeras ciudades que tuvieron un Bilbao en su callejero fueron Madrid y Barcelona como homenaje a la Villa liberal que logro salir invicta de las guerras carlistas. La primera en hacerlo fue Madrid quien decidió en 1837 dar el nombre de Bilbao a una plaza, que se formó al demoler el convento de Capuchinos de la Paciencia, llamada en la actualidad Vázquez de Mella. Y la actual Plaza Glorieta de Bilbao cuyo nombre rememora a la que fuera Puerta de Bilbao, una de las entradas a la capital, y protagonista del ataque a la ciudad por las tropas de Bonaparte en 1804. Por sus entrañas discurre el metro con la estación Bilbao conocida por su mural del Puente Colgante y, un poco más arriba en el número 118 de Fuencarral, el Cine y la Bolera Bilbao. En Barcelona el 3 de mayo de 1874 la corporación en pleno y alcaldes de barrio procedieron a la inauguración oficial de la Calle de Bilbao con el descubrimiento de una lápida de mármol con letras de oro. Esta calle del Pueblo Nuevo desapareció, en la década de los 60, trasladándose el nombre, a una zona de nueva urbanización, donde se entremezcla junto con el de otras ciudades del Estado, Carrer de Bilbao. Hemos dejado para el final la bilbaina calle de Bilbao La Vieja, en el barrio del mismo nombre, que a punto estuvo de desaparecer en 1900 por petición de sus vecinos que querían cambiarlo por Calle Principal. La vía empieza en el Puente de San Antón y termina en la Plazuela de los Tres Pilares, anteriormente de la Verónica, donde se localiza una taberna de las de siempre, el Bar Bilbao Restaurante.
Espacios de relación
A este establecimiento le siguen otros, algunos nada más cruzar la Ría como el Café Bar Bilbao de la Plaza Nueva y otros, allende los mares, como el Bar Bilbao de La Habana. El bilbaino, famoso por sus pintxos y pintado en azul Bilbao desde 1992 por su propietario Pedro Martínez Basterra, fue inaugurado el 21 de diciembre de 1922 festividad de Santo Tomás, por Miguel Madariaga y Severo Unzue, el del Iruña. El local mantiene la decoración original, a pesar de las inundaciones de 1983, con los cierres de tabla en la fachada, el mostrador de mármol y el revestimiento cerámico de sus paredes. El Bar Bilbao cubano, de Núñez y Vasconcelos, está situado en la calle O’Reilly, desde 1930. Mantiene su decoración original con un frente de lunas sobre mueble de madera presidido por una imponente caja registradora y largo mostrador que, ahora se ven cubiertos por banderas y recuerdos del Athletic Club de Bilbao, siendo así que su nombre original ha derivado en El Bilbao Bar.
Si el Athletic tiene la Catedral, el Bizkaia Bilbao Basket tiene el Bilbao Arena como cancha pero en la Villa ha habido, también en el pasado, otros lugares de reunión y esparcimiento con nombre Bilbao, unos, propuestos y desechados, caso del Hotel Carlton de la Plaza Elíptica, en el que el bilbainismo de sus promotores perdió la batalla; otros desaparecidos como el Bolo Club Bilbao, de gran éxito en los 60 y situado en el número 69 de Alameda Urquijo, con 8 pistas para señoras y caballeros y uno especial para niños, atendidas por un empleado en cada pista que colocaba los bolos en escasos segundos y un bar abierto hasta las 4 de la madrugada; el Cinema Bilbao que, erigido sobre el frontón de la calle Esperanza, se inauguró el 1 de noviembre de 1923 con la película infantil No era un cobarde, seguido de tres pases con la representación teatral de Don Juan Tenorio, un clásico en la festividad de Todos Los Santos. Tras la entrada de las tropas franquistas se llamó Cinema del Soldado con acceso libre para los uniformados, alcanzando tal popularidad en sus filas que los soldados heridos en el frente norte pedían ser trasladados a los hospitales bilbainos. En los 40 recupera su nombre original al ser comprado por la empresa Trueba S. A. hasta que en 1966 es sepultado por un desprendimiento de tierras, siendo adquirido por el Ayuntamiento para construir el actual frontón. El Club Bilbao con sede en el edificio de La Unión y El Fénix del Arenal y creado por un grupo de socios, políticamente de derechas, que se habían dado de baja del El Sitio con la llegada de la República en 1931. Al igual que en la sede de Bidebarrieta, se dotaron de biblioteca con bibliotecario y salas de lectura y juego amueblados por la Casa de Muebles y Decoración Echave. Y aún quedan aquellos Bilbao que pasan desapercibidos para la gran mayoría como las Galerías Bilbao, la más antigua galería comercial de la capital situada en los bajos del inmueble nº 11 de Colón de Larreategui y que muchos hemos pisado por encontrarse en ella establecimientos únicos y especiales como Kirikiño, parada obligatoria para los amantes del libro vasco, y Sombreros Merche imprescindible a la hora de buscar un tocado de ceremonia, y digo pisado, porque sobre el pavimento está su nombre impreso.
Abandonamos calles y plazas para adentrarnos, por último, en los ESPACIOS de la privacidad, elegantes viviendas unifamiliares, denominados hoteles a finales del siglo XIX y que entonces, al igual que ahora, sus propietarios denominaban Bilbao a semejanza de la pujante ciudad a la que querían emular. Es el caso de la Villa Bilbao mandada construir, hacia 1895 por Otto Kreizner en Wiesbaden tras su paso por la capital vizcaina, donde fraguó su fortuna asociado con Sota y Aznar en la explotación de minas o la desaparecida Villa Bilbao proyectada y erigida en 1877 en Madrid por el arquitecto vitoriano Martín de Saracibar en el nº 119 de Claudio Coello y que conocemos gracias a la magnífica publicación que de la casa familiar hizo su hijo Julio, arquitecto municipal de Bilbao a partir de 1876.
Damos así fin a los Espacios Bilbao, dejando para una segunda entrega las entidades y sociedades y para una tercera, la producción con dicho apelativo.